6. Damisela en apuros
Toshinori deposita una taza humeante sobre la mesa de madera de Ébano dispuesta en el centro de la cocina. Los dormitorios de los profesores son más amplios y se encuentran mejor equipados que los de los estudiantes, aunque ambas residencias conservan el estilo gótico del resto del campus: techos altos y abovedados, ventanas de arco apuntado, vitrales y rosetones que dejan pasar a través de sus cristales una luz desfigurada, transmitiendo claras sensaciones de elevación e ingravidez.
Pilares de diseños complejos apuntalan la infraestructura, en cuyas superficies predominan los atavíos delicados, aunque poseedores de la belleza estética suficiente como para robarte violentamente un suspiro de embeleso.
Ahora que mis ojos se hallan fijos en el líquido negruzco que anega la taza, siento una mezcla de alivio y vacío. Tanto detalle rebuscado a veces da dolor de cabeza, pero en cuanto tu visión se enfoca en cualquier simpleza de la cotidianeidad —tal como la taza de café que tengo en frente—, no puedes evitar experimentar que algo te falta. La V.A. tiene un arte perverso, tanto así como el de una droga. Te atrapa en sus relieves al punto de hacerte alucinar y desear un descanso mental, pero cuando al fin el receso llega, añoras lanzarte al torbellino artístico una y mil veces más.
—¿Izuku? ¿Qué sucede? ¿Quieres un té u otra cosa? —inquiere Toshinori, seguro preguntándose qué coño hago observando mi café como si el mismo estuviese revelándome los secretos del Vaticano.
Niego con la cabeza, aún abstraído. Continúo cavilando sobre el diseño de mi Academia, interpretando cada posible significado de los cuadros que se encuentran por allí y conjeturando sobre cómo le hacen para mantener el parqué siempre lustroso, porque cualquier cosa es mejor que recordar la noche anterior.
Y con noche anterior me refiero a: uno, Hanta Sero, sin ojos y con el cuello rebanado y vuelto a pegar con una costura burda, apareciendo de la nada en mi habitación, dejándome mensajes apocalípticos; y dos —y la que más me aterraba—, el bulto de proporciones estratosféricas de Hitoshi Shinso.
—¿Tienes agua fría? —le pido a All Might, cambiando de opinión.
—¿Agua? ¿Eso desayunarás?
—Mn. Con hielo. Mucho. Por favor...
Realmente no quiero arriesgarme a que mis queridas hormonas se exacerben por la mera representación mental de mi compañero, y he descubierto que el agua helada funciona de maravilla para aplacar la tensión sexual.
Un momento después, Toshinori regresa con lo solicitado y me tiende el gélido vaso al tiempo que sus facciones se acomodan en una expresión preocupada. Sé lo que viene luego. El cuestionamiento llegará en tres, dos, uno...
—¿Has dormido bien? Pareces un poco ido.
No. No he dormido bien. Ni siquiera logré pegar ojo en todo el día. Estoy rayando el Surmenage emocional.
Retrocediendo un poco sobre los sucesos, luego de la agradable visita de Hanta y de salir pitando despavorido de mi dormitorio, All Might me tuvo frente a su puerta bastante perturbado. Mis tartamudeos, sumados a la agitación, me impedían explicarle lo acontecido con claridad, por lo que tardé media hora en hacerme entender. Mi padre adoptivo se comunicó al instante con el director Nezu, quien a su vez difundió la información al resto de los profesores y vampiros encargados de la guardia, como así también a los estudiantes para que se mantuvieran en sus respectivos cuartos mientras se llevaba a cabo el operativo.
No solo mi habitación fue inspeccionada, sino todo el ala A de las residencias, para luego proceder con las demás alas y el resto de la Academia. Mi relato fue acatado como asunto urgente y digno de poner en marcha el protocolo de emergencias.
Se revisaron los jardines, edificios anexos y alrededores, inclusive enviaron personal a examinar los techos y cada insignificante resquicio del campus. No obstante, no se encontró rastro de Hanta.
Y lo más perturbador: el cuerpo del estudiante decapitado había desaparecido.
Una vez suspendieron las clases la noche de ayer por el crudo asesinato, el edificio principal se atestó de vampiros médico-forenses, sacerdotes y sacerdotisas y también rastreadores, todos trabajando por el mismo objetivo: encontrar pistas que condujeran al asesino y a la cabeza cercenada del estudiante aún no reconocido. Su cuerpo fue trasladado a la pequeña clínica de V.A., ubicada al noroeste del campus, para realizarle los exámenes forenses que ayudarían a la pericia y a dar con la identidad del muerto. Entre las ideas y vueltas típicas del procedimiento, el cadáver permaneció resguardado en el laboratorio de la clínica. Cuando el protocolo de emergencia se activó y la clínica fue inspeccionada... ¡sorpresa! A pesar de la vigilancia, alguien se había llevado el cuerpo sin que nadie se percatara de ello.
O el cuerpo se fue solito.
Al menos se llegó a una certeza entre tanta incertidumbre: el estudiante asesinado es Hanta Sero. Por suerte tomaron muestras de sangre antes de la desaparición para verificar el ADN. Pero de la cabeza y el cuerpo de Hanta solo restan incógnitas sin respuesta.
Tengo motivos de sobra para tener insomnio.
—¿Izuku?
—Oh, lo siento... —Tan perdido en mis rumiaciones estaba que olvidé contestarle—. No he podido dormir... pero agradezco que me hayas ofrecido tu cama... muchas gracias...
Su dormitorio solo posee una cama. Aun así insistió en que yo la utilizara, quedándose él en el sofá.
