3. Pijamada con los primos
—¡Vale! Ya te dije que lo siento.
Ochaco se disculpa y excusa descaradamente por sus comentarios fuera de lugar en el comedor y yo camino de una punta a la otra del cuarto, agarrándome los pelos.
—¡Shoto imaginará cualquier cosa! Por Nyx, mira si alguien te escuchó y luego llega a oídos de Hitoshi. Me odiarán lo dos... oh, por todos los dioses...
—¡Estás desvariando! Además, también es tu culpa... si me hubieses dicho antes que Todoroki te besó, no habría metido cizaña para que se atreviera a dar el primer paso.
Niego con la cabeza, apesadumbrado.
—¿Dar el primer paso? Shoto no quiere nada conmigo...
Ochaco se levanta de sopetón de la cama, me sujeta de ambos brazos y me sacude con nervio.
—¡Espabila ya! ¡¿No has visto cómo te mira?! ¿Crees que te daría su sangre si no significaras nada para él? ¿Y delante de todos?
—Puede ser algún tipo de prenda o...
—Izuku —dice tajante—. Eres sensato, excepto cuando te dejas dominar por tus inseguridades. Sabes bien que ningún vampiro jugaría con algo como la sangre. Menos un puro como Shoto. ¿Por qué no lo quieres ver?
Mi corazón se encoge y mis ojos se laminan con un velo de humedad.
—Porque... no logro entender cómo es que alguien grandioso como él haya mirado tan... hacia abajo. Es ridículo, incluso pensar en la posibilidad de que yo le guste... simplemente es... estoy seguro de que...
Un limpio y bien direccionado puñetazo se encaja en el centro de mi cara, enviándome derecho al suelo. Le dirijo un vistazo indignado a Ochaco mientras me sobo la cara.
—¡¿Qué diablos?! ¡¿Tú también?! Creo que soy la envidia de los sacos de boxeo —ironizo.
—¡Deja de compadecerte de ti mismo y para ya con tantas idioteces! —brama, sorprendiéndome—. Ese no es el verdadero Izuku. Mi amigo lucha, mi amigo enfrenta, mi amigo se defiende y definitivamente se levanta por más de que tropiece con rocas más grandes que él. Mi amigo puede hundirse, pero siempre sale a flote. ¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Eres ese amigo llorón pero determinado, o sólo su fantasma opacado por las palabras vacías del resto?
Mis lagrimas se desbordan y lloro aún sentado donde aterricé. Ochaco suspiró para luego curvar sus labios rosados en una sonrisa cariñosa. Se acuclilla a mi lado y me abraza con fuerza.
—Definitivamente eres el llorón pero determinado...
Moqueo y lloriqueo en sus hombros durante varios minutos hasta que en su uniforme se forma una mancha húmeda, allí donde restregaba mi nariz y mis ojos.
—Lo siento... —susurro con la voz gangosa.
—Ya... —Palmea mi hombro—. Ahora levántate y ve a darle una oportunidad a ese purasangre.
—¡M-Me da vergüenza! —Me apresuro a continuar, asustado por su rostro asesino—. P-Pero lo haré... es decir, no me comportaré como un idiota, lo juro.
—Más te vale que no seas un pequeño cobarde... ¡y prepares ese trasero para la acción!
El final inesperado de su frase me hace arder el rostro del bochorno, retrotrayendo mi mente a lo que hice ayer... y a mis musas inspiradoras.
—¿Qué sucede? —curiosea Ochaco, atenta al cambio en mi expresión.
—¡N-Nada! Es que... recordé que tenía que hablar con Akame. —Y eso no es del todo mentira.
—¿Tu médica? —Trazo un asentimiento con la cabeza, azuzando su inquietud—. ¿Por qué?
Juego nerviosamente con mis dedos, dándole vueltas al asunto en mi cabeza mientras busco la forma menos embarazosa de explicárselo.
—Verás... yo... y-yo, bueno, t-tú...
—¡AH! —grita exasperada. Se sienta en la cama, halándome del brazo para que la imite—. ¡Lánzalo ya!
—¡Me da vergüenza!
—Joder, ¿es en serio? Sabes que soy tu amiga y que puedes confiar en mí... te ayudaré en lo que pueda y si es un secreto, jamás saldrá de aquí. Aun así, entiendo si te incomoda hablar de eso conmigo.
Sus palabras suenan compresivas, pero hay un enorme puchero abatido y lastimero en su cara.
—¡Eres una manipuladora! —me quejo. Al final, Ochaco logra su cometido. Suelto un suspiro y cedo—. Tú... cuando tienes se-sexo... —Trago saliva y respiro profundamente, esmerándome por obviar la mortificación—. Es decir, cuando te excitas... ¿qué sientes?
Ochaco ladea la cabeza y me observa con intriga antes de modificar su expresión a una pensativa.
—¿Qué siento?
—No, no es precisamente eso lo que quiero decir —me rectifico—. Más bien, cómo reaccionas. ¿Cómo reacciona tu cuerpo cuando estás con alguien? Ya sabes... los machos tienen erecciones y las hembras...
Cielos, soy demasiado bobo en estas cosas. Nunca he estado con una chica porque, uno: me da pudor; dos: nunca me sentí atraído sexualmente por una, como me sucede con Shoto... o con...
—Vale, vale —dice interrumpiendo mi titubeo—. Entiendo lo que quieres saber. Cuando las chicas nos excitamos nos mojamos, bah, nuestra vagina se lubrica para facilitar la penetración.
Ochaco habla con desparpajo, realmente no se cohíbe con el tema sexual como yo.
—A-Ah, eso lo sé —declaro, rememorando una clase de educación sexual.
—¿Entonces?
—Esa lubricación... ¿solo la tienen ahí? —Mi amiga arquea una ceja, confundida—. Me refiero a si solo es por la vagina... —¡Oh Diosa, qué pena!—. O si también... por atrás.
