2. La vida dentro del pozo

Me dejo llevar por el momento y por los suaves toques de Shoto, que ascienden y descienden por mi columna provocándome ligeros estremecimientos. Dejo también de concentrarme en seguirle el ritmo a su lengua para abandonarme a ella, confiándome al beso como el ciego a su lazarillo.

Mi felicidad es inversamente proporcional a mi raciocinio ahora, estoy probando el cielo y me enamoré de la muestra.

Oye, ¡no entres ahí! —La voz de Denki resuena milisegundos antes de que la puerta del cuarto casi se arranque de sus bisagras.

—¡Hey, imbécil mitad-mitad! —brama Kacchan, buscando a Shoto con la mirada.

Su cara cuando lo encontró —nos encontró— fue... inefable. Sus majestuosas facciones se descompaginan de extremo a extremo, surcándose de arrugas de estupefacción.

Rompo el contacto entre nuestras bocas y me quedo envarado sobre Shoto, igual de atónito que mi amigo de la infancia.

Denki aparece detrás de él llevándose las manos a la cabeza, esta vez sin teatros de por medio.

—¡Ah! —grita apenado— ¡Lo siento bro! Este tío es imposible de despistar.

Shoto permanece impertérrito, sin mover sus manos de mis nalgas. Kacchan reacciona de repente y vuelve a azotar la puerta, desapareciendo de nuestra vista y devolviéndonos la "intimidad". Mi cabeza hace un click y me incorporo de un salto, conmocionado. Me llevo las manos a la boca, mi cabeza maquina a mil por hora buscando explicaciones lógicas a lo ocurrido.

Acabo de beber la sangre de Shoto.

¡Joder, acabo de besar a Shoto!

—Izuku... —comienza a decir el purasangre. Sin embargo, ya estoy huyendo de la habitación.

Por todos los Cielos... no puedo creerlo. Creo... creo que voy a hiperventilar. La vergüenza y el éxtasis están luchando por finiquitarme y ruego que no gane ninguna de las dos.

Dejo a Shoto en su habitación sin siquiera despedirme y atravieso en volandas los pasillos y el lobby. Me encierro en mi dormitorio, apoyándome sobre la madera oscura de la puerta mientras intento ralentizar mi respiración y los latidos eufóricos de mi corazón.

Acaricio distraídamente mis labios, deseando reproducir el maravilloso contacto con los labios de Shoto. ¿Por qué me besó? ¿Por qué me entregó su sangre? ¿Por qué...?

Oculto mi rostro bajo mis palmas, a pesar de que nadie puede ver mi sonrojo y mi enorme sonrisa. ¡Parezco un púber enamorado! Bueno, quizás lo soy.

Me lanzo a mi cama desordenada y giro de un lado al otro, agitando los pies y arrancando por completo las ya arrugadas sábanas.

—Ochaco morirá cuando le cuente... aunque primero me dará el sermón del "te lo dije" —Río, mis cachetes ya están bastante adoloridos.

Es un poco tarde y puede que mi amiga aún esté platicando con su prometido "mojigato", por lo que decido guardar la sorpresa para mañana. Cojo la laptop y continúo con el trabajo de fenomenología... o al lo menos lo intento. Mi emoción es un constante azote a mi concentración y sin darme cuenta acabo en una página para adultos.

Hago un puchero en reprimenda a mi retorcida mente, aunque tengo motivos lógicos y de peso para justificar mis actos guarros. La tengo algo complicada con mi amigo ahí abajo después de tal intensa experiencia. Además, lo más probable es que vaya a enfermarme pronto, mi deseo sexual y mi sed de sangre están desbordándome. Tal vez debería hacerle una visita a mi médica... solo pasaron dos semanas de mi último control mensual, pero mejor prevenir que curar.

Encuentro un video de un twink y su daddy que capta mi interés. Muerdo mi labio inferior y juego con mi miembro a medida que las distintas poses tienen lugar. ¡Mi preferida es en cuatro! Imagino que aquellos actores somos Shoto y yo, y mi mano aumenta la velocidad del bombeo.

Shou... —gimoteo en un murmullo de placer.

Mi cuerpo se calienta y cientos de pequeñas ondas eléctricas me recorren desde mi vientre. Rememoro nuestro beso, sus dedos repartiendo caricias por mis omóplatos para terminar empujando mi trasero, friccionando nuestros sexos por encima de la ropa.

Un recuerdo intruso se cuela entre los demás. Ahora siento una lengua ardiente atacando mi cuello y unos ojos violetas y fucsias prometiéndome un montón de guarradas candentes con sus pupilas dilatadas.

Mi excitación incrementa de sopetón en un pico masivo de placer. Me tumbo en la cama con la espalda arqueada, prescindiendo de la pornografía. Mi mente es mucho más efectiva.

