13. Brainwasher

—Imposible. —Retrocedo, agitando de un lado al otro la cabeza, si es que aún sigo teniéndola. Siento que la perdí en algún momento.

Hitoshi guarda silencio y permanece quieto, midiendo mi reacción.

—No puedo ser un licántropo... s-soy vampiro y... y...

¿Y humano? ¿Realmente soy humano? Mi corazón se espanta y una réplica de pánico alcanza mi rostro. Sé quién fue mi padre, pero... ¿y mi madre? ¿Quién es mi madre? ¿Qué es mi madre?

Mi respiración se ha tornado tan errática que comienzo a sentirme mareado y desorientado. No puede ser, no puede ser... Y mientras más regreso sobre los hechos, menos pruebas tengo para afirmar que Hitoshi me está mintiendo.

Un aroma familiar y reconfortante llega a mis fosas nasales, acompasando mis latidos con amable suavidad.

—¿Puedes sentir mis feromonas, verdad? —pregunta cuidadosamente.

Y como me ha quitado la posibilidad de desesperarme, estallo en llanto.

—¿Cómo? ¡No entiendo! ¡¿Por qué nadie me dijo?!

—Probablemente no muchos lo sepan... no creo que sea conveniente que un dato tan peculiar salga a la luz.

Mis rodillas se aflojan y acabo en el suelo. Me abrazo las piernas formando una bolita, amarrándome, manteniéndome unido para que mi cuerpo no se fragmente como mi mente.

¿Qué soy yo entonces? ¿Un maldito monstruo? ¿Una falla de la naturaleza? ¿Qué hago aquí?

Hitoshi se acuclilla frente a mí.

—Tranquilízate...

—¿Cómo puedes siquiera pedirme eso cuando acabas de poner mi mundo patas para arriba?

—Lo siento, es instinto. —Sonríe y acaricia mi cabello. No debería sentirse tan jodidamente bien que un hombre lobo enorme, peludo y peligroso rasque tu cabeza, y aún así...—. Eso también es instinto —agrega.

Alzo la vista para enfrentar sus orbes dorados y suspiro.

—Entonces... ¿los lobos alfas pueden leer la mente? —pregunto con un deje de ironía.

—No, no... es una de las habilidades que mi don me otorga.

La curiosidad se abre paso entre mi hecatombe neuronal.

—¿Una? ¿Qué otras cosas puedes hacer?

—Bueno... puedo torcer recuerdos, eliminarlos, sustituirlos, jugar con la sensopercepción, manipular idiotas y freír cerebros —dice orgullosamente.

En resumen: no hay que meterse con Hitoshi.

—Es como el don de Brainwasher... —medito.

Entonces mis ojos se ponen redondos y mi corazón se saltea una decena de latidos. Reculo arrastrándome por el piso hasta que mi espalda choca contra la puerta de la biblioteca.

Hitoshi se queda quieto, aún en cuclillas. Se limita a levantar el brazo con un movimiento cauteloso, ofreciéndome su mano.

—Ven... ven conmigo, cachorro.

El anhelo crece en mí poderoso, pero el temor colateral me hace titubear. Al final me decanto por satisfacer lo primero arriesgándome al peligro, movilizado por la necesidad de cariño y aceptación. Me aproximo a su mano por demás inseguro y recibo una caricia en mi mejilla con una sonrisa casi comprensiva. Casi le ronroneo por el gesto.

—Lindo —me lisonjea.

—Quisiera decir lo mismo de ti, pero los únicos adjetivos que encuentro son peligroso, manipulador y poco confiable. Si no vas a matarme... ¿qué harás conmigo? Mejor dicho... ¿qué haces infiltrado en una academia de vampiros?

—¿Poco confiable? —Luce realmente molesto por ese atributo en particular. Algo en mi interior se retrae y me hace desviar patéticamente la mirada—. Bien... lo siento, no tienes que cohibirte. Entiendo que un vampiro se cuestione sobre mi fiabilidad, pero que un omega lo haga es... humillante. —Toma mi mentón y me obliga a enfrentarlo—. También es humillante que no me mires cuando te hablo.

—No pretendas que siga las reglas tácitas de tu raza cuando apenas conozco de ella lo aterradora que es. Soy un vampiro —afirmo, controlando lo mejor que puedo el temblor de mi cuerpo.

—Entonces, ¿por qué aún no has comenzado a gritar que dos aterradores hombres lobo se han infiltrado en su asquerosa academia? ¿Por qué no has intentado salir corriendo para advertirles del peligro a tu raza?