—¿Por el ano? —explicita, a lo que yo asiento con brío nervioso—. Pues no. Para tener sexo anal utilizamos lubricantes para evitar el escozor... ¿Por qué preguntas? ¿Quieres que te consiga alguno?
—¡N-No! ¿Sabes si es posible que los machos lubriquen por el trasero?
Ochaco suelta una carcajada que me infunda un enorme anhelo de arrojarme por la ventana.
—¡Ah! —Resopla, tallándose un ojo lagrimoso por la risa—. Lo siento, es que tus preguntas son muy extrañas. Creo que no es posible. Al menos no para lkos vampiros o humanos...
Me muerdo el labio. ¿Entonces... estoy enfermo? ¿Tendré algún problema en mi trasero? Oh, demonios... voy a detener y cambiar el incómodo tema de conversación justo cuando Ochaco continúa hablando:
—¡Pero los lobos omegas pueden! Es decir, los machos. No tengo mucha idea de la biología de los licántropos pero, por lo básico que nos han enseñado aquí, sé que los omegas pueden ser hembras o machos, y estos últimos pueden concebir al igual que las mujeres humanas y vampiresas ya que su aparato reproductor posee algunas características similares. Y sí, por ello lubrican por el ano, pero eso es inherente a su especie... ¿Estás bien? Tu cara parece de papel.
De alguna manera, toda la sangre que me calentaba el rostro se drenó, dejándolo pétreo y lívido. Sacudo la cabeza de un lado al otro. No. Es una idea inconcebible. Nunca antes me había sucedido lo de ayer. Seguro se trata de una estupidez o algún síntoma de mi mala salud.
—E-Estoy bien. —Trago grueso y me humedezco los labios secos.
—No, no lo estás. ¿Por qué me has preguntado todo eso? ¿Y qué tiene que ver con tu médica?
Mierda. Además de obvio, soy horrible mintiendo.
—Bu-Bueno, es que...
Tres golpes sucesivos en la puerta se convierten en mi chaleco salvavidas... hasta que huelo la esencia de Shoto del otro lado y todo mi cuello se contractura de los nervios. Ochaco me ofrece un par de codazos y un gesto cómplice antes de ponerse de pie para irse.
—Después hablamos. —Me guiñó el ojo y abre la puerta, dejando a la vista a un Shoto sorprendido e incómodo en segunda instancia.
—Lo siento —carraspea—. Quizás he venido en un mal momento.
Ochaco le oprime el hombro, como otorgándole fuerzas.
—No te preocupes, Izu es mi mejor amigo, solo bromeaba con eso de salir con él... Aunque no bromeaba con lo del guapetón de cabello de violeta.
Luego de lanzar la bomba se esfuma por el pasillo moviendo las caderas, dejando a Shoto con la cara larga y a mí con las ganas de que la tierra me trague.
¡Será cabrona!
—P-Pasa —balbuceo. Las cosas serian aún más extrañas y nefastas si se queda parado en el umbral.
Shoto asiente y entra, cerrando la puerta detrás de sí con pestillo. Mi corazón tropieza.
—Disculpa, no quiero que nos interrumpan de nuevo —explica, completamente sereno. Toma asiento a mi lado y va directo al grano—. Tenemos que hablar sobre lo de ayer.
Aprieto los labios, demasiado tímido e inquieto como para mirarlo a los ojos.
—Y-Yo...
—Me gustas.
Si mi músculo cardiaco ya estaba dando traspiés, ahora da un vuelco y cae por un barranco hacia la nada. Miro a Shoto con la expresión pellizcada por el anonadamiento. Él aprovecha mi mutismo para continuar.
—Es cierto que quiero que te unas a mi aquelarre para protegerte, pero no es el único motivo. Necesitamos a alguien con tu fuerza e ingenio, y... —Hace una pausa, pensando cuidadosamente su discurso—. Realmente deseo llegar a algo contigo... en un futuro, me gustaría que te convirtieras en mi pareja, Izuku. Claro, eso si llego a convertirme en alguien especial y digno para ti. En verdad...
Esta vez quien Shoto quien cierra la boca. Más bien, soy yo quien lo silencio tras tomarlo de la camiseta para asestarle un ávido beso, incitado por su dulzura y por las palabras de aliento de mi mejor amiga. Shoto no se demora en salir de la estupefacción para devolverme el gesto con apremio. Antes de que las inseguridades comiencen a taladrarme la cabeza y en corazón, enlazo mis brazos detrás de su cuello para afianzar el ósculo y no dejar espacio entre nuestros labios.
Nunca tuve la capacidad de tomar la iniciativa en ningún aspecto de mi vida. Aprendí a quedarme quieto, callado y a aguantar luego de ser objeto de injustas restricciones y aviesas opiniones.
Emprender, crecer, escalar alto, no eran metas realistas para un "pelagatos" como la sociedad me define. Podría decir que este beso es una de las pocas acciones que he iniciado por mi cuenta.
Y me gusta. Me gusta demasiado.
Shoto también parece encantado, me besa como si mis labios llenaran una carencia, como un pábulo sagrado, en tanto acaricia mi rostro y mi cintura con adoración.
De tanto en tanto nuestros colmillos se rozan. Debido a mi torpeza e inexperiencia, una que otra herida aparece en sus labios, y el maravilloso sabor de su esencia impregna mis papilas gustativas.
Lo quiero todo para mí, quiero morderlo y degustar de ese cielo escarlata, quiero...
"¿Quién te crees que eres para morder a un sangre pura, imbécil?"
El recuerdo de la voz de Kacchan apareciendo sin ser llamado es como una bofetada a mi desenvoltura. Me separo abruptamente de Shoto, dejándome invadir por la culpa y la sensación de culpa y error.
Kacchan va a asesinarme si se entera.