—Por Nyx, sabes que no tienes que agradecerme por eso, ni por nada. —Ocupa el sitio frente a mí en la mesa, con la consternación impresa en su rostro—. Entiendo tu inquietud. No podemos obviar el hecho de que algo macabro ocurrió ni negar la posibilidad de que ocurrirá nuevamente. Pero tú y tus amigos están bien y la Academia ha implementado medidas de seguridad radicales.
—Pero... ¿quién? ¿Cómo? Los vampiros mueren cuando les cortan la cabeza, ¿verdad? ¿Cómo es que Hanta... estuvo en mi habitación? ¿Quién le hizo algo tan horrible? Parecía... parecía... joder, ni siquiera sé con qué compararlo. Su aspecto era espantoso, como si un nigromante hubiese ultrajado su cuerpo, su alma...
—No es una idea muy errada... si realmente lo que viste se trataba de Hanta, considerando las características que describiste... yo creo que será acertado decir que hay un nigromante involucrado.
Mi corazón martillea con furia contra mis costillas.
—Además, el humo del palo santo parecía molestarlo... no puede ser una casualidad...
Toshinori asintió, de acuerdo pero meditabundo.
—Dijiste que ese chico humano, Hitoshi Shinso, te sugirió que lo encendieras, ¿no es así?
—Él me pidió que encendiera un sahumerio... aunque por otro motivo. Realmente no creo que haya sabido algo de esto... —Hitoshi es extraño e intimidante, pero no parece tener intensiones solapadas ni guardar grandes secretos.
Eso... sigue mintiéndote a ti mismo, me susurra mordazmente mi conciencia.
—¿Por otro motivo? ¿Cuál motivo? —inquiere Toshinori.
—Pues... un olor extraño flotaba por todo el piso. No era desagradable, pero sí me ponía... inquieto. Él también lo sintió.
—¿Y no te ha parecido extraño?
—Bueno... uhm... —Mierda, ahora me están entrando dudas—. No realmente. Él es un poco raro... pero solo es su personalidad. Es un buen chico. —Sí, sí, Hitoshi es completamente normal, solo lee mentes y me quiere follar.
Me sonrojo producto de mi último pensamiento, detalle que All Might no pasó por alto.
—¿Hay algo que quieras contarme sobre ese chico? —me interroga, avivando mi sonrojo. En su semblante centellea una chispa de ilusión y es razonable. Jamás he tenido una relación profunda con alguien.
—¡N-No! Solo es mi compañero... casi no lo conozco. —Aunque mis pómulos hierven, no puedo evitarlo.
El brillo de esperanza en los ojos de Toshinori se va apagando en tanto asume que su hijo sigue y seguirá soltero y virgen durante la eternidad. Me siento un poco mal por él, por lo que decido que es un buen momento para contarle lo que me he estado guardando.
—Shoto... me ha pedido que me una a su aquelarre.
Alza abruptamente la cabeza, observándome anonadado.
—¿Shoto... el hijo de Enji? —Asiento. La seriedad reemplaza a la sorpresa en su visaje—. Bien... su aquelarre es muy poderoso —sopesa—. Podría ser una buena oportunidad para ti, Izuku. Pero la familia Todoroki... es complicada. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé... por eso no le he dado una respuesta aún. Soy consciente... de que su padre fue uno de los que apoyó la propuesta de asesinarme cuando nací. Pero... Shoto no es como su padre. Él siempre ha sido bueno conmigo... y...
Hago una pequeña pausa, preparándome para colocarle la frutilla al postre.
—¿Y? —insta, intrigado por el silencio de suspenso.
—Él... me dijo... me dijo que... —Me cubro el rostro con las palmas, azarado—. ¡Me dijo que le gustaría que fuese su pareja!
Suelto todo con atropello, como si las palabras me quemaran la lengua a medida que se deslizan por ella. Aguardo escondiendo tras mis manos la vergüenza desbordante, pero también la inmensa sonrisa que me entumece los mofletes. Como la respuesta de Toshinori no llega, me descubro el rostro lentamente, encontrándome con su boca abierta y sus ojos azules a punto de saltar de sus cuencas.
—Nunca me contaste que te gustaba el joven Todoroki —dice con reproche, aunque aquella chispa de ilusión renace para rielar en su mirada.
—Bueno... —Río nervioso mientras agito mis pies por debajo de la mesa—. No pensé que cabía la posibilidad de que él sintiera lo mismo que yo... pero... también me permitió que bebiera su sangre y... es muy cariñoso.
Me siento un idiota por no lograr allanar mi sonrisa, pero el ver a All Might curvar sus finos labios en otra sonrisa semejante olvido por completo cualquier emoción desagradable.
—Es una gran sorpresa... me alegro mucho por ti, Izuku.
Dicho eso comienza a reír de repente, colmándome de curiosidad.
—¿Qué? ¿Qué sucede? —quiero saber, impaciente pero con mi buen humor renovado.
—No es nada... solo que... mira el suegro que te has conseguido.
—¡Demonios! ¡No había pensado en eso! —chillo, llevándome las manos a la cabeza—. No quiero generarle problemas a Shoto...
Y tenía la seguridad de que a Enji Todoroki le agradaría una mierda que su hijo y heredero se uniera con el mestizo que deseaba erradicar del plantea Tierra.
—La familia no debería entrometerse en la unión de su heredero, aunque es algo típico en los aquelarres afamados. De todas maneras, si reciben la bendición de Nyx, no hay manera de que interfieran en su relación. Nadie va contra la voluntad de la Diosa.
