7. Apollyon


Mi sangre comienza a ebullir luego de cinco gesticulaciones vanas. No logro hilar una sola oración coherente frente al purasangre y su fantástico ramo de rosas, por lo que es cuestión de tiempo para que me embargue el pánico.

¿San Valentín? No es posible. Tal vez sigo durmiendo y todo se trata de un sueño hiperrealista. Nunca nadie me regaló algo para San Valentín. Nunca nadie me regaló algo, que va. Bueno, quizás Kacchan algún que otro guantazo, y Ochaco unos juguitos de tomate, pero... ¿rosas? ¿Para mí? ¿De Shoto Todoroki?

Estoy a punto de soltar una risita histérica, creo que me he vuelto loco.  

—¿Izuku?

—¡F-Feliz día! —Recojo el ramo veloz y torpemente con un movimiento robótico. Me sudan las manos y la frente. ¿Qué debería hacer?—. Y-Yo... gracias... son muy bonitas...

Unas palmadas en mi cabeza me sobresaltan. Veo a Shoto esbozando una sonrisa jocosa, aunque no llega a ser burlezca como las de Hitoshi. ¿Y por qué demonios tengo que pensar justamente en él en este momento?

—Tranquilo, no muerdo... aún.

Prenso los labios y desvío la mirada hacia abajo, cohibido.

—Lo siento, es que... me has tomado por sorpresa. Otra vez.

—Entonces me aseguraré de prevenirte de aquí en más. Quiero llevarte a cenar después de clases, si a ti te parece.

Mis ojos redondos zumban hacia él nuevamente. Abrazo contra mi pecho el ramo de rosas —por suerte les han cortado las espinas—, y reúno valor para trazar una afirmación con la cabeza. ¡Oh, por Nyx! ¡Tengo que aprender a coger los cubiertos aristocráticamente en solo unas pocas horas! ¿Y la ropa? ¡Solo tengo chanclas y tenis en mi armario! La única prenda formal en mi inventario es mi uniforme, pero no puedo ir vestido con él, ¿o sí?

—Pasaré por ti a las cuatro —dice, bajando su mano hasta mi barbilla—. Izuku...

—¿Hm? —suelto, perdido en mis rumiaciones, de las cuales soy arrancado abruptamente cuando Shoto deja un beso suave y helado sobre mis labios. Mi corazón se detiene y luego parece caerse por una pendiente rocosa por la violencia con la que empieza a sacudirse.

—Aún aguardo tu respuesta —susurra contra mis labios temblorosos—. Sería grandioso que pudieses dármela esta noche.

—Lo haré... lamento haberte hecho esperar.

—Te esperaré siempre, no dudes de ello.

Shoto desaparece por el pasillo luego de darme otro beso con sabor a menta y cielo. Cierro la puerta y permanezco de pie contra la puerta no menos de cinco minutos, admirando el frondoso ramo de flores y posibilidades latentes que me agitan los sesos.

Me siento culpable por no ser siquiera capaz de darle la respuesta que se merece a Shoto. Todavía no acabo de sopesar lo que sucederá si le digo que sí, que me uniré a su aquelarre, ni de evaluar las consecuencias en el caso de negarme a hacerlo.

Al décimo suspiro me dispongo a meter el ramo dentro del jarrón decorativo del baño para luego acomodarlo sobre mi mesita de noche. Hay tantas rosas que da la impresión de ser un mini árbol rojo. Sonrío y me golpeo las mejillas por si acaso, pero no me despierto. Shoto verdaderamente me ha regalado rosas para San Valentín.

—Espero que Kacchan no las explote...  —digo al aire.

Me alisto para ir a clases con el estómago constreñido por los nervios. Necesito hablar con Ochaco urgentemente.

Mi amiga se abanica el rostro furiosamente, aunque dudo que pueda sentir calor. Chilla una vez más y tengo que sofocar el grito sellándole la bocota abierta con la mano.

—¡Ya!

—¡Mmmmmh! —Sus manos revolotean y me asesta un cachetón sin querer, consiguiendo que libere su boca para frotarme la nariz adolorida—. ¡Izuku, hoy coges!

