8. Primerizo
—Relájate, bebé.
Mi nuez ondea cuando trago grueso. Llevo mi mano a la copa que el mozo acaba de llenar con vino tino húngaro, uno que yo no podría comprar ni vendiendo todos mis órganos al mercado negro. Shoto contempla taciturno cómo me esfuerzo por mantener el líquido oscuro dentro de la copa mientras acerco los bordes a mis labios. El trago humedece mi garganta seca, pero me tiembla tanto la mano que el cristal tintinea contra mis dientes. Devuelvo la copa a la mesa antes de cagarla y decido no moverme más de lo estrictamente necesario.
—Izuku...
—Este lugar está lleno de vampiros de clase alta... —le digo aspaventado a Shoto—. Apuesto a que todos llevan calzones de Gucci.
—Oh... ¿y tú cuáles llevas? —pregunta divertido.
Mi rostro se vuelve de magma. Como me entra el ataque de balbuceos, Shoto niega con la cabeza y le da un sorbo a su propia copa.
—Lo siento... quizás fue mala idea traerte aquí.
—¡N-No! —chillo. Algunos vampiros me miran mal por la "grosera" subida de voz—. Es un lugar hermoso —continúo más bajito—, en serio, solo estoy nervioso porque... es la primera vez que salgo a cenar.
El purasangre me toma la mano por sobre la mesa y acaricia mis nudillos con su pulgar.
—Que bien que tu primera vez sea conmigo...
El doble sentido infecta maliciosamente mi mente. Me ruborizo y cojo la carta como estrategia de huida, mostrándole una sonrisa cincelada.
Todos los platos están escritos en francés. Lo único que logro entender es el precio exorbitante marcado a la derecha de cada uno.
—¿Ya decidiste lo que pedirás? —inquiere Shoto.
—Emmmm... pediré lo mismo que tú.
—¿Un Izuku al natural con guarnición de lindura?
—Sí... ¡S-Shoto! —vuelvo a gritar cuando caigo en la cuenta de lo que dijo.
El purasangre ríe, resplandeciendo más que los cubiertos de plata bruñidos.
—Lo siento, no me resistí.
Se me escapa un mohín. Si fuese un emoji, tristemente sería el maldito clown.
El mozo regresa y deposita unas entradas frente a nosotros. Parece una tortilla con forma cuadrada, "Croque-monsieur" según él. Se queda conversando un momento con Shoto, utilizando como disparador el tema de la comida. El vampiro me echa unas miradas poco discretas hasta que el deber lo llama. Se retira tras inclinarse en una reverencia.
—Eres muy famoso —declaro.
—Quisiera no serlo.
Y yo quisiera no ser tan mediocre. Al menos me hace sentir mejor pensar que de alguna manera nos complementamos. Es decir, yo tengo la vulgaridad y él la gallardía, quizás podríamos lograr una especie de equilibrio natural como el Yin-Yang.
—El viernes... ¿irías conmigo a la fiesta? —pregunta seriamente.
¿Fiesta? ¡Oh! Cierto. En la Academia siempre se organizan fiestas para conmemorar el día de San Valentín, aunque la manera en que los vampiros lo festejan no es precisamente igual a la de los humanos. San Valentín es originariamente la celebración humana-cristiana del amor y la amistad. Los vampiros quisieron añadir su propia esencia, o más bien contaminaron la festividad con su propio credo, convirtiéndola en una aclamación al poliamor y a la libertad sexual. Por eso es que generalmente la temática de las fiestas son las máscaras, en representación de las múltiples, variadas y mudables formas que toma el amor para cada uno de nosotros.
—Había olvidado la fiesta... pero vale —acepto sin dudar. Aún así, presiento que seremos el escándalo de la próxima publicación en la revista estudiantil—. ¿Le has... dicho a alguien más?
Es frecuente que las parejas que concurren estén conformadas por más de dos integrantes, a pesar de que nunca lo vi con mis propios ojos. Todo lo que sé lo aprendí de Toshinori, pues no hace mucho que soy miembro de V.A. Esta será la primera vez que iré... ¡y con Shoto!