Me nacen unas ganas apremiantes de abanicarme el rostro. En su lugar, le doy otro buen sorbo al vaso con agua. Nyx usualmente bendice a las parejas durante el acto sexual, en el cual se logra la máxima compenetración entre ambos amantes, tanto a nivel corporal como espiritual. El vínculo constituido se vuelve palpable, patente, y en él se hace presente la afinidad lograda y el dictamen de la Diosa.
Es fascinante, sí. Pero sumamente íntimo.
Con solo imaginarnos en esa situación... puedo sentir mi corazón inflándose sin refreno, mi alma vibrando despampanante y mi piel cubriéndose de la mágica pócima que de la mezcla de nuestros sudores resultaría.
Pero... también está la posibilidad de que Nyx no consienta nuestra unión. Existen muchos "incompatibles", parejas que no logran una unión sólida y trascendental, sino una floja y superflua. Da la casualidad que quienes tienen ese tipo de relación frágil, generalmente, son aquellos emparejados solo por cuestiones de prestigio y clase, las famosas uniones arregladas. Y aunque es posible continuar con la relación sin la bendición de la Diosa, con toda seguridad no será fructífera en temas de felicidad y prosperidad.
—Bueno... —Suspiro—. Aún no está nada dicho. Lo de ser pareja solo fue tema de una sola conversación y... no hemos pasado mucho tiempo juntos. No sé qué creer —confieso con pesar—. Tampoco me parece buena idea unirme a su aquelarre. Quizás... sea mejor unirme al de Kacchan.
La sorpresa no deja de pasearse en la cara de All Might, manteniendo sus cejas alzadas y sus ojos redondos.
—Entonces... ¿Katsuki también te ha invitado a su aquelarre?
Asiento. Diciéndolo en voz alta, lo sospechoso se hace más tangente.
—Me lo propuso ayer. Estaba conversando con Shoto en el jardín, precisamente hablábamos sobre mi respuesta a su invitación, y Kacchan simplemente apareció y, pues, eso. Hizo enojar mucho a Shoto. De hecho, comenzaron a pelear... puede que Kacchan solo haya querido molestarlo... no logro comprender sino por qué me invitaría así de repente. Además... creí que me odiaba.
—Oh, Katsuki no te odia, Izuku —replica—. Su carácter no es de los mejores, pero te cuida a su manera.
Antes de que pueda ofrecer mi humilde objeción, el móvil de mi tutor comienza a timbrar y me interrumpe. Permanezco sentado sin hacer mucho más que observarlo ir de un lado a otro de la habitación con el aparato en la mano, atendiendo a la llamada de vaya a saber quién, mientras pronuncia "uhum" de manera intermitente y formula algunas preguntas a su interlocutor. En cierto momento, Toshinori se queda quieto en un lugar aleatorio con el rostro pétreo.
—¿Blanco? Pero... nunca habían adquirido ese color... —comenta con estupefacción, reconcomiéndome de la curiosidad y la mala espina que me da su expresión—. No... en verdad es preocupante... ¿Aun así habrá clases?... Oh, ya veo...
No quiero entrometerme, pero tengo demasiada curiosidad. Agudizo el oído para escuchar la voz del sujeto a través la línea telefónica, pero Toshinori finaliza la llamada al segundo siguiente.
Al menos llegué a captar la voz de Aizawa al otro lado.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —inquiero apremiante.
—Era Shota... Dice que... las flores del árbol de Érebo se han puesto blancas.
—¿Eh? ¿Y eso qué significa? —Por lo que sé, aquellas flores siempre tuvieron un lindo color rojo sangre, al menos es así desde que estoy en la Academia.
El árbol de Érebo no es un espécimen común y corriente, sino uno mágico y sagrado. Se dice que sus flores cambian de color como si fuesen una especie de anuncio o presagio. Por ello V.A. posee uno en sus jardines. Entonces, cuando algo altera la atmósfera mágica y equilibrada de la Academia, tal como el advenimiento de un suceso que involucre a nuestra raza o la infiltración de alguna criatura indeseada dentro del radio cubierto por el poder del árbol, las flores cambian su tonalidad y alertan a los vampiros.
—Nada bueno. El blanco siempre se ha considerado el color antagónico a la Diosa.
—Joder... —siseo—. Definitivamente hay algo malo dentro de la Academia.
—Y no solo dentro... —apuntala Toshinori—. Shota también me informó sobre un mensaje de Shiketsu, la Academia de vampiros de Montana. Anoche... hubo un incidente similar en una de sus residencias. Encontraron a una estudiante en su cama... decapitada.
Mi sangre —hasta el momento tibia— se congela.
—¿Y... y su cabeza?
—No estaba.
—¿Nadie vio a la chica luego?
—Si te refieres a si no se presentó frente a alguien como te sucedió a ti con Hanta... no. Pero su cuerpo desapareció, al igual que el de Hanta.
—Por todos los dioses... —musito, estremeciéndome bajo una maratón de escalofríos.
¿Qué demonios está sucediendo?
—¡Oh! ¡Se me hace tarde! —clama All Might al comprobar la hora en el móvil.
A toda velocidad se enfunda la chaqueta negra de alta costura que mientras yo hago lo mismo con la mía. ¡También llego tarde! Para variar...
Me bebo el último trago de agua y cojo mi mochila para partir rumbo a clases, sin estar preparado para lo que sea que pudiese encontrarme en el camino.
Tengo la impresión de que me aguarda una larga noche.
