1. Tactos

No puede ser cierto. Me paso todo el módulo de idiomas repensando y cuestionando lo que el atrevido profesor Yamada nos comentó al inicio.

"...vienen de una Academia de humanos porque son humanos."

¿¡Es una maldita broma?!

Ahora dos humanos se hallan sentados al lado de un medio vampiro sediento e irremediablemente inestable.

Nyx... ¿esta es otra de tus pruebas?

Lloriqueo para mis adentros. Ahora tendré que elaborar más estrategias, no solo para evitar saltar a la yugular de Shoto, sino también para proteger las arterias de Hitoshi Shinso y del amigable Eijiro Kirishima, quien me dio plática durante toda la torturante hora que duró la clase.

—¿Y qué otras cosas hay para hacer aquí además de fútbol, hockey, rugby, vóleibol, basket, fotografía, teatro, judo, yoga, meditación...?

—¡Ha-Hay de todo! —chillo. Necesito ponerle fin a su verborrea antes de que mis tensos nervios se corten.

Siento mi propia sangre bombear en mis oídos y mi cabeza a punto de estallar. Necesito aire... y sangre.

—¡Midoriya! —vocifera dramáticamente Yamada—. Es la quinta vez que interrumpes la clase. ¡La sexta es la vencida!

Suspiro, rayando el colapso. Por suerte, el profesor Yamada no es de los más estrictos. Aizawa me hubiera echado a la primera.

—¡Ah! El profesor no es nada masculino —sopesa Kiri con su sonrisa jocosa.

—Eijiro... ¿podrías cerrar la puta boca, cabrón? —gruñe Hitoshi a mi otro costado.

Parece haber llegado al límite de su paciencia. Kiri se remueve nervioso hasta quedarse quieto y callado.

—Lo siento... —susurra.

Vuelvo a exhalar aire, agradecido por la intervención de mi nuevo compañero. Las manos me sudan. Salgo pitando del aula cuando la redentora campanada suena.

Serpenteo meteóricamente por los pasillo, esquivando estudiantes que me lanzan improperios hasta pisar el bendito comedor. Busco con la mirada al encargado del ala, atisbando su figura poco más allá, dentro de la cocina hurgando en la heladera.

—¡Dominik!

Dominik da un repullo y se golpea la cabeza con la parte superior del electrodoméstico, jurando en voz baja. Voltea hacia mí y sus cabellos castaños bailan sobre sus ojos amarillos.

—¡Ah, Izuku! —me saluda, frotándose aún la zona adolorida.

Dominik es uno de los pocos vampiros que me trata como a un igual, tal vez por el hecho de ser de bajo rango. Es una ley tácita que, en nuestra raza, la humildad sea inversamente proporcional a la pureza de la sangre y a la posición del aquelarre al que perteneces.

—Necesito una ración —lanzo sin rodeos, demasiado desesperado como para devolverle el saludo.

—Tendrás que esperar. Recién se llevaron la última bolsa y el proveedor se ha atrasado por un inconveniente. Quizás en media hora estemos abastecidos.

Se me cae el alma a los pies. Me muerdo el labio, exasperado.

Uhm, vale... gracias... y hola —digo recordando mis modales, aunque ya me estoy volteando para irme a buscar a otro lado sin decirle adiós.

Jugueteo con mis dedos transpirados, alterado como un adicto en abstinencia. La próxima y última clase es dada por Toshinori, mi profesor y padre adoptivo, por lo que me planteo la posibilidad de ir a mi dormitorio para tomar una ración de mi propio refrigerador. Toshinori entenderá las razones si me demoro unos minutos.

—Izuku...

La conocida y espectacular voz se inmiscuye en mi sistema nervioso, enviándome chispazos hasta las extremidades. Me detengo a la salida del comedor, delante del purasangre de cabello bicolor.

—Hey... hola de nuevo. —Rasco mi nuca en un gesto de evidente nerviosismo. El aroma de su sangre fría se escurre por mi nariz y mis colmillos se alargan de manera alarmante—. ¡Te-Tengo que irme!

Hago el ademán de escabullirme por su lado, pero me Shoto me atrapa por la muñeca y quedo tieso ante el poder que brota de su palma.

—Espera... te estaba buscando. Quiero hablar contigo.

¿Eh? ¿Por qué querría un Dios griego entablar conversación con un adefesio como yo?

—¿Ha... blar? —musito patidifuso, permitiéndome el lujo de admirar sus extraordinarios iris.

Ajusto mi expresión en una seria y decente cuando advierto que le estoy sonriendo como un idiota, con mis dos colmillos finos y puntiagudos sobresaliendo de mis labios secos. Shoto rompe el contacto visual para mirar un poco más hacia abajo y luego esboza una mueca preocupada.

—¿Tienes sed?