—No, no... en realidad, solo tengo interés en tí.
Mi boca se ladea y los extremos enfrentados de mis cejas se levantan por la incredulidad.
—¿Puedo preguntar por qué? ¿Por qué te interesaría un mestizo entre tanto vampiro de fino linaje?
—Eres mestizo, pero eso no es todo lo que eres. Las cuestiones de linaje son irrelevantes para mí. He conocido demasiados vampiros de "buena casta" como para estar seguro de que el poder, la belleza y la inteligencia no les son inherentes a un apellido.
—Pero sí a un gen —alego.
La mandíbula de Shoto se tensa.
—No siempre.
Me mordisqueo los interiores de mi boca. Me arrepiento por haber dicho eso. Los ojos de Shoto se convirtieron inmediatamente en dos bloques de hielo, pero poco a poco vuelven a relumbrar cuando cojo coraje y aprieto su mano.
—Lo entiendo. No soy solo un mestizo, y tú no eres solo un Todoroki más. De hecho, eres diferente a la mayoría de los vampiros que conozco. No me menosprecias ni me humillas, y ves más allá de las circunstancias que la vida escogió para mí. Espero que comprendas lo mucho que aprecio tu estima y que tomes mi cariño como una forma de retribución. Por favor, jamás pienses que me he acercado a ti por conveniencia —le suplico con suma sinceridad, tomando ventaja de mi transparencia—. Estoy al tanto de que ronda un rumor en la Academia... que yo quiero conquistarte por tu fama y fortuna, para poder ser miembro de una familia poderosa que me posibilite un estatus dentro de la sociedad. ¡Eso no es verdad! ¡No soy ese tipo de persona!
—Lo sé, bebé, no tienes que decírmelo —Me besa la mano, enviando una descarga eléctrica directo a mi corazón—. Entonces... ¿me quieres?
Asiento, muriendo de vergüenza. ¡Estoy confesándome a Shoto! ¡Santo Cielo!
—También te quiero —dice él.
Me tapo una parte del rostro incendiado con mi mano libre. La sensación de estar viviendo un sueño aún no desaparece del todo, aunque el tacto suave y firme de la piel de Shoto me sujeta a la convicción de la realidad.
Es la primera vez que estoy feliz de estar vivo.
La velada transcurre dulce pero demasiado rápido. Pasaron dos horas hasta que decidimos marcharnos, y solo porque éramos los únicos que restábamos en el restaurante.
De vuelta al carro, Shoto me arrima hacia él enrollándome con un brazo y me besa la mejilla.
—¿Tienes frío? —inquiere afectuosamente.
—No... de hecho, tengo calor.
Tanto toqueteo y cercanía me han activado todos los instintos. Mis colmillos están pellizcándome el labio inferior, pidiendo urgidos un trago de su sangre.
Shoto se detiene frente al Audi y me arrincona contra la puerta del acompañante. Mi respiración comienza a errar inmediatamente.
—Que bueno que puedo ser frío y caliente. Colmaré todas tus necesidades —susurra contra mi cuello.
Inclino la cabeza para cederle terreno y me dejo hacer. Mi piel cosquillea donde sus manos se pasean y se vuelve extremadamente sensible en la zona de mi garganta. Allí mi dermis se encuentra especialmente predispuesta a ser rasgada, besada y lamida.
Marcada, musita una voz etérea en mi cabeza.
—Ah... Shou... —gimoteo. Él responde desprendiéndome la camisa. Nos encontramos en medio de la vía pública, pero completamente solos. Y de no haber sido así, tampoco habría trazado límites. A la mierda los peatones.
Masajea mi trasero mientras me desabrocha los botones prestamente con la izquierda. Nos besamos a profundidad y, a la par del combate húmedo de nuestras lenguas, Shoto desliza su mano hacia mi pezón para atraparlo entre sus dedos.
—¡Ah!
Mi pene acaba de endurecerse con ese repizco. Entre mis nalgas ya se siente caliente y resbaladizo. Shoto libera mi boca y se agacha para salpicar mi cuello y pecho con besos y pequeñas mordidas que me vuelven loco.
Hasta que para de repente.
