11. Gothic doll

—¡¿Por qué debería probarme yo el vestido que le obsequiarás a tu novia?!

—¡Porque eres igual de menudo que ella! —alega Denki—. Tal vez un poco más alto, pero eso no importa... son igual de planos arriba, ya sabes... necesito asegurarme de que le quedará bien, por favor, ella tiene un complejo porque toda la ropa le va grande.

Su suplicante voz me conduce a considerarlo. Repaso con la vista la fina prenda de encaje y seda negra, lo que trae a mi memoria las braguitas rosa desaparecidas y todos los lúbricos recuerdos en los que ellas estuvieron presentes.

—Puedes pedirle a Ochaco que te ayude. Yo soy un chico...

—¡No servirá que se lo pruebe una pechugona! Venga, solo será un segundito. Cerraré la puerta con cerrojo para que te quedes tranquilo, nadie entrará, ¿sí? —Sus ojos de gato adquieren aspecto de cachorro—. No quiero que Kyoka se sienta mal. Si no llegara a quedarle... ella terminará abandonándome completamente por Momo —se lamenta—. Además quiero que vaya a la fiesta luciendo este magnífico vestido... y aún hay tiempo para arreglarlo, pero si tú no estás de acuerdo en ponértelo...

—¡Vale! ¡L-Lo haré! —Mi dignidad aprieta el puño de la rabia.

Por el contrario, Denki da un salto victorioso.

—¡Gracias, gracias! Eres el mejor. —Me tiende el vestido y picotea mi boca con la suya.

Tras un instante de pasmo, salto hacia atrás con una mueca de espanto y el rostro en llamas.

—Oh, así damos las gracias en mi país —esclarece.

—¡Nadie da las gracias así en Estados Unidos!

—Venga hombre, pruébatelo —me alienta, desviando el tema a su conveniencia.

Lo miro ceñudo antes de encerrarme en el baño. Me propongo olvidarme de lo sucedido y sondeo el vestido que llevo en mis manos. No hace falta ser un erudito de la moda para estimar el precio. Considerando los diamantes negros que lleva engarzados entre el encaje y la calidad de la seda, debe de ser absurdamente costoso. Es bastante pesado también, y eso que luce vaporoso a simple vista.

Me quito el uniforme con movimientos cavilosos.

"No tienes que contentar a todos."

Mordisqueo mi labio. Si Ochaco supiera lo duro que es ser constantemente rechazado, entendería también que no es nada fácil evitar buscar permanentemente la aceptación del otro, aún si es en aras de tu propio ego.

Me visto con la escrupulosa prenda sin siquiera mirarme en el espejito del lavabo, sintiéndome miserable. Lo cotidiano.

Mierda... esto es extremadamente complicado. Deslizo el vestido por encima de mi cabeza una y otra vez con sumo cuidado hasta que logro ubicarlo en la posición correcta. Continúo con mis brazos, enfundándolos dentro de las mangas largas, y una vez acomodada la parte de arriba, la prenda acaba por caer sin mayores dificultades sobre mis caderas y muslos. Por debajo es holgada debido a su estilo acampanado, pero la parte superior es asfixiantemente ceñida. ¡No soporto las prendas con cuello alto! Advierto, sin embargo, que me queda algo suelto de hombros. Tanteo con torpeza la zona de la espalda, comprobando que tiene unos botoncillos para su ajuste. Mis dedos resbalan y tropiezan entre ellos cuando intento abotonarlos, lo que me lleva a impacientarme y finalmente frustrarme al cabo de tres minutos. ¡Ni modo! Mejor acabar con esto antes de que regrese Shoto.

Me trago la vergüenza convenciéndome de que hago esta ridiculez solamente por una buena causa y salgo.

Denki aún se encuentra de pie, escuchando un audio en el móvil al parecer, pero en cuanto se voltea hacia mí sus ojos se ponen redondos y sus dedos sueltan el aparato, que cae al suelo haciendo un fuerte "tac". Como el sensor ya no percibe cercanía, cambia el audio a altavoz.

"...qué hacer contigo. ¿Eres idiota o pides ensalada en el McDonald's? ¡Tenías que estar aquí a las tres!"

Ignoro si se trata de una discusión de pareja, familiar o de aquelarre, pero me incomoda haber oído accidentalmente. Más me incomoda la expresión anonadada de Denki y la excesiva supervisión que le da a mi atuendo.

—Y-Ya está... me lo quitaré, entonces...

—¡Espera! —chilla, cogiéndome del brazo.