Cierro la boca con tal rapidez que por poco me muerdo la lengua. Mis mejillas arden. Como el bochorno no me permite hablar, me las arreglo para responder con un asentimiento de cabeza, desviando la mirada a mi figura borrosa, reflejada en los azulejos blancos del suelo.

—Deberías buscar una ración. ¿Quieres que te acompañe? —me ofrece con cierta determinación, como si no fuese realmente una pregunta, sino una demanda.

—A-Ah es que... acabo de pedirle una a Dominik pero dijo que no quedan... y que el proveedor no vendrá hasta dentro de media hora. Así que, pues, ahora mismo iba a buscar una a mi habitación...

—Yo tengo una en la mochila. Acompáñame a mi clase, te la daré.

Ojiplático, me dejo arrastrar por él. Doy traspiés hasta que mi cerebro reacciona y le ordena a mis piernas acompasarse para caminar junto al vampiro.

—¡Puedo ir a buscar una a los dormitorios! No tienes que molestarte por mí... —Siendo sincero, no tengo idea de cómo responder a su amabilidad. Es desconcertante.

—Izuku, si te lo he ofrecido ten por seguro que no me molesta en absoluto. —Sonríe de lado y mis colmillos pujan hacia afuera.

¡Por Nyx! Él sacándome de un aprieto y yo deseando chuparle hasta el alma. Me reprendo internamente y decido no darle lugar a ningún silencio incómodo. Me lleno discretamente los pulmones de aire y parloteo para acompañar el repiqueteo de nuestros pasos.

—Gracias... en serio. Te devolveré la ración en cuanto termine la jornada. Por cierto... ¿de qué querías hablar?

Shoto se toma un momento antes de responder.

—Quería... invitarte a que te unieras a mi aquelarre.

—Oh... ¡¿uh?!

Me freno en seco. Todo mi flujo circulatorio de sangre caliente y fría como el don de mi compañía se detiene a la par de mis pies. ¿Oí bien? Mis sentidos estan bien desarrollados, casi como los de un vampiro completo, pero la locura que acababa de entrar por mis orejas puntiagudas acaba de joder el tráfico de datos de mis redes neuronales.

La risa aterciopelada de Shoto me desorienta más si cabe.

—Izuku, ¿qué sucede? Tienes una cara muy chistosa.

Mi nariz se encuentra arrugada y mi ceño fruncido, como si hubiese olfateando algo apestoso. Relajo la tensión en mis facciones antes de formular una respuesta.

—Lo siento, ¿qué dijiste?

—¿Quieres unirte a mi aquelarre?

Mi ceño pugna por volver a arrugarse, esta vez al comprobar que efectivamente he oído bien.

—A-Ah... bueno, eh... ¡ah! —clamo exasperado, obligándome a seguir avanzando, tanto en el habla como en el andar—. Lo siento, es que me has tomado por sorpresa.

Jamás recibí una invitación a un aquelarre. Cuando Toshinori se hizo cargo de mí al morir mi padre, teniendo yo seis años, intentó hacerme miembro del aquelarre al que él pertenecía. Ni siquiera me dieron la oportunidad de demostrar mis habilidades, pues me rechazaron en el mismo momento en el que mi nombre salió de la boca de mi tutor. Cualquier estima que podría haber llegado a tener siendo un mestizo murió junto con mi progenitor, por lo que crecí con el exclusivo apoyo y contención de quien declaré mi héroe y verdadero padre cuando aún era un crío, All Might, como me encantaba llamarle. Al final, él abandonó el aquelarre que me dio la espalda y se dedicó plenamente a mi cuidado. De hecho, fue gracias a él que me admitieron en la V.A.

—No tienes que responderme ahora, piénsalo bien. Cuando estés seguro de tu decisión, búscame. —Sus labios se cuervan con amabilidad. Aún espero que salgan las camaras de algún programa de bromas. Incluso avizoro hacia todos lados como un paranoico.

—¿Por qué? —susurro, y no sé si me dirijo a él o a mí—. Es decir... tu aquelarre es uno de los más importantes y... y todos sus miembros son purasangre... ni siquiera hay nobles o vampiros de linajes ordinarios...

Shoto me observa y escucha con atención, aguardando a que fuera al grano. Como es de esperarse, los nervios me embrollan las palabras y mis pensamientos colisionan entre sí una vez más, mi existencia completamente apabullada por el majestuoso vampiro que me sonríe. Shoto suspira. Realmente temo que mi torpeza me halla convertido en una carga en lugar de una compañía. Un sabor angustioso colma mi boca, amargo y desagradable como el nudo en mi garganta. El sabor de decepcionarte a ti mismo una y otra vez.

—Mira... seré el próximo líder de Abraxas, y en verdad me gustaría que seas parte de mi aquelarre. Que tengas sangre humana no es algo que debería avergonzarte o hacerte sentir inferior.