Abro los ojos obnubilado para toparme con su expresión ácida.
—¿Qué es esto? —suelta con adustez.
Miro confundido hacia abajo y el motivo del cambio brusco en Shoto también me atropella a mí. Me había olvidado totalmente del colgante que me dio Kacchan. Claro que tenía pensado decirle a Shoto sobre él, pero estaba posponiendo el asunto hasta que regresáramos a la Academia. No quería arruinar la noche. Por ello mantuve el collar oculto debajo de la camisa y nuestra conversación alejada del tema.
—Shoto, esto... verás... —¿Cómo le explico que Kacchan me metió a la fuerza a su aquelarre? Si se lo digo de esa manera... posiblemente germinaré una pelea entre ellos.
—¿Katsuki te obligó?
Me quedo helado.
—A-Ah, bueno... p-pues...
Un golpe estridente me hace dar un brinco. Desplazo los ojos hacia uno de mis laterales, donde Shoto ha encajado —literalmente— su puño en su propio carro. Parte del techo se abolló bajo su fuerza, pero al sangrepura parece importarle un coño los daños colaterales de su ira. Sus ojos se afinan y su semblante se tizna de un cariz amargo. Quita su mano del metal arruinado y se aparta de mí para conducirse a su asiento. Un frío súbito me estremece.
—Súbete —ordena antes de meterse dentro del carro y azotar la puerta para cerrarla.
Obedezco sin rechistar. Es la segunda vez que veo a Shoto con esa expresión acerada y compruebo que da mucho miedo. Pone el auto en marcha una vez me acomodo a su lado y conduce en silencio.
Tengo que arreglar esto. Tengo que decirle que unirme a Apollyon fue mi decisión, pero no quiero que por esa mentira termine odiándome. Nyx, ¡¿qué hago?! Shoto es inestable como el reactor cuatro de Chernobyl y Kacchan destructivo como la bomba de Hiroshima. ¡No puedo dejar que se enfrenten por una estupidez y exploten todo en un kilómetro a la redonda!
—Shoto... por favor, no te enojes conmigo, ni con Kacchan. Y-Yo... decidí unirme a su aquelarre por la relación que tenían sus padres con el mío —¡Lo siento, lo siento!—. Creo... que ellos me apoyarán por la amistad que mantenían con Hisashi y...
—Mi aquelarre también te apoyará —espeta fríamente—. ¿Es por mi familia?
—No, Shou, tu familia no tiene nada que ver. Aun así, no soy tan ingenuo como para creer que tendré buena recibida en tu aquelarre cuando tú te conviertas en el líder. En Apollyon tengo cierta garantía que... no conseguiré en Abraxas, por más de que me esfuerce en ser aceptado.
Él asiente y no dice más. Tengo que reprimir una mueca de lo mucho que me duele el corazón. ¿Por qué Kacchan hizo esto? ¿Qué demonios es lo que busca?
El viaje hasta V.A. se me hace extenso y denso. La cabina del carro asfixia de tanta tensión acumulada y no puedo resistir dar una enorme bocanada de aire apenas me apeo en el estacionamiento del campus.
Shoto me acompaña hasta el ala de mi dormitorio, pero camino rígido de los nervios porque no le he dicho que Kacchan se mudó conmigo. Comienzan a sudarme las sienes a medida que nos acercamos al acceso.
—Hasta aquí está bien —farfullo, dedicándole una sonrisa tiesa—. Gracias por esta maravillosa noche. En serio, la he pasado genial. Y... lo lamento.
Su semblante ha perdido su aridez, pero en su lugar un velo pesimista se ha instalado en sus bellas facciones. A la luz de la luna luce delicadamente melancólico.
—No... no te disculpes. Yo soy quien debería pedir perdón —Suspira y se mesa el cabello pulcramente peinado—. Tienes todo el derecho a unirte al aquelarre que deseas, y probablemente tengas razón. Tal vez Apollyon es mejor opción para tí que Abraxas, pero... aun así, me dolió.
Sus palabras me abofetean. Aprieto los labios y me aguanto las súbitas ganas de llorar.
