9. El dios del Diablo



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¿Te gusta el género omegaverse?

¿Te gustan los thrillers y la fantasía oscura?

¿Te gusta el yaoi hard? (esta no hace falta que me la contesten 😂)

Sí todas tus respuestas fueron positivas, te invito a echarle un vistazo a EXTINCTION, mi primera historia original.

Encontrarás esta historia en mi perfil



~Fin de espacio publicitario~




—Ah...

Pongo ambas manos sobre mi boca, pero los sonidos siguen escapándose entre mis dedos. Una dureza se acomoda entre mis nalgas y me sobresalto, abriendo distancia inmediatamente... pero otra dureza me recibe por delante.

—Mmmm...

Diablos. ¿Cómo es que acabé en una situación como esta?

*Flashback*

—Dormiré en el suelo.

—¿Estás seguro que no quieres ir a buscar tu colchón? —pregunta Kiri—. Puedo ir yo por ti si no quieres ver a ese mosquito insoportable.

—Gracias, pero no. Tiraré algunas mantas y estaré bien. —Me preocupa que Kacchan le haga algo si se acerca nuevamente a nuestro dormitorio. Y, luego de lo que pasó hace un momento, no sé si alguna vez estaré preparado para volver a ver la cara de Katsuki. Dormir en el suelo es la mejor y única opción ahora.

—¿Por qué dormir en el suelo, cuando puedes dormir conmigo? —suelta Hitoshi. Sus sonrisas ladinas han vuelto y con ellas el insistente pinchazo en mi vientre.

—A-Ah... n-no quiero que duermas incómodo...

Mis balbuceos hacen que la excusa suene a falsedad y a ridiculez. ¡Pero no puedo decirle que me asusta su... su paquete!

—Mejor dicho... por qué dormir en el suelo, ¡cuándo Izu puede dormir con los dos!

Miro a Kiri escandalizado.

—¡¿Q-Qué?!

—Tranquilo arbolito, verás, se me ocurrió una idea. Arrojemos mi colchón y el de Toshi al suelo, entre ambas camas, y dormimos los tres allí. ¡Habrá suficiente espacio para que descansemos con comodidad!

Hitoshi contempla a su primo con una expresión recelosa. Sus cejas se arquean y sus ojos se rasgan en dos rendijas.

—Tengo una mejor idea. Vete a dormir afuera —le dice a Eijiro—. Hazte un pozo y te acomodas allí.

—¡Serás cabrón!

—¡N-No peleen! —chillo presuroso. Aún recuerdo los hostiazos que se dieron por un estupido juego de balón—. Realmente no me importa dormir en el suelo... pero si tanto les preocupa, la idea de Kiri no está mal...

Eijiro sonríe satisfecho y esta vez Hitoshi se abstiene de réplicas, aceptando tácitamente.

—¡Vale! Pero yo no dormiré en el medio —sentencia Kiri.

—Y yo no dormiré a tu lado —gruñe Hitoshi.

—Yo... yo puedo dormir en el medio... —me ofrezco con timidez—. Soy el más pequeño y apenas me muevo cuando duermo...

Es lógico que sea yo el más indicado para ocupar el lugar del medio pero... ¿por qué siento que acabo de cometer un gran error?

*Fin del flashback*

Lloriqueo internamente en tanto compruebo que cometí un error monumental. Acostado de lado, me las ingenio para evitar rozar a los dos humanos que de a poco me acorralan entre su montón de músculos y sus entrepiernas montañosas. Sin embargo, si trato de rescatar mi trasero de la vanguardia de Hitoshi, mi pene se aplasta contra la de Kiri.

Trago saliva y pienso. Podría despertarlos para pedir espacio, pero se ven tan profundamente dormidos...

Kiri se queja por algún mal sueño y termina de extinguir el mísero espacio que logré mantener entre nosotros con sangre, sudor y lágrimas. Mi rostro se hunde entre sus pectorales y por debajo percibo nítidamente la forma de pepino mutante de su miembro. ¡Joder! ¿Por qué tienen que dormir con solo sus calzones puestos?! Además, ambos huelen mortalmente delicioso. Aprovecho a olisquear el aroma de Kiri. Huele como a una paleta de sandía; es fresco y dulzón. En cambio, la esencia de Hitoshi es menos azucarada, pero más densa y amaderada. Huele a café, a roble, a almendras y a libro nuevo, con una buena cucharada de miel.

Olfateo con mayor brío, hasta que la fragancia comienza a venir a mí por si sola, enroscándose a mi alrededor como una pitón. Empiezo a sentirme embriagado y extraño. La piel me cosquillea y presiento que tendré una erección.