—¿Qué sucede? —Un viso de preocupación ensombrece el semblante normalmente imperturbable de mi compañía.
Es razonable. Fui inusualmente intrépido al lanzarme a su boca, bebiendo de él como si fuese un arrollo en medio del desierto. Y luego, como si quemara, me eché para atrás con brusquedad.
—Nada... —murmuro.
Shoto suspira, abriendo un pequeño espacio entre nosotros.
—¿Hay algo que te inquiete?
Desvío la mirada, no quiero contarle lo que sucedió con Kacchan en el salón de clases, lo único que conseguiría sería causar problemas entre ellos. Sus aquelarres son aliados y tanto Shoto como Katsuki serán líderes muy pronto, si es que Kacchan no lo es ya. No vale la pena decir algo que podría afectar su relación y el futuro de sus comunidades.
—Hay muchas cosas que me inquietan —manifesto, optando por algo verdadero pero poco específico—. Me siento... halagado por lo que acabas de decirme. —Omito deliberadamente que tengo ganas de chillar de felicidad. No necesito seguir luciendo como un niñato estúpido frente a él—. A mí... ¡ta-también me gustas!
Tuve que tomar todo el acopio de fuerza y valentía que poseía para soltar eso. Nunca imaginé que llegaría el día en que pudiese hacerlo, el día en el que le revelaría a Shoto mis sentimientos... y menos que los mismos fuesen correspondidos.
Sus ojos resplandecen al oírme; el gris destella como el cromo y el azul se satura asemejándose al color del profundo océano.
—Me alegra mucho escuchar eso. —Sonríe jovial y de mi corazón saltan chispas—. Podemos hablar de esas inquietudes cuando estés dispuesto... te prometo que las haré desaparecer.
Cualquier duda que pudiese haber tenido sobre la perfección de Shoto ahora se halla completamente extinta. Además de su atractivo físico y su enorme poder, es comprensivo, noble, sincero y, aunque su semblante siempre neutral dijera lo opuesto, también es muy cariñoso.
Es difícil de creer que Nyx me haya bendecido con alguien como él, pero decido dejar de refutar el hecho con mi pesimismo, tal y como Ochaco me dijo. Quiero creer que lo nuestro puede llegar a ser. Que podríamos ser, los dos, juntos, como pareja.
Shoto se despide momentos más tarde, debiendo atender unos asuntos de su aquelarre. Una vez a solas, tomo mi móvil para comunicarme con Akame, pero nadie atiende en su consultorio. Intentaré mañana nuevamente.
Me la paso sonriendo como bobo hasta que llega la hora de dormir, anunciada por la salida del sol.
Mi sonrisa persistió incluso en sueños.
Es hermoso... sentirse querido.
Un ruido estridente me arranca del sopor onírico y me incorporo en la cama sobresaltado, mi corazón galopando como un caballo salvaje. Apoyo los pies en el suelo y trastabillo hacia adelante, torpe por la modorra. En uno de esos tropezones, algo afilado se entierra en la planta del pie derecho.
—¡Auch! ¿Qué mierda...?
Un fragmento de vidrio... ¡No solo uno! Decenas de trozos de cristal se hallan desperdigados por el suelo. El control de mis movimientos se reajusta y termino de despertarme cuando el viento frío sopla a través de la ventana rota, erizándome el vello. La luz del sol entra a raudales cuando la espesa cortina negra flamea. Un de rayo de luz dorada ilumina una esfera no identificada en la esquina de la habitación.
Un balón de fútbol.
Arrugo el ceño con desconcierto.
¿Alguien rompió mi ventana con un balón de fútbol? Por la intensidad y la ubicación del sol, deduzco que debe ser cerca del mediodía.
¿Qué vampiro estaría despierto a esta hora? A no ser que...
Aparto la cortina y me arrimo a la averiada ventana para comprobarlo. Eijiro se agarra la cabeza con ambas manos, mirando hacia mi dirección.
—¡Ah! ¡Izuku! —chilla desde abajo. Parece aliviado y avergonzado al mismo tiempo—. ¡Lo siento! ¡Fue un accidente!
La claridad me obliga a entornar los ojos, me escuecen demasiado. Vislumbro a Hitoshi poco más allá, observando a Eijiro con las cejas arqueadas y los labios prensados en una línea resignada.
Me separo del cristal roto y camino hacia la pelota, cuidándome de no volver a pisar un trozo de vidrio. Recojo el balón y antes de salir del cuarto me doy un vistazo en el espejo.
Tengo el cabello revuelto y una esperable cara de dormido... además de mi pijama con estampas de gatitos y medialunas.
—¡Ah, que va! Ni vestido de traje y fresco como una lechuga me vería atractivo. Aunque la mona vista de seda, mona se queda —Suspiro con pesar.
De todas maneras, ¿para qué necesito verme atractivo? Mejor dicho, ¿para quién? Agito la cabeza para ahuyentar mis ridículas ideas y me enfundo unas chanclas antes de bajar al campus.
A pesar de ser pleno día, corre una brisa fresca que me hace castañear los dientes.
Salgo del edificio y lo rodeo hasta dar con Kiri y Hitoshi. Aminoro el paso en cuanto veo sus vestimentas: pantalones de chándal oscuros ceñidos en las pantorrillas y camisetas sin mangas que se adhieren exquisitamente a sus torsos, exponiendo con sutileza los celestiales abdómenes tallados por los dioses. Los músculos fuertes y tonificados de sus brazos están recubiertos por una piel tersa y bronceada. En contacto con la luz solar, brillan en un tono naranja-dorado.
¡OH! Como quisiera ser papas para acompañar esos lomos.
—¡Izuku! —Kiri se aproxima corriendo hacia mí, tomando el balón de mis manos—. Muchas gracias y disculpa por lo que le hice a tu ventana. Creo que lo pateé un poquito fuerte. —Ríe apenado—. Me encargaré de solucionarlo en cuanto los demás vampiros vuelvan a la vida. Hey, ¿y qué haces tú aquí? Está muy fuerte el sol ahora.