La primera hora de clases consistió en no ir a clases. El director me citó a la sala de profesores para responder varias decenas de preguntas que él y otros vampiros que no reconocí me hicieron con respecto a mi encuentro fortuito con "Hanta". Realmente detesto tener que revivir el hecho, pero soy consciente de la necesidad de llegar a una respuesta que esclarezca los extraños acontecimientos recientes.
Tras el agobiante interrogatorio, regresé a mi salón de clases a mitad de la segunda hora, cansado y con una incomodidad incipiente en mi estómago. Mi sed regresó después de haber permanecido aplacada por un buen tiempo gracias a la sangre exquisita de Shoto. Como irrumpí en el aula en plena clase de Álgebra, me encaminé sigiloso a mi sitio, haciendo un enorme esfuerzo por ignorar los vistazos cargados de apatía que me lanzó la gran mayoría de mis compañeros. Kiri me saludó con emoción cuando pasé a su lado para sentarme en mi lugar, como si fuese un amigo de toda la vida al que no veía hace años.
Hitoshi se limitó a posar por unos segundos su intensa mirada en mi rostro extenuado.
—¿Cómo te encuentras? —dice con la voz tensa cuando la profesora es llamada fuera del aula.
Hitoshi no es de muchas palabras, al menos no lo es la mayoría de las veces, pero realmente disfruto cuando las pocas que pronuncia salen de sus labios. Su voz aguardentosa me embelesa cada neurona.
—No estoy mal... pero tampoco bien —me sincero, reprimiendo un ronroneo gustoso al sentirme acunado por ese cariz ronco y grave.
—Lo siento... debería haberme quedado contigo en tu habitación.
—No te disculpes. Ninguno de los dos podía saber que había un muerto viviente dentro de mi cuarto.
Suspira, manifestando cierta tribulación.
—Podría haberte ocurrido algo.
—Pero nada ocurrió... el palo santo me salvó. —Suelto una risita desabrida—. En cierto sentido, estoy bien gracias a ti y a tu orden de encender un sahumerio.
Sus ojazos no cesan de perforar los míos. Es... estimulante.
—Deberías quedarte en nuestra habitación hasta que sepan qué diablos está pasando —propone, arrastrándose por el extenso banco mientras se aproxima a mí.
—¡Sí! —participa Kiri, arrimándose a su vez desde el otro lado—. Será divertido.
—A-Ah... n-no lo sé... —balbuceo cohibido por la cercanía de ambos. ¡Demasiado cerca!
Sus aromas me obnubilan, ambos son deliciosos, aunque el de Hitoshi me atrae como las bombillas luminosas a los insectos. Es una buena analogía.
Directo a una muerte segura...
Doy un bote al sentir la nariz de Kiri olisqueándome el cuello con fervor. Me encrespo de pies a cabeza, perdiendo el control de mi temperatura corporal cuando Hitoshi imita a su primo y me olfateó por delante.
Quedo como el jamón de un emparedado de músculo y potencia sexual. Más bien, un jamón tieso y a punto de hiperventilar. Tiemblo como un conejillo y muerdo mi labio inferior, esforzándome por anular los sonidos vergonzosos que pujan en mi garganta.
—Tu olor es más fuerte hoy... —murmura Eijiro, tocando con su aliento cálido la piel erizada de mi nuca. Un gruñido amenazante de parte de Hitoshi lo hace alejarse al instante, con las manos alzadas y una media sonrisa—. Ya, no le haré nada —se ataja, reacomodándose en su puesto para dedicarse a resolver unos ejercicios matemáticos.
Me encojo con timidez, sometido por la expresión indómita y animal que Hitoshi le dedica como advertencia.
—C-Creo que me quedaré con Toshinori por unos días... luego regresaré a mi habitación —decido automáticamente. Dormir junto con estos dos humanos definitivamente será una pésima decisión.
Mi compañero deja de finiquitar a su primo con la mirada para volver a enfocarse en mí.
—Como gustes —responde con adustez, apartándose de mi lado. Está molesto, no sé si por mi decisión o por Eijiro, pero ahora da más miedo de lo normal.
La luz de luna delinea su perfil con un ribete brillante. Junto con su fría expresión, su aspecto se equipara al de un dios... un dios sádico y vengativo.
Es difícil de creer que no sea un sangrepura.
—E-Emmm... oye, Kiri... —Me volteo hacia el otro humano para distanciarme física y mentalmente de la fastuosa imagen de su primo—. ¿Ochaco vino hoy? Me preocupa...
Ochaco no está en el salón y tampoco la he visto por los pasillos.
—Oh, vendrá más tarde —notifica —. Me dijo que tenía que hablar de un asunto importante con su prometido, o novio, o lo que sea.
—¿No te dijo de qué iba ese asunto? —Kiri no tiene por qué saber sobre ello, pero algo me dice que Ochaco va a cometer una locura.
—Mmmh... —Kiri se pellizca la barbilla en tanto hace memoria—. ¡Oh! Ayer me dijo que lo dejará.
—¡¿Qué?! —¡Lo sabía! ¡Sabía que iba a cometer una estupidez! Joder, su familia se pondrá furiosa... aunque puedo entender la inconformidad de mi amiga. A pesar de que su futura pareja —ex futura pareja— parece ser respetuosa y amable, no coincide para nada con los gustos de ella.
Kiri comienza a quejarse de la dificultad de los ejercicios mientras yo le lanzo miradas furtivas. Tengo curiosidad por saber si ellos hicieron eso, pero me da pudor preguntar. Tendré que preguntarle a Ochaco. Si Kiri es el motivo por el cual dejó a su prometido... mierda. Las cosas se pondrán feas.
