4. El vampiro sin cabeza
"Usted se ha comunicado con la casilla de mensajes de uno, cuatro, u-"
¡¿Por qué demonios nadie atiende?!
Giro sobre mi propio eje dentro del cubículo en el que me encuentro. El retrete parece entretenerse con mi crisis. Estoy paranoico, lo sé.
Compruebo la hora. Quizás estoy llamando fuera del horario de atención del consultorio, aunque son las dos de la madrugada... al menos debería estar la secretaria de Akame.
Inspiro profundo y exhalo el aire con un suave temblor en mis labios.
Vuelvo a cerciorarme de la hora: las dos y un minuto.
Intentaré dentro de cinco...
Mis ojos se desorbitan.
¡¿Las dos y un minuto?! ¡Tenía que tomar mi medicina antes del desayuno (cuatro horas atrás)! Desayuno que no ingerí porque me quedé plácidamente dormido en los brazos de ese humano impredecible.
Oh Cielos, y cuando desperté... sus manos... su voz... su...
Me acaloro y comienza a darme taquicardia. Jadeo y me rodeo el vientre con ambos brazos. Se me constriñen las entrañas, jodiéndome la cabeza y las partes íntimas con extrañas sensaciones.
Esto es grave, me voy a morir, me voy a morir...
¡NO! Basta, solo me estoy dejando dominar por el miedo. Tengo que tomar la medicina aunque se me haya pasado la hora, me hará sentir mejor, me hará sentir de maravilla...
Me remuevo inquieto bajo las sombras de las paredes que me rodean mientras rebusco en mi mochila las píldoras que guardaba para emergencias como esta.
Es un alivio que nadie se encuentre en el baño además de mí, porque lanzo un gritito de terror cuando el frasquito con las píldoras se me resbala y cae en el maldito retrete. ¡Sabía que estaba conspirando contra mí!
Mis pastillas flotan y se deshacen en el agua apestosa.
—No puede ser...
Tengo mucha mala suerte. Empiezo a pensar que verdaderamente nací maldito como todos dicen.
Vale... tendré que esperar que las clases acaben para tomar la medicina que guardo en mi habitación. Trago saliva. Si falto Ochaco me matará, ¡Justo hoy toca entrega de trabajos!
Salgo del pequeño recinto y me despido del sospechoso inodoro y de mis píldoras engullidas por él. Antes de ir a enfrentarme con el mundo, reviso mi aspecto en el espejo.
¡No puedo mostrarme así!
Estoy sudado y algunos mechones se adhieren a mi frente. Mis pupilas aún siguen dilatadas desde que me eché un vistazo en el espejo de mi cuarto... luego de que Hitoshi Shinso y yo... un rubor intenso me cubre las mejillas y el puente de la nariz.
Abro el grifo para salpicarme el rostro encendido con agua fría. Una vez recito un mantra para que la armonía regrese a mi desastrosa vida, verbalizo algunas palabras de ánimo para mí mismo, reúno coraje y emprendo camino hacia mi clase.
Acaba de sonar la campana del receso. Al menos llegaré a tiempo a la última hora.
Mis pies se frenan en cuanto pienso en lo inevitable. ¡Hitoshi estará en el salón de clases! ¡A mi lado! No sé si podré hacer como si nada hubiese pasado. No, sí sé. No podré. Soy demasiado fácil de leer.
Algunos estudiantes me esquivan con flagrantes muecas de desagrado. Me siento enfermo y estoy parado a mitad del pasillo, es de esperar.
—Hey, Deku de mierda.
Kacchan se detiene frente a mí y mi situación no puede empeorar más. Inclino la cabeza buscando ocultar mi rostro y me encojo en mi sitio como si pudiese hacerme una bolita y desaparecer.
—Tengo que hablar contigo —gruñe y me estremezco. ¿Será algo sobre Shoto? ¿Me dará otra paliza?—. ¿Te comieron la lengua los ratones, idiota?
Kacchan pierde rápidamente la paciencia, pero estoy tan asustado como un conejo acorralado y el miedo me incapacita.
—¿Qué demonios te sucede?
A pesar de haber sonado con más preocupación que hostilidad, mi cuerpo comienza a trepidar y en mi garganta gimoteos pugnan por salir. Kacchan da un paso adelante, extinguiendo la minúscula distancia que nos separa. Me veo obligado a dar dos pasos hacia atrás y mi espalda choca con un pecho duro como el diamante. Se me encrespa el vello de la nuca a la par que cierta calma me embarga.
Ese aroma de nuevo...
—¿Te están molestando, cachorrito? —La inflexión grave y de baja cadencia en la voz de Hitoshi roza la amenaza y va cargada de pedantería.