A-Ah...

Si hago demasiado ruido, los oídos super desarrollados de los vampiros me descubrirán. Por suerte tengo una habitación para mí solo en un piso despoblado, es extraño que alguien ronde por aquí.

"Me gusta más cuando está entre la carne..."

Uf, ¿es humanamente posible tener esa voz ronca, lúbrica y endiabladamente erótica? ¡¿Y por qué demonios estoy pensando en él?! Me siento sucio, de veras que sí, pero mi mente retrocede una y otra vez al momento en el que me encontré con Hitoshi Shinso en los baños.

Mi corazón late ávido, sediento de su calor, de su aura imponente y tiránica.

Nadie se enterará si pienso un poquito en él...

Soy consciente de que me estoy comportando como un maldito pervertido por fantasear con un humano que conocí hace tan solo unas horas atrás, pero será un pecado que quedará en secreto entre Nyx y yo.

Fantaseo que esa lengua rijosa prosigue su camino hacia otros destinos en lugar de detenerse en mi cuello. Baja por mi pecho, lame mis pezones...

Nnngh...

El calor me sofoca, el goce eriza mi piel. Sus labios tiernos besan mi ombligo y continúan deslizándose hacia abajo, bordeando una línea cosquillosa y caliente donde comienzan mis calzones...

Jadeo. Una inusitada humedad se escurre entre mis piernas y algunos sonidos indecorosos se me escapan de entre los labios. Mi entrada pulsa, exigiendo atención. Nunca me he aventurado a conducir mis toques hacia esa zona, sin embargo, la extraña sensación me invita a abandonar la masturbación fálica para explorar más allá.

En cuanto mis dedos entran en contacto con la sustancia viscosa, me alarmo y los quito con rapidez, colocándolos frente a mi vista para examinarlos.

—¿Qué diablos...? —murmuro, admirando cómo el fluido diáfano y glutinoso se pega y estira entre mis falanges.

Soy un bicho raro.

La excitación cae en picada por el disgusto y el susto. Definitivamente debo llamar a mi médica.

Cierro la laptop y me incorporo abrumado. Necesito una ducha urgente.

Aún percibo cierta incomodidad en el trasero y mi incertidumbre aumenta. Por lo que tengo entendido, ni los vampiros ni los humanos machos generan de forma natural lubricación... al menos no por... por el ano. ¿Quizás los híbridos sí? Maldigo la falta de información al respecto. Como somos especímenes extraños y odiados, nadie se ocupa de investigar sobre nosotros para nosotros. En lo que a mi cuerpo respecta, no tengo más opción que ir a tientas.

Luego de asearme y de cambiar las mantas mojadas con mis propios fluidos, me zambullo en mi cama hecho un ovillo. Faltan un par de horas para el amanecer, pero no tengo ganas de continuar despierto.

Mi humor lábil volvió a cambiar de manera radical. No ayuda que mis auto-verbalizaciones internas me convenzan de que Shoto solo está jugando conmigo. Ese beso no significa lo mismo para él que para mí. Lo más probable es que haya sido pura curiosidad de su parte, o tal vez parte de una apuesta con otro vampiro. Shoto no siente felicidad ni mariposas en el estómago como yo.

No debería hacerme tantas ilusiones. Sé por experiencia que solo sirven para recordarme que nunca llegaré a ningún lado, cada vez que son pisoteadas por la dura realidad.

Como me encontraba tan compenetrado con mi desdicha, olvidé poner el despertador y ahora me topo con el portón de entrada —ya en sus bisagras— cerrado, otra vez.

Tendré que esperar al menos una hora hasta que lo vuelvan a abrir, lo que significa otra falta a la clase de Aizawa.

Genial.

Me paso la hora sentado en un banquito aislado y solitario entre un montón de rosales espinosos y florecidos, bellos y peligrosos... una combinación arrobadora.

Después de estar un tiempo en la inopia, oigo el portal abriéndose. Intento no pensar en que tendré que verle la cara a Shoto después de haberme atrevido a morderlo para quitarle su esencia vital. Y ni hablar del humano ojeroso con el que fantaseé guarradas anoche.

Suspiro.

Llego a la hora del receso y me meto al salón como una ráfaga de aire, rogando que nadie advierta mi presencia. Como se encuentra vacío, me apresuro a dejar mis cosas sigilosamente en mi sitio, aparentando que siempre estuve aquí y que no me quede dormido otra vez.

Me volteo para salir a buscar a Ochaco, sin embargo, en el giro me choco de lleno con un cuerpo firme, llevándome un susto de muerte. No oí a Kacchan acercarse. Los sangrepura se mueven como espectros.

—K-Kacchan, hol...