Lo sabía... cuando era pequeño, All Might me decía lo mismo prácticamente todos los días, cada vez que llegaba llorando a casa por los ninguneos de sujetos que ni siquiera me conocían.

—Cuando has pasado toda tu vida oyendo que eres basura, es inevitable no sentirte deplorable —digo en un hilo de voz. No me agrada hablar de eso. Cada vez que el tema se instala en una conversación, me recuerda que hay dos clases de personas que interactuan conmigo: las que me tienen asco y las que me tienen pena.

Un pinchazo de rencor nace en mi pecho y me apresuro por salir del terreno embarrado. Sin embargo, alguien se me adelanta antes de que pudiese desviar la plática, sirviendo como una perfecta y oportuna interrupción.

La presencia de Shoto se arranca de mi lado. Al voltearme lo veo trastabillando hacia atrás. Un sujeto que caminaba en sentido contrario por el pasillo, de alguna manera, lo atropelló y casi lo tumba al suelo. ¿Qué diablos?

Con sus facciones embebidas en confusión y ya habiendo recobrado el equilibrio, Shoto se gira para observar al irreverente, esperando quizás una disculpa. No obstante, Hitoshi continua caminando de manera despreocupada con Eijiro a su lado, quien, a diferencia del primero, si se voltea para contemplar a Shoto con una mezcla de curiosidad y mofa.

—Hey Toshi, ya te dije que dejes de hacer strikes con vampiros. No son unos putos bolos —le recrimina Kiri, aunque evidentemente está esmerándose por ocultar su sonrisa.

Hitoshi se detiene un segundo para mirar por sobre su hombro al atropellado. Su refinado perfil muestra la mitad de un semblante desdeñoso y sin un atisbe de culpa.

—Pues me he confundido —dice con retintín y la comisura de su boca alzada—. Ese tío parece un bolo. Mira, es blanco y rojo y se tumba con facilidad.

Eijiro estalla a carcajadas y le da una palmada en el hombro a su amigo para luego reanudar la marcha. Mientras tanto, yo observo la escena boquiabierto. Shoto tiene la mandíbula tan apretada que sus musculos se hinchan, probablemente para intentar ocultar los amenazantes colmillos.

—¿Quiénes son esos cabrones? —bufa cuando las enormes espaldas de los nuevos se funden entre el resto de los estudiantes.

Shoto debe de estar bastante cabreado para gruñir de esa manera. Es entendible. Yo me he acostumbrado a los empellones groseros y a las burlas, pero un trato así con un sangre pura es una blasfemia.

—S-Son mis nuevos compañeros...

—¿A qué aquelarre pertenecen?

—Quizás no lo hizo a propósito... —me aventuro a decir. Mi objetivo era apaciguarlo, pero su mirada gélida me reduce a cenizas. Otra respuesta se envalentona con urgencia a mi boca—. N-No creo que tengan aquelarre pu-pues, son humanos.

Su visaje se suaviza al verme como un ratoncillo temeroso. Suspira por segunda vez y deseo con ímpetu el poder leer su mente, saber en qué piensa, conocer la imagen que tiene de mí en su mente.

—¿Humanos? ¿Y qué demonios hacen aquí?

—Hay un convenio con su Academia, Yamada dijo que era algo así como un programa de intercambios que decidieron implementar este año. Digamos que están como... "espectadores".

—Parece ser un intento de reconciliación entre humanos y vampiros. —Shoto chasquea la lengua, negando a su vez con la cabeza—. Les deseo suerte, aunque no les irá nada bien con esa actitud chula.

Pienso lo mismo. Antes de que pueda manifestar mi acuerdo, llegamos a su salón de clases. Enmudezco ante las miradas peyorativas y adustas de sus compañeros, que se clavan cual estacas en mi nuca y pecho. Avanzo con la cabeza gacha, siguiendo al menor de los Todoroki hasta su sitio. Shoto saca de su mochila una bolsita de plástico transparente que deja ver su contenido escarlata y me la tiende con una suave sonrisa. Las estacas intangibles me alancean con mayor severidad. Creo que a nadie le agrada la amabilidad de Shoto hacia mí.

—Gracias... —susurro, incómodo por la hostilidad del ambiente—. Luego paso por tu habitación a devolvértela...

Shoto abre la boca para contestar, aunque ninguna palabra sale de ella. Se queda mudo, como pensándosela mejor, y solo después responde.

—Vale. Te espero en mi cuarto entonces. —Sus impresionantes ojos atravesando los míos con intensidad junto con la sensación ardiente que provocó en mí aquella frase, sucitaron un arrebol en mis mejillas que fue expresamente repudiado por los expectantes—. Hablaremos allí con mayor... tranquilidad sobre mi invitación. ¿Te parece?