Un haz de suspicacia trastoca las facciones de Kacchan y retrocede alarmado, siendo interceptado por otro cuerpo férreo a sus espaldas.
—¿Otra vez con tu bravuconearía, Bakugo? —canturrea Eijiro con una sonrisa trazada de oreja a oreja. Claramente tiene doble filo.
Me arrimo más a Hitoshi, aguardando el caos cuando Kacchan termine explotando por la desfachatez de los humanos. Para mi absoluta sorpresa, mi amigo de la infancia se queda callado. Advierto que mide la situación con una mirada aguda, turnándola entre Eijiro y Hitoshi.
—N-No pasa nada, no se preocupen —me apresuro a decir.
Es nuevo para mí que alguien que no sea Ochaco o Shoto se moleste en defenderme, por lo que mi desconcierto es acompañado por una sensación de agradecimiento y calidez.
—¡Es bueno saberlo! —manifiesta Kiri, sosteniendo las comisuras alzadas—. No nos agrada que se metan con nuestros amigos... y menos si se trata de un vampiro prepotente.
¿Amigos?
Mi corazón se agita alegre y luego temeroso al notar que a Kacchan no le gustó para nada el adjetivo que le adjudicó el pelirrojo.
—¿Estás buscando meterte en problemas, Kirishima? —esgrime con la misma tranquilidad lacerante con la que Hitoshi solía hablar—. No te pases de listo, humano de mierda. Si eres un poco inteligente, sabrías que no te conviene andar de chulo en el territorio del depredador.
La advertencia está dirigida a Kiri, pero es Hitoshi quien profiere una risa sutil y oscura cual noche neblinosa.
Su aroma fluctúa como la marea y es en dicho momento que descubro que ese olor dulzón no se trata de un perfume artificial, sino que lo exuda su piel, sus poros. También olfateo algo más áspero y picante, delicioso, adictivo y penetrante como el combustible o la acetona.
Mis ojos zumban irremediablemente hacia su semblante frío y se encuentran con los zarpazos que aquella bestia fabulada deja tras la ventana de sus orbes púrpura. Acaba de pasar por allí. Sus huellas brillan frescas y me seducen para que siga su rastro a un destino ignoto...
Lo hago. Una fuerza inusitada me impulsa a sujetar la cuerda que la bestia me arroja, una cuerda de la que me puedo valer para salir del pozo. Y de un momento al otro, me hallo mostrándole los dientes a Kacchan, con la nariz arrugada y los cabellos erizados como un gato bufando a la amenaza. Su semblante se descoloca ante mi reacción.
—¿Qué diablos haces, Deku? —sisea. En sus orbes se entreveran destellos rojos, semejantes las chispas que brotan de sus palmas cuando su don se activa.
La sonrisa de Kiri se ensancha. Tal vez solo se trata de una forma "amigable" de enseñar los colmillos como yo.
La sangre me hierve en las venas. Podría saltar a su cuello y no para beber su sangre, sino para partírselo en dos.
Katsuki, atento al más mínimo cambio o movimiento, continúa firme y frío mientras me evalúa, pensando quién sabe qué.
—¡Izuku!
Ochaco llega en un buen momento, o no, depende de dónde se lo mire. Su voz me arranca del trance y me deja desorientado.
¿Por qué me estoy comportando así frente a Kacchan? Mi pulso se amortigua y mi sangre se enfría como lava sumergida en el océano.
—¡Ah! ¡Señorita Ochaco! —Kiri la recibe efusivo, retornando a su habitual aire saleroso—. Está particularmente hermosa esta noche... parece que al firmamento se le ha perdido una estrella. —Se acerca a su oído y remata su ligoteo con un susurro que todos escuchamos—. Y creo que la acabo de encontrar...
Ochaco desvía la mirada hacia abajo y bate sus pestañas en un claro coqueteo.
—O-Oh Kiri—Suelta una risita seductora—. Eres muy amable... pero no le digas al cielo que me encontraste, las estrellas ardemos más en el infierno.
La cara de Kacchan demuestra su absoluto asco e incredulidad. Admito que esto es algo incómodo, y no por el flirteo que tiene lugar frente a mis narices, sino por la intensa mirada de Hitoshi sobre mí. No logro leer su expresión, ya ha vuelto a erigirse sobre ella ese velo de austeridad que la hace insondable.
—Qué carajos les pasa, manga de chalados... —Kacchan da media vuelta y se aleja echando humo por donde vino.
Dejo salir un suspiro de alivio. Mientras Kiri y Ochaco dan rienda suelta a su ritual de cortejo, repaso una y otra vez lo sucedido. De ese aroma que me abrumaba ahora resta un suave vestigio, pero no menos enloquecedor. Hitoshi desapareció de mi lado. Lo busco entre la muchedumbre del pasillo, pero solo hallo su electrizante olor.