Mi saludo es coartado por potente puñetazo que me lanza sobre la mesa que ocupo con los humanos. Incluso llego a estamparme contra la ventana por la fuerza de la inercia. Me llevo instantáneamente la mano a la boca sangrienta, desconcertado y aturdido.

—¿Quién te crees que eres para morder a un sangre pura, imbécil?

Trago saliva con los ojos cristalizados y un nudo en la garganta. Me incorporo con torpeza, apurándome a ordenar los cuadernos y bolígrafos de los dos chicos humanos que se desparramaron por el banco y el suelo.

—¡Te estoy hablando! —brama Katsuki, sujetándome de la chaqueta del uniforme.

—Y-Yo... lo siento... —sollozo, pero mis disculpas parecen rebotar en los oídos del vampiro, quien me avienta nuevamente. Los útiles de mis compañeros salen disparados de la mesa una vez más.

—¿Lo sientes, dices? ¡¿En qué carajos estás pensando?! —Empuña mi cabello en una mano y me arrastra hasta ubicarme frente a él—. Me parece que aún no aprendes cuál es tu lugar...

—¡Lo siento! —reitero, lagrimeando más por el dolor emocional que por el físico—. Shoto m-me dijo que pod...

—¡Y una mierda, pedazo de lacra fracasada! Solo eres una paria asquerosa que se salvó del aborto y piensa que puede tomarse ciertas libertades dando lástima. Debería darte vergüenza...

Se me escapan algunas lágrimas de angustia. Más que el dolor físico, es el desgaste emocional lo que me atormenta. ¿Qué más puedo hacer, además de esperar otro golpe de su puño o de sus palabras hirientes?

—Hey tío, ya suéltalo...

Eijiro llegó en algún momento. Apoya su mano en el hombro de Katsuki y lo jala hacia atrás. Atisbo a Hitoshi poco más allá, inexpresivo.

El vampiro chasquea la lengua y me suelta sin cuidado antes de acribillar a los humanos con su mirada escarlata.

—La comida no debería interferir en temas que no le incumben. —Se voltea hacia Kiri con una postura amenazadora, aunque la altura y musculatura del pelirrojo le restan peligrosidad... al menos a simple vista.

Tengo experiencia de sobra en lo que a la verdadera fuerza de Kacchan se refiere.

—Los mosquitos evolucionados tampoco deberían andar zumbando y causando estragos por mi banco —espeta Eijiro, risueño y elocuente.

Kacchan no se esperaba la irreverencia. Su rostro se trastoca de manera chistosa, ataviado con su típica vena hinchada y los músculos tensos de su mandíbula. 

Me encojo sobre mí mismo, temiendo que estalle en cualquier momento. Gracias a Nyx y a todos los Cielos, suena la campanada y entra la puntual profesora de literatura.

—Será mejor que te cuides, Kirishima —gruñe entre dientes Katsuki—. Y ni se te ocurra volver a poner tus vulgares manos en mí.

Se sacude el uniforme en la zona del hombro como si estuviese sucio, un gesto bastante desgairoso, y regresa a su banco tras darme una última mirada sobrecogedora.

La profesora advierte la situación —especialmente la mía— con un viso de preocupación, pero no se involucra. Pocos profesores lo hacen cuando se trata de mí o del asunto de un purasangre.

—¿Estás bien? —inquire Eijiro, sondeándome mientras me limpio la sangre de la boca con la manga.

—S-Sí, lo siento... —Miro avergonzado sus pertenencias en el suelo y me agacho de inmediato para recogerlas. Kiri se pone en cuclillas a mi lado para ayudarme—. Te repondré lo que se haya roto...

—No te preocupes, no fue tu culpa.

—Gracias —musito—. Por ayudarme...

Me dedica una adorable sonrisa. Vaya, tienes los dientes muy puntiagudos a pesar de no ser un vampiro.

—No me agradezcas... no me agradan los abusos, mucho menos los matones.

Hitoshi pasa por detrás de nosotros para ubicarse en su lugar al lado de la ventana. Cuando se sienta, reúno coraje y le tiendo sus bolígrafos.

—P-Perdón por... por tirar tus cosas...

Me apena el hecho de haber sido visto mientras era apaleado e intimidado. Sin embargo, será algo a lo que mis nuevos compañeros tendrán que acostumbrarse.

Hitoshi asiente con la cabeza, y se voltea a admirar la luna.

Este tío... es un poco raro. Mejor dicho, sibilino. Posee un aura misteriosa muy atractiva. No parece inmutarse por nada y transmite seguridad y confianza a pesar de ser de pocas palabras.

Parpadeo embobado.

Me gustaría ser su amigo...