—Lo siento... —repito compungido—. Esto... no cambiará nada entre nosotros, ¿verdad?
Niega con la cabeza y eleva una mano para acariciar la mía.
—No... al menos no de mi parte.
—¡Tampoco lo hará de la mía! —Mi boca tiembla y mis ojos se cristalizan por la capa de lágrimas.
Shoto me regala un beso sencillo, pero reconfortante.
—Cuento con eso. Venga, ve a descansar que ya es tarde. Te veo mañana en el receso.
—Vale... nos vemos mañana —me despido cabizbajo.
Otro beso y Shoto se marcha a su dormitorio.
He estropeado la noche, ¿no es así?
Un viento solano me alborota el cabello, anunciando el crepúsculo. Exhalo un mustio suspiro para que se lo lleve la brisa y avanzo hacia el interior del edificio. Cuando entro a mi dormitorio, encuentro a Kacchan frente al armario con el torso al descubierto, colgando su camisa en una percha. Al parecer también acaba de llegar. De seguro ha estado ocupado con algún asunto de su —nuestro— aquelarre.
Me echa un vistazo desdeñoso que por primera vez me atrevo a ignorar. No soy bueno ocultando mis sentimientos, y Katsuki es jodidamente perspicaz, por lo que se da cuenta instantáneamente de que estoy picado por algo.
—¿Por qué demonios me ves con esa cara?
Aprieto la mandíbula y permanezco firme en mi postura de no seguirle la corriente. Él ama el pleito y yo no estoy de humor para tenerlo. Menos con un vampiro que posee más nitroglicerina que sangre en sus venas.
Voy directo a la heladerita para tomar una ración tranquilizadora antes de dormir. Me siento en la orilla de mi cama y dejo a mi mente vagar libre por los sucesos de la noche. Shoto fue atento y cariñoso, todo marchó sobre ruedas una vez mi ansiedad amainó y, quitando la peripecia del colgante, podría decir que fue la mejor noche de mi existencia. No pude lucir los calzones que me regaló Ochaco, pero ya se dará otra oportunidad. Joder, todo por el maldito collar. Tal vez debería haber dado el primer paso, debería haberle dicho que quería dormir con él hoy. Okay, dudo que esas palabras sean capaces de salir de mi boca, pero...
Mi ceño se arruga cuando mi vista se posa casualmente en mi mesa de noche y no veo sobre ella el ramo de rosas. Repaso la habitación buscándolo, pero ni rastro del jarrón, ni de las rosas.
—¿Dónde están las rosas que dejé aquí? —le digo a Kacchan, señalando la austera mesita.
—Las quemé. Estorbaban para abrir la ventana.
El corazón me da un vuelco y se hunde en la incredulidad.
—¿Qué? —dejo la bolsita de sangre vacía sobre la mesa y me pongo de pie, sondeando por segunda vez el cuarto a la espera de hallar las rosas escondidas en algún hueco. Pero no hay nada. La rabia comienza a ebullir en mi interior—. ¡Eran un regalo para mí! ¡¿Por qué hiciste eso?!
Mi voz se eleva y quiebra por la impotencia.
—Todoroki tiene dinero, mejor dile que te regale una cirugía estética o una eutanasia. Te serán más útiles que un apestoso ramo de rosas.
Una especie de adormecimiento me escala desde las extremidades a la cabeza. Respiro hondo y parpadeo. Algunas lágrimas se desprenden, rodando por mis mejillas. Katsuki suelta un bufido y sonríe de lado, entretenido con la escena que el pobre mestizo monta frente a él.
—¿Por qué...? —pregunto con la voz es un hilo. Es endeble como mi espíritu en este momento—. ¿Por qué eres así conmigo? ¿Qué te he hecho para que me trates así?
—No te pongas sensible, escoria. Hay muchas rosas en el jardín.
Su tono despreocupado me arrastra al límite y mi recato tirante se corta. Busco el colgante bajo mi camisa y me lo arranco de un tirón para lanzárselo con fuerza. Rebota contra su pecho y cae al suelo, así como su sonrisa chusca.