Me examina de arriba abajo, deteniéndose en mis piernas desnudas. Reprimo el intenso impulso de ocultarlas con lo que sea y simplemente aguardo ansioso a que el vampiro termine de escudriñarme.

—¿T-Tal vez es muy corto? ¡Oh! ¡Hay que abrocharlo! —dice cuando me gira para echarle un vistazo a la parte de atrás.

—Sí... no pude hacerlo...

¡Qué vergüenza, hostia! Me ruborizo al cien al percibir sus yemas ásperas rozando la piel de mi espalda mientras efectúan la labor. ¿Soy yo o rozan más de lo necesario?

—Tienes la piel como el algodón... —divaga el vampiro. Su voz ha bajado varios decibeles—. Se siente genial tocar algo suave... sabes, las cuerdas de mi guitarra son unas malditas sádicas. A veces hasta me hacen sangrar.

—O-Oh... q-qué mal...

Sus palmas descienden a mi cintura, amoldándose a la curvatura en tanto los dedos aprietan.

—¿Siempre tuviste la cintura tan estrecha? —No sé qué responder a eso exactamente, así que me limito a abochornarme más y más—. Wow, los malditos uniformes enmascaran demasiado, ¿no lo crees? Oye... ¿estás seguro de que tienes pene?

—¡P-Por supuesto que lo tengo!

Doy un salto hacia adelante y me volteo para confrontar con una mueca ofendida sus felinos ojos, a los que nada se les escapa. Ni siquiera mis pezones erectos, que crean pequeñísimas montañas sobre la tela del vestido. Esta vez no logro resistir la pena y antepongo mis brazos cruzados a mi pecho.

—¡Tengo frío! ¡Me lo quitaré!

—¡No! ¡Espera!

—¡¿Q-Qué?!

—¡Quiero... quiero estornudar! —revela.

Su nariz ya se está arrugando por el desastre que se halla a la vuelta de la esquina. La última vez que Denki Kaminari estornudó, California, Nevada y Oregón sufrieron un apagón masivo que duró setenta y dos horas, precedido por un pico de tensión que arruinó millones de electrodomésticos y demás dispositivos de la pobre gente oriunda de dichos estados. Los dones poderosos pueden llegar a convertirse en una maldición.

—¡Aguántalo! —vocifero sudando frío.

Creo que se me bajará la presión mientras observo cómo su cabello comienza a erizarse entre un montón de delgados rayos y chisporroteos.

—¡No puedo! ¡Me dan ganas de estornudar cuando me excito demasiado!

—¡¿Qué?! ¿Qué demonios...? ¡No, espera, aguanta!

—¡Ah... ahí viene!

Sus colmillos van asomándose cuanto más abre la boca en un enorme círculo. Salto hacia él desesperado, haciendo uso de una agilidad que no sabía que poseía cuando ubico prestamente mi dedo índice entre su nariz y labio superior, deteniendo así la tragedia. De momento. Su boca reanuda su astronómica apertura después de solo unos segundos de pausa.

—¡No es suficiente! —anuncia—. ¡S-Saldrá!

—¡N-No!

—¡Necesito algo más... poderoso!

—¡¿Como qué? —chillo histérico, dispuesto a hacer lo que sea para cambiar el deplorable futuro.

—¡Como esto!

Sus manos sujetan mis caderas y sus labios se estampan contra los míos. Me dejo hacer porque la sorpresa no me permite actuar de otro modo, todas mis voluntades se encuentran suspendidas en una tormenta privada, así como los cabellos del vampiro. Sus brazos me estrechan, haciéndome soltar un sonidito extraño que queda ahogado por su lengua.

¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no lo he apartado todavía?

Gimoteo, hundiendo mis dedos en sus hombros. Él deja otro pico sobre mis labios antes de continuar besándome con diligencia, inclinando su cabeza, trazando círculos irregulares en mi espalda baja, apretándome más contra sí hasta que siento su dureza aplastarse contra mi vientre. La rapidez con la que sube mi temperatura corporal enciende una sirena en mi cabeza.

Por suerte Denki reacciona por mí, apartándose súbitamente en tanto sus orbes brincan hacia la puerta.

Pasos.

—Joder, ve a esconderte, ¡rápido! —sisea. No hace falta que lo diga. Ya estoy encerrándome nuevamente en el baño y a punto de escupir el corazón.

Denki corre a quitarle el cerrojo a la puerta y enseguida la oigo abrirse, acompañado el chirrido por la voz acerba de Shoto.

—¿Por qué cerraste?