Ochaco entra a la clase momentos más tarde y me saluda con una sonrisa y un ademán. Necesito hablar con ella. Cuando las circunstancias me sobrepasan, Ochaco siempre escucha mis quejas y lamentos. Puedo desahogarme en un proceso de catarsis sin temer ser juzgado. Y es gracias a mi amiga castaña que he sobrevivido durante todos estos meses en V.A. Sin ella, ya me habría arrojado de la terraza más alta de la Academia.

Me esfuerzo en prestar atención a la clase, pero el embrollo de sentimientos y pensamientos en mi cabeza se interponen sin ser invitados. Además, olisqueo un aroma delicioso proveniente de Hitoshi que me hace querer apropiarme de todo el aire del salón con tal de llenarme los pulmones con la seductora esencia. ¿Será su sangre? Nunca había olfateado algo similar. Mis colmillos continúan retraídos, pues no experimento sed ni ganas de hincarle el diente. Uhm... qué extraño.

Casi al final del módulo me siento como drogado. Estoy jodidamente relajado, como si alguien incorpóreo se hubiese dedicado a acariciarme la espalda y el pelo. Incluso la mortificación que Kacchan me provocó casi se ha desvanecido.

Inclino la cabeza hacia el costado y la apoyo sobre un hombro tonificado y caliente. Frunzo el ceño y alzo la vista. Hitoshi me observa con una ceja enarcada, sin comprender qué demonios hago invadiendo su espacio personal, utilizándolo como almohada.

Vale, yo tampoco lo entiendo. ¡¿En qué momento sucedió?!

Me alejo velozmente, desorientado y dominado por el calor febril del pudor. Desvió la mirada hacia cualquier sitio lejos del humano, demasiado cohibido como para disculparme o brindarle alguna explicación de mi conducta, la cual no tampoco tengo. Y es que la mesa es lo suficientemente extensa y espaciosa como para haber llegado a su lado "por accidente".

Eijiro parece haber notado la situación, al menos eso notifica su mueca hilarante y su enérgico movimiento de cejas de arriba a abajo.

No jodas... ¿es acaso posible seguir perdiendo la dignidad a estas instancias? Es decir, ¡creí que ya no me quedaba nada!

Me "focalizo" en hacer las actividades de la clase hasta que la hora del almuerzo llega y suelto un sonoro suspiro de alivio. Le pido permiso a Kiri para que me deje pasar-escapar del aula como alma que lleva el Diablo.

Espero a Ochaco en el corredor.

—¿Y a mí que coño me importa si ser o no ser? —bufa ella al salir, inflando sus mofletes sonrosados por el maquillaje.

Su semblante se crispa al verme, tornando del fastidio al desasosiego.

—A ti te sucede algo —declara, dando en el clavo.

Es magnífica viendo a través de mí, aunque no es que sea una tarea muy complicada... soy como un libro abierto, transparente y demasiado espontáneo para mi conveniencia.

—Tenemos que hablar... —murmuro, ahogado por mis sentimientos.

—Oh, joder... faltemos a clase después del almuerzo y me largas todo.

—Ya tengo demasiadas inasistencias... será mejor que esperemos a estar libres.

Mi amiga se muerde el labio, dejando a la vista su pequeño incisivo filoso.

—Oh, vamos, ¡no podré soportar tanto tiempo la intriga!

En ese momento Kiri sale del aula secundando por Hitoshi, embobando y despistando a Ochaco de su drama.

—Santo Cielo, ¿de dónde vienen esos sementales? Ya entiendo por qué se te par-

Utilizo mi palma como tapón, reteniendo la información "confidencial" dentro de su boca.

—¡Calla mujer! —siseo—. Luego no te quejes si un día te levantas calva, lo digo en serio.

Ochaco entorna sus enormes ojos avellana, amohinada. Al final acepta esperar hasta después de clases "a costa de su vida" para hablar y marchamos rumbo al comedor. Buscamos nuestro almuerzo —consistente en hamburguesas con patatas— luego de divisar una mesa vacía para sentarnos. Sostengo con cuidado la bandeja para evitar voltear el vaso colmado de refresco y camino detrás de Ochaco. O al menos lo hice hasta que un idiota que se encuentra sentado en el extremo de una de las mesas extiende su pierna como un travesaño de manera deliberada, haciéndome tropezar y caer de bruces al suelo.

Mi almuerzo sale volando. La Coca-Cola que tanto procuraba cuidar ahora es un charco marrón y burbujeante sobre los blancos azulejos.

—¡Izu! —Ochaco se vuelve hacia mí rápidamente, sujetándome del brazo para ayudarme a ponerme de pie.

—Estoy bien...

Me incorporo por mi cuenta apretando la mandíbula, rodeado de los rostros divertidos y mordaces de los vampiros que atiborran el comedor.