—¡Ochaco! —vocifero escandalizado. Estamos en el patio por el receso previo a la tercera clase, pero eso no significa que no hayan vampiros a nuestro alrededor... o humanos.

—¡Es que, wow, no puedo creerlo! Todoroki va con todo.

Doy un sorbo a mi ración de sangre. Esta vez no la calenté en el microondas, porque no necesito más calor en mi cuerpo. Con la vergüenza que estoy pasando gracias a mi amiga es suficiente.

—Joder, necesito que me ayudes a conseguir ropa decente. ¿Qué debería ponerme? —Lloriqueo—. No creo poder hacerlo.

—¡Te dije que no volvieras a decir eso! Claro que puedes hacerlo, Todoroki está completamente prendido por ti, así que con unas bragas de encaje estarás bien.

—¡No puedo ir solo con unas bragas de encaje! Por favor, necesito que seas seria.

—Estoy siendo totalmente seria. Iremos a comprarte unos calzones a la lencería apenas acabe la jornada... no, de hecho deberíamos ir ahora.

—Ochaco, no necesito calzones —remarco—, ¡necesito un atuendo que me haga parecer sofisticado! Y lograr peinar mi cabello —A pesar de que pocas esperanzas tengo de hacerlo.

—Bien, también compraremos una camisa y unos zapatos. Te ayudaré a manejar esos rizos con un poco de gomina.

—La gomina no sirve en mi cabello. La vez que la usé, quedó duro y espinado como el de Kacchan.

Ochaco lanza una carcajada que interrumpe en el instante en que un aura asesina se acerca cáustica por detrás de nuestra banca.

—¿Qué problema tienes con mi cabello, escoria?

Me atraganto con mis pelotas, encogido bajo la sombra que proyecta sobre mí el cuerpo solemne de Katsuki.

—Eres como un demonio que se manifiesta cuando lo nombran —bromea Ochaco, pero sus nervios se evidencian en la oscilación de su voz.

—Cierra la boca, tetona —escupe él—, tu amiguito mestizo ya está perdido.

—N-No tengo nada contra tu cabello...

Le veo sacar una mano del bolsillo e inevitablemente cierro los ojos asustado, esperando una golpiza. Segundos después abro solo uno, confundido por no haber obtenido ningún puño entre mis cejas. Curiosamente, me encuentro con un colgante dorado pendulando de su mano extendida hacia mí.

Kacchan pierde la efímera paciencia que posee y me ladra exasperado.

—¡Tómalo pues, imbécil!

—¡A-Ah, vale...! —Recibo el collar sin tener idea por qué coño mi amigo de la infancia me está entregando algo así... hasta que reconozco la forma del dije de oro. Una luna creciente hundida en llamas... el símbolo de su aquelarre.

Mi boca se abre apenas en un inicio, hasta que finalmente cae en picada cuando la respuesta me azota.

—Bienvenido a Apollyon —dice a quemarropa.

Ochaco se ha quedado irrevocablemente muda. Cuando Kacchan se aleja sin más, mis piernas reaccionan antes que mi cabeza. Suelto la bolsita con sangre y lo tomo temerariamente del brazo para detenerlo, sujetando en mi otra mano el colgante que me identifica como miembro de su aquelarre.

—¡E-Espera! —Katsuki se voltea con sus ojos de fiera rabiosa que me hacen perder todo ápice de valor. No entiendo cómo es que pude hacerle frente anteriormente, cuando me encontraba con Hitoshi y Kiri—. Y-Yo... yo aún n-no he... decidido a qué aquelarre...

—Y ya no tienes que hacerlo. A partir de ahora perteneces a Apollyon. Suéltame, joder.

Se libera de mi mano de una sacudida desdeñosa y reanuda su camino.

Oh, no. Shoto se disgustará muchísimo si le digo que me uní a otro aquelarre. ¡Tengo que detenerlo!

—¡Kacchan!

