El equilibrio del mundo (Parte 1) "Lo que no podemos ver"

Buen día a todos!

El equilibrio del mundo llegará por partes, no sé cuántas, pero así tengo tiempo para publicar poco a poco y ayudar a ciertas personitas a relajarse después del día con un poquito de lectura (siempre y cuando quieran, claro)

Y así, me entretengo yo xD (se me acumula la Universidad, socorro)

Espero que lo disfrutéis y comentad vuestras partes favoritas! ^^

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Miró hacia atrás para asegurarse de que Alfred la seguía. Él llevaba su yelmo bajo su brazo y le dio una sonrisa tranquilizadora. Le hizo sonreír un poco y llegaron al final de las escaleras desde donde se podía ver el resto de la catedral... y allí se encontraron con...

...nada.

La catedral quedó tan vacía como cuando Amelia fue derrotada. Sólo estaba al fondo Eileen mirando las ofrendas de la mesa. La presencia maligna y contaminante se estaba dispersando como los restos de un dolor agobiante en el pecho. El grupo miró alrededor, pero no había nada interesante que destacar.

- ¿Qué truco es este? – preguntó Alfred – Claramente la presencia venía de aquí, no puede desaparecer así como así.

- Si es un monstruo o un Grande que puede viajar entre dimensiones, sí que puede – Eileen se giró hacia ellos caminando – Pero no me creo que lo hayamos asustado y haya huido.

- ¿Tanta preparación para nada? – susurró para sí el Madaras menor alzando las cejas.

No obtuvo respuesta de nadie, sólo un capón suave de su hermano mayor que empezó a seguir al grupo que salía de nuevo de la Catedral. Fuera les recibió un viento frío un tanto anormal. Gascoigne recogió su sombrero al aire antes de que el viento se lo quitara de su alcance y se lo colocó de nuevo sin quitar la mano de encima mientras bajaba las escaleras.

Henryk frunció el ceño mirando alrededor. Tenía un presentimiento enfermizo desde el interior del pecho que no le gustaba nada y presentía que algo no estaba bien. Miró de reojo a la pequeña cazadora que parecía que estaba igual que él. Ella miraba hacia la fachada de la catedral con curiosidad.

- No hay pájaros... los gorriones, palomas y cigüeñas que anidan en la catedral... siempre hay pájaros alrededor...

- Pueden haber huido al notar también esa presencia hostil... - Alfred tomó su muñeca con una pequeña sonrisa para que continuara caminando.

La cazadora hizo una mueca siguiéndole. Henryk miró hacia la fachada girando la cabeza y notó a Valtr detrás de él con el báculo en sus manos, esperando a que su camarada bajase para cerrarle las espaldas. Ambos sentían lo mismo.

Un gorgoteo realmente agudo les hizo ponerse alerta. No sonaba como ningún monstruo conocido, pues este parecía ser el de un ave gigante. Agarraron sus almas fuertemente y bajaron a la plaza donde se escuchaban sonidos de pelea. Allí en medio, estaban tres gigantes con un hacha intentando herir a una enorme ave blanca y negra, de cola alta y fina con cresta, elegante de hermosa cara. Era como un pavo real sacado de una película de Tim Burton.

Cada vez que abría las alas, una lluvia de plumas afiladas volaban hacia los enemigos, pero no fue eso lo que mató a los gigantes, sino la misma presencia del ave. Les hacía arrodillarse con sufrimiento mientras soltaban sus armas y se agarraban el pecho, hasta que terminaban por caer. Era una presencia asfixiante. Se giró despacio hacia ellos haciendo un suave gorgoteo. No hizo falta ninguna señal para saber que había que correr y empezar a rodearlo. Los puntos débiles de los enemigos suelen estar por las espaldas, y si no, la cabeza no pinta mal.

El sonido de la sierra giratoria de Valtr le dio la señal al resto de la Liga para ir a sus espaldas y empezar a golpear sus patas y cola, para que se distrajese y Valtr pudiera darle con la sierra un golpe doloroso en el cuello. Gascoigne, con el hacha a dos manos, intercalaba sus potentes golpes con los ataques rápidos de Eileen. Era demasiada gente buena contra un monstruo sencillo. Estaban acorralándolo y no le dejaban dar ningún golpe. Sólo podía gorgotear agudamente.