—Quisiera ser ladrón para robar tu corazón... —sigue Eijiro, tomando la mano de Ochaco para besarle el dorso.
Mi amiga se vanagloria recibiendo la atención del agraciado humano de cabellos colorados. A decir verdad, me preocupa un poco que este tonto jugueteo en el corredor se convierta en el futuro en un verdadero romance. Si la familia de Ochaco o la de su prometido se enteran que está enrollándose con un humano, que Nyx se apiade de ellos. Es decir, Ochaco siempre anda probando bocas y penes nuevos como el colibrí flores, pero lo normal es que sus propietarios tengan colmillos y beban sangre. Bueno... Eijiro también tiene dientes afilados, aunque dudo que gustase de lo último.
—¿Llegaron tarde porque hicieron pijamada? —indaga Ochaco sobre algo que le dijo Kiri.
—Nos quedamos despiertos hasta tarde jugando un partido, ¡la pasamos genial! ¿o no, arbolito? Luego lo invitamos a nuestro cuarto por lo de la ventana rota... por cierto, ¿ya la arreglaron? Llamé a los encargados de las residencias apenas me desperté, pero dijeron que ya estaban enterados y que iban a ocuparse cuanto antes.
—Sí... cuando regresé a mi cuarto di aviso... —digo.
—Uf, menos mal —El humano suspira—. Y lo siento, otra vez. A veces no controlo mi fuerza. ¿Qué tal si la próxima te nos unes, señorita?
Los ojos chocolate de mi amiga centellan y trago saliva con disimulo. Si mi relación con esos dos humanos ya es algo extraña, no puedo imaginar lo que resultaría si Ochaco se une. Definitivamente espolearía la rareza a los límites de la excentricidad, como el aire avivando una fogata.
—¡Me agrada la idea! —chilla ella. Joder.
—¡Podríamos repetirlo hoy! —En un volátil segundo la fogata evoluciona a un incendio forestal—. Pasamos el rato y cuando tengan sueño podemos arrojar colchones al suelo o compartir cama.
—¿Compartir cama? —repite Ochaco, reprimiendo una de sus sonrisas malvadas.
—¡Exacto! Yo contigo y Toshi con Izuku.
—¡NO! —Mi grito reverbera por el pasillo, atrayendo la atención de los curiosos.
—¡Sí! —replica ella. Le está costando mantener la compostura y el demonio dentro.
—¡N-No dormiré de nuevo con Hitoshi! —persisto. La sangre se drena de mi rostro. ¡Acabo de cavar mi propia tumba!
Kiri y Ochaco clavan sus ojos desorbitados en mí.
—¿De nuevo? —corean y la voz de un recién llegado sigue la interrogación.
—¿Dormir con Hitoshi?
Mi cuerpo traza un violento giro y quedo frente a frente con el semblante rígido de Shoto. Gesticulo en vano, derrapando fuera de control en la escabrosa situación en la que yo mismo me he metido.
Todos aguardan una respuesta de mi parte. Mi amiga y Eijiro la esperan con sonrisitas cómplices, mientras que la mirada del sangre pura parece la entrada al mismísimo tártaro.
—¿Izu? —interviene Ochaco, queriendo soplar el nubarrón de mortificación que se instaló en mi mente.
Mi teléfono comienza a zarandearse en mi bolsillo y lo saco del mismo como si de Excálibur en la roca se tratase. Es la secretaria de Akame. ¡Qué oportuna!
—Dénme un segundo —les digo a mis compañeros y a Shoto, aprovechando la evasiva justificada.
Me alejo un poco del grupito que con sospecha me contempla y me apresuro a contestar.
—¿Hola?
—¡Izuku! —clama una voz femenina y algo desafinada—. ¡Tengo varias llamadas perdidas tuyas! Hoy abrimos un poco más tarde. Akame está de viaje, por ello no he atendido. Lo siento mucho. ¿Sucede algo? —concluye con un tinte de preocupación.
¿Akame está de viaje? Mierda.
—N-No... —miento. Realmente no puedo contarle el pequeño problema con mi trasero a la secretaria—. Solo quería hacerle una pregunta...
—Oh, cariño, ¿es muy urgente? Tienes pautado tu examen de rutina dentro de dos semanas.
—Pues... no, está bien, esperaré.
Tessa no suena convencida cuando responde.
—Tengo entendido que la doctora te dio su número personal. Izuku, si tienes alguna urgencia no dudes en llamarle, sabes que siempre está dispuesta para ti, eres como su hijo adoptivo.
—Sí, tengo su número... gracias, ya me comunicaré con ella.