—¡Eres un maldito cretino! —grito sobrepasado. Mi cuerpo convulsiona por la rabia y el dolor—. ¡No seré parte de un aquelarre cuyo líder ama verme sufrir! Y si crees que esto es traición, pues ¡adelante, mátame! Es eso lo que deseas, ¿no es así? ¡Porque sino no entiendo qué diablos quieres de mí!
Katsuki da un paso cuidadoso hacia adelante, lo que me hace reaccionar enloquecidamente tanto por la inquina como por los vestigios de temor a las consecuencias de mi encaro, que progresivamente desaparecen detrás de la cólera.
—Izuku...
—Vaya, creí que ni siquiera sabías mi nombre... siempre me llamaste por un apodo despectivo que tú mismo elegiste, ¿recuerdas? ¿Por qué siempre tienes que ser un patán conmigo? ¡¿Qué cojones te hice?!
Se adelanta dos pasos y yo retrocedo alterado. El llanto no me deja ver con claridad, pero tengo la certeza de que ya firmé mi sentencia de muerte al arrancarme el colgante frente a él. En realidad, no sé si quiero salvarme. Si no me mata ahora, de igual manera se encargará de destrozarme el alma cada vez que la vea un poco cicatrizada.
—Ya... ya no puedo contigo —sollozo.
Llega junto a mí en un instante fugaz. Me toma del brazo y le golpeo bruscamente el pecho con ambas manos para apartarlo. Logro quitarle estabilidad e intento escabullirme por un lado para huir del cuarto, pero me atrapa por la camisa y el jalón hace volar todos mis botones delanteros. Caigo hacia atrás, mi espalda impacta contra el parqué oscuro y quedo atrapado entre el suelo y el cuerpo del sangrepura cuando se encarama sobre mí.
—¡Déjame! ¡Ya deja de arruinarme la vida o termina conmigo de una vez! —chillo. Mis fuerzas se diluyen con cada lágrima que desecho.
—¡Izuku, cálmate! ¡Lo siento, ¿de acuerdo?!
—¡Vete al Infierno, capullo!
Me rodea el cuello con la mano y comienzo a patalear. De todas las posibles formas de asesinato de Katsuki Bakugo, el ahorcamiento es la última que hubiese esperado. Incineración, desmembramiento, despellejamiento, incluso apuñaladas, todas son perfectamente afines a este purasangre... ¿pero en serio me matará asfixiándome? Eso no es propio de él. Tampoco es propio de él besarme. Pero aún así, lo acaba de hacer.
Se aparta y me ofusca de sobremanera el pesar que atisbo en sus orbes escarlata.
—Lo siento... —repite.
Le miro ojiplático mientras su lengua se infiltra nuevamente en mi boca. Mi cuerpo se amansa y relaja bajo el suyo, pues su mano no aprieta, pero sus labios sí lo hacen y de una manera sádica y posesiva. Se sostiene apoyando una mano en el suelo, al lado de mi cabeza, y usa la que abrazaba mi cuello para buscar mi pezón. Apenas lo roza, pero el espasmo ardiente que me genera hace que mi columna se curve. Estoy tan apabullado que no soy capaz de pensar, solo de reaccionar.
—¡Kacchan...! —suelto en el escaso tiempo en el que él se separa de mis labios para respirar. Enseguida vuelve a reclamar mi boca y mi sangre empieza a acumularse tórrida en mi rostro y en mis partes bajas.
¿Qué haces? Kacchan... no puedo entenderte...
No me resisto cuando me baja los pantalones. La sorpresa, la calentura y el oxígeno que el beso violento me roba me embotan la mente.
Katsuki se separa de mis labios jadeando y se incorpora lo suficiente para acabar de despojarme de los slim que compré hace un rato... para mi cita con Shoto.
Aprecio embobado cómo su gesto queda en blanco ante lo único que cubre efímeramente mi entrepierna. Las braguitas rosa de encaje. Un relámpago de sorpresa surca por su par de rubíes antes de que el deseo los oscurezca.