La cazadora apretaba el mango de su hacha en tensión mientras miraba la escena. Su mente le decía que fuera a ayudarles, pero sus pies no se movían de su sitio. Una mano gentil se puso sobre las suyas y bajó su arma.

- No tienes que preocuparte por nada... todo está dominado... - Alfred le sonrió.

Él no se había movido de su lado por si la cazadora le necesitaba.

- Zoba... no nos necesitan en esta pelea... pero al menos esperemos aprender de esto para enfrentamientos futuros...

- Alfred... ¿no lo ves? – dijo ella mirando la batalla.

- Lo estoy viendo todo, Zoba... ese pájaro caerá pronto... - el sentenció con una sonrisa de satisfacción.

- No, Alfred, tú sólo miras al monstruo... - la cazadora dio un par de pasos hacia la batalla - ...mira a Henryk, por los dioses...

Alfred se apegó a ella buscando con la mirada al cazador de vestimentas marrones. Estaba caminando detrás de la bestia, cerca de la cola y se agarraba el pecho con la mano, jadeante, sin aire.

- No es posible... no he visto que le hiriesen de alguna manera...

Miró a la su lado para encontrarse hablando solo.

- ¡Zoba!

Giró la cabeza y la encontró corriendo hacia el taciturno cazador. Agarró su brazo sin titubear y se sorprendió ver lo flojo que se encontraba, que pudo tirar de él alejándolo de la cola del ave, que empezaba a dar latigazos. Tiró de su brazo hasta alejarlo y llevarlo cerca de la Capilla.

- Henryk... - dijo sentándolo en las escaleras – Antes de nada perdón, perdón por tirar de ti...

Él se dejó caer jadeando. No quitaba la mano de su pecho.

- Henryk... perdóname de nuevo...

La cazadora extendió sus manos hacia su cara y le quitó el sombrero y remangó la ropa que cubría su media cara. A él no le gustaba mostrar su cara, por la razón que fuese, pero así estaría mejor.

- ¿Respiras mejor? Puede que tengas taquicardias... ¿te sigue doliendo? Tengo una cantimplora con agua.

Ella sacó de su pequeño zurrón la cantimplora y le ayudó a incorporarse un poco y le acercó la boquilla a los labios, sin embargo, él no bebió. Zoba puso una mueca triste.

- Tú también lo notas... ¿verdad? Que hay algo que no encaja...

La cazadora se sorprendió de escuchar su voz. Parecía que no hablaría nunca. Es la primera que mantienen una conversación, y eso que se habían encontrado varias veces.

- Sí... y me siento algo mal también, pero no tanto como para que me duela el pecho como a ti, Henryk... - ella volvió a acercar la boquilla con cariño, y esta vez él aceptó mojarse los labios – Se siente... se siente como...

- ...como si te estuviesen clavando estacas en el pecho – dijo Henryk incorporándose.

- ¿Crees que a los demás también les duele el pecho?

- Por supuesto... - se colocó la ropa de su cara bien y se puso el sombrero.

- Pero ellos no parecen tan afectados como tú...

Henryk le dirigió una mirada de reojo y luego volteó al suelo. Zoba se mordió el labio desviando la mirada. Ella no quería hacerle sentir mal a Henryk o que pensara que era más débil que el resto. Pero claro, ella no tiene freno en decir lo que piensa, hiera o no a los demás. Luego se siente mal, claramente.

- Te diré algo... pero te lo llevarás a la tumba... y de ti depende que no te vayas a la tumba pronto... - dijo acercándose peligrosamente a ella.

Henryk no es que fuera un cazador grande y fuerte, pero si le sacaba altura a la cazadora, y sus ojos afilados daban miedo cuando se ponía serio. La cazadora asintió tragando saliva.

- Es más probable que muera asesinado por Eileen... que contra cualquier otro enemigo... - Henryk recogió su arma del suelo.

- ¿Quieres decir que...?

- Gracias por el agua... - dijo cortándole la frase.

La cazadora se mordió la lengua. Henryk... se estaba volviendo loco... y estaba peor que el resto. Eileen le había hablado del estado de Gascoigne, pero nunca de que Henryk estuviese así, ¿cuanto ha sufrido callado este cazador?