—S-Sí... —Bajo la mirada, apenado, al tiempo que una profesora menuda, de cabello anaranjado y ensortijado irrumpe en el aula. ¡Estoy salvado!—. Tengo que volver a mi clase. Gracias... de nuevo.

Shoto asinte y en tres segundos ya me encuentro corriendo por el pasillo con destino a los lavabos. Mi corazón late con vehemencia y mis colmillos me pinchan el labio inferior por las ansias de zamparme todo el contenido de la bolsita.

¡Tengo mucha sed! ¿Será que voy a enfermarme?

Berreo como un niño encaprichado. No quería faltar a clases otra vez, ni oír los murmullos burlescos de mis compañeros —especialmente de Kacchan— gracias a mi salud de mierda. Y es que los vampiros no se enferman, sus organismos son inmunes a cualquier tipo de bacteria o virus.

No es mi caso. Es frecuente que me duela el estómago y... y...

Me sonrojo. ¡Incluso me da pudor pensarlo! Mi cuerpo es una verdadera abominación.

Escucho la campana que anuncia el comienzo del próximo módulo de clases y apuro las piernas. Entro a los baños como alma que lleva el Diablo. Voy a clavarle los dientes a la bolsita como un animal famélico cuando advierto a la "muralla" de cabello violeta con el trasero apoyado en la mesada de mármol blanco y gris de los lavabos.

Aborto el movimiento a medio camino y quedo rígido con la boca abierta, mis incisivos expuestos y los ojos por salirse de sus cuencas. Mi rostro se enciende con furia. Vamos, no pierdas la entereza. Mantén la compostura, no des una imagen miserable. Me enderezo y abro la bolsa por uno de los extremos para introducir la pajita que lleva adherida por el orificio.

Hitoshi me contempla impasible, pero su mirada es demasiado penetrante y mis nervios rascan el umbral del pánico. Sorbo con impaciencia, vaciando el pack a la mitad en solo tres tragos. Solo entonces la calma me afloja un poco. Y digo un poco, porque los ojos de mi nuevo compañero no le dan tregua. Siento un calor abrazador allí donde esos orbes apuntan, como si me estuvieran horadando dos rayos láser. Me remuevo en el lugar y aclaro mi garganta para romper el silencio.

—¿Qui-Quieres? —le ofrezco, tendiéndole lo que resta de la ración. Luego recuerdo que Hitoshi es humano y deseo que tierra me trague junto con mi idiotez.

Retraigo el brazo con rapidez y atrapo mi labio inferior entre mis dientes.

—Disculpa...

Mi corazón se saltea un latido cuando lo veo aproximarse con su rostro adusto y su mastodóntico porte. Mi mente se imagina el peor escenario. Este tío tiene la fuerza para seccionarme el cuerpo con las manos, para arrancarme los colmillos y luego clavármelos en los ojos. Tiemblo como un cervatillo, pero nada de eso ocurre. Por el contrario, el humano se inclina hasta que su boca atrapa el extremo de la pajita y succiona. Su rostro está tan cerca del mío que algunos de sus mechones púrpura me hacen cosquillas en la frente. Cuando acaba de sorber, se yergue hasta alinear nuestras pupilas, relamiéndose los labios arqueados en una sonrisa chusca.

—Me gusta más cuando está entre la carne —ronronea. Su aliento cálido acaricia mis labios húmedos.

El marasmo mental congela mis pensamientos, dejándome suspendido en una nube brumosa. Mi rostro torna entre el rojo y el blanco, rodando entre el estupor, la vergüenza y la cohibición.

La sonrisa de Hitoshi se desdibuja al tiempo que entorna los ojos. El terror me asalta por el repentino cambio en sus facciones... algo lo ha molestado o desconcertado.

Sin previo aviso, su rostro se hunde en el hueco entre mi hombro y cuello. Contengo el oxígeno mientras puntita de su nariz traza un recorrido por mi piel, erizándome el vello y provocándome oleadas de miedo y... ¿placer?

¡Se siente muy bien tener a este tipo olisqueándome el cuello!

¡¿Qué demonios está pasando?!

Y como para rematar, el cosquilleo de su hálito es reemplazado por el ardiente y húmedo tacto de su lengua.

—¡Mmmmngh ah!

Me tapo la boca de inmediato, con los ojos desorbitados por el gemido que acabo de soltar.

No puedo creerlo.

Hitoshi se aparta de mi cuello con una mueca de confusión. Bien, al menos no soy el único anonadado por los acontecimientos.

El sonido del agua del váter proveniente de uno de los cubículos reverbera entre las cuatro paredes que nos rodean. Eijiro sale de la última puerta, subiéndose la cremallera del pantalón.

