3 | ¿king cross?
¿king cross?
El final del verano llegó más rápido de lo que cualquier niño habría querido. Harry estaba deseando volver a Hogwarts, pero por otro lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su vida. Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron y Olive cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le darían cuando volviera a Privet Drive.
A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.
A Harry no le entraba en la cabeza que nueve personas, siete baúles grandes, dos lechuzas y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había añadido el señor Weasley.
-No le digas a Molly ni media palabra -susurró a Harry al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.
Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo:
-Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? -Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque-. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?. Y ya siéntate Olive.
Olive se tiró sobre las piernas de los gemelos y de Ron con los brazos estirados hacia arriba como si se hubiera metido a una piscina olímpica, la señora Weasley la miró severamente pero no le dijo nada para no perder más tiempo.
El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Harry se volvió para echar una última mirada a la casa. Apenas le había dado tiempo a preguntarse cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba. Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez. Y cuando ya estaban en la autopista Olive dijo que se había olvidado el baúl con todas sus cosas para Hogwarts. Cuando Liv subió al coche, después de recoger el baúl, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.
El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.
-Molly, querida...
-No, Arthur.
- Si, Arthur- mimicó Olive desde detrás con un tono que parecía salido de un robot.
- Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta...
-He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.
- ¡Papá!¿puedo manejar el auto? prometo no chocar - dijo Olive.
- Está bien, pero... - le respondió el señor Weasley que ya estaba por sacarse el cinturon de seguridad, pero fue interrumpido por su esposa.
- ¡Arthur!¡es una niña!¡no puede manejar un coche!¡Y Olive!¡Te prohibo que manejes, no, no, no, no desde la última vez!
. . .
Llegaron a Kings Cross a las once menos cuarto. El señor Weasley cruzó la calle a toda pastilla para hacerse con unos carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación. La dificultad estaba en llegar al andén nueve y tres cuartos, que no era visible para los ojos de los muggles.
-Percy primero -dijo la señora Weasley, mirando con inquietud el reloj que había en lo alto, que indicaba que sólo tenían cinco minutos para desaparecer disimuladamente a través de la barrera.
Percy avanzó deprisa y desapareció. A continuación fue el señor Weasley.Lo siguieron Fred y George.
-Yo pasaré con Ginny, y ustedes tres nos siguen -dijo la señora Weasley a Harry, Olive y Ron, cogiendo a Ginny de la mano y empezando a caminar. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaban.
-Vamos juntos, sólo nos queda un minuto -dijo Ron a su hermana y a Harry.
Harry se aseguró de que la jaula de Hedwig estuviera bien sujeta encima del baúl, y empujó el carrito contra la barrera. Se inclinaron sobre la barra de sus carritos y se encaminaron con determinación hacia la barrera, cogiendo velocidad. A un metro de la barrera, empezaron a correr y...
¡PUM!
Los tres carritos chocaron contra la barrera y rebotaron. El baúl de Ron saltó y se estrelló contra el suelo con gran estruendo, Harry se cayó y la jaula de Hedwig, al dar en el suelo, rebotó y salió rodando, con la lechuza dentro dando unos terribles chillidos, Olive cayó al suelo y uno de sus zapatos salió volando por ahí. Todo el mundo los miraba, y un guardia que había allí cerca les gritó:
-¿Qué demonios están haciendo?
-He perdido el control del carrito -dijo Harry entre jadeos, sujetándose las costillas mientras se levantaba. Ron salió corriendo detrás de la jaula de Hedwig, que estaba provocando tal escena que la multitud hacía comentarios sobre la crueldad con los animales. La pelirroja se había parado y cojeaba levemente mientras buscaba su zapatilla extraviada.
-¿Por qué no pudimos pasar? -preguntó Harry.
-Ni idea.
-Vamos a perder el tren -se quejó Ron-. No comprendo por qué se nos ha cerrado el paso.
Harry miró el reloj gigante de la estación y sintió náuseas en el estómago.Diez segundos..., nueve segundos...
-Ha partido -dijo Ron, atónito-. El tren ya ha partido. ¿Qué pasará si mis padres no pueden volver a recogernos? ¿Tienes algo de dinero muggle?
Harry soltó una risa irónica.
-Hace seis años que los Dursley no me dan la paga semanal.
- ¿Qué vamos a hacer? No sé cuánto tardarán mis padres en volver por nosotros.
-A lo mejor tendríamos que ir al coche y esperar allí -dijo Harry-. Estamos llamando demasiado la aten...
-¡Harry! -dijo Ron, con los ojos refulgentes-. ¡El coche!
-¿Qué pasa con él?
-¡Podemos llegar a Hogwarts volando!
- ¡Oh, si!¡SI SI SI!¡Claro que iremos en coche a Hogwarts! - exclamó Olive rebosante de alegria y excitacion-. Pero solo porque es una emergencia, claro - siguio, todos sabían que era solo una excusa para usar el coche.
-¿Saben hacerlo volar? - pregunto Harry.