- Tenemos que parar esa pelea. Nadie ha conseguido herir al enemigo... - Henryk subió las escaleras rápido - ...lo que dijiste de los pájaros me hizo pensar... y que me trajeras aquí... me ha confirmado las sospechas.

La cazadora giró la cabeza. Su torpeza con las palabras podría resultar dulce, pero en este contexto era terriblemente problemática. No es gente a la que ofendas y salgas ileso. Se apresuró a seguir a Henryk aún sin entender sus palabras. ¿Qué ocurre aquí?

Llegaron a la plaza de nuevo. Todos estaban cansados de atacar, sin embargo el ave gigante ni siquiera sangraba. Sólo estaba muy enfadada. Henryk se acercó a un Valtr jadeante y le susurró algo al oído. Él levantó una mano y los Madaras se detuvieron. Eileen se dio cuenta y retrocedió alerta. Gascoigne dio pasos lentos hacia atrás como si le costase aceptar que sus golpes no le harían daño al ave, con el orgullo herido, apretando la mandíbula. Sus colmillos eran prominentes.

- ¿Qué pasa aquí? – la pregunta de Alfred era lo que todos pensaban.

Henryk caminó al lado de la cazadora y puso su mano en su hombro. Ella dio un pequeño sobresalto. Vio en los ojos de Henryk que no se sentía del todo bien aún, pero algo mejor que antes.

- Henryk... notaba que algo no era normal... bueno, eso me dijo...

- ¿Has oído hablar a Henryk? Eso es más raro que las rocas de sangre – dijo Eileen sin perder de vista al ave.

- A mí me duele el pecho, y a vosotros también, pero no lo queréis aceptar – dijo apretando los dientes.

Todos la miraban callados como si hubiese dicho un tabú. No muchos tienen el valor de decirle a tantos cazadores que no están bien, así como quien no quiere la cosa.

- El dolor aumenta la furia... - Gascoigne dijo con un pequeño gruñido mientras se acercaba a ella.

Su gran sombra empezaba a cubrir a la cazadora entera, que si tuviese orejas caninas, se le bajarían del miedo.

- ...y cuánta más furia... más fuerza... es relativo... ¡No digas que no estamos bien cuando podemos pelear bien! ¡La furia eclipsa el dolor!

Un gruñido mayor cerca de la cara de la cazadora la hizo encogerse. Le daba mucho miedo Gascoigne. Sin embargo, alguien se puso entre ambos a desafiarle la mirada.

- La furia eclipsa el dolor... mientras él la alimenta poco a poco... hasta que acabes siendo una bestia...

Gascoigne cerró la boca al encontrarse con su compañero Henryk de cerca, verle desafiarle y mantenerle la mirada, mientras escuchaba esa voz tan poco común. Se retiró sin mediar palabra. Todos se quedaron callados viendo la escena. Les había impactado que el bajo cazador espantase al enorme con una sola frase... que acabaría con su cordura algún día.

Henryk se giró al ver a la cazadora sentada en el suelo, que se levantó rápidamente. Él miró hacia la Capilla con un suspiro.

- Eileen estaba cerca de averiguarlo... - dijo en voz baja.

La cazadora miró una última vez al ave. Estaba quieta sin moverse observándolos elevando su cuello con superioridad. Le pareció ver una sonrisa en la curvatura de su pico, que le hizo recordar a otra sonrisa que ya había visto.

Miró junto a todos a la Capilla para encontrar la pieza que le faltaba a su rompecabezas. Amygdala, el Grande... no estaba.

- Él nunca se movió de ahí... no se movería nunca... a no ser que lo mataran... - Alfred volvió al lado de la cazadora y frotó sus hombros para que dejara de temblar.

- Nadie lo ha matado... - la cazadora tomó la mano de Alfred agradeciendo su apoyo - ... sólo... es que... Eileen dijo antes... - miró a Henryk buscando su apoyo y vio en sus ojos un poco de brillo, viendo que iba por buen camino - ...que hay Grandes que pueden viajar de dimensión...

- ¿Amygdala puede? – el joven Madaras le susurró al mayor, pero no le respondió.