—¿Qué fue ese grito orgásmico? —indaga con una gran sonrisa antes de notar mi presencia. Arruga su nariz y en su expresión se asoma el desconcierto.

Abre la boca para decir algo, aunque parece arrepentirse y se limita a mirar interrogativamente a Hitoshi para buscar respuestas en sus ojos. No obstante, esos profundos orbes continúan anclados en mí.

—T-Tengo q-que que, tengo... ¡m-me voy! —chillo escandalizado por el embarazoso e insólito hecho y zumbo hacia la salida, perturbado.

Definitivamente el agua del váter se llevó mi dignidad consigo a las cloacas. Ahora solo resto yo y mis desubicados gemidos orgásmicos.

¡¿Qué mierda te pasa, Izuku?!

Me llevo la mano libre al cuello, el sendero esbozado por la lengua del humano aún me provoca gozosos escalofríos. Mi dermis continúa húmeda, mis mejillas incandescentes y...

Bajo la vista y contemplo el pequeño abultamiento que se asoma cada vez más por debajo de la tela de mi pantalón.

Oh, por un demonio.

En verdad soy abominable.

Cubriéndome con disimulo, abandono el establecimiento y corro a refugiarme en mi dormitorio, rogando que mis nuevos compañeros hayan pasado por alto mi erección, especialmente quien me la provocó.

Luego le explicaré a All Might que no me encontraba bien para asistir a clases, lo que en parte es verdad.

Nada está bien conmigo.

—¡¿Se te paró?!

—¡Shhh! ¡Las paredes son delgadas! —siseo azarado.

Ochaco hice un mohín que poco le dura, pues no deja de darle vueltas en su cabeza a lo que acababo de contarle. Descansa la espalda sobre la pared contigua a mi cama y prosigue con su interrogatorio.

—¿Te gusta un humano?

—¡N-No! Es decir, ni siquiera lo conozco. ¡No sé por qué reaccioné así! —bufo frustrado—. Aunque él tuvo la culpa. No entiendo por qué se le ocurrió lamerme el cuello.

Finalmente encuentro la bibliografía en internet que nos ayudará con el trabajo que debemos entregar en un par de días, por lo que me recuesto sobre la pared al igual que mi compañía para comenzar a responder las consignas en la laptop.

—¡Ay —resopla—, no lo sé! Si él fuese un vampiro quizás sería algo más... "explicable". Pero si dices que es humano... me gustaría verlo con mis propios ojos, pero tendré que esperar a mañana.

—Eso es lo que pensaba... creo que solo quería molestarme —teorizo—. Minutos antes de eso atropelló a Shoto y probablemente lo hizo adrede, ni siquiera se disculpó. ¡Hasta se burló! Y Eijiro también, en cierto sentido. Tal vez odian a los vampiros, como todos los humanos.

Ochaco muerde el extremo de su lapicera y luego sonríe de manera sospechosa. Sí, es ese tipo de sonrisa pícara con un toque de maldad que devela su mente retorcida.

—¡Impresionante! Nadie se atreve a mofarse de un purasangre. Creo que me caen bien... ¡Jo! —refunfuña— ¡Justo tenía que faltar hoy a clases!

—Kiri es simpático, ¡pero Hitoshi da miedo! —Agito los pies con nerviosismo al rememorar sus irises lacerantes.

—¿Miedo? Tu amiguito no piensa lo mismo.

—¡Ah! ¡Calla! No se te vaya a escapar algo de esto delante de Kacchan... y-y menos de Shoto. —Abro la boca en una exclamación muda al recordar que nunca fui a devolverle la ración—. ¡Joder! ¿Qué hora es?

Ochaco da un bote y me fulmina con la mirada.

—¡Me asustaste! Fíjate en la lap, idiota.

—Era una pregunta retórica, idiota. —Ochaco me lanza un cojín mientras intento ponerme las zapatillas a toda velocidad—. Tengo que ir al dormitorio de Shoto, solo serán unos minutos, ¿te quedas aquí?

Enarca una ceja. ¡Claramente lo está malpensando todo!

—¡Hoy ejercitarás mucho al amiguito! —chilla a las carcajadas, prescindiendo de la discreción que le había implorado.

—¡Por Nyx! Juro que te raparé la cabeza mientras duermes.

—Quiero estar presente cuando Todo-rico se entere de que tiene competencia.

Suspiro y niego con la cabeza.

—Deberías dejar de ver telenovelas turcas. Shoto jamás se fijaría en mí de esa manera... —grazno con pesar.

—¿Eres imbécil? —rechista incrédula—. ¡Todoroki te tiene más ganas que yo al trasero de Katsuki! Joder, no puede ser que seas el único en toda la bendita Academia que no se dé cuenta. ¡Incluso te invitó a su aquelarre!