Maldigo en voz baja. Tanto Shoto como Kacchan dejaron a la mitad su trabajo y a mis hormonas alborotadas. Creo... que estoy sexualmente frustrado. Aún así, es patético e inmoral tener una erección cuando dos humanos inocentes se encuentran descansando a mi lado. ¡Soy un pervertido!

Queriendo remendar mis pecados, lenta y sigilosamente me alejo de Kiri y de su prominente pecho, arrimándome al de Hitoshi en su lugar. Uf, que calor. Estos humanos arden... en todo sentido. Me golpeo mentalmente antes de centrarme en buscar una solución. Será mejor que me levante y vaya al baño a arreglar este problema. Luego haré lo que inicialmente había pensado: tirar mantas al suelo y dormir solo. No obstante, cuando intento incorporarme, una sádica punzada en mi vientre sabotea mis planes.

Me quejo por lo bajo, sobándome la zona acalambrada con el gesto crispado. El dolor cesa por un instante y luego otra punzada ataca, haciéndome estremecer de dolor.

—Ay...

Lo peor es que sigo duro y mi trasero se siente caliente. Un sonidito lastimoso vibra en mi garganta, pero es diferente a mis berreos anteriores. Cierto ritmo lo sazona y es más alto, aunque sin tornarse disonante... y tampoco soy capaz de silenciarlo. Estoy jodidamente incómodo, y ese taimado alter ego que sospecho se haya bien escondido en mi interior insiste en hacerse oír.

—¿Qué sucede, cachorrito? ¿Por qué me llamas con tanta urgencia?

Doy un respingo cuando la voz áspera de Hitoshi me sorprende a mi espaldas. Su aliento humedece mi nuca y me eriza el vello.

—Lo siento... te desperté...

—No te preocupes. ¿Estás incómodo?

—Un poquito... no tengo espacio para moverme —confieso en susurros para no arruinar también el sueño de Kiri.

—¿Quieres que te ayude a dormir?

Mis cinco sentidos se despiertan en alerta. No tengo su rostro a la vista, pero algo me dice que una sonrisa maligna se encuentra plasmada en él.

—S-Solo necesito espacio... e ir al baño.

—¿Por qué quieres ir al baño?

¡¿Por qué quiere saber eso en primer lugar?!

—Iré a orinar.

—Iré contigo.

—¿Eh? ¡E-Espera! —chillo, pero ya me ha levantado en volandas con una agilidad más propia de un vampiro que de un humano. Kiri se remueve y reniega por el ajetreo, pero sus ronquidos se reanudan en un par de segundos.

Hitoshi nos encierra en el baño. Sin encender la luz me deja en el suelo y aguarda a que yo haga algo.

—¡No puedo orinar contigo mirando! ¡Es extraño!

—Oh... —Su boca se ladea—. Miraré hacia otro lado.

—¡Mentiroso!

Además, con una erección será una tarea imposible, por más que él cumpla su palabra. Furtivamente le doy un vistazo a mi entrepierna. El pijama holgado disimula mi problema, pero no sé cuánto tiempo podré esquivar los atrevimientos de Hitoshi. ¡Es como una hiena!

Él se agacha frente a mí, su nariz alineada a la mía y sus irises extrañamente nítidos en la oscuridad.

—Sé un buen cachorro —musita, acariciando delicadamente mi mejilla.

—No me manipules... —Intento adoptar una postura firme y madura frente a él, pero las piernas me tiemblan y mi voluntad flaquea de igual manera—. ¿Por qué actúas así ahora, cuando estuviste evitándome durante todo el día?

—Vaya... ¿en verdad te ha molestado?

—Pues claro, qué crees...

Otra dentellada de dolor, ahora en mi pecho, me provoca un mohín aniñado.

—Entonces, ¿por qué siempre huyes de mí?

—No huyo de ti —replico, atropellando las palabras. Si ha malentendido mis acciones, quiero aclararlas cuanto antes—. Sabes que soy tímido... y que me ignoraras de esa manera... me hizo sentir horrible.

—A ti te duele que te ignore, y a mi me duele que me temas.

Agito la cabeza de un lado al otro, consternado, pues en cierta medida sí le temo. Le temo al amasijo de sentimientos y sensaciones que me despierta su sola presencia. Me aterra que ese miedo que me suscita se encuentre tan salpicado de añoranza.

—Solo... estoy confundido. Mi cuerpo se siente raro cuando estoy contigo y... no quiero hacerte daño. Seré mestizo, pero tengo sangre de vampiro, yo...

—Oye —me interrumpe, sellando mis labios con su pulgar—. Ya te dije que puedes confiar en mí y que te ayudaré a liberarte de todos tus dolores... haré que esa "enfermedad" tuya desaparezca. Mi sangre hierve por ti, la necesidad de protegerte y cuidarte corre por mis venas, y estoy seguro de que tu sientes lo mismo por mí. ¿No es así? ¿Alguna vez has pensado en dañarme?