El bochorno es lo primero que me genera una chispa de consciencia. Trato de taparme con las manos, desesperado por vedarle mi lastimosa imagen al vampiro que he admirado y amado desde pequeño, pero él me maniata en un veloz y hábil movimiento, aplastando mis muñecas contra el suelo por encima de mi cabeza.
—No me veas... —lloriqueo, subyugado a su voluntad.
Sus yemas viajan sobre mi piel sensible y hacia el borde de las bragas. Tocan el encaje, pero la tela es tan fina que el tacto se transfiere directamente a mi miembro. Le imploro con mis ojos enlagunados que pare con todo esto. Él estrecha los suyos y se limita a respirar profundo.
—Veo que ibas a darle una sorpresa a Todoroki... —dice. Su voz es aguardentosa y su mano aventurada cuando sujeta la erección que no he podido contener.
—Kaccha, basta...
—Te dije que no te fueras con él.
—¡También dijiste que yo era como un hermano para ti! —le recuerdo abrumado. Me retuerzo debajo suyo, aunque me inmoviliza sin esfuerzo y conduce una de mis manos hacia abajo, sujetándome firme por la muñeca.
Sus labios se sesgan hilarantes ante mi sorpresa, cuando me hace tocarle entre las piernas y tanteo la dureza que pulsa bajo los pantalones de su uniforme.
—Sí, sí, mi hermanito... que incestuosos somos... —ironiza.
—¡Deja de jugar conmigo! ¡Me lastimas!
Comienza a frotar mi pene y mi gemido me contradice. Mi palma, por él dirigida, hace presión sobre su abultamiento, que no cesa de crecer hasta que llega a alarmarme por el tamaño que alcanza. Flexiono las rodillas, echo la cabeza hacia atrás y muerdo mi labio inferior hasta hacerlo sangrar. Kacchan se cierne sobre mí para lamerlo, bebiendo la gotita carmín que brotó como si de un pábulo sagrado se tratase. Continúa bombeando en mi entrepierna, hasta que el hormigueo placentero se vuelve una constante e inunda mi cuerpo de pies a cabeza. Mis piernas se abren por la necesidad de lo que hay escondido más abajo, ya demasiado mojado como para pasar inadvertido.
—Tócame, vamos... —insta.
—Kacchan...
Emite un gemido suave una vez que dejo de resistirme y empiezo a acariciarle la tienda de campaña que tensa su pantalón. Me suelta al asegurarse de que voy a seguir por mi cuenta para poder bajarse la cremallera y posteriormente el boxer.
Pronto en mi mano aterriza una polla pesada y rígida. Intento rodear su perímetro, pero mis dedos no alcanzan a cubrirlo por completo.
—Así... Deku, mueve tu mano.
Su hálito agitado roza mis labios, y ya no sé lo que está bien ni lo que está mal al ver su mirífico rostro tan excitado. Imito los movimientos de su mano y lo masturbo. Mi agujero se calienta por la expectativa de ser abierto por lo que sostengo y jalo a un ritmo lento, que incremento progresivamente a la par que Katsuki acelera el vaivén en mi pene.
—Ah...
Estoy a punto de correrme, pero él lo anticipa y deja caer mi miembro duro contra mi vientre. Sus dedos descienden. Me estremezco apenas sus yemas hacen presión sobre los bordes hinchados de mi entrada.
La punta de mi pene libera un poco de esperma y más fluidos se derraman por donde Kacchan toca. Entonces, aleja sus dedos para ubicarlos ante su vista, contemplando con el ceño fruncido el líquido pegajoso que los abrillanta.
—A-Ah, eso... —balbuceo en pánico—. ¡Puedo explicarlo!
¡Por supuesto que no puedo explicarlo! Últimamente no le encuentro explicaciones a nada, es como si toda mi vida fuese un maldito problema de álgebra avanzada o un pedazo de la mente de Tim Burton, macabra pero emocionante —demasiado para alguien tan retaído como yo.
—Has madurado... —susurra Katsuki.
—¿Qué...? ¡Oh!