—Ah, eso no es problema para mí. La verdad es que... soy híbrido —revelo, rascándome la nuca—. Tengo sangre humana... también... me agrada estar al rayo del sol.
Eijiro se queda boquiabierto. Más atrás, Hitoshi aparta la vista de su móvil y la posa furtivamente en mí.
—¡¿En serio?! —clama Kiri. Sus ojos rojos zumbaron por mi cuerpo de arriba a abajo—. ¡Qué pasada!
Presionó los labios en una mueca apocada.
—No realmente... no soy muy bien recibido aquí... ni en ningún sitio.
Recibo una mirada comprensiva por parte de Eijiro y una... ¿suspicaz? por parte de Hitoshi. Sus ojos púrpura con vetas rosadas se afinan en rendijas. Se acerca a nosotros y me intimido al instante.
—¿Tu padre era Hisashi Midoriya? —me interpela.
¿Cómo lo sabe? La demanda en su voz imponente me hace bajar la mirada al suelo y temblar como un animal asustado.
—S-Sí...
—¿Y tu madre?
—N-No lo sé... No conozco a mi m-madre.
—Ya, primito —interviene Eijiro—. No asustes a Izu.
Alzo el mentón, sorprendido.
—¿Son primos?
—Lo somos —confirma Kiri, deslizando uno de sus brazos por sobre los hombros de Hitoshi—. Vale, ya entiendo por qué te metes en problemas y por qué hueles tan extraño.
¿Huelo extraño? Me ruborizo al pensar que quizás apesto y no me he dado cuenta.
—¿Huelo... extraño?
—¡Sí! Ah, no lo digo en el mal sentido. Tienes un aroma muy dulce, como a vainilla.
Suspiro aliviado. Ese no es un olor desagradable, ¿verdad? Aunque es la primera vez que me dicen que huelo así...
Hitoshi mira a su primo de soslayo por algunos segundos y se aleja, quitándole el soporte de sus hombros al brazo de Eijiro.
—Bien... debería regresar a mi cuarto... —musito cabizbajo. En verdad me apetece quedarme un ratito al sol.
—Puedes quedarte con nosotros, si quieres.
La propuesta de Kiri me entusiasma. Sonrió con timidez.
—¿No les molesta?
—¡Para nada! —dice con honestidad.
Observo a Hitoshi, esperando que estuviese de acuerdo con la invitación de su primo, pero se ha concentrado nuevamente en su móvil, pasando de mí.
—Vale... me quedaré un rato entonces.
Ahora que tengo la oportunidad de disfrutar del día con compañía ¡no voy a desperdiciarla!
—¡Genial! Estábamos jugando un partido, pero es aburrido si solo somos dos. Además, Toshi siempre pierde.
Eso parece tocar un nervio del aludido. Hitoshi acribilla a Kiri con una mirada de advertencia.
—Y tú perderás varios dientes si sigues mintiendo.
—Eso ya lo veremos —le contesta Kiri, desafiante.
Coloca el balón en el suelo y corre en dirección a un arco improvisado —consistente en dos pequeñas piedras a un par de metros de distancia— manejando la pelota de fútbol con destreza.
Hitoshi lo intercepta antes de que pudiera concretar un gol, robándole el balón con extrema facilidad.
Me quedo de pie a una orilla para no estorbar, observando las jugadas con atención y cada movimiento que hace a sus músculos tensarse y relajarse.
Compruebo que Eijiro efectivamente mintió al decir que Hitoshi siempre pierde, cuando en realidad lo aventaja en creces, tanto en habilidad como en agilidad y fuerza.
Luego de algunos minutos de disputa por el poder sobre la pelota, Hitoshi logra encontrar un punto ciego y obviar a su oponente hasta finalizar la jugada en un gol certero al arco contrario.
—¡Eh! —refunfuña Eijiro— ¡Eso fue penal!
—¿De qué hablas cabrón? Intentas ocultar tu inutilidad endilgándome una infracción inexistente —bufa el ganador con una sonrisa altiva.
Mi corazón se detiene el tiempo que dura esa expresión petulante en su rostro, especialmente al descubrir que se le marca un hoyuelo al sonreír. Un solitario y adorable hoyuelo.
Ojalá sonriera más a menudo...
—¡No soy inútil! —espeta Kiri—. Tú eres un bruto prepotente. ¡Izuku! ¡Sácale tarjeta roja!
Me rio por sus ocurrencias. ¿Yo amonestar a Hitoshi? ¡No gracias!
—¿Acabas de llamarme bruto prepotente?
—¡Sí! ¡Y fue penal!
—No fue penal —sisea Hitoshi, acercándose a su primo con un andar asesino.
El par de humanos queda frente a frente. Una pelea se avista y empalidezco por la tensión que solidifica la atmósfera.
—O-Oigan, e-es solo un jue-
Un puñetazo por parte de Hitoshi aterriza en el pómulo de Eijiro y mi afán de paz se desmenuza.
¡¿Qué demonios?!
Kiri le devuelve la zurra e inician un intercambio de golpes a causa de una estupidez. La riña prosigue en el suelo cuando ambos caen en una de esas idas y vueltas de hostiazos. Mi corazón late desbocado, quiero gimotear y encogerme sobre mí mismo, socorrerlos pero a la vez huir cobardemente de aquí.
Los humanos rodaron varias veces, luchando cada uno por quedar arriba del otro para someter al contrario. Cinco minutos después, Eijiro se halla renegando bajo el peso de Hitoshi y la contienda tiene un vencedor.
—¡Ya! ¡No fue penal, no fue penal! —chilla Kiri rindiéndose a la voluntad del otro, removiéndose entre el piso polvoriento y el enorme cuerpo de su primo.