—¡No! ¡Jamás! —Ni siquiera he experimentado la necesidad de beber su sangre. Su aroma se me antoja extremadamente apetitoso, pero no de la manera en que lo haría un alimento—. Pero... ¿por qué hablas con tanta seguridad? Apenas sabes de mí... y lo que sabes no es digno de aplausos.

A Hitoshi se le escapa una risita. Cierra los ojos y su sonrisa despampanante finalmente destroza mis resistencias.

—¿Me creerías si te digo que para mí eres como un pequeño dios? —Mi rostro se tiñe de rojo por la repentina adulación—. No puedo entender cómo es que has llegado a este nido de serpientes venenosas. ¿Ese maldito vampiro te lastimó? Joder, no quería sacar el tema, pero estoy bastante cabreado.

—N-No me hizo daño... estoy bien, en serio.

—Si me lo pides, te traeré su cabeza mañana mismo —dice acerbamente.

Mis ojos saltan de sus cuencas.

—¡No! No deberías meterte con Kacchan... él... tiene mal genio.

"Mal genio" es un grandísimo  eufemismo. Kacchan se endiabla por la más mínima idiotez.

La nariz de mi compañero se arruga con disgusto. Tal vez esa no era la respuesta que esperaba. Antes de que algún gruñido amenazante y faunesco salga de su garganta, alzo la mano y le acaricio la cabeza. Su gesto se relaja en un santiamén.

—No me manipules —bromea.

Esbozo una sonrisa y sigo meciendo su cabello. Me he quitado un enorme peso de encima al hacer las paces con este humano, y siento todo volverse de color de rosas; un momento inocente, dulce y tranquilizador. Sin embargo, el calor aumenta con el correr de los segundos y más puntadas en mi barriga regresan para hostigarme.

—¿Te duele el vientre? —pregunta Hitoshi ante mi mueca.

—Sí... mucho. He estado salteándome la medicina... y no tomo la cantidad que me prescribieron. Debería haberle hecho caso a mi médica.

—No le hagas caso —me pide, para mi sorpresa—. ¿Y si en su lugar me das una oportunidad a mí? Déjame probarte que puedo librarte de tu malestar.

—Qué astuto eres —bufo, achinando los ojos y reprimiendo mi sonrisa—. ¿Y cómo sé que no se trata solo de una treta para llevarme a la cama?

—Efectivamente voy a llevarte a la cama, pero nunca te estafaría, pequeño. Te daré la mejor de las medicinas.

Miro hacia abajo por un ataque de vergüenza. Me cuesta horrores enfrentar carilindos, más aún cuando la confianza les va a la par de la belleza.

—Entonces... ¿esto es una especie de negocio? Permutas tu medicina por mi virginidad.

—Permuto mi alma por tu virginidad. Yo necesito un ángel que me salve y tú un demonio que te libere. —Su mano danza por mi espalda hasta detenerse poco más arriba de mi trasero. Se acerca y besa mi vientre sobre mi camiseta, enviando una estampida de pecaminosos deseos que envician directamente mi espíritu—. ¿Qué harás, Izuku?

¿Siquiera existe alguien en la faz de la tierra con la suficiente fuerza de voluntad para rechazar una oferta de tal calibre? Venga... ¿qué podría salir mal? No es como si pudiese quedar embarazado. Y Hitoshi no tiene colmillos, por lo que no habrá peligro de mordidas que me pongan en evidencia ante Shoto o Kacchan. Solo será una vez... y con un motivo justificado.

—Emmm... ¿haremos el intercambio aquí?

Hay muy poco espacio y todo se encuentra a oscuras. No existe siquiera una ventanita por la cual entre luz. ¿Cómo es que Hitoshi puede verme?

—Por mí no hay problema —dice frescamente. Su sonrisa ganadora es estratosférica—. No importa dónde estemos, todo desaparecerá una vez que te tome.

Exhalo un jadeo extasiado. Una simple oración de este hombre alberga un poder implacable.

—Pero... Eijiro...

—Eijiro tiene el sueño pesado. Olvídate de él.

—Vale... oh, tambié...

Me besa a mitad de la frase. Su lengua se enreda con la mía, estableciendo el control absoluto y una potestad férrea sobre mi cuerpo.

Cierro los ojos y le correspondo.

Tenemos un pacto.

Por una vez en mi vida quiero dejar mis inseguridades de lado y ser amado, a pesar de que lo que él me ofrece con tanta retórica dista varios kilómetros del concepto amor.  Solo debo apoyar este engaño, convenciéndome de que realmente soy su "pequeño dios".