Cuando la profesora retoma la clase, todavía no he resuelto ni un ejercicio. Soy incapaz de concentrarme por una multiplicidad de motivos que van desde Shoto a Hanta y de Hanta a Hitoshi y de Hitoshi al lío en que se está metiendo mi amiga y de todo ello a mi sed de sangre y al cosquilleo en mi vientre bajo.
¡La medicina! Coño, no quiero ir a mi habitación a buscarla, pero no tengo alternativa. Ayer la olvidé y hoy se me ha pasado la hora otra vez. Podría pedirle a Hitoshi y a Kiri que me acompañen... no, no quiero quedar como un cobarde. En verdad deseo entablar una amistad con ellos, pero ¿qué hay si terminan repudiándome por miedoso?
Me paso el resto de la clase mordisqueando mi bolígrafo y con la vista puesta en la pizarra sin ver nada en particular. En quince minutos, las punzadas en mi estómago aumentaron tanto en frecuencia como en violencia. Ugh.
A la primera campanada del receso salgo disparado rumbo al comedor para buscar una ración de sangre, casi saltando por sobre la cabeza de Kiri.
Gracias a Nyx, esta vez los refrigeradores se encuentran llenos. Dominik me tiende una ración y me da plática mientras meto la bolsita a uno de los microondas para entibiar la sangre. Es más intensa y suave cuando está caliente.
—Joder, no puedo creer que te haya ocurrido eso —reniega Dominik con cara de susto al oír de mi propia boca los acontecimientos de los que todos hablan: la muerte de Hanta, su desaparición y su reaparición como vampiro-zombie—. Ni te imaginas el puto miedo que me da andar solo por aquí.
—Es inevitable estar asustado... yo también lo estoy —confieso—, pero hay una sacerdotisa por metro cuadrado purificando cada rincón de la Academia... dudo que algún espíritu maligno ande rondando por las aulas.
—No lo sé... el árbol de Érebo continua con sus flores blancas y, mierda, es jodidamente inquietante...
El microondas chilla con cinco pitidos, avisando que mi ración está lista. La extraigo cavilando, rumeando sobre lo que acaba de decir Dominik.
—¿Crees... que alguien está urdiendo un plan en contra de la Diosa?
El vampiro castaño se estremece. Apuesto a que se hubiese puesto pálido si no lo fuese ya.
—Mierda... si alguien va contra la Diosa... también estaría declarándole la guerra a los vampiros, ¿verdad? ¿Quién podría ser tan idiota?
Me dedico a darle grandes sorbos a la sangre en tanto medito. No creo que esa sea la pregunta correcta. Más bien... ¿Quién podría tener la suficiente autoconfianza como para desafiar a Nyx? ¿Cuáles son sus motivos? ¿Con qué objetivo? Por supuesto, solo se trata de una hipótesis. Tal vez la muerte de Hanta y de la muchacha de Shiketsu son meros incidentes desconectados, o puede que sí halla alguna conexión, pero simplemente relacionada con algún tipo de represalia de parte de criaturas mágicas, tal como los lobos, o una broma de algún nigromante o...
"El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que venga el gran y espantoso día del Señor."
La voz mortuoria de Hanta se reproduce en mi memoria. Es tan similar al graznido de un cuervo que del solo recuerdo se me acelera el pulso. Qué escalofriante sensación...
—¡Ah. Izuku! Casi lo olvido —suelta de repente Dominik, difuminando los ecos tenebrosos de aquella voz fantasmal en mi mente—. Todoroki me ha preguntado por ti... te ha buscado toda la noche.
—¿Shoto? —digo ilusionado. Revoltosas mariposas en mi estómago dispersan todo sentimiento desagradable con el batir de sus alas—. ¿Qué quería?
Dominik se encoge de hombros y luego sonríe de manera cómplice.
—No lo sé... me preguntó dónde te estabas quedando, pues fue a tu habitación y no te encontró. Se notaba preocupado... Oye, ¿entonces es cierto que un sangrepura te está cortejando?
—Shhh, habla más despacio —Avizoro hacia todos lados en busca de algún fisgón. Si ese rumor continúa propagándose, la reputación de Shoto estará en peligro.
—¿Es verdad? ¿Estás saliendo con Todoroki? ¡Por la diosa!
—¡Joder, Dominik! ¡Calla! Nunca dije eso... —siseo apenado, esforzándome por retener la sonrisa que puja por imprimirse en mi rostro.
—¡Pero si hasta te ha dado su sangre! ¿Qué tal sabe? Tío, eres la envidia de V.A. Todoroki ocupa el primer puesto del top diez de los vampiros más codiciados de la Academia —cotorrea eufórico—. Siempre he querido conocer a su hermana, ¡dicen que es una dulzura! Quizás podrías presentármela tú, digo, luego de que te conviertas en su pareja...
—¡No estamos saliendo, Dominik! —bramo, intentando mantener la compostura. Algunos estudiantes rondan por la cocina y nos lanzan miraditas curiosas—. ¿No te dijo nada más?
—Uhm, noup. ¡Ah, sí! Dijo que tenía que irse por un tema de suma urgencia que surgió en su aquelarre, pero que te buscaría en cuanto llegara. —Agacho la cabeza para ocultar a medias la felicidad que se me escapa por cada curva de mi fisonomía—. ¡Oh, lo sabía, lo sabía! Están salie...
Le tapo la bocota con una rosquilla que robo de la encimera, encajándosela entre los colmillos para que quede bien fija y no le permita continuar rebuznando.