—Así me gusta verte, con la cola entre las patas —se mofa Hitoshi, incorporándose para liberar al perdedor.
Me aproximo vacilante hacia ellos, muy acoquinado.
—¿S-Se encuentran bien?
Hitoshi le tiende la mano a Kiri para ayudarlo a levantarse y luego se voltea hacia mí. Los orificios de su perfecta nariz se ensanchan un par de veces al olisquear el aire y sus ojos se enturbian cuando acorta la distancia entre nosotros. Se inclina lentamente hasta que sus labios rozan el lóbulo de mi oreja.
—Me gusta tu pijama... —susurra hipnóticamente en mi oído—. Pero me gustarías más sin él.
Se aparta para volver al juego, dejándome tieso, cohibido, confundido y rojo de la cabeza a los pies.
¿Quiso decir realmente lo que dijo? ¿Lo que yo entendí es realmente lo que quiso decir? ¿Escuché correctamente su dicho? ¿Su dicho se corresponde a su decir?
Se desató un caos en mi cabeza por una simple frase de Hitoshi Shinso.
Debo haberlo malinterpretado... ¿O quizás no?
Contemplo mi pijama, abismado. De repente se convirtió en mi pijama favorito.
—¡Hey Izu! ¡Ven a jugar con nosotros! —me alienta Eijiro, sacándome del trance.
—Tengo chanclas... y n-no quiero ganarme un guantazo.
—Pues sácatelas y juega descalzo. Y nadie va a darte un guantazo, no te asustes.
—Habla por ti —dice Hitoshi. Su sonrisa maligna agrega una cucharada de cobardía a mi renuencia.
—¡Deja de atemorizar al pequeño! —lo reprende Kiri, arrugando el entrecejo con desaprobación—. Izu, seremos nosotros dos contra él, ¿qué te parece?
No es que no me agrade la idea... se oye divertido y podría, tal vez, comenzar a entablar una amistad con ellos.
—Uhm... ¡V-Vale!
Lanzo las chanclas a un costado y me uno a ellos.
—¡Genial! —Kiri alza su mano empuñada para enfatizar su emoción—. Bien, solo tienes que tratar de que la pelota pase por el arco de la derecha y evitar que lo haga por el de la izquierda. No importa si tienes que matar a Toshi para lograrlo, ¿entendido?
—N-No creo que pueda siquiera derribarlo, pero sí, entendido.
Una sonrisa taimada aparece en el rostro de Hitoshi junto a ese embaucador hoyuelo. ¡Es como una cuchilla envuelta en seda!
Las horas que pasé con los humanos fueron como estrellas fugaces, pasaron volando de una manera maravillosa. Mi estomago dolió de tanto reír por el humor barato de Eijiro y los comentarios mordaces de su primo. Descubrí que Hitoshi es muy ingenioso y directo y que sus respuestas duelen tener doble sentido o estar matizadas con humor negro.
Milagrosamente no recibí ninguna zurra y me divertí mucho más de lo que imaginé.
Los humanos son geniales. Al contrario que los vampiros, son espontáneos y desenfrenados, como si por sus venas corriera fuego y no el hielo que enfriaba la de los vampiros. Al menos Hitoshi y Kiri son así. Y lo que más me agrada, definitivamente, es su aceptación. Con ellos puedo sentirme cómodo y libre de comportarme como yo quiera. Como si fuese su igual, tres sujetos a la misma altura, sin jerarquías inútiles e injuriantes.
Cada vez que me tocó enfrentar a Hitoshi acabé inhibido por su cercanía y regalándole el balón. El pobre Eijiro no dejaba de quejarse. Y como era de esperar, ganó Hitoshi, otra vez.
—¡Ordeno la expulsión de este tipo! —rebuzna Kiri—. ¡Estaba adelantado cada vez que pateó al arco!
—¡Y una mierda! Ni siquiera estaban defendiendo el arco —se ataja el otro humano—. Pero si quieres podemos arreglarlo a los puños otra vez.
—¡No! —chillo entrando en pánico.
Inmediatamente hago una mueca al caer en la cuenta de que solo están jugando conmigo. Ambos tienen una sonrisa jocosa en sus rostros.
—Tranquilo, niño —dice Kiri—. A veces peleamos porque es parte de la diversión, nunca pasa a mayores.
¿Quién demonios se apalea para pasarla bien? Por más ridículo que me parezca, asiento y me siento en el pasto con agotamiento. ¡Hacía mucho que no me movía tanto!
—Creo que deberíamos regresar a las habitaciones —sugiere Hitoshi—. Anochecerá dentro de poco.
Eijiro y yo agitamos la cabeza en acuerdo. Regreso junto a mis compañeros al edificio y me surge una duda.
—¿Cuál es su cuarto?
—El A 46 —me informa Kiri.
—Están en el mismo piso que yo... —Después de todo, el cuarto piso se halla destinado a los invitados o a quienes vienen de intercambio.
El mío es un caso especial. Vivo aquí porque nadie me quiere cerca, o porque no soy considerado un miembro de V.A., sino una falla de la que deben hacerse cargo. Fuese cual fuese el motivo, no es tan malo. Tengo mucho espacio, exclusivamente para mí.
—¿Y quién es tu compañero de cuarto? —inquiere Kiri.
—No tengo compañero.
—¿Tienes la habitación para ti solo? ¡Qué envidia! ¿Sabes lo horrible que es tener que ver todos los días la cara de recién levantado de Toshi? Es igual a la de un asesino serial en medio de un brote psicótico.
Reprimo la risa pero Hitoshi igualmente pilla mi diversión y su mandíbula se tensa.
—Hagamos una cosa —propone fastidiado en tanto subimos las escaleras de la residencia—. Comenzarás a dormir afuera así nos quitas de encima un peso a ambos. Tú no verás mi cara de homicida y yo no veré tu cara de infeliz. Todos contentos.