No quiero molestar a Akame, pero tampoco quiero que Tessa persevere y sospeche.
—Para eso estoy —ríe complacida—. ¿Necesitas algo más?
Necesito pastillas para reponer las que perdí en el conspirativo retrete, pero Akame es la única que me las provee, por lo que finalizo la llamada con una escueta despedida. Quizás si parto las pastillas por la mitad, aunque reduzca la dosis diaria, podrán durarme hasta la próxima revisión.
Regreso con el pequeño grupo que me lanza vistazos esporádicos para nada disimulados.
Eijiro carraspea y reprime a duras penas la sonrisa al igual que la bruja de mi amiga. Están congeniando demasiado bien.
—¿Y qué decías de Hitoshi, Izu? —mete cizaña Ochaco.
—A-Ah... b-bueno...
Ni siquiera tuve tiempo tiempo de idear una coartada. La mirada abisal de Shoto se siente como una enorme braza sobre mi piel.
—¡Ah! ¡Mejor preguntémosle a Toshi, ahí viene! —clama Kiri. Siento mis genitales subir a mi garganta e instalarse allí como si estuviesen de vacaciones.
Percibo la esencia y presencia del humano nuevamente y la mirada de Shoto asciende y se ancla sobre alguien a mis espaldas.
—¿A dónde te habías metido, primito? Con la señorita y el señor bolo tenemos algunas incógnitas que quizás tú nos sepas responder.
Giro la cabeza hacia Hitoshi con los ojos como platos. Su aroma ha recuperado su dulzor y flota a mi alrededor, enlazándome y atrayéndome hacia él como si fuese un vaquero del lejano oeste lanzándole la soga a su oponente para amarrarlo.
Olfateo otro aroma delicioso y reconfortante proveniente de los dos vasos descartables que trae en cada mano. El líquido que contiene humea a través del pequeño orificio en sus tapas.
Café.
—¡¿Eso es para mí?! —grita con entusiasmo Eijiro.
—No. —Hitoshi me tiende uno de los vasos y se deja el otro, manteniendo su rostro ecuánime. El mío, en cambio, ha adquirido el color de la sangre y la tiesura del rigor mortis.
Recibo el café con las manos temblorosas y en extremo apenado. Si el vaso no estuviese tapado, ya me habría zampado el líquido encima. ¡Esto es jodidamente incómodo! Ochaco se halla en su elemento, con sus ojos lanzando destellos de fangirl en estado de excitación. Kiri refunfuña por no ser el destinatario del café y Shoto... vale, no puedo mirarlo a la cara. Tampoco me es posible hacer contacto visual con Hitoshi ni comprender el por qué del gesto.
—G-Gra-cias...
—Hey, cabrón, ya que no convidas, al menos dinos de dónde lo sacaste. Podríamos ir a buscar uno nosotros, ¿qué dices princesa? —Kiri le sugiere a Ochaco.
¿Qué hay con ese mote? Ochaco se traga el chillido pero viste una astronómica sonrisa.
—¡Buena idea!
—Uhm —Hitoshi cavila mientras mira su café con curiosidad—. Encontré la máquina por el corredor de la izquierda, en la quinta puerta del lado derecho. Aunque hay un cuerpo obstaculizando.
Ochaco parpadea confundida y Kiri arquea una ceja. Frunzo el ceño y me esfuerzo por obviar el bochorno para sondear su rostro tallado por arcángeles y sazonado por demonios.
—¿A qué te refieres exactamente con cuerpo obstaculizando? —inquiere Shoto, ventilando la duda colectiva. De soslayo admiro su expresión acerba.
—Pues...
Un grito de horror interrumpe a Hitoshi y nos sobresalta. Tras el respingo, buscamos de inmediato la fuente del chillido. Varios estudiantes corren hacia uno de los pasillos de la izquierda. Pocos segundos después, sus voces se suman al coro del terror como en una montaña rusa.
Kiri se rasca la barbilla y Hitoshi bebe relajadamente su café. Mientras tanto, intercambio vistazos con Ochaco y Shoto. Los tres nos dirigimos a trote al sitio donde los vampiros se congregan, atascando la entrada de uno de los salones destinados a ser zona de descanso y ocio.
No logro echar un vistazo con tantos estudiantes prominentes en el medio y mi altura de gnomo no ayuda. El rostro almidonado de Shoto acrecienta mi ansiedad, por lo que me esmero en fisgonear dentro del recinto dando saltitos. Ochaco se escabulle entre la muchedumbre a los empujones. Quisiera seguir su mal ejemplo, pero no es lo mismo que una vampira sexy se abra paso asestando golpes con su trasero a que un vulgar híbrido lo haga. Probablemente acabaría alfombrando el suelo. Así que continúo brincando patéticamente, desesperado por atisbar algo de eso que causa tantas exclamaciones y endurecimientos faciales. Milagrosamente, en uno de esos saltos me elevo por sobre las cabezas de la aglomeración y quedo flotando en las alturas.