—¿No piensas limpiar eso? —se mofa el sujeto pelinegro que me hizo la zancadilla—. Ah, mejor olvídalo, seguro lo ensucias más. Si eres una basura con patas.

—¡¿Y a ti qué demonios te pasa, gilipollas?! —salta Ochaco con su visaje encolerizado.

—Oh, ¿sigues mezclándote con la plebe, Putaraka? —dice con sorna el vampiro—. No me extraña, si tu familia también salió de un pozo. Debe ser difícil oponerse a tus raíces de indigente...

Y esa es la gota que colmó el vaso.  Agarro a Hanta Sero del cabello y lo azoto contra la bandeja de su almuerzo. Su cara se hunde en el plato de pasta, que se parte por la mitad debido a la fuerza del empujón. Insatisfecho, halo hacia atrás al cabrón para volver a golpearlo contra la mesa, que tiembla y se resquebraja.

Con mi amiga nadie se mete.

—¡Vuelve a repetir eso, imbécil! —bramo, consciente de que no podrá hacerlo con los dientes incrustados en la mesa.

Hanta forcejea y reparte manotazos para librarse de mí, fracasando lastimosamente. Nadie contaba con que el pequeño mestizo tuviese una fuerza brutal y desmedida, pero ahora se enterarán. Ya me han tocado demasiado los cojones.

Puedo pasar por alto que me denigren una y otra vez, pero que hagan sentir mal a mis seres queridos me saca de quicio.

Varios vampiros se aproximan, muy entretenidos con el show.

—¡Se volvió salvaje! —clama uno de entre el montón, generando una cacofonía de risas por su ingeniosa intervención.

—Izu, ya es suficiente —ruega Ochaco. Le tiembla un poco la voz—. No quiero que te metas en problemas, no hagas caso a lo que dice este idiota...

Alguien me sujeta del uniforme, aventándome hacia atrás para que suelte a Hanta. Caigo con fuerza al suelo, pero al menos me llevo conmigo varios mechones de pelo negro.

Una patada se hunde en mi estómago y otra en mi cara. Consigo espabilarme a tiempo para frenar una cuantas más y poder ponerme de pie. Ochaco grita histérica más allá, retenida por dos sujetos.

Una ronda de vampiros prepotentes con sonrisas inicuas me asedian, disfrutando el haber encontrado una oportunidad para darme una paliza "justificada". Estoy seguro de que soy más fuerte que cada uno de ellos por separado, pero estoy en clara desventaja si me atacan en grupo. Además, dos purasangre se encuentran entre los siete vampiros a mi alrededor. Hanta se les une con todo el semblante manchado de rojo, una mezcla de salsa de la pasta y de su propia sangre.

—Estas muerto —sentencia. Sus poros supuran rabia implacable.

Y habla en serio. Es decir, dudo que se atrevan a matarme por las consecuentes represalias de la Academia —aunque probablemente no serían tan graves—, pero sí que me harán degustar la teoría de "la luz al final del túnel".

No tiene sentido que oponga resistencia, eso solo empeorará la situación y posiblemente conllevará a mi expulsión.

Todos contra uno.

Así es mi triste realidad.

Katsuki

Estoy tan cabreado que todos mis pensamientos, actos y sentido de vida en este momento se encauzan a patearle el culo a Todoroki.

Vislumbro su cara de mierda a lo lejos, el capullo se encuentra admirando el zarandeo de las hojas del árbol en el cual se apoya como un zopenco mientras me espera.

—¡Hijo de tu puta madre!

—Sí, buenas noches también —espeta sin modificar su flemática fachada.

Consumo la distancia que nos separa como un fórmula 1 y lo cojo del cuello de la camisa, echando humo.

—Te dejé muy claro que no te acercaras al imbécil de Deku —gruño, exhibiendo los colmillos—. ¡Y resulta que te encuentro en la puta cama con el puto Deku encima y tus putas manos en su trasero!

Sus temple no varía, tan estoico e impenetrable... sí, esa es la impresión que transmite a la mayoría, pero ah, el idiota de Izuku aparece y su máscara de impasibilidad se derrite, revelando una asquerosa mirada anhelante.

—Vete a la mierda, Katsuki —se atreve a decir con calma—. Voy en serio con Izuku.

Apreto los dientes, la furia me domina. Lo empujo hacia el tronco del árbol, temblando de rabia pero manteniendo firme mi agarre.

—¿Que vas en serio? Tú que mierda tienes en la cabeza... —siseó—. El cabrón de tu padre fue el primero en "sugerir" que lo mataran por ser un hereje... ¡¿y tú me dices que vas en serio con Deku?!

Estoy a nada de explotarle la cara, pero sus siguientes palabras me alientan a explotarle la cara y las pelotas.