—¡Por seguridad! —se inventa Denki—. ¿No has leído las noticias de la revista estudiantil? Parece que hay un ladrón de jovenes atractivos, no quiero convertirme en una de sus presas. —Ríe nerviosamente.

Shoto está demasiado callado. Casi puedo figurarme la mirada acerada que le está lanzando a su compañero de cuarto. Mientras tanto, fracaso tantas veces en desabotonarme el vestido por los nervios que mi frente se perla de sudor. Si me lo quito a la fuerza, probablemente lo romperé.

¡N-No, espera, no entres! —grita Denki.

Los pasos de Shoto se detienen cerca del baño y yo comienzo a hiperventilar.

—¿Por qué?

—¡Acabo de limpiar! El piso aún está mojado... espera a que se seque, ¿sí? Ah, y ¡vino Izuku!

Mi cuerpo se endurece como la piedra. Ni medusa podría haber logrado tal efecto.

—¿Qué? ¿Cuándo?

—Recién. Te estaba buscando, ¡pero se fue muy rápido! Y... estaba llorando —agrega Denki con un tono melodramático.

—Maldita sea. El imbécil de Katsuki debe de haberle hecho algo.

Ahora sus pies se alejan veloces. Suelto el aire de golpe cuando escucho un portazo. Mierda, me tiemblan hasta los vellos de los dedos del pie.

—¡Hey, ya se fue! ¿Estás bien?

Mis dedos al fin consiguen librarse del primer botón. Suspiro una vez más e intento mantener un tono estable para contestarle a Denki.

—Eso creo.

Espero que a Shoto no se le haya ocurrido ir a enfrentar a Kacchan otra vez. Debería alcanzarlo cuanto antes, pero... no puedo. No puedo verlo después de... ¡de besar a su compañero de cuarto! Y-Y... ¡y de haberle entregado mi virginidad a otro apenas regresé de nuestra cita!

Consigo desembarazarme del vestido después de un laborioso proceso y huyo de la habitación descalzo y con la camisa desprendida.

—¡Dejé el vestido en el baño!

—¡Izu, aguarda! ¡Lamento haberte besado tan repentinamente!

—S-Solo fue para impedir el estornudo —farfullo, ya a mitad del pasillo.

¡Y es que no hay otra explicación lógica para semejante acto suyo!

Lo peor... es que me gustó.

Denki Kaminari besa jodidamente bien.

Ha pasado una hora desde que llegué cual polluelo mojado y abandonado al dormitorio de Toshinori, y hace exactamente una hora que Toshinori no me quita los ojos de encima.

Hago como que no me doy cuenta y hojeo un libro que tomé al azar de su pequeña biblioteca.

—¿Dormirás aquí esta mañana? —dice finalmente al asumir que nada soltaré por voluntad propia.

—Lo siento... ¿está bien si ocupo el sofá? Solo será por hoy...

Me avergüenzo de mis propios actos. No estoy muy lejos de ser como aquellos que vuelven a la casa de sus padres lloriqueando luego de discutir con su pareja conviviente.

—No me molesta que te quedes aquí el tiempo que desees, jovencito, solo me preocupa tu relación con tu compañero de habitación.

—Sabes cómo es Kacchan...

—El temperamento de ese joven será muy problemático para su aquelarre —valora, pellizcándose el mentón—. Solo la diosa sabe qué sucederá con su alianza con los Todoroki.

—Pero esta vez no fue Kacchan quien comenzó la pelea. Nosotros estábamos hablando en el receso... y de repente Shoto lo atacó.

Toshinori medita, en silencio, aún mirándome fijamente. Mi pie comienza a rebotar contra el almohadón del sofá en un movimiento sin sentido provocado por la ansiedad.

—T-Tal vez... ¿debería alejarme de ambos? —Más que una pregunta para mi padre adoptivo, es una idea que me ha roído el cerebro toda la noche.

—¿Tú crees que deberías hacerlo?

—No lo sé. —Oculto mi rostro bajo el libro que me servía para hacerme el tonto—. Conozco a Kacchan desde hace tanto tiempo que... bueno, creo que me sentiría extraño sin él. Menos miserable, probablemente, pero extraño... y Shoto... él me gusta mucho. Así que... tal vez yo me sienta raro y triste sin ellos, pero estoy seguro de que ellos estarían mejor sin mí.

La amargura que supura de mis palabras me hace querer salir corriendo a esconderme bajo el enorme brazo de Hitoshi.

La risa de Toshinori me desconcierta y distrae un poco de mi penuria.

—¿Qué?

—Oh, pues, lo que yo creo es que les romperías el corazón.