—Eres una cerda. ¿Qué diablos le ves a Kacchan? Es como un perro con rabia.

—Me ponen los chicos rabiosos —confiesa sensualmente, mordiéndose el labio—. ¡Y Tenya es un mojigato! ¡Demonios! Tendré que darle algunos puticonsejos.

Exhalo una carcajada que me hace saltar lágrimas y otro almohadón rebota en mi cara, sofocando mi risa por un instante.

—Vale —declara finalmente, apeándose de mi cama—. Mejor me voy. Quedé en hacer videollamada con mi futura pareja mojigata a las cuatro y son las cuatro y diez.

Ochaco se encamina a la puerta, contonéandose. Ya estando a dos pasos se voltea súbitamente con su fino dedo índice en alto, apuntándome.

—Dile que sea gentil, sino le quemaré el otro ojo.

—¡O-Ochaco! Eso ha sido muy mezquino de tu parte —farfullo, causándole una risita traviesa—. Ya te dije que no tiene intenciones conmigo. Solo le llevaré una jodida ración para devolverle el favor.

—Bueno, sí sí, claro, por supuesto. —Rueda los ojos y agita su mano en un saludo antes de desaparecer por el umbral.

Mis labios se tuercen. Estoy convencido de que Ochaco es oriunda del Infierno.

Tomo una bolsita de mi mini refrigerador y me dirijo al cuarto de Shoto, ubicado en el Ala B de mi edificio. Espero encontrarlo...

Atravieso el lobby, convirtiéndome en el vertedero de vistazos y bisbiseos despreciativos de los estudiantes que vagan por allí. Las ofensas ya no me afectan tanto como antes, aunque es un poco incómodo sentir constantemente la presión de tantos ojos puestos en mí. Me causa jaqueca.

Voy tarareando felizmente una canción de Harry Styles, emocionado y nervioso por la anticipación de ver a Shoto. Sería conveniente que su compañero de habitación estuviese presente, por varios motivos. Estar a solas con un purasangre atractivo en un espacio reducido sería una tortuosa prueba a mi autocontrol.

Busco su puerta a través del tercer piso. Solo he estado en su cuarto una vez y de eso ya hace tiempo. Cuando finalmente la hallo, golpeo unas cinco veces y espero impaciente e incapaz de mantenerme quiero. Después de algunos minutos, nadie abre. La decepción decanta sobre mí como un frío aluvión. Tendré que devolverle la bolsita mañana en la Academia...

—¿Izuku?

Giro hacia la fuente de la femenina y dulce voz: una chica de cabello negro y ojos del mismo tono, de sonrisa amable y muy bonita. Momo, creo que era su nombre. Es compañera de Shoto y, por lo que he advertido a lo largo del año, ellos son muy cercanos. Momo es acompañada por otra chica más bajita y menuda, de cabello corto y mirada despreocupada. Van de la mano, por lo que resuelvo que están en alguna relación amorosa. Uhm... creo que también he visto al compañero de habitación de Shoto con ella.

—Buscas a Shoto, ¿verdad? —continúa con el mismo trato afable.

Hm, pero creo que no está...

Momo también es una purasangre, de las pocas que hay en la Academia, y de las pocas que no me rebajan con miradas desdeñosas. Eso no significa que no sea intimidante.

—Está en la habitación de Tetsutetsu. Me dijo que si te veía por aquí te avisara, no tardará en regresar.

—¡Ah! Gracias —sonrío, agradecido con la despampanante vampira—. Lo esperaré aquí.

Momo me devuelve la sonrisa y reanuda su camino con la chica bajita, aún tomadas de la mano.

Dos minutos después percibo una presencia a mis espaldas y me giro alarmado. Suspiro, solo es Denki Kaminari.

—Oh, ¿qué tal pequitas? ¿esperas a Shoto?

El mote me provoca cierta calidez y vergüenza, por lo que asiento en lugar de responder con algún tartamudeo estúpido.

—¿Quieres pasar? —me invita, abriendo la puerta del cuarto y haciendo un ademán para que lo siguiera dentro—. No tardará mucho.

—N-No, está bien, esperaré afuera.

—Vengaaaa, no seas tan tímido —insiste jocosamente, dándome empujoncitos por la espalda para meterme a la fuerza.

No opongo resistencia, inhibido por la confianza de Denki. Me quedo de pie mudo e inquieto. La habitación es amplia y suntuosa. Era interesante admirar cómo la misma se reparte en dos temáticas diferentes y contrastantes. Hacia un lado, el estilo rockero y artístico predomina. Hay cinco guitarras colgadas en la pared cubierta de pósters de bandas. El lado opuesto no posee muchos adornos, es más bien simple y equilibrado, relajante, con algunos bambúes decorativos y un cuadro abstracto sobre la cabecera de la cama.