—Lo he invitado a mi aquelarre.

Le asesto un excelente derechazo en su cara de infeliz con la fuerza necesaria para dejársela morada, al menos por unos minutos antes de que comience a sanar como un insecto.

—¡¿Qué demonios pasa contigo?! ¡¿Qué demonios te pasa, Todoroki?!

Ahora es su puño el que impacta contra mi mandíbula, con una potencia equiparable a mi puñetazo. Agradezco haber elegido un lugar poco frecuentado para encontrarnos, ningún hijo de perra nos interrumpirá. Golpeó su quijada y recibo su contraataque en el estómago, pateo sus canillas logrando que pierda el equilibro. Todoroki cae al suelo, aferrándose a mi uniforme para llevarme junto con él.

La pelea dura algunos minutos, hasta que el cabrón habla entre los mutuos golpes.

—¡No dejaré a Izuku a merced de los lobos ni de tu estupidez, Katsuki! —esgrime bilioso. ¡Al fin se muestra esta escoria!—. ¡Yo puedo protegerlo, nunca le haría daño!

—¡¿Y piensas que puedo confiar en ti?! ¡Tu padre es un hijo de puta, tu madre una loca de mierda y tu hermano un maldito traidor! Lo siento, Todoroki, pero tienes su misma sangre.

Chasquea la lengua, entorna sus ojos airados y me aparta de encima con poca amabilidad.

—Yo... no soy como ellos —dice con frialdad, poniéndose de pie. Lo imito, más tranquilo por haberme descargado a puñetazos—. Me gusta Izuku y lo quiero junto a mí, siempre. —Un odio inusitado se extiende desde mi pecho—. El mes que viene seré el líder de mi aquelarre y haré que lo acepten, por las buenas o por las malas.

Todoroki habla con determinación. Este jodido imbécil... no lograré que deje en paz a Deku aunque lo amenace.

—Crees que lo estás protegiendo al comportarte como el patán que eres con él —continúa, observándome con inquina—. Piensas que a golpes y ninguneos lograrás apartarlo de los demás vampiros y del peligro. Déjame decirte que no es así. Lo único que logras con tu actitud de mierda es matarlo desde adentro.

Me trago las palabras que estaba por gritarle. La tensión y el disgusto me corroen.

—¿Te das cuenta, verdad? Eres un maldito cretino. Izuku es fuerte y sabe defenderse. No hace falta que vengas tú con toda tu mierda para hundirlo en un pozo de inseguridades alegando que es por su bien.

Empuño las manos. Odio a todos en este momento. Incluso a mí mismo. Principalmente a mí mismo.

—No sé hacerlo de otra manera... —musito—. Pero soy lo único que tiene, y me importa un coño si para protegerlo tengo que ganarme su odio. ¿Qué propones tú, idiota? Si tuvieras a toda la raza vampírica queriendo exterminarte por algo que no puedes cambiar, y estás prácticamente solo en el mundo... ¿les harías frente o serías sensato, permaneciendo al margen como un don nadie?

—Izuku no está solo —replica—. Me tiene a mí, tiene a su amiga y a Toshinori, y también te tiene a ti. Tu padre era amigo de Hisashi Midoriya. Si Izuku se mete en problemas, tu aquelarre lo ayudará.

Dejo salir un suspiro frustrado y me restriego la cara con las palmas.

—No podemos confiar en ello... agh, joder, ni pienses que confiaré en ti. Y tu estúpida idea me parece una locura.

—Puedes creer lo que quieras, pero no me alejarás de Izuku. Y ni siquiera intentes alejarlo de mí porque jamás olvidarás la sensación de tener una esquirla de hielo en el culo.

Lanzo un bufido y sonrío sádicamente.

—A ver si te atreves, bastardo...

—¿Escuchas ese bullicio? —pregunta de imprevisto, llevando su mirada a una de las ventanas del edificio.

Agudizo el oído y efectivamente lo percibo. Gritos, abucheos y risas provenientes del comedor.

Intercambiamos expresiones matizadas de inquietud.

Izuku... —resolvemos al unísono.

Corremos hacia el origen del desorden a toda velocidad, topándonos con una escena maquiavélica en el comedor.

Un montón de tipos golpean sin piedad a Deku, que se halla inerme en el suelo. La castaña cachetona amiga de él lloriquea y forcejea para que la suelten, desesperada por socorrerlo. Diviso al sinvergüenza pelirrojo con dientes de tiburón y al otro tipo escalofriante que parece recién salido de rehabilitación, ambos parados con su almuerzo a una distancia prudencial.

Eijiro luce ambivalente, quizás debatiendo entre si intervenir o no meterse en problemas. El de cabello violeta no denota emoción alguna. Solo observa.