—Gracias, Dominik... —gruño, salpicando de notas de fastidio el agradecimiento—. Si ves a Shoto dile que estaré en el dormitorio del profesor Toshinori por unos días.
Arrojo la bolsita de sangre vacía al cesto de basura y me apresuro a desaparecer de su vista antes de que se zampe la rosquilla y reanude su verborrea.
Recorro el comedor en busca de una mesa libre para almorzar, aliviado luego de haber ingerido sangre.
—¡Izuku! ¡Aquí!
¡Oh! Es Kiri... y Hitoshi. Se encuentran sentados en una de las mesas más apartadas del resto. Cuando me acerco, tengo un debate interno sobre dónde diablos debería sentarme: si al lado de Hitoshi o de Eijiro.
Si me siento al lado de Eijiro, tendré a Hitoshi enfrente. Sería como un choque frontal con su sex appeal y realmente no deseo mojarme los calzones en el comedor. Pero... ¿si me siento a su lado no sería peor? Su aroma me llegaría en afrodisíacas oleadas.
Titubeo por unos segundos. Kiri me observa con curiosidad y Hitoshi... bueno, él me lanza una mirada acre, luego se levanta y se marcha.
¿Eh?
Contemplo desconcertado su espalda prominente en tanto abandona el salón. Kiri tiene el mismo visaje confundido que yo, aunque su sonrisa vuelve a alzarse con rapidez.
—Venga, siéntate.
—¿L-Lo... lo he molestado? —quiero saber. Un sentimiento angustioso acaba de quitarme el apetito.
—Quizás... pero Toshi es raro, no le prestes atención.
Trago saliva. Voy a llorar.
—Oh, nono, no llores —farfulla, entrando en crisis—. Maldito Hitoshi.
Mis labios tiemblan al abstenerme del llanto. Termino sentándome a su lado, haciendo pucheros como un bebé.
—¿Por qué es así? Yo... no le he hecho nada...
—Ya te dije que es raro, Izu... En serio, no te preocupes.
—Pero... pero no lo comprendo... a veces me dice cosas lindas y... y me toca... y luego me mira como si no le agradase tenerme cerca.
—¿Te toca? —repite alarmado—. ¿Te ha hecho algo?
Niego con la cabeza, a pesar de no estar seguro de qué responder a eso.
—No me ha hecho nada... grave. Pero me abruma estar a su lado... no sé qué sentir con respecto a él.
—Bueno... tal vez él también se sienta abrumado cuando tú estás cerca —sopesa, mordisqueando la pata de pollo de su almuerzo—. Toshi es muy cerrado en cuanto a sus sentimientos. Incluso da la impresión de que no los tiene... pero creo que sería grandioso si logra encontrar a alguien que le ayude a sacar todo eso que guarda en su interior.
Mis ojos enlagunados se secan de a poco. No conozco a Hitoshi y, teniendo en cuenta las palabras de Kiri, quizás nunca llegaré a conocerlo.
Por más de que ya no corro peligro de romper en llanto, la amargura pesa sobre mis hombros.
—Ese alguien debería asegurarse de escribir su testamento antes de atreverse a entrar en tal terreno peligroso.
—Probablemente tengas razón —concuerda Kiri.
—¿Quieres mi almuerzo? No tengo hambre —le ofrezco. Lo único que tengo son ganas de morir y revivir en un mundo en el que sea menos desgraciado.
—¿Seguro? Estás muy delgado.
Sé que su preocupación es auténtica, pero el calificativo empeora mi ánimo. Trazo un asentimiento con la cabeza. Hoy no es mi noche, definitivamente, pero por lo menos ahora tengo a alguien con quien compartir el almuerzo, además de mi mejor amiga. No estoy tan mal...
Asiento nuevamente, esta vez para mí mismo como refuerzo de mi efímero optimismo. Existen cosas por las cuales alegrarme, pese a que la actitud de Hitoshi apuñala mi pecho y duele como una espina ponzoñosa.
Decido tomar el consejo de Kiri de no prestarle atención. Después de todo, apenas lo conozco y nada tengo que ver con él.
¿Puedo ignorarlo, verdad? No puede ser tan difícil...
Con aquella incógnita acuñada en mi cabeza, mi noche transcurrió oscura y sospechosamente serena, tal como las típicas escenas de las películas de terror, aquellas que mantienen en vilo al espectador por ser en apariencia tranquilas y silenciosas, pero de pronto... ¡BAM! Aparece el asesino descuartizador o el niño poseído por un demonio, haciendo que saltes del sofá del susto, maldiciendo por haber botado la mitad de las palomitas de maíz en el repullo.
Así me siento ahora, como ese espectador ansioso y consumido por el suspenso, de pie frente a la puerta de mi habitación.
Lloriqueo y reniego en mi fuero interno, reacio a abrir la maldita puerta. Al final, no pude pedirle a nadie que me acompañara. Ochaco no apareció y Kiri se marchó en la última hora junto con Hitoshi. Toshinori tuvo que asistir a una reunión de profesores por el asunto de Hanta, y de por sí ya está demasiado atareado como para atender a mis tonterías.
—Vamos... no hay nadie aquí... —me aliento—. Los vampiros están vigilando todos los edificios...
Y necesito mis píldoras y mi móvil, el cual dejé sobre la mesita de luz cuando huí.
Inspiro todo el aire que me permite mi capacidad pulmonar y cojo el pomo de bronce, dispuesto a girarlo para enfrentar mis miedos.