Corro para alcanzarlo, aunque antes de que cometa la estupidez de agarrarle el brazo de nuevo, se frena repentinamente y una explosión brutal brota de su mano, haciendo que todo el campus se estremezca junto a los vampiros que paseaban cerca —y que comienzan a huir discretamente—. El estallido no iba destinado a dañar nada en particular, pero entiendo que ha sido una explícita advertencia hacia mí cuando Katsuki me observa por sobre su hombro, torciendo sus rasgos en una expresión severa. Si me acerco, no hay duda de que me hará volar en pedazos.

—Será mejor que te lo pongas cuanto antes. No usar el colgante es considerado traición y la traición se paga con la vida.

Permanezco tullido, contemplando su espalda recta haciéndose más pequeña a medida que se aleja.

No puede ser. Demonios, demonios.

Regreso junto a Ochaco, demasiado estupefacto como para continuar hablando sobre mis planes de esta noche. Por primera vez, mi amiga no sabe qué decir. Katsuki es un sujeto difícil de tratar para cualquiera sea.

—Vaya... eso fue sorpresivo —Ríe nerviosamente—. ¿Debería felicitarte por tu membresía al aquelarre más poderoso de América?

La miro abatido.

—Esto destruirá mis posibilidades con Shoto.

—¡Por supuesto que no! —rebate—. Apuesto lo que sea a que, de hecho, tendrá el efecto contrario. En una semana lo tienes de rodillas pidiéndote matrimonio.

—Ya, no hace falta que digas idioteces para consolarme.

—¡Ah! A veces me dan ganas de darte un zamarreo —bufa irritada—. ¡Espera y verás que tengo razón!

Suspiro rendido. Ochaco siempre se deja llevar por la absurda fantasía de que todos andan tras mi trasero. Ni que fuera el protagonista de un harem.

Una hora más tarde, me hallo sepultado bajo una veintena de camisas y pantalones de vestir. El espejo del amplio vestidor que ocupo me devuelve una imagen aceptable, no obstante, no puedo dejar de mirar consternado el collar que destella en mi reflejo. Ochaco entra con más camisas y sonríe maravillada cuando ve mi atuendo, conformado por una camisa rosa y unos slim blancos.

—Te queda fenomenal.

—Gracias. Aunque no creo que mis ahorros alcancen para ambas cosas. Ni siquiera tengo los zapatos.

—Ya te dije que te prestaré dinero. Además, creo que eso quedaría mejor con tus tenis blancos que con zapatos.

Quito forzosamente la vista del colgante para evaluar mi conjunto, probándome imaginariamente mis zapatillas blancas.

—Oh, es cierto... no se verían mal.

Ochaco curva la boca presumidamente y me palmea el hombro.

—¿Y qué si Todoroki te lleva al McDonald's? —Estalla en risas apenas suelta esa semejante locura. La secundo, negando con la cabeza.

—Shoto no debe de haber probado una ordinaria hamburguesa en su vida.

—Lo sé, lo sé, solo bromeaba. No imagino a ese purasangre comiendo algo que no supere los cincuenta dólares. Oye, pero debe ser triste no haber probado nunca un Big Mac.

—Los ricos deben de tener algún punto en contra. Es imposible tenerlo todo. —Aunque Shoto parece superar las barreras de la realidad. Es lindo, adinerado, famoso y poderoso. Bueno, su familia es una mierda, pero al menos tiene una—. Hablando de ricachones... estoy seguro de que te arrepentirás de haberle terminado a tu prometido.

—No me hagas acordar —refunfuña—. Aún no le cuento a mis padres, mierda...

—¿Le contarás que andas follando con un humano?

—¿Tú quieres quedarte sin mejor amiga, verdad?

—No quiero sonar aguafiestas, pero V.A. está repleta de cotillas —le recuerdo—. Se enterarán tarde o temprano. Y estoy seguro de que será más temprano que tarde.

—Al menos habrá valido la pena mi corta vida. Kiri folla como los dioses.

Por alguna razón ese dato no me sorprende. Me quito las prendas para volver a enfundarme mi ropa mientras Ochaco me bombardea con detalles que no estoy seguro de querer oír, porque cada vez que menciona "pene enorme" y "lengua habilidosa" recuerdo que Hitoshi también tiene lo segundo y, muy probablemente, lo primero. Mi amiga adivina mis pensamientos y ladea su cabeza con picardía.