- Pero... - la cazadora miró al suelo a ver cómo sus piernas temblaban, y Alfred apretó su hombro cálidamente - ¿Y si nos hubiésemos cambiado de dimensión sin que nos diésemos cuenta?

- Imposible – Valtr empezó a reír quitándose el casco y agitando su pelo – Nosotros no podemos hacer eso así como así, tan fácil...

- ¡No lo hemos hecho nosotros! ¡Nos han engañado! – la cazadora le observó apretando los dientes – Esto... todo esto es una ilusión...

- Joven cazadora... - Valtr se acercó a ella - ...tienes mucha imaginación, aclara tus ideas. No hemos cambiado de dimensión y esto no es una ilusión. Es claro, muy vivo, real. Aprende de una vez de tus errores. Ya no eres una niña pequeña, deja los cuentos de viajes de fantasía... - su cara seria y dura más sus palabras le hacían daño a la cazadora – Si usas tu imaginación para evadirte de lo que es la realidad ahora, está muy bien, pero no nos impliques en esto.

La cazadora bajó un poco su barbilla desafiante mientras su ojo grisáceo le miraba fijamente apretando los puños.

- Yo acabo de descubrir la realidad... cosa que tú ni quitándote el casco de hojalata de la cabeza has podido...

Los ojos de Valtr se abrieron mientras levantaba su báculo para golpearle con ella, pero ella dio un paso al frente desafiante.

- ¡Es otra dimensión, no estamos en Yharnam porque no hay vida aquí, y es una ilusión porque Amygdala no está! ¡Las ilusiones pueden imitarlo todo! ¡Todo, menos la figura de los Grandes porque no hay poder para ello!

Antes de que Valtr bajase su mano para golpearla, el ave extendió sus alas con un gorgoteo que parecía de... ¿felicidad?

El paisaje alrededor del grupo empezó a difuminarse y a distorsionarse mientras el gorgoteo del ave se transformaba en una risa divertida. Las casas y calles se transformaron en piedras y césped, el cielo se puso más negro y desaparecía el suelo para dar paso a grandes precipicios y la Gran Catedral se trasformaba en un enorme lugar parecido a un castillo... ¿o un internado antiguo?

El ave estaba delante de un gran portón y hacía frío. Sentado en uno de los balcones, un hombre miraba un reloj de arena que terminaba sus últimos granitos.

- ¡Glorioso! ¡Antes de lo que yo pensaba, en sólo una hora me han descubierto! Puede que al final los cazadores no sean sólo una masa de músculos furiosos sin cerebro... por lo menos no la jovencita, la mujer cuervo y el viejo cazador... Sí... la Gran Catedral era ideal para mis jueguecitos...

Sonría satisfecho mientras se cruzaba despacio de piernas y los miraba a todos con superioridad desde lo alto. La sonrisa oculta en el pico del pavo real era la misma que Micolash mostraba con tanta frecuencia.

- Ya habéis conocido a Argos, el que todo lo ve... ¿no es hermoso? Es un Grande creado por mí y la escuela de Menfis... bendecido por Kos... con infinidad de grandes y hermosos ojos... Muéstrales, hijo mío, lo maravillosos que son tus ojos...

Micolash se puso de pie en el borde de la barandilla y les hizo una elegante reverencia. El pavo real emitió un gorgoteo mayor y abrió sus alas. Levantó su cola y la plegó, mostrando su enorme cola llena de ojos que se movían hacia todas partes. El dolor en el pecho de los cazadores se intensificó.

- Bienvenidos seáis todos, queridos cazadores... - Micolash abrió los brazos bailando suavemente en el borde de la barandilla – Yo, Micolash, os recibo calurosamente en mi humilde morada...


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Hasta aquí la primera parte, de momento tenemos de rivales a Micolash y su "hijo" Argos, ya que le gustan taaaaanto los ojos, pues le he dado esta preciosidad de monstruo, que no lo parece, pero sabemos que los ojos son peligrosos, provocan frenesí y dan mal rollo en la cara de los cerdos.

¿Pero son los verdaderos enemigos ellos dos? ¿O hay alguien más que venga a dar guerra?

Nos vemos en el siguiente! :3



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