—Ni de coña —rechista Kiri—, mejor me voy a dormir con Izuku. Su cara de recién levantado es preciosa.
Me ruborizo por el cumplido y agacho la cabeza muy avergonzado. Hitoshi no luce muy feliz con la idea de su amigo, su nariz se arruga y sus ojos se estrechan, pero se queda callado.
Llegamos al piso de destino y giro hacia la izquierda en dirección a mi cuarto, separándome de mi compañía.
—Gracias por hoy... me la he pasado genial.
—¡Nosotros también! —clama Eijiro, a lo que Hitoshi enarca las cejas—. Puedes unírtenos cuando desees.
—V-Vale. —Sonrío—. Nos vemos en unas horas...
Antes de que dé el primer paso hacia mi cuarto, Kiri me detiene.
—¡Espera! Vente a nuestro cuarto por esta noche. Tu habitación debe haber quedado regada de vidrios y entrará todo el aire frío por la ventana rota. Eres medio humano, ¿no? Puedes enfermarte.
La invitación me toma desprevenido. Cierto es que mi cuarto se encuentra repleto de fragmentos de cristal —incluso me corté el pie con uno—, y también que soy propenso a enfermarme, pero... me da algo de pudor dormir con ellos. Más específicamente, con él. Observo furtivamente a Hitoshi. Su rostro transmite absolutamente nada.
—Pero solo hay dos camas... y tengo que ducharme.
—Arrojaremos un colchón al suelo —resuelve Kiri—. Puedes ducharte en tu cuarto y luego nos golpeas la puerta cuando estés listo. ¡Será como una pijamada masculina!
Evalúo el semblante adusto de Hitoshi una vez más antes de dar mi veredicto.
—Bien, tomaré un baño y luego iré a su habitación.
Kiri sonríe y levanta su pulgar antes de virar hacia la derecha, caminando detrás su primo.
Veinte minutos después estoy entrando a la habitación del par de humanos. Eijiro me recibe alegremente, lleva una camiseta de mangas cortas básica y unas bermudas sueltas. Su cabello rojo está algo húmedo y cae hacia abajo, vencido por la gravedad. Un colchón se halla preparado con mantas y almohadones entre medio de las dos camas.
—Toshi se está duchando, pero puedes dormirte ya si te apetece. Después de todo, no debes estar acostumbrado a estar despierto durante el día.
—Vale, gracias... espero no molestar.
—Claro que no lo haces, es divertido estar contigo —asegura.
Me acomodo en el colchón, repasando la habitación con un vistazo. Está exenta de decoración personal, aunque es razonable. Solo han pasado un par de días aquí. Hasta sus maletas, ubicadas hacia una orilla, aún conservan algo de ropa en su interior.
—¿Por qué decidieron venir aquí? —le pregunto a Kiri.
Tengo curiosidad por saber más de ellos. Estoy seguro de que son sujetos interesantes.
—Oh... esa es una larga historia. —Su voz sale matizada con cierta amargura.
—¿Los obligaron a venir?
—No, por supuesto que no... fue decisión de nosotros. Estamos... entrenados para defendernos y también tenemos motivos personales para estar aquí. Nuestra Academia nos consideró buenos candidatos ya que cumplimos con todas las condiciones.
—¿No les dan miedo los vampiros? Es decir, cuando era más pequeño iba a escuelas de humanos y todos me temían. Incluso un día me limé los colmillos, creyendo que así daría menos miedo. Aunque no funcionó —Rio. Ahora suena realmente estúpido, pero para un pequeño marginado cualquier cosa valía.
Eijiro ríe conmigo y luego niega con la cabeza.
—No les tenemos miedo. Podemos patearle el culo a cualquiera que se le ocurra vernos como un aperitivo.
—¡Eso suena genial! Quizás algún día puedan enseñarme alguna de sus técnicas —digo animadamente.
—¡Cuando gustes!
Me arremango mi pijama con estampas de sandías hasta los codos. Hace calor dentro de la habitación, quizás por el vapor que se ha filtrado del baño.
—Oye... ¿cómo es que conocen a mi padre? —pregunto.
La sonrisa de Kiri se desdibuja y un semblante frío la reemplaza. Trago saliva, pensando qué tal vez dije algo malo.
—Tu padre era un purasangre muy conocido... se cargó a todos los lobos del clan de Brașov él solo.
He escuchado sobre las hazañas de mi padre, aquellas que logró antes de que la bendición —maldición— que llamó Izuku llegara a este mundo. A pesar de que su reputación era la de un poderoso e invencible vampiro en sus épocas de oro, nunca me interesé por informarme más sobre él. No recuerdo su rostro siquiera. Solo sus ojos azul pálido. Tan claros y fríos, como los de un dragón de hielo, quedaron grabados a fuego en mi cabeza llena de fábulas.
La puerta del baño se abre al fin, exhalando una densa nube de vaho. Abro los ojos de par en par mientras siento mi rostro calentándose y mi pecho siendo agredido por los golpes salvajes de mi corazón. Busco desesperadamente un objeto en el cual volcar mi atención, preferentemente lejos del cuerpo semidesnudo de Hitoshi.
¡Solo lleva una toalla que apenas le cubre su... su cosa!
Aunque luego reflexiono que estas oportunidades no se dan tan a menudo, así que olvido mi discreción y clavo los ojos en sus pectorales de ensueño.
¡Tiene un piercing en el pezón!
Una cadena gruesa de plata o de un material similar pende de su cuello y contrasta magníficamente con el tono bronce de su piel.
Continuo descendiendo, mis iris se deslizan sobre las protuberancias y zanjas de su pecho y abdomen, que le confieren un aspecto de modelo de Calvin Klein. Me encuentro con los dos surcos en V que hacia el sur apuntan, el sur prohibido y censurado por la jodida toalla.