En mi cabeza chispean algunas estrellitas cuando uno de sus largos dígitos empuja hacia adentro. Se hunde hasta el nudillo y mis paredes lo encierran, amoldándose a su alrededor en tanto se acostumbran a la descompaginante sensación. Katsuki espera durante un momento antes de sacarlo y volver a meterlo. El sonido de mi voz gemebunda se mezcla con el chicloso de los fluidos. Otro dedo se suma, insertándose y moviéndose en un rijoso vaivén.
—¡Kacchan!
—¿Te gusta así? Estas jodidamente mojado. —Sus dedos se abren y cierran, empujan y se mueven en círculos. Mis empeines se curvan por la tensión que comienza a tirar en mi vientre—. Venga, no pares, yo también quiero sentirme bien...
Lo toco con torpeza, pues él es mucho más alto que yo y mi mano casi no llega a su entrepierna. Además, es la primera vez que masturbo a alguien. Hoy he tenido muchas primeras veces.
A pesar de mi inexperiencia, el placer reluce en los ojos del sangre pura. Retorna a mi boca y nos besamos acezantes. Mis pensamientos orbitan alrededor de lo bien que se siente y del futuro incierto de nuestra relación. Si antes era... compleja... ¿qué demonios ocurrirá de ahora en más? La incertidumbre me carcome los sesos, hasta que todo mi licuado mental se congela al sentir algo proporcionado forzando mi entrada.
—¡K-Kacchan! ¡¿Q-Qué haces?!
—Solo la puntita...
—¡N-No! ¡Me da miedo!
Me observa medio ido y alza una ceja.
—¿Miedo? Pfff —Suelta una risa vanidosa—. Sabía que la tenía más grande que el capullo de Todoroki.
Mi boca se abre y cierra como la de un pez fuera del agua. Chillo enrojecido, con un inusitado impulso de defender a Shoto:
—¡Por supuesto que no! ¡S-Seguro que él... la tiene más grande que tú! —largo a toda velocidad.
Los irises de Kacchan pasan de estar libidinosamente nublados a peligrosamente encendidos. El fuego —y no el de deseo, sino el de destrucción— flamea entre las betas rojas como una nada sutil amenaza.
—¿Qué dijiste?
El terror me embarga, aunque no termino de decidir si es por su atrevido pene o porque va a hacerme estallar por el tremendo golpe a su hombría.
—S-Shoto... él... —No es conveniente llamar a la tragedia, pero aun así... —. ¡Shoto es perfecto ahí abajo también!
—¡Oh, pero nadie la tiene tan grande como yo! —Se oye desde el pasillo. Mis ojos se desorbitan al son que Kacchan gira abruptamente la cabeza hacia la puerta con su típica aura homicida. Esa voz... no puede ser. ¡¿Kiri?!—. Bueno, excepto Toshi —replantea segundos después.
¡¿Qué está haciendo Kiri frente a nuestro dormitorio?! Acaso... ¿escuchó todo?
Kacchan se incorpora decidido a matar como un jodido Terminator, se sube la cremallera y en tres zancadas abre la puerta, revelando a un ufano y sonriente Kiri.
Me pongo de pie y arreglo mi ropa tan rápido como mi torpeza me lo permite, pero no sé si logré hacerlo antes de que el humano advirtiese mi situación.
—Kirishima... ¿realmente no te importa morir tan joven? —le gruñe Katsuki. Mi terror ahora dobla sus proporciones.
Sin embargo, Kiri carraspea y vuelve a sonreír sin el menor indicio de preocupación.
—En realidad... justamente venía a advertirte lo mismo. No tienes idea de lo que me está costando retener al demonio para que no te arranque la cabeza por tocar a su pequeño.
Katsuki lanza una carcajada que retumba en todo el ala. Se dobla sobre sí, sujetándose el estómago.
—Espera, espera... ¿me estás amenazando? ¿Tú? —Se le escapa otra risotada. Kiri también ríe, pero su risa es más bien espeluznante.
—¡Arbolito! ¿Cómo te encuentras? —me pregunta, mirando por encima del hombro de Kacchan—. ¿Necesitas algo?
Me mordisqueo el labio adolorido. Estoy avergonzado, pero el alivio definitivamente es el sentimiento mayor. ¡Estuve a un pelo de perder la virginidad con mi amigo de la infancia! Venga, llamarlo amigo es algo estúpido. Se supone que un amigo no te muele a golpes, ni destruye tu psicología, ni te mete los dedos en el trasero.