Inclino la cabeza para que el beso fluya y me sujeto de su nuca. Tiemblo impaciente, vivificado por las manos grandes que ocupan toda mi cintura y el aroma afrodisíaco que satura el ambiente.

Me atrevo a mover mis manos hacia su espalda, excursionando ese abrasivo terreno sinuoso. Hitoshi ya ha avanzado un poco más, tomando mi camiseta por el dobladillo para quitármela.

Levanto mis brazos para ayudarle. El pijama cae a un lado, la parte superior seguida de la inferior un momento después. Hitoshi aprieta mis nalgas y se relame al apreciar mi lencería. Mi pudor no ha desaparecido del todo, pero mi nueva convicción se aferra con uñas y dientes al placer y a la libertad. Le sonrío pícaramente.

—¿Me queda bien?

—Te queda tan bien que no es bueno para mi corazón.

—Oh, vamos...

—Ahora... —susurra, aproximando sus labios a las braguitas—. Déjame conocer el verdadero Cielo.

Me quedo sin aire al contemplar cómo engancha sus dientes en el delicado borde. Se agacha tirando de las bragas hasta que caen por sí solas a mis pies.

Estoy muy nervioso. Ansío tanto gustarle que apenas puedo resistir su silencio mientras me devora con los ojos.

—Tranquilo...

—No puedo evitarlo... eres muy imponente.

Me esfuerzo en estabilizar mis temblores, logrando por el contrario que se vuelvan más bruscos. Es tan complicado calmarse a la fuerza...

—Bien, bien, no te presiones... tengo una idea.

Lo miro curioso y cohibido por su altura cuando se pone de pie. Coge el toallón que cuelga del asidero en la pared y lo arroja al suelo. Luego se sienta sobre él, apoyando la espalda sobre la pared, y espera. Me espera.

—Estoy a tu disposición. Deja que te guíe el instinto, cachorro.

¿Qué? ¿Espera a que yo tome las riendas? Le veo allí sentado tan despreocupadamente, tan lindo y potencialmente peligroso aún con esa actitud pasiva que me entra el pánico.

—N-No sé... —balbuceo... pero algo en mí se activa súbitamente, como si ese alter ego hubiese presionado un interruptor prohibido. Mis ojos zumban directo a su entrepierna.

Un abultamiento largo y grueso se marca definidamente en sus bóxers, reposando hacia un lado. La tela oscura también se estira más abajo, rellenada por dos bolsas grandes que me hacen salivar.

—Eso es... allí está tu medicina, pequeño... ven a buscarla.

Avanzo seducido por su voz y por la tentadora imagen. Sé exactamente lo que quiero hacer y cómo. Unas instrucciones internas codificadas en mis genes son mi brújula hacia el tesoro.

—Quiero lamerte —me oigo decir.

Hitoshi se quita la única prenda que lo cubre, lanzándola junto a mi pijama.

Trago saliva antes de que comience a escurrirse por mis comisuras. Nunca había visto algo así en internet. El tamaño de su pene supera en creces al de todos los Dom que he visto.

Dejo caer ambas rodillas frente a él y entre sus piernas semi abiertas y flexionadas. Deseo acoger toda esa generosa silueta en mis ojos y en mi boca. A gatas, apoyo mis antebrazos y pecho en el suelo y doy la primera lamida al tronco duro, justo por encima de una robusta vena. Hitoshi entremezcla sus dedos entre mis mechones, acariciándome.

—Aquí... huele muy bien —le ronroneo. Olfateo su aroma embriagador mucho más intenso y no logro atajar la gotita de saliva que se me escapa. Su olor es dulce, pero sabe a sal.

—¿Tanto te gusta mi polla?

Levanto el mentón para encontrarme con su rostro relajado y unos brillantes ojos dorados. Sombras libidinosas decantan sobre ellos, volviéndolos misteriosos y hermosos.

Doy otro par de lametones a la punta rojiza como confirmación, sin poder apartar mis orbes de los suyos. Rozo mis labios en la coronilla, disfrutando del cosquilleo que provoca su sabor en mi ano. Afanoso por probarlo todo, me topo con una protuberancia extraña cerca de la base. Olisqueo, como si de esa manera pudiese descubrir qué es. Al no tener éxito, paso por encima la lengua y le doy un mordisco. Es blandito, pero parece estar inflamándose poco a poco.

—Con cuidado, pequeñito... tus colmillos son filosos.

—¿Qué tienes aquí? —curioseo. Mi tono sale imprevistamente limpio, suave y aterciopelado.

—Un tercer cojón.

—¿Uhm?

Observo atentamente la parte del tronco que se engrosa. Más que un tercer cojón parece un aro bajo la piel. Hitoshi no puede contener la risa y acabo dedicándole un gesto enfurruñado—. ¡Me mientes! ¿Cómo podrías tener un cojón aquí?