No obstante, en ese momento oigo un ruido. Dentro del cuarto. Suelto el pomo de inmediato, reculando acoquinado.
—¿Ho... Ho-Hola? ¿Hay a-alguien ahí?
Los latidos de mi corazón se asemejan a un taladro. Ni siquiera logro escuchar mi entorno con claridad. Trato de tranquilizarme e idear una estrategia, la cual consiste en tomar una de las masetas con lirios rojos que cuelgan de la pared del corredor a modo decorativo. Esta será mi arma.
Sostengo la maceta contra mi pecho, enlazándola con un brazo mientras sujeto nuevamente la manecilla con la mano disponible.
Uno... dos... ¡tres!
Giro a toda velocidad el pomo, empujando hacia atrás para abrir la puerta de par en par.
Retrocedo un paso, anteponiendo la maseta entre mi cuerpo y lo que fuese que pudiera andar deambulando por mi habitación. Acto seguido, suelto un largo suspiro, desinflándome cual globo pinchado.
Nadie —ni nada— se halla dentro.
—Recuerda lo que sucede en las películas de terror... —musito para mí mismo, dando un paso y luego otro, y otro, hasta que finalmente estoy adentro. No debo confiarme.
Mantengo la puerta abierta —no la cerraré ni de coña— y enciendo la luz, algo irrisoria porque puedo ver en la oscuridad, pero de igual manera me infunde calma.
Sondeo atentamente los alrededores. Todo se encuentra en su lugar... excepto una de las camas, la que yo no uso. Las cobijas están desarregladas, arrugadas. Vuelvo a aspirar oxígeno. Una gotita de sudor frio resbala por mi frente.
Todavía no reviso el baño.
Haciendo acopio de fuerza y voluntad, me encamino al cubículo. La puerta está entreabierta y solo deja ver oscuridad.
Bien... vamos otra vez. Uno... dos... ¡tres!
Le doy una patada digna de un allanamiento y la puerta azota la pared. Elevo la maseta, agarrándola con ambas manos. Si Hanta salta de algún lado, se la arrojaré sin dudar...
—BU.
Cada uno de mis pelos se eriza por el terror de tener una presencia a mis espaldas. Grito a todo pulmón, volteándome como un torbellino para lanzarle la maceta a mi agresor.
Y como un proyectil contundente, aterriza en la cara de Kacchan. Se parte en la cara de Kacchan.
Abro la boca en una exclamación ahogada, admirando cómo los pedazos de maceta y los lirios se desparraman por el suelo, dejando el semblante del vampiro embarrado y contorsionado.
El silencio precede a mi grito. Suelen nombrarlo como "la calma que anticipa la tormenta". Y la tormenta ruge dentro de los ojos rojo fuego, rojo caos, rojo explosión genocida de Katsuki.
—Te voy a matar —sentencia con un tono neutro y horripilante.
—A-Ah, y-yo, l-lo siento, n-no fue mi intención, me asusté y-y p-pensé que podrías ser Hanta o-o...
Un terrón de tierra se desprende de su ceja, envalentonándome a exhalar una risotada que no debería haber salido de mis labios.
Y la tormenta se desata.
Chillo cuando Katsuki me empuja a la cama y pataleo con desesperación.
—¡Lo siento! ¡Lo siento!¡Kacchan, no fue mi intención! ¡Soy cobarde y lo sabes!
Sin embargo ya lo tengo encima sometiendo mi cuerpo bajo su peso y fuerza. Me retuerzo gimoteando, su esencia de sangrepura me devora de a bocados y me siento muy pequeño e indefenso en esta posición.
—Kacchan, por favor, cometí un error... —sollozo, cerrando los ojos para retener mis lágrimas.
Los abro después de un minuto, desconcertado porque milagrosamente sigo vivo. Mis órganos permanecen en su lugar y, aunque Katsuki continúa sobre mí, no lastima de ninguna manera.
Me quedo pasmado al ver sus ojos a escasos centímetros de los míos.
—¿Kacchan? —susurro, casi sin gesticular. Si lo hago, definitivamente corro peligro de rozar sus labios y erradicar toda esperanza de salvación.
Ni siquiera me atrevo a respirar por temor a que el nimio movimiento me haga cometer otro error.
Transcurre otro minuto en el cual todo se reduce a eso: observarnos fijamente, yo confundido sin ser capaz de leer su intensa expresión, ambos quietos en una posición que cualquiera malinterpretaría.
Los nervios me carcomen y la vergüenza arrebola mis mejillas.
—¿Kacchan, qué... qué sucede? —insisto, esforzándome por no desistir ante los orbes escarlata.
—No te vayas con Todoroki.
—¿Qué?
Frunzo el ceño, cada vez más aturullado. Kacchan suspira antes de cerrar la insignificante distancia entre nosotros. Y casi igual de insignificante es el instante fugaz en que nuestros labios hacen contacto en un roce etéreo.
Kacchan se aparta a tal velocidad luego que dudo si imaginé o no la sensación aterciopelada de sus labios gélidos.
De pie entre ambas camas, se sacude los restos de tierra de la cara y del uniforme para posteriormente regalarme una de sus clásicas miradas odiosas, tan diferente a la que segundos atrás hacia centellear sus ojos.
—A partir de ahora este será mi cuarto —gruñe, desviando la mirada.
—Uhm... ¿qué?
—Ni se te ocurra tocar mi cama o poner un pie en mi espacio. Te explotaré el culo si lo haces, ¿entiendes?
No, la verdad es que no entiendo una mierda, por lo que continúo con cara de bobo observándolo. Kacchan se dirige al armario y recoge unas bermudas y una camiseta que no son mías.