No, no estoy flotando. Alguien me ha levantado y, por el aroma y las grandes manos que me sujetan, no es necesario cerciorarme de quién se trata. Aun así, observo a Hitoshi desde las alturas, avergonzado e irremediablemente arrobado por su sonrisa reservada.
¡Demonios! Es tan alto y fuerte... ¡y demasiado apuesto! Tanto que posar mis ojos impuros en él es injuriante. Sus palmas me derriten la piel y el corazón sin siquiera requerir del contacto directo, vedado por el maldito uniforme.
Me hubiese perdido en sus enigmáticos orbes de no haber sido porque un penetrante olor ferroso y familiar se entrevera con la seductora esencia de mi compañero. El olor a sangre me espabila. Despego de mala gana la mirada del humano y me volteo para encontrarme con una escena macabra que me deja helado.
Una máquina de café. Y su lado, el cadáver decapitado de un estudiante.
La sangre muerta gotea del cuello cercenado formando un charco grotesco bajo el cuerpo, que cuelga amarrado por los tobillos con un alambre. El hilo de metal se encuentra enroscado en la lámpara araña de hierro forjado del techo.
Hitoshi me deposita con delicadeza en el suelo. La estupefacción ha dejado mis extremidades envaradas y mi mente maquinando sin cesar, transformando la materia prima de la dantesca imagen en una tanda de pensamientos catastróficos.
Vampiros curiosos y escandalizados van y vienen, atropellándome como si no estuviese allí —lo usual—. Sin embargo, ni el zamarreo de los empellones destraba mis engranajes mentales.
—Oh... por Nyx... —susurro.
Un estudiante acaba de morir, posiblemente minutos atrás, a solo metros de distancia mientras nosotros platicábamos.
Un estudiante acababa de... ¡ser asesinado a sangre fría! ¡Joder! Me giro hacia a Shoto en busca de respuestas, pero está inmerso en cierto estado de enajenación. Hitoshi le da un sorbo ruidoso a su café. El mío acabó en mi camisa en algún momento. El humano curva una ceja ante mi rostro lívido e incrédulo.
—Oh... ¿quieres otro? —inquiere, señalando su café.
—¡Yo quiero! —salta Eijiro, izando la mano como un crío para hacerse notar entre el hacinamiento.
—¿Te serviste café con un cadáver decapitado a treinta centímetros? —digo en un hilo de voz.
Probablemente los ojos de Hitoshi estén a punto de rodarse hacia atrás, su expresión se asemeja mucho a la de Billie Eilish.
—¡¿Qué está sucediendo aquí?!
Aizawa llega en volandas, despidiendo esa aura autoritaria y aterradora que lo rodea cada vez que algo le toca los cojones. En ese instante, Shoto emerge del limbo. Me sujeta del brazo y me aparta de los dos humanos y del alboroto en general. Me dejo arrastrar sin emitir palabra. La sonrisa de Hitoshi se va haciendo más pequeña a medida que nos alejamos hasta que finalmente desaparece de mi vista.
Me lleno los pulmones de aire para calmarme mientras Shoto me saca del edificio. Kacchan se encuentra reposando sobre un cerezo del jardín, como un gato grande. Nos dirige un vistazo displicente, siguiéndonos con sus ojos rusientes hasta que nos perdemos entre los caminos serpenteantes y bordeados de arbustos.
Shoto se detiene cerca de las canchas de tenis, próximo a un banquito de hierro al cual me lanzo para asentar el trasero y descansar las piernas.
Shoto rumbea de un lado hacia otro en un circuito estereotipado. No sé qué pensar sobre el hecho de que el sujeto más estoico de la faz de la tierra se halle así de alterado. Solo puedo mordisquearme los labios y las uñas cual caníbal.
—Tienes que unirte a mi aquelarre —sentencia de repente. No esperaba que esa fuese su primera oración.
—Aún no...
—Izuku —insiste, haciéndome cerrar la boca—. Mira... sé que te lo he formulado como una invitación, pero en realidad no lo es. Necesito que te unas a mi aquelarre. Es más bien... un favor que te estoy pidiendo.
¿Por qué Shoto se encuentra tan obcecado en ello? Su entonación es algo despótica y me cohíbe. Comienzo a juguetear con mis manos y a esbozar movimientos carentes de objetivo, límpida señal de que los nervios me ganaron la batalla. Levanto las piernas y me aovillé en el banco, abrazando mis rodillas mientras miro intimidado a Shoto. Él se restriega el rostro para luego rastrillar su cabello con la misma mano. No logro descifrar si está frustrado o arrepentido.