Envalentonado por un brote de resentimiento, cojo mi pijama de debajo de mi almohada y le respondo a Kiri:
—Por favor, hoy permítanme dormir en su cuarto.
La diversión de Kacchan se transforma en perplejidad.
—¡Por supuesto! —clama el humano—. ¿Llevamos el colchón?
—Oh, ni siquiera lo pienses. —Kacchan se acerca a mí echando humo, pero Eijiro lo frena con una mano en su hombro.
—Si Izuku quiere ir a dormir a nuestro cuarto, Izuku dormirá en nuestro cuarto.
—Hijo de...
—Sí lo amedrentas de alguna manera, lo reportaré a los directivos de W.D.C.A y tanto tu academia como tu aquelarre perderán prestigio —suelta impávido Eijiro—. Por mí no hay problema. Si tu apestoso aquelarre cae, el del bolo blanco y rojo ascenderá y será el puntero. Los dos me caen mal, pero entre el bolo y tú, lamento decirte esto hermano, pero prefiero al bolo.
Katsuki no escatima en fuerza cuando lo agarra del cuello de su camiseta y lo azota contra la pared.
—¡Kacchan! ¡Déjalo!
—¿A qué están jugando? —sisea él. Eijiro nunca deja de sonreír—. ¿Crees que dos insignificantes humanos tienen voz y voto contra un vampiro?
—Que no se te suba la fama a la cabeza, vampiro... te lamentarás por tu falta de humildad en el futuro.
—Vaya... a pesar de ser un miserable don nadie, parece que tienes bastante confianza en ti mismo... me pregunto de dónde viene.
—¡Ya para! —Intervengo apartando con fuerza a Kacchan, que me lanza una mirada lacerante por mi insensatez—. ¡¿Qué demonios te pasa?! En serio, ya para.
—Deku, cierra la boca.
—¡Tú eres el único que debería cerrar la boca! Estás actuando como un jodido imbécil... ¡me das vergüenza!
Su rostro se desfigura y pierde todo rastro de color. No me ataja cuando paso a su lado para salir del cuarto junto con Kiri. Al cerrar la puerta, lo último que veo son unos ojos carmín anonadados y rotos como un cristal.
—Eso le debió doler más que una patada en los cojones —se mofa Kiri.
—Se lo merece... —Aunque mi corazón duele un poco. Joder, no tengo que malinterpretar lo que sucedió entre nosotros. Es decir, es Kacchan... él jamás haría algo tan bajo como donarle cariño a un híbrido tan ordinario. Solo estaba divirtiéndose a costa mía, como siempre.
—¿De verdad estás bien?
—Lo estoy, gracias... ¿y qué hacías frente a mi cuarto? —cuestiono. ¿Realmente estaba fisgoneando?
—Escuchamos tus gritos y... nos preocupamos. Ya te dije que cuidamos de nuestra familia.
Mi pecho se entibia. ¿Familia? ¿Lo dice porque soy humano como ellos?
Su dormitorio se encuentra a pocos metros, por lo que llegamos en menos de un minuto.
Hitoshi se encuentra observando la luna por la ventana. He descubierto su hobby.
Rehuyo la mirada cuando se gira hacia nosotros pues, además de que se me hace algo incómodo dormir en su habitación cuando soy consciente de que me ha estado evitando, también me siento extraño cuando lo tengo cerca. Unas ansias de procedencia desconocida me hacen sudar las manos y agitar el hálito. Es como si quisiera algo con desespero, pero no tengo idea de qué.
—¿Estás bien? —inquiere. Su tono es seco, pero al menos ahora sé que se ha preocupado por mí.
—Sí... siento haber sido escandaloso... espero no te moleste si ocupo su cuarto una vez más.
Y, espontánemente, una sonrisa insidiosa resalta blanca y perfecta en su cara.
—Por supuesto que no.
✨✨✨
ಥ_ಥ por cuánto tiempo más creen que se salvará el dekulo?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top