Hay muchos otros estudiantes involucrados o buscando ser partícipes de la diversión.

Antes de que pueda actuar explotándoles a todos el culo, Todoroki reacciona.

Izuku

El padecimiento es tal que mi cuerpo acaba adormeciéndose. Es como si una barrera invisible se hubiese alzado entre el mundo y yo... debo estar a punto de desmayarme.

Aún percibo la presión y el zamarreo de los puntapiés en mi estómago y espalda junto a las pisoteadas en mi cabeza y extremidades. Pero no hay dolor.

Permanezco en posición fetal sin defenderme, soportando el castigo mientras espero con ansias que la inconsciencia me salve.

De un segundo a otro, sin embargo, mi cuerpo deja de sacudirse por las agresiones. Estoy demasiado aturdido como para discernir lo que sucede a mi alrededor, pero logro abrir el ojo menos inflamado y entreveo a los ocho vampiros que me atacaban atrapados entre bloques irregulares y astillosos de hielo.

—¡Izuku!

Es la voz compungida de Ochaco.

—¡¿Qué mierda están haciendo?!

Y esa voz pertenece a...

—Izuku... —Oh, es Shoto. Me mueve con extremo cuidado para examinar mi rostro empapado en lágrimas, más de rabia que de dolor.

Veo sus ojos rebalsándose de ira, el rojo de su cabello volviéndose brillante e intenso, como si ardiera, mientras que el blanco ciega en un tono helado. Sus dones lo embellecen, aún cuando creía imposible que Shoto fuese más hermoso de lo ya es.

Kacchan se asoma por detrás de su figura. Parece consternado, aunque seguro sólo es delirio mío después de tantas zurras. Ochaco se arrodilla a mi lado en ese momento, llorando desconsolada.

Los vampiros apresados se quejan y maldicen por lo bajo, pero ninguno se atreve a enfrentar a Shoto. Menos si Kacchan lo acompaña.

—Los voy a matar... —susurra Shoto con sus exóticos ojos abiertos de par en par, muy dignos de un asesino de sangre fría.

—¡¿Qué carajos está pasando aquí?! —Aizawa llega un poco tarde. Se aproxima y evalúa la situación en un rápido escaneo—. Todoroki, suéltalos.

—Los soltaré cuando se les necrose hasta la última puta célula —le contesta con sequedad.

—Si no los sueltas serán suspendidos, incluido Midoriya. No empeores las cosas.

—Todoroki... —masculla Kacchan con un mensaje encriptado en sus irises carmín.

Finalmente el hielo se hace agua y los vampiros caen al suelo enlagunado, bufando y gruñendo improperios.

—¿Pueden explicarme qué pasó? —exige saber el profesor, agobiado por tener que ocuparse de este tipo de situaciones con tanta frecuencia.

Intento explicarle, pero estoy algo ahogado luego de un pisotón que recibí en el cuello, por lo que carraspeo y gesticulo en su lugar.

El semblante de Shoto se crispa al reparar en mi dificultad. Su próximo movimiento deja anonadados a todos. Con sus colmillos se abre una herida en la muñeca para luego posar la hendidura en mi boca. La sangre se escurre por mi garganta en un flujo copioso, revitalizando mi cuerpo como el agua a una planta marchita por la sequedad.

Kacchan se queda ojiplático por el gesto en público y el llanto de Ochaco se corta mágicamente al admirar cómo el purasangre me brinda su esencia sin hesitar.

El comedor se anega de murmullos, tantos que no consigo identificar el contenido de los mismos. Distingo "Todoroki", "pareja" y "sangre" y temo que se esté sembrando una idea equivocada de nosotros, una idea ridícula que luego creará falsos cotilleos y acarreará problemas a Shoto.

Aizawa frunce el ceño y nos contempla incrédulo, pero guarda silencio. Hanta chilla de repente, destrozando el mutismo general.

—¡F-Fue culpa suya! —Me señala con el índice—. Se volvió loco porque se le cayó el almuerzo y se desquitó conmigo. —Ahora señala su cara llena de salsa.

Un montón de vampiros asienten en conformidad. ¡Jodidos patanes! Mordisqueo el interior de mi boca para refrenar la bronca.

—¡Eso no es cierto! ¡Eres un cretino cobarde! —rebate con furia Ochaco. Si fuese humana, sus mejillas estarían teñidas de rojo incandescente.

—Y a ti quien te... —comienza a rebuznar Hanta, interrumpido en el acto por una voz vigorosa y refrescante.