Entre medio de la V abdominal un sendero de finos bellos violeta conecta su ombligo a la zona vedada que promete ser igual o más impresionante que lo demás.
Las venas lucen hinchadas por varias zonas, en especial en la ingle y en sus brazos, recorriéndolo bajo la piel como raíces recias y vigorosas.
Las gotas que persisten de la ducha resbalan hacia abajo, gozando de los montes de músculo y de la piel caribeña, corrompida en algunos sitios por tribales de tinta negra.
Admirarlo es una fatality, un wasted, un K.O., mi mente se vicia de sex appeal y mi vientre se contrae de manera dolorosa.
Cuando consigo arrastrar mis ojos hasta los suyos, creo en un principio que su color mutó del púrpura al negro azabache, pero luego avisto un delgado aro de color contorneando las enormes pupilas que se devoraron casi todo el iris.
—Creo... que... deberíamos... dormir... —dice Eijiro, su voz algo ahogada, particularmente ronca y profunda, penetrante y somnífera. También tiene los ojos ennegrecidos. Dan la impresión de estar poseídos o bajo los efectos de una droga al igual que los de su primo.
La situación se enrareció demasiado rápido. Me desconcierta y marea el perfume que flota en el ambiente.
Eijiro se mete en su cama y se tapa hasta la cabeza, asemejándose a una oruga.
Hitoshi apaga la luz y luego avanza hasta su cama a mi izquierda. Es la primera vez que maldigo ver perfectamente en la oscuridad. Contemplo su espalda ancha cuando recoge la toalla doblada sobre su cama para sacarse los restos de humedad del cabello. También me como con los ojos su cintura estrecha y me abismo en el surco que deja su columna derecha entre las paredes paralelas de músculo.
Concluyo que no es conveniente continuar comiéndomelo con los ojos cuando se arranca la toalla envuelta en su cadera.
Inmerso entre las sábanas, soy arrullado por su aroma y el sueño me alcanza con rapidez.
Mmmmm... qué comodidad...
Ronroneo y me aovillo, a gusto y relajado.
Tengo calor...
Gimoteo y busco algo de frescura, removiéndome para desembarazarme de algunas mantas. Sin embargo, lo que creía eran mantas en realidad se trata de dos brazos ardientes que me enlazan desde atrás. Mi espalda desnuda se apoya en una superficie irregular, suave e igualmente caliente. La conciencia vuelve a mí con brusquedad y caigo en la cuenta de mis circunstancias: de alguna manera me he despertado en la cama de Hitoshi, desnudo y en la prisión de su abrazo.
Con mis ojos saliéndose de sus cuencas vislumbro la camiseta y el pantalón de mi pijama en el suelo. Fue un pequeño, pequeñísimo alivio percibir que mis calzones siguen estando en su sitio, pero la calma se evapora en tanto que el embotamiento del sueño se disipa.
¿Qué hago... acostado con Hitoshi? ¿Cómo llegué aquí? ¿Cómo es que mi pijama se encuentra en el suelo y no en mi cuerpo?
Mi cabeza da vueltas y mi ritmo cardíaco se descontrola.
No hay luz solar que se cuele por entre las cortinas. Joder. ¿Nos quedamos dormidos? Ahora que lo pienso, olvidé mi móvil y, por ende, mi alarma en mi cuarto.
Intento zafarme de los brazos de Hitoshi con cuidado, no entiendo qué demonios está pasando, pero tampoco quiero que se despierte y me vea aquí con él. ¿Y si fui yo quien se metió a su cama mientras dormíamos?
Aunque... ¿por qué diablos me está abrazando?
Logro desprender un brazo con mucho esmero. Cuando creo ser capaz de salir de la cama de manera sigilosa, el humano me atrapa otra vez, apretándome contra su cuerpo.
Percibo el tacto de su piel por todos lados.
Su cercanía se siente maravillosa... Pero ¡por Nyx! ¡¿qué mierda está sucediendo?!
Me incorporo prescindiendo de todo cuidado solo para ser encarcelado nuevamente por el agarre de Hitoshi. Esta vez ciñe con fuerza los brazos alrededor de mi pecho, enterrándome en el colchón y en su pecho. Algo de tamaño importante se ensarta en mi trasero y de mis labios se escapa un gemido bajo y suave.
—Quieta, Caperucita —susurra en mi nuca.
No puede ser... ¿está despierto?
—¿Qué... hago aquí?
Desata un brazo para acariciarme el abdomen con las yemas de los dedos. Otra pequeña contracción en mi vientre bajo y la sensibilidad de mi piel estalla.
Entreabro los labios para que mis jadeos puedan salir por la pequeña ranura.
—Du riechst so gut... —Su hálito cálido araña mi piel y me absorbe en una espiral de extrañas sensaciones.
—N-No entiendo... ah...
Me dejo ir en un suspiro trémulo cuando entre mis nalgas vuelve a hundirse su dureza. Arqueo la columna instintivamente para friccionarnos en ese punto.
Qué coño estoy haciendo...
Kiri aún se halla en la cama de al lado, profundamente dormido, lo cual agradezco a la Diosa, pues suelto un nuevo gemido no tan silencioso como el anterior cuando el humano a mis espaldas comienza a lamer mi cuello.
Sus actos lúbricos me hacen gritar y gimotear y mis sonidos erotizados lo endurecen cada vez más, como un círculo vicioso. No tarda mucho en aparecer esa extraña humedad entre mis piernas, mojando mis bóxers y posiblemente también los de él.
Asustado, me afano por arrastrarme fuera de la cama pero un gruñido amenazante secundada por una mordida me paralizan, socavando mis intensiones. No es precisamente una mordida, pues Hitoshi solo ha apoyado sus dientes en la curvatura de mi cuello. Apenas presionan sobre mi piel, advirtiéndome que podrían enterrarse en ella en cualquier momento ante una mínima desobediencia.