Es evidente cuál pertenece a Shoto.

Aferro la bolsita de sangre contra mi pecho mientras Denki se arroja con frescura a su cama, rodeada de atavíos musicales.

—Siéntate, hombre.

—E-Estoy bien...

Denki suelta un bufido pero no persevera.

—¿Por qué eres tan tímido?

Bueno, tal vez por mis inseguridades y mi autoestima sepultada a cincuenta pies bajo tierra desde que nací, pero no voy a decirle algo tan deplorable, así que me reservo la respuesta.

Denki se encoge de hombros y se acomoda los auriculares, aislándose del mundo.

Me dedico a contemplar el lado de Shoto con mayor detalle. No hay retratos ni nada personal y todo se encuentra sumamente ordenado y limpio.

Hago una mueca. A veces pienso que el cuarto de uno es la representación de su psiquismo... ¡Mi cuarto es un cochinero!

Shoto se caracteriza por su actitud perspicaz, austera y controlada, en tanto que yo me posiciono en el otro extremo, siempre derrapando en mi inestabilidad.

—No entiendo por qué Ochaco tiene esas ideas tan locas... —musito, rememorando su tozudez en relación al "interés" de Shoto por mí.

El sonido del picaporte me sobresalta. Shoto entra sosteniendo una lata de refresco y luce algo sorprendido al verme. Una sonrisa fugaz atraviesa su rostro níveo, aunque desaparece tan pronto que deseo haber tenido una cámara para capturar el momento y poder revivirlo mil veces.

—Ah, Izuku. Pensé que no vendrías... solo he traído una lata —dice cabizbajo.

—Siempre devuelvo los favores —Río, rascándome la nuca—. No te preocupes, no me quedaré mucho tiempo.

—Compartiremos mi lata —declara.

Guarda la dosis de sangre que le tiendo en el refrigerador del dormitorio y se sienta en el borde de su cama, lanzándome una mirada expectante. Tragando saliva silenciosamente, me acomodo a su lado. Empiezo a jugar con mis dedos y a dar cortos movimientos estereotipados con mis pies.

—Denki —le llama Shoto, sin obtener ningún tipo de respuesta por parte de su compañero.

Denki sigue con los ojos cerrados, recostado plácidamente con la cabeza sobre sus brazos flexionados. Puedo oír con claridad Bohemian Rhapsody sonando en las pequeñas bocinas de sus audífonos.

—¡Denki! —repite alzando la voz, y esta vez el susodicho reacciona dando un salto.

—¡Ah! ¡¿Qué...?! —chilla incorporándose, arrancándose los audífonos en el proceso—. ¿Oh, qué hay, hermano?

Nos contempla con curiosidad antes de que una sonrisa cómplice se instale en su rostro. Abre la boca con dramatismo y se lleva las manos a la cabeza.

—¡Acabo de recordar que tengo que ir buscar a Kyoka a la casa de sus padres! Nos vemos bro. Izuku...

Se inclina en una rápida reverencia y sale del cuarto con idéntica velocidad. Arrugo el entrecejo, desconcertado.

—¿Kyoka no es la chica de cabello corto y azulado que va a tu clase? —le pregunto a Shoto.

—Sí, ¿por qué?

—Pues... me la encontré recién en el pasillo. Debería decirle a Denki que... está aquí...

Mi voz va menguando al igual que la distancia entre nuestros rostros. Shoto me observa con atención, como un leopardo al acecho, por momentos bajando la mirada gris y aguamarina a mis labios.

Mi cuerpo se enciende y erupciona como un volcán.

—¿Has pensado en tu respuesta? —Su voz es suave y firme, con algunas notas sensuales que seguro me estoy imaginando. Le da un escueto sorbo al refresco y luego me lo ofrece. Lo recibo con la mano temblando.

—N-No... l-lo siento...

Su cercanía me obnubila y los nervios me obstaculizan el habla. Shoto parece notarlo, pues se aleja unos centímetros.

—Izuku... Sabes que hemos tenido bastantes... dificultades con los licántropos últimamente, ¿verdad?

Afirmo con la cabeza, tomando de la lata para disimular el temblor que ahora se propaga a mi boca. ¡Oh! ¡Un beso indirecto!

—Por algún motivo están cazándonos sin escrúpulos. La cifra de muertes de nuestra especie ha subido de manera alarmante y ya no podemos salir a la calle con tranquilidad. Hasta podría considerarse un suicidio salir solo.

—Lo sé... —admito—. Aunque ellos están peor que nosotros. Es decir, están al borde de la extinción. El no poder procrear con humanos y la muerte prematura de sus pocos omegas los han devastado... además de los ataques por parte de nuestra raza.