—No te distraigas —murmura, rascando mi cuero cabelludo—. Lo estás haciendo bien...

Mi corazón taladra emocionado entre mis costillas. Lo estoy haciendo bien... le gusta. Orgulloso de mí mismo, desciendo hasta sus verdaderos cojones y reanudo allí mi trabajo. Son redondeados y rellenos... deliciosos. Hitoshi gruñe y tira de mi cabello hacia arriba, levantando mi cabeza.

—Chupa.

Me empuja hacia adelante hasta que mis labios se aplastan contra el glande.

—Pensé que... eras tú el que estaba a mi disposición.

Con cada vocablo mis labios resbalan contra la punta humedecida. Sus ojos se adelgazan. Afianza su agarre en mi cabello hasta que comienza a dolerme y gimo. En el instante en que mi boca se abre, Hitoshi empuja mi cabeza hacia abajo y su polla entra violentamente. Mi mandíbula quema al ser forzada hasta su límite de apertura. Mis ojos acuosos se abren de par en par y acaban soltando varias lágrimas cuando el glande azota mi garganta. Estoy desesperado por toser, pero el humano mantiene su mano atenazada a un grupo de mechones y no da tregua.

—¡Mmmmmph!

Él sonríe, jalándome hacia arriba antes de que la carencia de oxígeno me afecte la conciencia. Me libero de su polla entre toses y bocanadas de aire. Hitoshi ladea la cabeza divertido mientras su mano traza caricias en mi cabeza como disculpa.

—Lo siento... ¿uh? —suelta desconcertado, puesto que solo pasan cinco segundos hasta que vuelvo a engullir su pene por voluntad propia.

Aún estoy ahogado, pero la sensación de esta cosa gruesa y jugosa penetrándome es idílica. Su espeso vello púbico hace cosquillas en mi nariz cada vez que me trago su longitud hasta donde mi garganta me lo permite. El entramado venoso hierve contra mis labios, puedo percibir claramente la sangre que lo mantiene erecto bombeando.

—Mmmm... —Siento que me vendré en cualquier momento. Las punzadas en mi vientre se han convertido en estallidos de placer que se vierte por mi agujero. Mis piernas tiemblan, mojándose por ese extraño líquido pegajoso.

—Para —me ordena.

Suelto su pene, reprimiendo una protesta. Hitoshi limpia la saliva que cae por mi mentón con su pulgar y se inclina para besar mi frente.

—Hitoshi...

—Quiero descargar todo esto en tus entrañas. —Lleva una de mis manos a sus testículos para que tantee su profuso contenido. El calor me invade con furia el rostro y mis partes bajas, que se estremecen por la expectativa—. Ven, pequeño, te quiero encima de mí.

Me incorporo hipnotizado, obediente, sediento de él. Extiende las piernas para recibirme en su regazo, sobre el cual me acomodo tímidamente. Gimoteo cuando mi pequeño pene roza la enormidad de mi compañero. Ambos falos están rígidos y parados, uno junto al otro; solo resta que me mueva un poco para que la sutil fricción me lleve al orgasmo. Hitoshi me sujeta del culo y abre mis nalgas, dejando mi agujero húmedo al descubierto.

—¿Cómo estás aquí abajo?

—A-Ah... ¡Ngh!

Mi cuerpo se crispa al ser penetrado por dos largos dedos. No duele, pero sigue sintiéndose extraño.

—Estás flojo —manifiesta con evidente molestia. Me sostengo con ambas manos de sus hombros, mordiendo mi labio inferior mientras sus falanges me preparan.

—Es porque... estoy excitado...

Con la otra mano me toma bruscamente del mentón, manteniéndome con la vista clavada en sus irises dorados. Mete sus dedos hasta la empuñadura, robándome una exclamación muda.

—Estás excitado... pero alguien más ha estado aquí abajo.

Dobla sus dedos en mi interior. Una sensación imposiblemente placentera, nueva y dolorosa me anuda las neuronas. No sé si estoy escalando al Cielo o cayendo al Inframundo porque el éxtasis borronea el límite entre uno y el otro. Grito, me remuevo y arqueo la espalda para darle más acceso a mi libertador.

—Ah... A-Aún... Aún soy virgen —le prometo entre jadeos.

—Lo sé.

Extrae sus dedos de mi trasero, colocándolos frente a mis ojos. Parpadeo confundido al ver la sangre que los cubre, y que luego desaparece en la boca del humano cuando se la traga en tres lametones.

—¿Sangre? —pregunto preocupado, más no alarmado. Por alguna razón mi psiquismo lo acepta naturalmente.

—Eso fue lo último que verás de tu inocencia.

Tras aquellas palabras voluptuosas, me alza del trasero para alinearme a su polla.