Prenso los labios. Por mucho esfuerzo mental que emplee para encontrar esas respuestas, lo único que consigo es un punzante dolor de cabeza junto a un fuerte sentimiento de reticencia a exponer a Hitoshi Shinso y a Eijiro Kirishima frente a los vampiros.

—Omega —repite Hitoshi, tomando y resumiendo la realidad de la que intento huir para restregármela en la cara. Solo es una sucinta palabra de tres sílabas, pero demasiado pesada debido a todos los secretos y consecuencias que entraña.

—Tal vez sea omega —reconozco para su gusto—. Pero no creas que por ello besaré tus pies. Si le haces daño a mis amigos no dudaré en humillarte de todas las formas posibles. Aprenderé las reglas de tu raza y su naturaleza y las romperé una por una frente a tu hocico, alfa.

Hitoshi estrecha sus selváticos irises. Oígo el aire saliendo por su nariz y olisqueo un potente aroma almizclado que moja mi trasero. Joder.

—Deja de hacer eso —me quejo gemebundo.

—Regla número uno. Si me desafías, instintivamente querré dominarte. Por ecuación, o te sometes, o intentas huir. Te sugiero que estés seguro de que puedes concretar alguna de esas dos opciones antes de ponerte rebelde frente a tu alfa.

Mi boca se tuerce hacia arriba.

—No me someteré, ni huiré. Te daré un hostiazo si te pasas de listo.

Hitoshi alza una sonrisa tenebrosa de oreja a oreja. Pero no es lo único que alza. Su polla al aire también está empinada. Paso saliva ruidosamente antes de que mi boca se rebalse.

—Bien, ¿qué te parece si probamos tus métodos, omega?

En un fugaz segundo se cierne sobre mí, empujándome al suelo. Caigo de espaldas y me retuerzo bajo su cuerpo. Intento liberar mis brazos de su agarre pero apenas consigo moverlo un poco aplicando el noventa por ciento de mi fuerza. El otro diez por ciento solo funciona en situaciones de peligro inminente, pero tal vez soy muy estúpido, porque no siento que mi vida se encuentre en verdadero riesgo en este momento. Como mis brazos son inútiles, prosigo con mis piernas. Hitoshi me las separa y se ubica entre ellas antes de que pueda propulsar una directamente a sus testículos.

—Oh, eso es verdaderamente peligroso. No vuelvas a intentar hacerlo, jamás. —Su ceño está severamente fruncido, pero sus labios siguen curvados hilarantemente.

—Bien, ya conozco tu punto débil, gracias.

—Regla número dos: nunca debes atentar contra los cojones de tu alfa. Puedes chuparlos, masajearlos y drenarlos de semen, pero nunca golpearlos.

—¡Eres un guarro!

Ruborizado y cabreado voy a por el tercer método para liberarme del lobo: mis dientes. Abro al tope mi boca para poder tomar una porción de su antebrazo, no obstante, un gruñido fuerte y áspero me paraliza antes de dar la dentellada. Hitoshi me enseña sus incisivos como sables y me acoquino al instante.

—¿Pensabas usar tu pequeñísimo morro contra mí cuando ni siquiera puedes mantener tu voluntad ante un gruñido? —se mofa.

Hago un mohín, escaso de opciones para ganar esta batalla. Las zurras directas no funcionarán con una bestia bruta. Soy demasiado pequeño y enclenque en comparación, pero no me doy por vencido. En realidad me basta con conocer un poco sobre la biología de los licántropos y la personalidad de Hitoshi para hallar mi baza ganadora y, de paso, para corroborar mi inaudita identidad.

Gimoteo e incluso logro que me salgan algunas lágrimas de cocodrilo.

—¿Sabes a quién estás intentando engañar, Welpe? Esos lagrimones no servirán de na... —Su rostro se crispa cuando ladeo la cabeza para desnudarle el cuello. Lo miro por el rabillo del ojo y rodeo su cintura con mis piernas para atraerlo hacia mí. Entonces advierto su lucha interna y sonrío para mis adentros. El instinto puede ser útil en ciertas situaciones, pero muy contraproducente en otras.

—No hace falta que te engañe. La voluntad de tu pene es más fuerte que tu impresionante mente, Brainwasher.

—No tengo dudas de ello —coincide jocosamente.

Me besa en los labios y le correspondo, olvidando absolutamente que estaba tratando de escapar en un juego tonto. Mierda, ¿qué estoy haciendo? ¿Juego? ¡Esto es muy serio!