—No te estoy obligando... yo... Izuku, por favor. Has visto con tus propios ojos lo que acaba de suceder, y esto es algo frecuente, ¿sabes? Pero que pase en nuestra Academia definitivamente empeora el pronóstico...
—¿Quién puede haber hecho algo así? ¿Lobos? —musito. Todavía me siento empequeñecido por su intensa aura.
—No lo sé... los lobos disfrutan descuartizándonos, no son tan cuidadosos como para ejercer un corte así de limpio. Pero tampoco debemos descartar la posibilidad.
—Pensé que los lobos no podían entrar a la Academia...
—¿Cómo puedes estar seguro de ello? Existen cientos de hechizos de ocultación, o incluso amuletos que tapan esencias y que pueden llegar a confundir hasta al vampiro más veterano.
—¡Ah! ¡No digas eso! —chillo, enterrando el rostro entre mis piernas como un avestruz.
Si hay algo que me amedrenta al nivel de la parálisis, son los licántropos. También los abejorros y las cucarachas, pero puedo huir cagando leches si alguno se me arrima... encontrarse frente a una bestia asesina es otra historia.
—No es mi intención asustarte... bueno, quizás sí. Pero es porque quiero que seas consciente de la realidad. —Lo siento aproximarse, puedo oír con claridad los latidos de su corazón bombeando sangre divina cada vez más cerca.
Titubeando, desencajo mi cara de su escondite y me encuentro con sus ojos bicolores a la altura de los míos. Shou se halla acuclillado a mi lado con una expresión de súplica. Limpia de mi frente un mechón de mi desgreñado cabello, acomodándolo hacia un costado.
Mi sonrojo quema como el sol.
—Quiero que estés a salvo. ¿Podrías hacerlo por mí?
Su voz meliflua me embelesa hasta la última neurona pensante, y juro que respondería lo que desea escuchar si no fuese porque el temible rostro de su padre irrumpe en mi mente, causándome escalofríos.
—Me da miedo Endeavor... —confieso con la cabeza gacha.
—Bebé, no tienes que temerle a mi padre... —El mote me sacude el corazón como un electrochoque. ¿Quién pensaría que dos simples silabas tendrían la potencia para devolver la vida?—. No es tan malo como parece. Además, ya te dije que seré el líder dentro de poco. Nadie te hará sentir incómodo, y si algún idiota se atreve, puedes estar seguro de que no lo volverás a ver.
Su elocuencia realmente me está convenciendo. También sus irises cerúleos. Ah, las personas bellas siempre la tienen más fácil...
Le dedico una sonrisa introvertida antes de comunicarle mi decisión.
—Vale... acep-
—O puedes unirte a mi aquelarre. Ya soy el líder y no le temes a mis padres.
Nos volteamos a la par en dirección al recién llegado. Kacchan se encuentra de pie a una distancia prudente. Una expresión altanera cuelga de su rostro. ¿Cuándo llegó? ¿Cuánto habrá escuchado? Oh... ¡por Nyx! ¿Y si oyó a Shoto decirme bebé? Mierda, solo será cuestión de tiempo para que me haga morder el polvo en alguna de sus palizas. ¡Mis días están contados! Debería comenzar a escribir mi testamento y... abro los ojos en una perfecta circunferencia al procesar lo que Katsuki acaba de decir.
A... ¿Aquelarre?
¡¿Me está invitando a su aquelarre?!
—Katsuki... —pronuncia ácidamente Shoto—. ¿Qué te parece si nos dejas a solas un momento? Estamos conversando sobre algo privado.
El nombrado ladea la cabeza y sonríe con mordacidad.
—¿Privado? Izuku es como mi hermanito, todo lo que trate sobre él es de mi incumbencia.
¿Her... manito? ¿Yo? ¿Kacchan me considera... como un hermano? Mi alma se enciende como una antorcha que probablemente se refleja en mis ojos risueños.
Siempre quise ser valioso para Kacchan.
Tanto como él lo es para mí.
Nunca imaginé que mis fantasías podrían llegar a ser posibles.
El semblante de Shoto se torna indescifrable, como si llevase un mensaje cifrado. Kacchan lo observa con el desafío patentizado en sus colmillos desnudos.
No soy consciente del momento, más bien del segundo, en que Shoto se incorpora y zumba hacia el otro vampiro para sujetarlo con rudeza de la camisa. Realmente fue tan meteórico que ocurrió durante uno de mis parpadeos.
Un puñetazo vuela y disipa mi desorientación.