—¿Eh? No, no. —Sonrío sardónicamente—. Son dos sangre pura con fama y dinero. Dudo que alguien como yo pueda "romperles el corazón". Y en el caso de que se diera el inverosímil caso... siempre pueden comprarse otro.

—El dinero no puede hacerlo todo, Izuku.

—Pero puede hacer lo suficiente como para estar satisfecho si no tienes nada más.

Si tuviese dinero podría comprarme un lindo y glamouroso traje para la fiesta de mañana... ¡pero solo tengo deudas!

Da igual, ni siquiera sé si iré. Soy demasiado cobarde como para hablar con Shoto al respecto, y ni hablar de ir solo. Me estremezco al imaginarme inmerso entre un montón de clasistas en pleno jolgorio.

Toshinori responde con un gesto de desaprobación a mi comentario superficial.

—Te estás volviendo un resabiado. Eres más que los comentarios frívolos de gente que no te conoce.

—¿Y qué con Kacchan? —espeto—. Es la persona que más me conoce y quién más daño me ha hecho con sus "comentarios frívolos".

—Katsuki es un caso especial. Se le da muy mal expresar sus sentimientos y controlar su frustración.

—¿Y cómo puedes saber tú cuáles son sus verdaderos sentimientos? No todo tiene que ser tan rebuscado. Kacchan me odia y lo manifiesta cada vez que puede. Fin.

—Si te odiara, ¿por qué se mudaría contigo para protegerte?

—No lo hizo para protegerme. Lo hizo para molestarme —insisto, casi gruñendo. Últimamente mis colmillos pican, pero no para extraer sangre, sino para arrancar carne.

Quizás sí me estoy volviendo resabiado después de todo.

Incómodo por mis novedosos impulsos violentos, me levanto del sofá, me estiro y marcho hacia la puerta. Necesito tomar aire.

—Amanecerá pronto —me avisa Toshinori.

—Solo saldré por un momento.

—Tu médica me ha estado llamando. Por favor, contesta sus mensajes y sé responsable con tu tratamiento.

—No creo que necesite más tratamiento. Ya me siento mucho mejor.

Y se me antoja más de la medicina natural de Hitoshi. Kiri podría colaborar también.

La advertencia de Toshinori queda tras la puerta, pero sigo orbitando alrededor de ella más tarde, mientras me encuentro prensado entre los dos humanos.

«Atraerás la calamidad con tu rebeldía, Izuku.»

—¿Qué calamidad podría atraer? —bufo—. Patrañas.

Hitoshi me besa el cuello desde atrás, pellizca mi pezón y susurra contra mi piel:

—Sí... patrañas...

Kiri no acota, está ocupado lamiendo los alrededores de mi entrepierna. Gimo y me retuerzo sobre el regazo de Hitoshi, sintiendo su polla dura presionando mi espalda baja.

El placer me moja y me hace jadear. Hitoshi levanta y abre mis piernas para que Kiri se encargue de estimularme su lengua. Él se bebe mi lubricación y me penetra con un profundo beso húmedo.

—Ah...

Hitoshi lleva dos de sus dedos a mi boca abierta para que los chupe. En su lugar, los muerdo, saciando las ansias de mis colmillos al insertarlos en esos largos dígitos.

—¿Quieres portarte mal, cachorro? —ronronea en tanto salpica de mordisquitos mi nuca.

Desencajo mis dientes intimidado, volteándome para besarlo y saldar los daños. A la par mi agujero se dilata por los dedos con los que Eijiro reemplaza su lengua. Los mete hondo y juega con ellos en mi interior, abriéndolos y doblándolos, robándome gritos que suenan fragmentados cuando me vengo. Mi entrada aún late cuando Hitoshi se entierra en ella; mi boca aún está mojada con su saliva cuando Kiri toma mi mentón para reclamar un beso. Hitoshi reniega porque mis labios se le escapan, le gruñe a su primo y me envuelve posesivamente con ambos brazos.

—Oh, vamos —se queja Eijiro, separándose milímetros.

—Vete. Quiero hablar con Izuku.

—¿Hablar?

El brazo de Hitoshi se extiende hacia adelante en un meteórico movimiento. Se me detiene el corazón por la sorpresa y el susto al ver su inmensa mano venosa cerrándose alrededor de la garganta de Eijiro.

—Que sea la última vez que me cuestionas.

Se nota que a Kiri le cuesta respirar, pero su semblante no se muda. Su primo lo suelta, dejando un aro rojizo donde su mano ahorcaba.

—Pido disculpas por mi insolencia —dice, apeándose inmediatamente de la cama.