—Oh... —Su enorme cosa está frotándose contra mi entrepierna. Me estremezco y mis caderas suben hacia él sin que sea consciente de ello. Debo estar loco.

—Me esperaba un guantazo, pero parece que tu trasero es muy glotón... oh, no refunfuñes, estamos hechos para hacer el amor, no la guerra.

—¿Qué... qué planeas hacer aquí...?

El lobo me suelta las muñecas para bajarme los pantalones.

—Por el momento, follarte.

—No me refiero a eso...

Me desabotona la camisa y chupa uno de mis pezones erectos. Su cabello me hace cosquillas en el mentón... huele bien... ¡No! ¡Despierta, no caigas en las garras de este demonio!

—Demasiado tarde —le oigo decir.

Su polla empuja y me abre de una brusca embestida. Siento que mis entrañas se desordenan y reacomodan solo para abrirle paso al rey y que mis gemidos son el cántico alegre por su llegada. Mi voz reverbera por todos lados y regresa a mí, recordándome lo mucho que me gusta ser cogido por Hitoshi. ¿Siquiera es ese su verdadero nombre?

—¡Ah...! ¡Tan bueno...!

—¿Verdad? —jadea—. ¿Quieres mi semen?

Un hilillo de saliva finalmente se derrama por mi comisura. Va tan profundo que podría tocar mi alma si se adentrase un poco más... asiento enérgicamente y mi ano colabora dilatándose y lubricando copiosamente.

Oh... así que mi trasero no es tan anormal después de todo... solo es... un trasero de lobo omega.

Hitoshi agita con rapidez sus caderas, musitando obscenidades que me prenden y me hacen plañir de placer con tan solo imaginarlas. Mi pene dispara una tira blanquecina cuando se inclina para mordisquearme la clavícula... pero no estoy satisfecho. Necesito algo más.

Entonces su nariz aspira ávidamente por el recodo de mi cuello y los colmillos comienzan a presionar.

—¡Sí... eso! ¡Allí, por favor! —Mi voz suena extraña, lejana, diferente, suave y engatusadora como la de una sirena.

Estamos empapados y ardemos. No logro determinar en mi éxtasis la temperatura que ha alcanzado el cuerpo de Hitoshi, pero el vapor que se desprende de su piel dorada me sugiere un valor insólito... o quizás no tanto para un licántropo.

—Vamos... —impetro. Quiero que el lobo me coma, pero él parece dudar y no entiendo por qué. Gimoteo y me gruñe en advertencia.

—No puedo marcarte aún.

—¿Ma... Marcarme? —No sé de qué habla, solo quiero que muerda, lo necesito. Y no estoy muy lejos de conseguirlo. Advierto en sus pupilas dilatadas cómo la voluntad de la razón cae en picada—. Solo hazlo...

Su lucha está llegando a un final favorable para mí. Ya no siento sus cojones chocando contra mis nalgas porque ese engrosamiento en su pene —¿nudo?— se ha hinchado y su longitud solo desliza hasta su inicio.

—Quiero todo —lloriqueo exasperado.

—Te daré todo...

—¡Entonces mete esa cosa!

—Anudaré tu precioso culo cuando tengamos un poco de privacidad.

Entonces escucho gritos furiosos en el pasillo. Retumban demasiado cerca de la biblioteca. De hecho, ya suenan del otro lado de la pared.

—¡Hey, espera...!

—¡Deku! ¡¿Dónde jodida mierda te has metido?! —Kacchan abre la puerta de una patada, sus ojos del averno zigzagueando frenéticos por la biblioteca—. ¡Deku! ¡De...!

Su boca queda abierta y congelada en la vocal cuando mira hacia abajo. Estoy algo mareado por la calentura, por lo que no comprendo de inmediato la gravedad de la situación. Ni siquiera siento pudor, y eso que mi amigo de la infancia me está viendo desnudo con una polla en el culo.

Hitoshi lo contempla con un regocijo malicioso. Sus ojos dorados brillan como bombillas. Sonríe y su dentadura canina luce monstruosa dentro de su boca "humana".

Kacchan se precipita hacia nosotros con las manos chispeando y, por primera vez en la vida, el miedo y el desconcierto se asoman en su rostro lívido.

—¡Suéltalo! ¡Deku, re...! —Una mano grande le tapa la boca y un brazo igualmente fornido lo envuelve desde atrás, cercando su cuerpo e impidiendo sus movimientos bajo su fuerza bestial.