Me tenso cuando el glande presiona y logra entrar unos centímetros.

—Bésame.

—Duele... —sollozo.

—Bésame y ya no dolerá.

Con mis párpados bien apretados busco sus labios y dejo fluir un beso profundo. El contacto sube la temperatura, el calor en mi vientre se expande y replica la dilatación en mi entrada. Hitoshi me deja caer lentamente, soltando un suspiro de satisfacción una vez quedo sentado sobre sus piernas con su pene metido hasta el fondo. En mi interior vuelan mariposas y avispas. Los aguijonazos se mezclan con un hormigueo placentero que se intensifica con cada beso y cada jadeo.

—Oh...

—¿Cómo se siente? —quiere saber.

—Extraño...

Me rodea con sus fornidos brazos, haciéndome sentir como un frágil escarbadientes.

—Eso está bien... ahora haré que se sienta jodidamente rico —susurra en mi oído. Mordisquea el lóbulo y su respiración me causa un antinómico escalofrío de ardor.

Le enseño el cuello impaciente. A pesar de que no es un vampiro, quiero que me muerda. Mi compañero parece percibir mis deseos y me regala un suave mordisco que apenas raspa mi dermis.

—Aún no, cachorro. Cuando llegue el momento indicado, dejaré una marca en tu cuello.

La idea me agrada, no la comprendo del todo, pero no deja de fascinarme el ser corrompido por este humano de todas las formas posibles. Él interpreta mi asentimiento como el visto bueno para seguir y comienza a mecerme de arriba a abajo con cierta parsimonia. Mis paredes se aprietan alrededor de su dureza egoístamente, aunque se aflojan sin mucho preámbulo cada vez que se abren para recibirlo. Hitoshi acaricia mi pierna en tanto se ocupa del vaivén, tiene una habilidad nata para esto... o quizás mucha experiencia.

Unos celos repentinos me hacen clavar mis uñas en sus omóplatos y enroscar mis piernas en su cintura. Aspiro su aroma para inflarme de su esencia. No quiero dejar nada para otro.

Las estocadas siguen, pero esa armonía erótica se vuelve lenta y enloquecedora a medida que me adapto al tacto. Quiero más.

Apoyo mis pies en el suelo en un intento por recuperar el control que en realidad nunca me fue cedido. Cuando Hitoshi advierte que he comenzado a penetrarme por mí mismo, se echa hacia atrás con esa desfachatez que tiñe cada uno de sus movimientos y expresiones. Esta vez, su rostro también está teñido de rojo.

Hermoso.

Sus manos no se quedan quietas. Ahora que soy yo quien lo monta, se dedica a juguetear con mis pezones, pellizcándolos, retorciéndolos, acariciándolos con sus yemas ásperas.

—¡Ah! ¡Hitoshi!

Ese aro en su pene se está haciendo más grueso. Siento que me romperá en cualquier momento.

—Eres una criatura fascinante y lujuriosa... ¿dónde estuviste toda mi vida? —Embiste con fuerza, alborotándome todo el cabello que comienza a pegarse en mi frente por el sudor.

Mis gemidos se funden con la percusión de nuestras pieles, mientras que los fluidos se eslabonan con sus melodías húmedas. El vientre se me contrae en una estocada que azota contra el tope de mi recto, disparando un orgasmo violento. Oigo el gemido de mi compañero compitiendo con mi voz fragmentada.

—Jodida mierda —jadea, clavando sus diez dedos en mis nalgas.

Por mi parte, lucho por recuperar algo de aire y reacomodar mis pensamientos, pero mi oponente es una enorme polla que de alguna manera se las arregla para crecer y crecer. No puedo contra ella. Hitoshi también se encuentra batallando con algo. En sus orbes de oro se mueve la indómita bestia, bregando por su sed de sangre y sexo.

Me invade un leve vértigo cuando mi compañero se balancea hacia adelante y me deja con cuidado en el suelo para cernirse sobre mí.

Mis paredes aún ondulan por el clímax, succionando glotonamente el miembro que no se resiste en clavarse hondo. Abro las piernas para brindarle libre acceso hasta que siento la calidez de sus bolas sobre mi piel.

—Oh, sí... —gimoteo. Mi esperma cae sobre mi estómago y todas mis plegarias sobre Hitoshi, para que me folle duro por siempre.

Mis rezos surten efecto, pues sus caderas comienzan a embestir con fuerza; mis entrañas sensibles tiemblan y un segundo orgasmo se avecina.

Le muestro una sonrisita apocada cuando me sujeta del cuello, buscando que los embates no me sacudan tanto. Con una mano rodea casi por completo mi garganta y me cuesta creer que su brutalidad me excite de tan dulce manera. Respiro el hálito desordenado que exhala, caliente y progresivamente más mutilado por la cercanía de su orgasmo. Me vuelvo loco de ansias.