—Abstente de lo que vayas a decir —le advierto.

—Venga, no te hagas el abstemio conmigo. ¿Cuándo le entregarás el trasero al humano?

—¡N-Nunca!

—Siempre tartamudeas cuando mientes.

—¡Siempre tartamudeo porque soy idiota! Y Hitoshi me intimida...y me ha estado evitando —agrego con una pizca de resentimiento.

Ni siquiera me saludó hoy en clases. La gente suele ignorarme y he aprendido a restarle importancia al asunto, pero la actitud esquiva de ese humano me hiere de una manera que no soy capaz de explicar. Hace que duelan hasta los poros de mi piel.

—¿Te ha estado evitando? Que extraño... —dice en tanto lucubra sobre ello—. Kiri me dijo que al guapetón de cabello violeta le gustas mucho... tal vez solo lo estás imaginando.

Mi corazón salta emocionado y arremete contra mis costillas. Agito la cabeza en un intento de despejar mis falsas esperanzas.

—No lo estoy imaginando. Ayer huyó del comedor en cuanto me vio acercarme a su mesa para almorzar. Hoy ni siquiera me miró.

—¿Y por qué no le preguntas si le sucede algo? —sugiere mi amiga.

Mi móvil comienza a vibrar antes de que pudiese soltarle alguna excusa para no hacerlo. Es Akame.

—Ah, aguarda un momento —le digo a Ochaco y atiendo de inmediato—. Akame...

¡Niño! ¡Al fin atiendes! —chilla en mi oído—. Acabo de llegar al consultorio y mi secretaria me informó que habías llamado. ¿Qué sucede? Estoy preocupada...

—Lo siento, acabo de ver el móvil... estoy bien, ¡no te preocupes! Solo quería hacerte unas preguntas y... necesito más medicina. Boté accidentalmente el frasquito con píldoras.

—¡¿Qué?! —Mi tímpano vibra—. Izuku, te dejé en claro que debías ser constante con la medicación.

—¡Lo he sido! —Miento—. Tenía algunas píldoras de más... y he tomado la mitad para que me alcancen hasta mi próximo control...

—¡¿Cómo que la mitad?! Oh, por los dioses, vente al consultorio ya mismo.

—A-Ahora no puedo... —balbuceo avergonzado—. Tengo... una reunión con mi aquelarre.

Otra mentira. Si le digo que iré a una cita puedo contar con que sus gritos terminen perforándome el oído.

Demonios. Espera, ¿qué aquelarre? Como sea, ven mañana sin falta. Te espero a las doce. ¿No has tenido otro síntoma, verdad?

—No... no lo sé. Mi estómago duele un poco y-y... —Miro a Ochaco, que escucha nuestra plática con atención. Definitivamente no puedo contarle en este momento a Akame que mi trasero se moja cuando me excito—. Tengo un poco más de sed de lo habitual.

La línea queda un momento en silencio. Akame contesta con seriedad luego:

—Te espero a las ocho —rectifica—. Ven en ayunas, te haré unos estudios.

—Vale... —digo, pero Akame ya ha cortado. Suspiro cabizbajo. ¿Por qué otra vez debo hacerme estudios? ¡Qué fastidio! 

—Izu, ¿estás bien? Tu médica sonaba algo fatalista.

Asiento, aunque estoy lleno de inseguridades. Me pellizco el puente de la nariz. Se supone que este iba a ser un día especial, mi primera y soñada cita con Shoto, pero resulta que ahora tengo una membresía y una consulta con el médico que me tienen los nervios de punta. Y eso sin contar a Hanta ni a Hitoshi.

—Vamos, ya es tarde y presiento que Shoto es minuciosamente puntual.

—¡Aún no compramos las bragas!

—¡No compraré bragas! —clamo.