Observo pasmado cómo Eijiro lo alcanza cual depredador entrenado y le muerde el cuello. Varios colmillos lacerantes le rompen la piel como si fuese de seda fina. La sangre roja y deífica se vierte profusamente y Katsuki queda rígido, sumido en un inmenso dolor.

Es ese instante, reacciono.

—¡No! ¡Para! —La palma de Hitoshi sobre mi boca me silencia.

Kacchan me asesta una mirada desesperada. Sus ojos parecen ser la única parte de su cuerpo que responde. Incluso su don se ha extinguido.

—Huye... —Su voz es un murmullo quebradizo—. Izuku...

—¡Mmmm!

—Quédate callado —me gruñe el alfa. Suena diferente. Ya no hay trazas erógenas en la vibración de su garganta, solo amenaza en bruto.

Las piernas de Katsuki empiezan a perder firmeza.

—Ma... Malditos chuchos...

Eijiro desentierra los colmillos de su cuello y lame la herida con una sonrisa mordaz.

—La sangre de vampiro es asquerosa, pero podría darle una oportunidad ahora que probé la tuya...

Kacchan prensa los dientes, la ojeriza es lo único que lo mantiene consciente.

—No le hagan daño... —susurro, temeroso una vez que Hitoshi aparta su mano de mi boca. Todas mis procaces convicciones anteriores caen ahora que veo el peligro acechando a alguien cercano.

Hitoshi echa más lodo sobre mi juicio al depositar un beso suave sobre mis labios. Sale de mí para luego incorporarse y auparme en brazos.

—No le haremos daño, mi omega. Este hijo de puta tiene que soltar la lengua primero. Luego se lo tiraremos a los huargos del norte.

Eijiro lo deja caer como un viejo trapo usado, desechado.

—Lo lamento, alfa —le dice a Hitoshi—. Tenemos a una alimaña bastante perspicaz e inmanejable por aquí.

—¿Los vio alguien?

—Es difícil saberlo. Fui discreto, pero este imbécil es bastante escandaloso... como un lindo omega en celo...

Kacchan se revuelve en el suelo y le dedica una mirada aniquilante, que pronto sus párpados ocultan debido al dolor. Su rostro se contorsiona a la par de mi corazón.

—¿Por qué está así? —sollozo—. Por favor, Hitoshi...

—Los sangrepura no toleran nuestras mordeduras.

—¿L-Le sucederá algo?

—No debería importarte. Esta escoria te ha estado manipulando toda tu vida —escupe el alfa. Ante mi confusión, él prosigue—. Investigamos a tu médica, una señorita conocida como Akame Roseau. ¿Sabías, cachorro mío, que la medicación que te han dado desde pequeño es un fuerte inhibidor de celo de omega y retardador de la maduración sexual? —Mis ojos se desorbitan. ¿Inhibidor de celo?—. Tu celo, tu período fértil —aclara tras advertir mi cataclismo interno—. Esa es la causa de tus dolores de estómago, de tu enfermedad. Tu médica te ha envenenado durante años suprimiendo y deteriorando tu naturaleza omega con químicos. Y resulta que Akame Roseau es un miembro honorable del aquelarre Apollyon...

Un atroz sentimiento de desengaño eclosiona en mi corazón, allí donde Kacchan siempre tuvo un inmenso lugar a pesar de que jamás lo supo aprovechar, dejándolo a merced del deterioro y el polvo.

—Tú... Tú sabías todo... —Mi voz oscila en un hilo fino y cada vez más endeble—. ¿Por qué, Kacchan?

—Deku... no, no es lo que... —También le falla la voz, pero por culpa de un montón de sangre que sube por su garganta. Tose y la escupe, manchando de negro el suelo, una muy mala señal.

Eijiro empuña su cabello y lo levanta rudamente hasta que su rostro compungido queda frente a mí.

—Dile de frente la verdad, vampiro —sisea Eijiro.

—Púdrete.

—Di la verdad.

Esta vez es Hitoshi el que da la orden, clara, grave e inquebrantable. Katsuki se lleva una mano a la cabeza, como si intentara contener su cerebro dentro o bien la voluntad de Hitoshi fuera.

—Hijo de perra —brama. Segundos después comienza a gritar desgarradoramente y más sangre se derrama por su nariz y oídos.

Los lacerantes irises de Hitoshi están puestos en él y deduzco que también las garras de su mortífero don.

—¡Hitoshi! ¡Ya basta, alfa!

—Es lo que se merece.

—¡Vas a matarlo!