Lo quiero, lo quiero ya, lléname, lléname alfa...

Unos golpecitos en la puerta me distraen, devolviendo esa voz arcana a las tinieblas en tanto despierta mi consciencia.

—¿Me puedo unir?

Hitoshi deja de perforarme por un momento. Voltea la cabeza hacia la dirección de la cual provino la voz de su primo, con una singular cara de "cometeré un asesinato improvisado".

—Entra y te mato.

—¡No puedes hacerme eso! ¡Soy tu beta!

—Solo inténtalo —gruñe Hitoshi.

Instintivamente llevo mi mano al rostro de mi compañero para calmar su ira. Mi caricia lo amansa como canción de cuna.

—¡Oh vamos hermano, no puedo más! ¡Me duelen los cojones! ¡Un segundo más e iré a follarme al vampiro que se encuentre más cerca! —Se abre un escueto silencio antes de que Kiri prosiga—. Esperen... ¿ese no es Bakugo?

Se me drena la sangre del rostro. ¡Eso es un pase VIP al cementerio! Y no precisamente para hacer turismo.

—Hitoshi... déjalo entrar —le pido con un matiz empalagoso. Rasco su nuca donde su cabello comienza a crecer y el bufido que estaba a punto de soltar se desintegra.

—Acaso... ¿no soy suficiente para ti?

No está enfadado, pero si dolido y eso me estruja el corazón.

—¡E-Eres demasiado para mí! —farfulló—. Ni siquiera soy capaz de entender por qué has puesto tus ojos en mí...

Su pene late y se ensancha, erizándome la piel de gusto.

—Que cachorro tan tierno... ¿puedo hacerte trillizos?

Me río por su broma, aunque estoy muy avergonzado.

—¡Oigan! ¿Alguien quiere pensar en mi pene?

Hitoshi resopla y rueda los ojos.

—Pasa.

Eijiro finalmente abre la puerta entusiasmado. Se encuentra totalmente desnudo, con el miembro titánico bien arriba y sus ojos amarillos abiertos en círculos enormes, asombrados al presenciar nuestra situación.

Rehuyo la vista, ¡qué embarazoso!

Mi compañero pelirrojo aguarda ansioso a que su primo le invite y le otorgue un papel, pero Hitoshi no luce muy dispuesto a compartir.

—Entonces... —dice para apurar los trámites.

—Entonces te quedas ahí y miras.

—¡¿Eh?! ¡¿Estás de coña?! —Kiri mueve indignado los brazos y su polla se bambolea a la par. ¡Santo Cielo!

Se me hace agua a la boca y me ahogo con mi propia saliva.

—¿Izuku?

—Estoy... estoy bien... —logro decir después de aclararme la garganta.

—Arbolito, déjame participar, seré gentil —me ruega Kiri.

Hitoshi lo fulmina con la mirada y comienza a exasperarse.

—No puedo creer que estés interrumpiendo mi apareamiento —reniega, pero calla al ser acariciado otra vez por mí.

—Shin... está bien, no te preocupes por mí. Confío en ambos.

Mi voz zalamera le deja cavilando, hasta que un momento después se resigna y se retira de mí, dejándome con una sensación de vacío y hambre.

—En cuatro, cariño —me ordena.

Asiento rápidamente y me giro boca abajo para ponerme a gatas. Empino el trasero hacia Hitoshi, implorando por que siga jodiéndome duro y firme.

Su mano se desliza sobre mi espalda y cintura, tallando obscenamente mi silueta. Repentinamente azota mi nalga. Mi mundo queda patas para arriba.

—¡Ah! ¡Ngh...!

Hinca su polla de una estocada precisa. Al entrar con esa protuberancia incluida, quedamos algo atascados uno en el otro. Parpadeo tratando de volver a tierra firme.

—Eijiro, por delante.

—Quiero cogerlo.

—Es mío —dictamina Hitoshi—. Si no te queda claro, lo arreglaremos cuando termine de impregnarlo, y asumirás las consecuencias. Siempre puedo conseguir otro beta.

Olfateo un aroma amargo y otro picante que azuzan mis nervios.

Eijiro cede ante la expresión cerril de su primo y baja la cabeza.

—Lo entiendo, líder —se subyuga. Luego avanza y se arrodilla, sosteniendo su polla frente a mi boca.

Observo embelesado la punta húmeda hasta que la pierdo de vista cuando alcanza mis labios. Los delinea insinuante a la par que Hitoshi aprieta mis muslos con sus enormes manos.

Debería sentirme amenazado, y amilanado pero, muy por el contrario, me asalta una sensación de glorioso poder.