Estoy demasiado excitado y aterrado, un combo extraño que no comprendo y mucho menos sé domeñar.
Los dientes filosos abandonan su objetivo para darle lugar a una lamida en la misma zona, calmando mis nervios y desasosiego. La mano que trazaba círculos en mi barriga desciende hasta el elástico de mis bóxers. Engarza dos dedos en el borde y jala hacia abajo hasta liberarme de la única prenda que me arropa.
Aspiro aire con terror pero me mantengo quieto por lo mismo.
¿Qué va a hacerme?
No, no, no, no...
Su palma se pasea por mi cintura y cadera hasta ahuecarse en una de mis nalgas, apretándola y masajeándola. Es sumamente estimulante. Mi interior se derrite y derrama por mi agujero. Sus dedos se empapan con el líquido viscoso en cuanto los dirige al valle entre mis mejillas, buscando una entrada.
—Pequeño... —pronuncia con un éxtasis suave y melódico—. Tan solo mira cómo estás... —Mi piel se eriza y lanzo algunos jadeos sofocados. Sus yemas siguen regocijándose en la humedad y rozan el aro palpitante que se lubrica deseoso—. ¿Quieres que te haga mío ahora?
La voluptuosidad de sus palabras junto con su explícita posesividad me embriagan. Respingo el trasero al notar la presión de un dedo buscando abrirse paso en mi interior. El movimiento lo ayuda y pronto siento una larga falange penetrándome y robándome la inocencia.
—Oh...
Me remuevo por la invasión, se siente algo incómodo, doloroso y placentero en demasía.
—Estás muy estrecho —gruñe, mordisqueando mi oreja puntiaguda—. ¿Has sido tomado antes?
¿Tomado? ¿Quiere saber si soy virgen?
Niego con la cabeza, jadeante y tembloroso por los embistes de su mano.
—Vaya... qué privilegio.
Entierra un segundo dedo en mi esfínter, que entra sin problemas por la copiosa lubricación. Gimo con fuerza y Hitoshi me tapa la boca con la mano libre.
—Shhh... despertarás a Eijiro.
Dobla ambas falanges en mi interior y se frota con un punto que me estremece salvajemente. Mis gritos son parcialmente neutralizados por el tapón de su mano, la cual, no se por qué razón, acabo mordiendo. Hitoshi no la quita ni se queja, la mantiene en mi boca cual mordaza mientras yo le clavo los dientes y él me clava los dedos una y otra vez.
Reparte algunos mordiscos suaves como caricias por mi espalda, hombros y cuello y yo me dejo hacer sumergido en el contacto y en la conexión intangible.
Ah... voy a correrme...
¿Cómo es que terminamos así?
Por un súbito cambio de posiciones la mantas vuelan al piso y quedo debajo de mi compañero, mi cara enterrada en la almohada gracias a la mano que me presiona contra ella, aquella mano que había estado mordiendo hacía solo un momento atrás.
El humano se acomoda por detrás de mí y levanta mi cadera. Los dedos que me habían penetrado ahora se ocupan de abrir una de mis nalgas, exponiendo mi agujero pulsante. Una inmensa vergüenza me embarga. Apenado, busco y hallo su expresión por sobre mi hombro: los ojos negros por la lujuria y las facciones finas y angulosas algo crispadas en un semblante salvaje. ¿Un humano puede esbozar una expresión tan mística?
Con su vista anclada en mi culo, mueve la mano que me sostiene del cabello hacia mi cadera. Se lleva la otra mano a la boca y lame sus dedos recubiertos por mis fluidos hasta limpiarlos por completo.
—Delicioso —ronronea.
Se baja el bóxer.
Desde mi posición no consigo ver más que una parte de su pierna izquierda, pero percibo en mi entrepierna el calor que irradia su polla desnuda.
Mi corazón se descompasa por el miedo, porque no comprendo lo que sucede, no me entiendo ni a mí mismo ni al humano cuyo pene ahora apunta al blanco. Sucumbí a la intensidad de sus caricias y a la agresión dominante de su voz con gusto. Incluso ahora, mi orificio se aprieta y relaja exigiendo ser llenado por él.
Pero se supone que esto no debería ser así. No debería estar a punto de ser follado por un desconocido cuando horas atrás recibí la mejor noticia de mi vida: a Shoto le gusto y me ve como una futura pareja.
La capa de agua que cubre mis ojos decanta en varias lágrimas robustas que son absorbidas por la tela de las sábanas. Aprieto los dientes y comienzo a sollozar sin poder controlarlo.
Hitoshi aparta sus manos de mí en el instante en el que me siente llorar. Tengo una posibilidad de escape en este momento, pero lo peor es que una parte de mí desea quedarse y entregarle el culo hasta que me llene las entrañas de semen.
La ambigüedad y la culpa están acabando conmigo.
—Vete a tu habitación —ordena con severidad, empeorando mi llanto—. Ahora.
Reacciono amedrentado, pero me tiemblan tanto las extremidades que caigo al suelo al intentar apearme de la cama. Me incorporo con torpeza y trastabillando recojo mi pijama arrugado del piso.
Salgo de la habitación desnudo, avergonzado, desorientado y evitando voltearme hacia Hitoshi, con las piernas embadurnadas de mi propia lubricación, esperando que ningún estudiante anduviese merodeando por el pasillo del cuarto piso.
Es tarde y la luna se halla en la cima del cielo nocturno.
Estuve a punto de perder la virginidad a medianoche. No obstante, sí que perdí algo mucho más importante en esos ojos violeta y en la curvatura de su sonrisa enigmática: me perdí a mí mismo.
☾ ☾ ☾
La frase en alemán "Du riechst so gut" significa: "hueles tan bien".
Me despido con un dibujo de Ochaco que hice un par de días atrás:
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