—Habla, vampiro. ¿Quién es Izuku Midoriya?

Katsuki se resiste al mandato. Eijiro chasquea la lengua, lo avienta una vez más al suelo y aplasta su cabeza contra el piso con la suela de su zapato.

—Responde, cabrón.

—Lo hará si quiere vivir... —dice Hitoshi—. O salvar al pequeño Izuku.

Un escalofrío de terror trepa por mi columna.

«Tranquilo, sabes que no te lastimaría jamás» agrega en mi mente.

No es mi miserable vida lo que me preocupa, en realidad. No obstante, esta vez su amenaza surte efecto en Katsuki.

—Hablaré... con Izuku... a solas —grazna.

—¿Crees que estás en posición de poner condiciones? —El pie de Eijiro presiona—. Incluso mordiendo el polvo conservas tu despreciable vanidad.

—Kacchan... dime la verdad. Ahora. —Él rehuye la vista. Nunca pensé que un nimio gesto me haría sentir tan abandonado—. ¡Kacchan!

Silencio.

Soy tan idiota. Ni siquiera vale la pena llorar por este maldito patán.

—¿Qué hacemos, líder? —inquiere Eijiro.

—Está usando algún tipo de barrera psíquica. Escoria astuta. Si sigo presionando sus sesos se desmenuzarán y no obtendremos ninguna información... lo llevaremos con nosotros a Suura.

—Es arriesgado, alfa. Su aquelarre notará su ausencia.

—Lo harán... pero no debería importar si esa ausencia tiene una razón justa e impostergable... como llevar a Izuku Midoriya a su visita médica. Si Izuku nos ayuda, podremos llevárnoslo durante algunos días sin levantar sospechas.

—Lo haré si prometes que no lo matarán.

—¡Deku...! —vocifera Katsuki. Eijiro limpia su suela en su mejilla otra vez.

—Silencio, mosquito bastardo. Solo abrirás las boca para soltar toda esa mierda que te estás guardando.

—Te mataré, Kirishima.

Eijiro estalla a carcajadas antes de darle un puntapié en el estómago.

—Ya quisieras, niño pijo —canturrea, jactándose de la sangre que el otro escupe.

—Será mejor que nos preparemos para marcharnos. Debemos llevar nuestros traseros lejos de aquí antes de que acabe esta apestosa fiesta —dispone Hitoshi—. Oigan, ustedes.

Dos tipos emergen de las espesas sombras de la biblioteca. Doy un respingo y me aferro inmediatamente al alfa, como si no fuese de él de quien tuviese que huir en primer lugar. Solo reconozco al par de vigilantes vampiros cuando un haz de luna alcanza sus expresiones embobadas, vacías.

—Recojan el pelo del suelo y luego quemenlo lejos de la Academia —continúa Hitoshi—. También limpien los fluidos del suelo. Purifiquen el ambiente, la atmósfera mágica está viciada. No quiero ni un jodido rastro de energía licantrópica, ¿entendido? Muevan el culo.

Ambos vampiros se ponen manos a la obra sin rechistar. Hitoshi camina conmigo en brazos hacia la ventana.

—¿Realmente n-nos vamos ahora? —balbuceo. Estoy hecho un lío. Ojeo por sobre su hombro y veo a Kiri avanzando detrás de nosotros con Katsuki a cuestas. Se ha desmayado.

—¿Tienes algo aquí por lo que quedarte? —esgrime. Hay un tono celoso entre los ásperos.

Tres vampiros figuran en mi mente.

Toshinori.

Ochaco.

El tercero me llena de culpa, por lo que evito pronunciar su nombre en mi fuero interno. Ni siquiera sé dónde he dejado el precioso antifaz que me obsequió.

Tal vez lo mejor sea alejarme de la Academia por el momento. Las verdaderas intenciones de Hitoshi y Eijiro aún son un enigma, nada me asegura que mis seres queridos están a salvo.

Con respecto a Kacchan... no sé qué pensar de él. ¿Puedo seguir queriendo a alguien que me rompió el alma cada vez que encontró ocasión? La respuesta queda en suspenso cuando Hitoshi se encarama al alféizar de la ventana para lanzarse al vacío. Por un instante olvido que no es humano y casi se me escapa el corazón por la garganta del susto, pero un aterrizaje limpio y grácil me devuelve la certeza de su lobuna naturaleza. Kiri cae a nuestro lado con idéntico garbo. Acomoda al vampiro sobre su hombro como una bolsa de papas y sonríe.

—¡Andando!


✨🖤✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top