—Si no te sientes a gusto, solo dilo —susurra Hitoshi mientras deposita una cadena de besos en mi columna vertebral—. ¿De acuerdo?

Afirmo con la cabeza, acariciando con dicho movimiento el glande que espera por entrar. Otra abrupta embestida por detrás me arranca un grito que Kiri aprovecha para introducirse en mi boca.

Cada vez que Hitoshi empuja su polla dentro, por la misma inercia del embate acabo atragantado con la de Eijiro. Ahora comprendo la emoción de mi mejor amiga.

—Oh, qué boquita más sexy tienes... —se deleita Kiri, enredando algunas de mis hebras verdes entre sus dedos.

—Sus labios son gordos y apetitosos como su culo... —conviene Hitoshi.

La lascivia en la voz de ambos me enciende. Mi ano se lubrica abundantemente, cosquillea y el corazón se me dispara.

—Mmmmm...

Mi vista comienza a perderse, aunque antes alcanzo a atisbar que el pene que me folla la boca se hincha en sus inicios, como el de Hitoshi. El hecho me entusiasma, por lo que aumento la velocidad de la mamada y respingo el trasero. Como recompensa, mis compañeros dejan salir unos exquisitos gemidos, sacudiendo hacia adelante sus caderas. Mi cuerpo cimbrea al compás, drogado de goce.

—Izuku...

—Mierda, me vengo.

Mi cabeza gira y brilla excéntricamente como una calesita de feria. Hitoshi se echa sobre mi espalda y empieza a lamer mi nuca, tanteando por un espacio adecuado.

Gimoteo ansioso por una mordida.

—Toshi, no...

—Cállate.

—Se darán cuenta si lo marcas.

—Los mataré a todos.

—Arruinarás nuestro plan.

Me esmero por ver a través de la película de lágrimas y de oír entre el nubarrón de placer, pero mis pensamientos se encuentran demasiado liados como para comprender algo. Todo es calor e infierno, concupiscencia y pecados.

Unos caninos filosos rozan la piel de mi cuello, y aunque es un estímulo laxo, mi segundo orgasmo llega. Siento que mi propia alma escapa de mis manos y se derrama por todos lados, así como el esperma de Hitoshi y Eijiro.

El del primero llena de calidez mis entrañas y el del segundo me ahoga al estrellarse contra la pared de mi garganta.

Sus jadeos son algo faunescos, roncos y graves como si el viento rugiere.

Algo en mi trasero anda mal. Kiri saca su polla mi boca para dejarme respirar, soltando algunas tiras de semen sobre mi cara. Pero Hitoshi está rompiéndome. Me tiene enlazado del torso con sus brazos mientras su miembro se estremece en mi agujero.

—Ah... me duele...

—No te muevas —oigo a mis espaldas.

—Eso es peligroso...

—Aún no le llega.

—Huele a sangre.

—Era prístino.

—¡¿Lo desvirgaste?! ¡Maldito cabrón suertudo!

Estoy mareado. El semen que tragué y el que me atiborra el vientre tienen un poderoso efecto narcótico. Apenas soy capaz de advertir que Hitoshi nos reubica en nuestra anterior posición, él sentado sobre el toallón y yo sobre su regazo. Me relajo contra su pecho, dejo caer mi cabeza hacia atrás, sobre su hombro, y me pongo a dormitar. Veo estrellitas tras mis párpados.

Me siento mimado cuando el humano me besa la cabeza y la mejilla. Algo se frota en mi cara. Kiri debe de estar limpiándome.

—Izuku... ¿cómo te sientes?

—Mmmmm...

Cada vez estoy más adormecido.

—¿Tal vez fue demasiado? Fue su primera vez...

—Él está bien, solo se encuentra amodorrado por las feromonas. Se acostumbrará.

Restriego la nariz en el cuello de Hitoshi y sonrío medio drogado.

—¿Lo ves?

—Aw, está chiquito. ¿Puedo sostenerlo?

Un gruñido resuena en mi oído.

—Venga. Tendremos que llevarlo con Kida, será un desastre cuando llegue su primer celo.

—Mañana. También debo vigilar a Kai, ese maldito...

Las voces fantasmagóricas se interrumpen en algún momento, cuando el sueño me consume.

No estoy seguro de querer afrontar lo que me depare la vida cuando despierte.



✨✨✨

Dom: termino utilizado en el BDSM. Alude al activo/dominante/amo en el acto sexual.


Es la primera vez que escribo un trío y no me gustó como quedo, tengo tremendo bloqueo.

Whatever, no se olviden de pasarse por Extinction 💕 denle una oportunidad y les prometo que les va a encantar.

Gracias @Jasnava y @CharlottePandi por apoyarme en todas mis historias. Los llevo súper presentes en mi corazón 🖤✨

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