Salto del banquito muerto de miedo, sin asimilar completamente lo que Shoto acaba de hacer.
Katsuki se relame los labios, limpiándose la sangre de la comisura de su boca producto del golpe del otro vampiro.
—¡A-Ah! ¡P-Para, Shoto...! —Mis esfuerzos por lograr que suelte a Kacchan fueron inútiles cuando él le devuelve la zurra.
Me quedo boquiabierto y sin recursos. Intento jalar a Shoto de la chaqueta para alejarlo, obteniendo el mismo éxito que Minoru Mineta tiene con las chicas.
—Te advertí que no te metieras en esto, cabrón —gruñe Shoto, esquivando un puñetazo direccionado a su quijada.
—Mi familia consiente plenamente que Izuku sea parte del aquelarre —esgrime Kacchan con una enorme sonrisa maquiavélica—. Y es lo que Hisashi hubiese querido. Él confiaba ciegamente en mis padres.
Su oponente le enseña los colmillos en una mueca hastiada y de un derechazo lo tumba sobre las baldosas rojizas del suelo. Shoto se encarama sobre él, no sin antes recibir un férreo cabezazo. Hago una mueca de dolor. Si no fuese porque ambos son vampiros, ya tendrían un traumatismo encefalocraneano grave.
—¡K-Kacchan! —grito desesperado, sin saber qué demonios hacer para separar a dos vampiros de elite—. ¡Shoto! ¡Ya, paren!
—¡Dale con la silla! —enzarza alguien, lo que sirve de perfecta peripecia.
Me volteo abruptamente hacia Eijiro. El pelirrojo se entretiene con el espectáculo que montan los vampiros, acompañado por su primo ojeroso de sentimientos arcanos. Hitoshi se fija en mí y me obnubila al punto la riña pasa a un segundo plano. Su comisura se levanta veladamente antes de retirar su mirada penetrante de mi cuerpo para dirigirla al par de vampiros. Se aclara la garganta y expresa con lógica natural:
—Los que se pelean se aman.
Mi ceño se arruga como un acordeón. Este tipo no deja de sorprenderme. Como es esperable, la insolencia de los humanos enerva a los purasangre. Mi alivio dura poco. Kacchan y Shoto se desenredan, solo para incorporarse y avanzar con zancadas violentas, coléricas, hacia Hitoshi y Kiri.
El jardín comienza a girar a mi alrededor como una noria en cuanto me embarga el terror.
Las cosas no pueden empeorar más.
Katsuki y Kiri quedan enfrentados, sus narices a centímetros, colmillo contra colmillo y escarlata contra escarlata.
Junto las palmas en una oración a Nyx. ¡Van a meterse en problemas los cuatro! Shoto y Kacchan tienen una reputación que mantener y lo que menos deseo es que lastimen su imagen junto a dos humanos inermes.
Mi mundo se desmorona un poco más cuando Shoto se ubica ante Hitoshi.
—¡No! ¡Nonono! —chillo al borde de la hiperventilación.
Salto hacia ellos y cojo las mangas de las chaquetas de ambos, halándolas para atraer su atención demasiado volcada en el contrario. A pesar de que Hitoshi es más alto y fornido, la fuerza de un vampiro supera en creces la humana.
—¿Qué mierda hacían espiándonos? —brama Shoto, obteniendo un simple vistazo embadurnado de desdén de parte de Hitoshi.
—¡Hey, tranquilo viejo! No estábamos espiándolos, para nada —canturrea Kiri—. Solo buscábamos a Izuku para invitarlo a un partido ya que suspendieron las clases. Solo nos dijeron que los habían visto venir hacia aquí. ¿Verdad, Toshi?
A Toshi no se le mueve un pelo. Su expresión lacerante no colabora con el pretexto de Eijiro.
—¡S-Sí! ¡Qué bien! —grito, sonando como Dora la Exploradora—. Me-Mejor apresurémonos... ¡a-antes de que se haga de día!
—¿Por qué diablos suspenderían las clases? —inquiere Kacchan, incrédulo—. ¿O es que acaso estás tan acobardado como para idearte esa mentira de mierda, Kirishima?
—No me acobardan los perros rabiosos, ya me acostumbré con Toshi —replica con mucha honestidad. El calificativo cabrea a Kacchan y atrae una mirada biliosa por parte de Hitoshi—. Además, no estoy mintiendo. Dudo que los profesores crean conveniente dejar a sus estudiantes en un edificio donde hubo un homicidio... ¿o un vampiricidio? —reflexiona dudoso.
—Se le dice acto loable —señala su primo, sosteniendo sus orbes aniquilantes en el rostro apocalíptico de Shoto, que cierra distancias con un amenazante paso.