- Oh, vamos, Harry, tenemos a Olive justo aquí - respondio Ron con obviedad.
- ¡Esperen! - grito Olive cuando los chicos se estaban empezando a ir -. Aún no encuentro mi zapatilla.
Ambos bajaron la vista a los pies de la pelirroja, y efectivamente, en uno de ellos habia una desgastada zapatilla roja, y en el otro, solo un calcetín con muchísimos colores.
- ¡Pero tenemos que irnos, Olive!¡Si no llegaremos tarde!
- Esta bien, pero me pagaras una nueva. Oh, mi zapatillita, mi pobre zapatillita, eran mis favoritas, bueno, las únicas que tenía, pero siempre te querré, no olvides al pie que te dio la forma.
- Deja las estupideces, Liv, tenemos que irnos.
- Tú eres el estúpido, Ron, mira tu cabello, pareces un payaso.
- ¡Tenemos el mismo cabello!- gritó Ron desesperado.
- Pero yo lo uso mejor.
Y abriéndose paso a través de la multitud de muggles curiosos, salieron de la estación y regresaron a la calle lateral donde habían aparcado el viejo Ford Anglia. Ron abrió el gran maletero con unos golpes de varita mágica. Metieron dentro los baúles, dejaron a Hedwig en el asiento de atrás y los tres se acomodaron delante. Olive en el conductor, Harry al medio y Ron en el del acompañante.
-Vía libre -aviso Harry
Olive pulsó un diminuto botón plateado que había en el salpicadero y el coche desapareció con ellos.
- ¿Como sabremos por que carretera ir? - pregunto Harry.
- ¿Carretera? A donde vamos no necesitamos... carreteras - le respondió la niña citando una de sus peliculas favoritas. Ella hizo como si se bajara unas gafas de la cabeza, pero en el intento se metio un dedo en el ojo.
- Au, au, au - ella se quejó de dolor, pero asi y todo hizo que el coche se levantara balanceando unos metros por arriba del suelo.
-¡En marcha! -dijo la voz de Ron.
Fue como si el pavimento y los sucios edificios que había a cada lado empezaran a caer y se perdieran de vista al ascender el coche; al cabo de unos segundos, tenían todo Londres bajo sus pies, impresionante y neblinoso.
Entonces se oyó un ligero estallido y reaparecieron el coche, Ron, Olive y Harry.
-¡Vaya! -dijo Ron, pulsando el botón del accionador de invisibilidad-.Se ha estropeado.
Harry y Ron se pusieron a darle golpes. El coche desapareció, pero luego empezó a aparecer y desaparecer de forma intermitente.
-¡Agarrense! -gritó Olive, y apretó el acelerador. Como una bala,penetraron en las nubes algodonosas y todo se volvió neblinoso y gris.
-¿Y ahora qué? -preguntó Harry, pestañeando ante la masa compacta de nubes que los rodeaba por todos lados.
-Tendríamos que ver el tren para saber qué dirección seguir -dijo Ron.
Descendieron por debajo de las nubes, y se asomaron mirando hacia abajo con los ojos entornados.
-¡Ya lo veo! -gritó Harry-. ¡Todo recto, por allí!
El expreso de Hogwarts corría debajo de ellos, parecido a una serpiente roja.
-Ahora sólo tenemos que preocuparnos de los aviones -dijo Ron.
Se miraron el uno al otro y rieron. Tardaron mucho en poder parar de reír.
-No puede quedar muy lejos ya, ¿verdad? -dijo Ron, con la voz ronca,horas más tarde, cuando el sol se hundía en el lecho de nubes, tiñéndolas de un rosa intenso-. ¿Listos para otra comprobación del tren?
-¡Allí! -gritó Harry de forma que Ron y Hedwig dieron un bote-. ¡Allí delante mismo!
En lo alto del acantilado que se elevaba sobre el lago, las numerosas torres y atalayas del castillo de Hogwarts se recortaban contra el oscuro horizonte.
Pero el coche había empezado a dar sacudidas y a perder velocidad.
-¡Vamos! -dijo Olive para animar al coche, dando una ligera sacudida al volante-. ¡Venga, que ya llegamos!
El coche osciló de manera preocupante. Por debajo de ellos, la superficie calma, negra y cristalina del agua. Olive aferraba con tanta fuerza el volante, que se le ponían blancos los nudillos de las manos. El coche volvió a tambalearse.
-¡Vamos! -dijo Ron.
Sobrevolaban el lago con unos dos metros por arriba. El castillo estaba justo delante de ellos. En una sacudida, el coche se puso de costado y la puerta del lado del conductor se abrio y Olive salio disparada por la puerta cayendo de un chapuzón al lago.
Ron por poco se desmaya, por lo que Harry -asustado- tuvo que tomar el volante y enderezar el carro. Cuando estuvieron completamente derechos, ambos miraron hacia atrás y vieron la cabeza pelirroja de Olive en la superficie. Ambos se relajaron un poco al ver que su amiga no habia muerto.
Sólo deseaban sobrevivir ahora ellos.
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