—La señorita tiene razón. Yo lo vi todo... bueno, ya saben, somos "expectadores" —El corazón me da un vuelco cuando Kiri habla en nuestra defensa—. Izuku iba caminando con su almuerzo y él le hizo una zancadilla. —Señala a Hanta, que tiembla de odio—. Luego le dirigió algunas palabras... ofensivas, ante lo cual la señorita Ochaco reaccionó, recibiendo también agresión verbal de su parte... lo que desembocó en Izuku hundiéndole merecidamente la cabeza en un plato de spaghetti.

Ochaco le agradece a Kiri con una sonrisa discreta. Mientras tanto, Shoto y Kacchan fulminan a Hanta con la mirada, prometiéndole una buena golpiza.

—¡E-Está mintiendo! —despotrica el vampiro—. Se lo está inventando tod...

Su voz mengua hasta extinguirse cuando Hitoshi se suma al círculo, ubicándose al lado de Eijiro. No dice nada, pero en sus orbes algo terrible deja huellas frescas, algo que desgarra y reduce a cenizas, algo sobrecogedor y maravilloso al mismo tiempo. Sus irises de tonalidades púrpura son como una ventana detrás de la cual una bestia se pasea, arañando con sus zarpas el cristal para luego esfumarse, no sin antes dejar aquel rastro aterrador como un aviso para quienes se atrevieran a echar un vistazo.

Me encojo en mi sitio, asustado y embelesado. Un inusitado gimoteo entreverado de inquietud y expectativa vibra en mi garganta.

Quiero abrir esa ventana...

Shoto me sondea con desconcierto, quizás pensando que estoy adolorido.

—Hablaré con ustedes por separado para ser justo y luego daré mi dictamen —decide Aizawa—. Ahora, ¿pueden hacerme el favor de comportarse? ¡Tú! —clama, señalando a un estudiante del montón que da un bote por el susto—. Ve a buscar a alguien para que limpie este desastre.

Y así acaba el show. Aizawa abandona el salón con una expresión agotada.

Me levanto atolondrado, a pesar de haber sido curado por la sangre de Shoto. La muchedumbre a nuestro alrededor se dispersa y Hanta y sus amigos se largan del comedor, dedicándonos a mí y a Ochaco un vistazo desdeñoso antes de salir.

Shoto coloca su mano firme sobre mi hombro.

—¿Estás bien?

—Sí... muchas gracias... —musito, aguantándome las lágrimas.

Quiero agradecerle también a Eijiro, pero mi voz no sale cuando veo a Hitoshi acercándose por detrás de él. Qué aura tan arrasadora...

Unos brazos delgados me rodean por el cuello en un abrazo ceñido y mi rostro se hunde en el perfumado cabello castaño de mi amiga.

—Izu... —hipea contra mi piel, enterneciéndome.

—Ya... ya pasó...

Froto su espalda baja para reconfortarla. Shoto se aclara la garganta, evidentemente incómodo.

—Ustedes... ¿no están saliendo, verdad?

Ochaco gira la cabeza —sin soltarme— para observarlo con curiosidad, descansando uno de sus mofletes sobre mi pecho. Por mi parte, me ruborizo y comienzo a balbucear incoherencias. Me tomó por sorpresa.

Kacchan chasquea la lengua, asqueado, antes de marcharse a tomar su almuerzo.

Una sonrisa taimada parte en dos el rostro de Ochaco, otorgándole ese aspecto malicioso que a veces sale a la luz.

—Bueno... por ahora Izu está soltero, ¿verdad Izu? Pero creo que le pediré salir antes de que otro me gane... otro como el guapetón de cabello violeta.

¡¿Qué?!

Aspiro aire con fuerza, boquiabierto por lo que acaba de ventilar Ochaco.

Los labios de Shoto se prensan en una línea recta mientras procesa lo que entró por sus orejas.

—¿Guapetón de... cabello violeta? —repite, sus ojos en finas rendijas.

—¡Sí! El humano que tiene el cabello hacia atrás como los punks de los ochenta. Creo que Izuk...

—¡O-O-Ochaco! —tartamudeo presa del pánico—. Creo q-que se te hace tarde para hablar con... ¡con el señor Tenya!

—¿Señor? —se amohína, creando un surco furioso en su entrecejo.

Sé que no está verdaderamente enojada. Puedo percibir un haz de travesura en sus ojos.

—¡Señores son esos humanos! Ah —canturrea, abanicándose el rostro—. Qué valientes, qué caballeros...

La mímica de Shoto se convierte gradualmente en piedra y mis cojones ya han encontrado su límite de altura al llegar a mi garganta, por lo que tomo a la bocazas de mi amiga y huyo del comedor, balbuceando una despedida ridícula a Shoto.

Tendré que hablar con él luego, cuánto antes y sin amigas amantes del drama barato.



☾ ☾ ☾

Les dejo un dibujito que hice de Izuku. Tiene colmillitos 🥺💚

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top