Si alguien quiere verme con bragas, que me las regale. Soy demasiado pobre para derrochar en encajes y puntillas que de seguro me quedan horribles. Y tampoco es que vaya a hacer algo con Shoto. Muero de pudor de tan solo pensar en mostrarle mi cuerpo delgado y blanco a un ser tan bellamente excelso.

Ochaco se cruza de brazos con un mohín y finalmente deja de insistir.

Más tarde, cuando regresamos a los dormitorios, ella me sorprende arrastrándome hacia el suyo sin brindarme explicaciones. Una vez allí, saludo a Tsuyu y contemplo desconcertado a mi amiga revolviendo entre sus cosas.

—Ochaco, se me hace ta... —Una cajita impacta contra mi cara y alcanzo a atajarla antes de que caiga al suelo.

—¡Toma! ¡Y más te vale que lo uses! Están sin estrenar.

Abro la cajita para sacar de ella unas diminutas braguitas rosas con un sostén a juego. La tela es de un encaje delicado y transparente. Me ruborizo hasta alcanzar los mil grados celsius.

—¡N-No puedo usar esto! —Le lanzo un vistazo abochornado a Tsuyu, que agita su mano en un ademán de "no te preocupes por mí, no juzgo".

—¡Quedará espectacular en tus curvas! —da fé Ochaco, apuntándome con el índice.

—¡No tengo senos!

—¿En serio? No sabía que eras un alienígena sin pezones.

—Me refiero a que no tengo la proporción para rellenar esto —clarifico. Mi amiga me ignora y empuja hacia afuera de su cuarto.

—Venga, ve a prepararte... —Va a cerrar la puerta en mis narices, pero se detiene cuando queda una rendija, asoma una parcela de su rostro en ella y sonríe diabólicamente—. Suerte con Todo-rico.

Resollo solo en el pasillo y parto presuroso a mi habitación. Aún debo ducharme y lustrar mis zapatillas hasta que queden blanco inmaculado. Observo la cajita con la lencería en mi mano y frunzo los labios. Ahora también deberé depilar mis pelotas. Genial, Ochaco.

Es un alivio que Kacchan no haya vuelto de clases aún. Puedo bañarme y probarme la lencería tranquilo, aunque siempre manteniendo las orejas alzadas por si alguien se aproxima. Sería catastrófico que Kacchan me atrapara luciendo frente al espejo estos microcalzones eróticos. Se me hiela la sangre de solo imaginar una circunstancia así.

Giro sobre mi eje, admirando mi silueta desde todos los ángulos con un intenso sonrojo cubriéndome hasta las orejas. Este conjunto es realmente lindo, pero no creo que quede bien en mí. Me siento extraño con tan poca tela encima y el aire se cuela entre cada brecha del encaje. Mis genitales tienen un tamaño menor al promedio, por lo que tampoco sobresalen de manera grotesca como llegué a imaginar al ver los calzones por primera vez. Ochaco tenía razón. Se amolda perfectamente a mi cuerpo. Siempre pensé que mi cintura estrecha era ridícula, y que junto a mis caderas anchas me hacían similar a los matraces redondos del laboratorio de ciencias. Pero ahora no luzco tan mal después de todo...

La alarma de mi móvil suena haciéndome dar un bote del susto. ¡Quedan diez minutos para que llegue Shoto! ¡Y no he arreglado mi cabello! Exhaló un bufido, de todas maneras eso era una utopía.

Gasto un minuto en decidir si dejarme puesta la lencería o mostrar un poco de decencia. Elijo lo primero, pues la demonia Ochaco que canturrea maldades en uno de mis hombros me convence. Sin embargo, sí me quito el sostén porque me incomoda.

Rápidamente me visto con la camisa, los pantalones slim y las Nike blancas como la nieve luego de que me pasé media hora restregándolas. La puerta suena apenas acabo de rociarme el perfume que me regaló Toshinori hace cinco años atrás y que rara vez uso porque me hace estornudar como condenado.

Haciendo muecas por la picazón nasal, zumbo hasta la puerta, respiro profundamente y me seco el sudor de las manos en el pantalón antes de enderezar la postura y abrir.