—¿Qué problema tienes, imbécil? ¿Crees que no me doy cuenta que intentas joderme a propósito?
—¿Joderte? ¿En verdad piensas que te dedico ese nivel de atención? Lo siento, pero no me van los actos de caridad.
Huelo el desastre que se está gestando, el olor picante del Infierno abriéndose frente a mí, una hecatombe que empieza a arder en los ojos heterocromos del sangrepura para luego trasladarse a su mano izquierda. Una llamarada destructiva nace de su palma.
Mis piernas se mueven solas y me arrojo al medio como un toro embravecido. No quiero lastimar a ninguno, pero es mejor un empujón que el don de Shoto estallando. Sin embargo, Kacchan es más veloz. Rodea a Shoto por la cintura y lo arrastra hacia atrás.
—¡Para, Todoroki! ¡Te meterás en problemas por unos humanos gilipollas! Jodido capullo, ¿humillarás a nuestra raza rebajándote a su nivel?
—Vete al coño tú también, Bakugo —ladra y se lo quita de encima con una sacudida.
El fuego en su mano se extingue, pero en su interior sigue ardiendo. Acribilla a los humanos y a Kacchan con la mirada antes de desaparecer airadamente entre los arbustos.
Shoto siempre ha tenido problemas para controlar sus dones. No suele perder los estribos, pero cuando algo o alguien lo saca de sus casillas siempre se marcha para evitar que el contratiempo pase a mayores.
Se instala el silencio entre los cuatro que restamos. Hago contacto visual con Hitoshi, que sonríe con una jovialidad envanecida. Viro la cabeza fugazmente, enfocándome en un Kacchan irritado y confundido.
—Ustedes dos —sisea con el veneno de una viuda negra, señalando a los humanos con su índice acusador—. Son un grano en el culo. Y tú, Deku de mierda, también lo eres. —Agacho la cabeza, apenado—. ¿Podrían explicarme qué putas sucedió en la Academia?
—Kacchan... —musito, esforzándome por dejar el acoquinamiento de lado—. Un estudiante... encontramos a un estudiante decapitado en uno de los salones de descanso minutos después de que nos encontramos en el pasillo.
Su cara se retuerce por la estupefacción.
—¿Qué...? ¿Quién era?
—No lo sé... solo vi... su cuerpo. Estaba colgando de lámpara del salón, tenía u-un alambre enlazado a sus pies. Shoto me sacó de allí, no sé más que eso...
—La cabeza no estaba —agrega Kiri, impávido—. Muy creepy. La señorita Ochaco estaba muy asustada...
—¡O-Ochaco! —exclamo. ¡Me olvidé de ella!—. Tengo que ir a buscarla, no quiero que esté sola...
—No tienes de qué preocuparte, nosotros la acompañamos a su habitación cuando comenzaron a llegar los profesores y nos sacaron a todos de allí. Ella quiere verte, estaba algo impresionada... será mejor que la acompañemos.
Asiento con la cabeza, agradecido, pero la culpa por descuidar a mi mejor amiga me pincha en la boca del estómago.
—Gracias por quedarse con ella... deberíamos ir ahora —dispongo, encaminándome por el sendero que se encauza a los dormitorios—. ¿Vienes? —le pregunto a Kacchan, que se pellizca el labio inferior meditabundo.
—No. Iré a averiguar qué es lo que sucedió —rechaza con sequedad, alejándose por su propio camino. Antes de esfumarse, se voltea hacia mí con una expresión compleja—. Oye... sobre lo que te propuse hace un rato... lo dije en serio. Piénsalo.
Dicho esto, su silueta se pierde entre el follaje escrupulosamente podado. Me quedo con el par de humanos musculosos y bronceados, que se encuentran conversando trivialidades como si nada hubiese pasado.
Por mi parte, no puedo ignorar lo extraño de la insistencia de Shoto y de la propuesta de Kacchan. ¿Por qué querrían a un repudiado en sus prestigiosos aquelarres?
La voz increpante de mi amiga reprendiéndome por mis problemas de autoestima retumba dentro de mi cráneo. Agito la cabeza de un lado a otro y camino al lado de Hitoshi y Kiri hacia el cuarto de Ochaco, decidiendo dejar el asunto para después, tal vez para cuando mi mente no se halle viciada con imágenes de vampiros sin cabeza o de vampiros quemando humanos... o con el dulce aroma y la presencia solemne de Hitoshi, que avanza rozando su brazo con el mío en cada paso, manteniendo en vilo mi mente y en éxtasis mi cuerpo.
☾ ☾ ☾
Los invito a leer mi one-shot reciente: Awake. Tiene ShinDeku, tododeku, hard, demonios, todo lo bueno ahre
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top