Oh... creo que ya estoy entendiendo... ¡¿QUÉ?!
—¡¿Serás mi compañero de cuarto?! —chillo sin creerme por completo lo que está sucediendo.
—¿Y tú que crees, inútil? Ahora cierra la boca y no me toques los cojones. Lo único que tienes que saber es, uno —enumera con la severidad de un dictador—; no toques mis cosas o morirás al primer intento, dos; siempre me ducho a las cuatro y media. Más te vale que no te encuentre usando el baño a esa hora o tampoco la cuentas. Y tres... no grites, no llores, no hables y no respires cerca de mí. ¿Te ha quedado claro?
Lo único que tengo claro es que estoy a punto de perder la mandíbula.
¿Kacchan dormirá en mi habitación? ¿Qué sucederá con mi integridad física y psicológica? Joder.... ¿cómo...? ¡¿Cómo demonios voy a masturbarme con él en el mismo cuarto?!
No es que sea un adicto a jalármela, pero hay ciertos días en que la necesidad de hacerlo me enloquece. Si no lo hago, los retorcijones en mi estómago me provocan náuseas y dolores de cabeza.
Mi compañero —ahora doble compañero— se acerca de manera intimidante, evidentemente cabreado.
—¿Oíste lo que te dije, Deku de mierda?
—S-Sí... de acuerdo... —musito.
Lanza un bufido y se mete al baño dando un portazo. Supongo que deberé acostumbrarme a tales estruendos de ahora en más. Hundo las manos en mi cabello y me arrojo de espaldas al colchón para comenzar a girar de un lado al otro.
Sí, sigo vivo, pero no sé cuánto tiempo durará mi suerte compartiendo habitación con Katsuki Bakugo, alias Lord Explosion Murder.
Alerta roja para mi trasero. Si me descuido, o terminaré sin él, o bien se convertirá en la cena de Hitoshi.
Oigan... eso último no suena tan mal...
Cierro las piernas al instante, maldiciendo el calor naciente entre ellas.
—¡Agh! ¡Estoy perdido! No lloren por mí, ya estoy muerto... —suelto resignado.
Me siento una damisela en apuros, esperando un príncipe que me rescate de mi desdicha. Pero mi príncipe no es azul, sino blanco y rojo, y jodidamente sexy.
—¡Nyx! ¡Envíame a mi príncipe! —imploro a los cielos nocturnos.
Varios dioses deben de estar riéndose de mi ridículo pedido. Resollo consternado. Finalmente decido ponerme a limpiar los despojos de lo que fue una linda maceta para luego enfundarme el pijama e irme a dormir. Es mi mejor opción en este momento.
Una vez listo, me sepulto bajo las sabanas y cojo mi móvil para comprobar las notificaciones.
Está sin carga.
¡A la mierda! Ni siquiera recuerdo dónde carajos dejé el cargador.
Me hago un ovillo y cierro los ojos, aguardando el sueño. Tres segundos después doy un salto, desparramando todas las mantas.
—¡La medicina!
¡Casi lo olvido otra vez!
Rebusco en la cajonera el pequeño envase donde las guardo, volcándolo en mi palma para contabilizar las píldoras que restan. Mis ojos se abren como platos cuando solo caen tres. ¡¿Solo tengo tres?! Mierda, y aún quedan dos semanas para mi revisión médica. ¡Todo es culpa del retrete conspirador que se tragó mis pastillas! Meto la mano hasta el final de la cajonera con la esperanza de encontrar algún frasquito sobrante, pero la suerte, por supuesto, no me acompaña. No tengo más alternativa que partir las que quedan a la mitad. No llegaré a cubrir las catorce noches, apenas me alcanzará para seis, pero seis es mejor que tres.
Me apeo de la cama en busca de agua para tragar la pastilla, aunque acabo tomando del refrigerador una ración de sangre, antojado. Bebo la sangre acostado, cuidando que no se me escape ni una gota para no manchar las sabanas.
El líquido vital me adormece y la modorra me va robando poco a poco la conciencia hasta que caigo profundamente dormido.
A la tarde siguiente, cuando el sol cae y los vampiros se levantan, me despierto lagañoso y patoso. Kacchan no está, debe de haberse marchado temprano por sus asuntos de purasangre y esas estupideces aristocráticas a las que yo nunca tendré que responder.
Puede que su compañía no sea tan mala después de todo. En cierto sentido, me siento más tranquilo al tenerlo al lado, lo confirmé luego de dormir como un bebé, sin pesadillas que me trastocaran el sueño. Me desperezo y levanto tambaleándome para comenzar con mi rutina: orinar, lavarme los dientes, la cara, luchar por darle forma a mi cabello enmarañado, beber mi primer vaso con agua...
Toc, toc, toc.
Parpadeo cinco veces para despejar mi visión calinosa. ¿Quién será a estas horas? Apenas son las seis y media.
Encogiéndome de hombros, me dirijo a la puerta en pijama y demasiado adormilado como para pronunciar un inglés entendible. No obstante, todo rastro de sopor se extingue abruptamente cuando encuentro a Shoto al otro lado del umbral, sosteniendo un enorme y hermoso ramo de rosas rojo burdeos.
El vampiro se acomoda la corbata del uniforme y esboza una sonrisa ladeada.
—Feliz San Valentín, Izuku.
☾ ☾ ☾
* Izuku dice inglés entendible, porque recuerden que ellos viven en Norteamérica, por ende, hablan inglés :v
Espero les haya gustado ✨
((Como no amarlos))
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