Se retira del cuarto luego de ponerse el pantalón, dejándome a solas con Hitoshi.

—No tengas miedo.

—¿Por qué hiciste eso? —me aventuro a decir, temiendo que lo interprete como otro descaro.

Mi cuello no es tan fuerte como el de Kiri. Hitoshi podría quebrármelo con solo aplicar la mitad de la fuerza de recién.

—Jamás te haría daño, Izuku.

Si aspiraba a tranquilizarme, ha fracasado horriblemente.

—No has respondido a mi pregunta... has respondido a mi pensamiento.

—¿En serio? Vaya...

Me tumba sobre la cama, posicionándose sobre mí hasta que quedo oculto bajo su enormidad y completamente a su merced. Sus ojos ya no son tan púrpuras. Entrecierro los míos, embebido en una sensación de éxtasis y necesidad que me incita a desnudarle el cuello, gatillando una amplia sonrisa de su parte. Se inclina para besar mi piel hormigueante y todos mis miedos desaparecen al instante.

—Oh, sí... allí...

—¿Allí qué, Welpe?

¿Cómo puedo explicarle que no tengo idea de lo que quiero, pero que lo deseo con un ímpetu devastador?

—Izuku...

—¿Mm?

—¿Te gustaría salir de aquí?

—¿A... a qué te refieres? —balbuceo. El placer de su calor y aroma me tienen embotado.

—Eijiro y yo nos iremos dentro de poco. Regresaremos... a nuestro hogar.

Lo miro con desilusión. No había sopesado hasta el momento la realidad, esa que abre una brecha entre los humanos y yo. Vivimos en mundos diferentes.

—No quiero... —lloriqueo.

—Yo tampoco quiero alejarme de ti... así que... ¿qué dices de venir con nosotros?

No estoy seguro de haber escuchado bien a pesar de mi aguda audición.

—¿Quieres que vaya a vivir con ustedes?

—Así es.

Se inicia una revolución en mi mente, con miles de dudas, inseguridades y posibilidades siendo partícipes de ella junto a un futuro con potencial, en el cual soy libre de todas las etiquetas que llevo enganchadas como artículo de feria.

—Y-Yo... estoy un poco sorprendido...

—¿Deberíamos follar y hablar luego? —propone hilarante, consolándome con masajes circulares sobre los bordes inflamados de mi ano. Mi campo visual se llena de estrellitas.

—Oh... , me gustaría alejarme de todo lo que hay aquí... —Abro las piernas, invitándolo a entrar—. Pero... no tengo dinero para mantenerme fuera de la Academia y... conseguir trabajo en la sociedad humana sería muy complicado, no me he graduado aún y-y... ah... tengo colmillos y orejas puntiagudas...

Arqueo la columna cuando siento su polla empalándome hasta su base, con esa extraña protuberancia incluida.

—No tienes que preocuparte por nada de eso... te daré todo. Lo que tú necesites, lo que desees, cumpliré todos tus caprichos —me promete, susurrando aquellas utopías con su exquisita voz grave.

—Oh, por la Diosa, creo que estoy a punto de pactar con un demonio por segunda vez. Dime, astuta criatura, ¿ahora qué me pedirás a cambio?

Quisiera haberlo dicho en broma, pero hay algo en la conversación que no admite vacuidades. Además, cada bombeo de su impresionante hombría me llena de una singular seguridad, esa que solo poseen los osados y los suicidas. Quiero ver lo que se encuentra más allá del límite.

—Una marca —contesta—... y un primogénito.

No solo me ofrece lo inconcebible, también solicita algo descabellado de mi parte.

—No me gusta prometer lo que no puedo cumplir.

—Te daré un tiempo para pensarlo. —Sus caderas embisten, provocando un terremoto en mi cuerpo.

—¡Ah... Shin!

—Mañana iré a la fiesta. Tienes que ir también. —Jadea y me aferra fuertemente de la cintura hasta que mi piel arde bajo las yemas tórridas—. No llevaré máscara... tal vez te cueste reconocerme.

Aquella útima frase no tiene mucho sentido en mi cabeza. Debe de ser porque la fiebre del sexo me hace delirar.

Su semen se vierte en mis entrañas varias estocadas después, endulzado con nuestra sinfonía de gemidos y acezos. Engancho mis piernas en su espalda baja y mis brazos en su cuello, reteniendo su polla dentro de mi resbaladiza cavidad para no derrochar ni una gota de medicina.

—Iré —grazno complacido.

Y no sé a cuál de sus propuestas estoy respondiendo.


🖤🐺 🖤

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