Parpadeo varias veces embobado y encandilado ante el purasangre que me sonríe, enseñando sus perfectos colmillos. Shoto toma cuidadosamente mi mano para besarme el dorso y recitar el halago preso tras su sublimes labios.

—Estás precioso, bebé. Incluso la luna se pondrá celosa de tu angelical figura.

Me froto la nuca y miro mis pies, tratando de esconder el calor de mis mejillas y mi sonrisa emocionada.

—Gracias... ¡tú estás más precioso! —Consigo formular antes de que me sobrepase la ansiedad. Y es que con "precioso" me quedo corto. Shoto Todoroki de smoking y corbata es una maravilla del mundo, un tesoro digno de ostentarse en el museo del Louvre, Shoto no es la envidia de la luna, ¡es la envidia del arte!

Me tiende su mano y yo la tomo sin poder evitar los remezones que da la mía. Lo aprieto con fuerza para que no se me note y me dejo dirigir por él hacia las afueras del campus.

¡Shoto me está llevando de la mano a una cita el día de San Valentín! ¡Nyx, gracias por esta bendición! ¡Gracias, gra...!

Abro los ojos como platos cuando nos cruzamos a Hitoshi y a Eijiro por las escaleras. Los cuatro nos detenemos inconscientemente por un instante. ¿Debería decir algo? Siento un nudo en la garganta cuando me encuentro con los orbes rosa-púrpura de Hitoshi. Como me encuentro algunos escalones más arriba que ellos, veo sus irises semi ocultos bajo sus pestañas oscuras. El efecto de las sombras sobre ellos le confieren un aspecto mortífero. Un olor rudo y opresivo me golpea y me hace retroceder instintivamente.

Shoto se aferra a mi mano y su piel fría me calma como una plácida noche de invierno.

Kiri nos contempla detenidamente, adoptando un temple cauteloso.

—Ah... emmm...

Shoto tira de mí instándome a avanzar antes de que pueda decir más. Mi hombro casi raspa el de Kiri, que comienza a estornudar sin parar seguido de Hitoshi una vez que pasamos junto a ellos.

—Debo ser alérgico a los remilgados —oigo comentar a Hitoshi a nuestras espaldas. No creo que la mordacidad vaya dirigida a mí, pero algo en mi interior se encoge y gimotea, como si pidiera disculpas.

Shoto se abstiene de responder, pasando completamente de los humanos. No me suelta ni abre la boca hasta que llegamos a su Audi, aparcado en el estacionamiento privado de la Academia. Abre la puerta del acompañante para que me suba y luego rodea el carro por delante para ocupar su lugar en el asiento del conductor. Shoto es todo un caballero.

—Esos tíos me dan mala espina. Deberías tener cuidado, no te acerques demasiado a ellos —me previene.

Miro por la ventanilla fingiendo entretenerme con el paisaje. En realidad, no quiero que vea el "ups" en mi gesto tenso.

—Es un lindo carro... —digo azarosamente para cambiar de tema.

—Gracias. Puedes conducirlo cuando lo desees.

—¿Qué? ¿En serio? —Me giro hacia él asombrado—. ¿Por qué?

—Son muchas preguntas en una sola oración —apunta, alzando una esquina de sus labios—. Es más práctico que usar el transporte público.

—Pero... no sé conducir...

—Te enseñaré.

Mi pecho se siente tibio y mis ojos húmedos. Vaya, entonces es cierto que existen lágrimas de felicidad también...

—No quiero ser una molestia.

—Jamás te consideraría de esa manera, y te lo demostraré las veces que sea necesario para que me creas.

—Gracias por ser tan amable conmigo...

Shoto me devuelve una mirada intensa y afectuosa antes de recolocar sus ojos en la carretera que se conecta a la salida de V.A. Conduce hacia el norte, por lo que estipulo se dirige a Manhattan. No le pregunto sobre nuestro destino, pues el aire de sorpresa es intrigante y vigorizante. Al menos me mantiene ocupado adivinando el futuro en lugar de preocupado recordando el pasado... y los ojos letales de Hitoshi que siguen quemando en mi memoria.


✨✨✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top