—Eso no cambia el hecho de que aún existen, y de que los que existen no van a parar hasta exterminarnos. Son muy fuertes y tienen la ventaja de que el sol no les afecta, no es un problema para ellos. Por eso... me gustaría que consideraras mi propuesta... no es conveniente andar por tu cuenta y mucho menos en estos tiempos. Mi aquelarre es poderoso, nunca está de más tener un buen respaldo...

—Vale, entiendo —espero, interrumpiéndolo—. Quieres que me una porque evidentemente soy una presa fácil para los lobos.

Shoto hace ademán de hablar, pero lo silencio con la mano.

—Sé que parezco débil, pero no lo soy. Soy completamente capaz de defenderme, aunque también comprendo lo que dices. Tienes razón. No es nada fácil enfrentar a un licántropo, mucho menos si es Alfa, y no hay buenos pronósticos para los vampiros solitarios. Pero... me cuesta creer que alguien quiera ayudarme a . Para la gran mayoría sería un alivio que me convierta en la cena de un hombre lobo. ¿Qué te hace pensar que tu aquelarre estará dispuesto a poner en peligro a sus miembros por un mestizo indeseado?

Mi dolor puede degustarse en mis palabras. No quiero entrar en dramas frente a Shoto, pero me jode que todos me consideren un despojo débil y extraño. Y, en cierta manera, también me molesta recibir rayos de esperanza que desaparecerán antes de siquiera disfrutar de su falsa existencia.

Percibo los ojos heterocromos del vampiro a mi lado sondeándome, pero ya no puedo hacer contacto visual. Shoto solo estaba siendo considerado conmigo y yo le contesté ladrando como un perro golpeado y a la defensiva.

Apreto los labios en una fina línea, dispuesto a disculparme por mi actitud. Sin embargo, él se adelanta.

—No lo creo, que mi aquelarre te protegerá, por el simple hecho de que eres importante para mí y yo seré su líder.

Sus palabras empujan a mis ojos a su etérea expresión, necesito encontrar algún deje de sinceridad ella. El gris y el azul intenso brillan limpios de mentira, incluso, hay un cariz de algo tierno, parecido al cariño.

Desvío una vez más la mirada, doblegado por los imponentes orbes ajenos, pero soy obligado a restituir el contacto visual cuando su mano me sujeta la barbilla y la levanta con delicadeza.

La misma mano baja desde mi mentón, marcando un recorrido por mi piel con las yemas de los dedos hasta detenerse a mitad de mi cuello, donde mi pulso frenético y tórrido queda patente en contraste con la frialdad de sus dedos.

—Nunca he creído que fueses débil. Jamás —susurra, continuando el recorrido de su caricia por mi pecho y abdomen hasta terminar posando la mano en mi cadera—. Pienso que eres fascinante. También eres astuto e intuitivo, aunque un poco lento para ciertas... cosas.

Mi corazón está a punto de estallar. No me percato de la situación que sigue hasta que me encuentro encima de Shoto, mostrándole mis colmillos alargados por la sed. No entiendo en qué nimio segundo lo tumbé en la cama, arrojando la lata de Coca-Cola al suelo. Mis instintos se apoderaron de mí sin darme al menos una oportunidad de resistirme.

El pecho me duele y mis manos se agarrotan en su camisa por el hambre y por el gran esfuerzo para aplacarlo. Tengo que quitármele de encima antes de hacer algo de lo que luego me arrepienta. Esto es un verdadero sacrilegio, mi comportamiento ruin y despreciable me condenará y Nyx nunca me dejará entrar al Edén, no cuando deseo profanar el cuerpo y la sangre sagrada de uno de sus hijos más puros.

Aun así, mi instinto ignora mi moral por completo.

—Apártame —sollozo temblando, completamente avergonzado por no poseer ni siquiera el mando de mi propio organismo—. No puedo...

Shoto me observa con serenidad. Su cuerpo relajado no muestra intensiones de moverse. Si el purasangre tendido debajo de mí hubiese sido otro en lugar de él... posiblemente mi vida ya habría visto su final.

—Puedes beber.

La impresión me azota y mi cuerpo se sacude.

Al sopesar mi confusión, Shoto conduce la mano que anteriormente había apoyado en mi cadera hasta mi mejilla para rozarla con cuidado.

—Si el instinto te lo pide con tanto ímpetu, es porque en verdad lo necesitas. No te negaré algo que puede ayudarte. Adelante —me alienta, sin interrumpir el tacto sobre mi sonrojo.

—P-Pero... —Niego con brió—. No puedo hacerlo...

Solo a una pareja digna se le es permitido tomar la sangre de un vampiro puro. Que la tome yo, un vulgar híbrido sin cabales ni modales, es demasiado aberrante.

Jadeo con frenesí cuando Shoto se infringe un corte en el cuello con la uña. El hilo de sangre que de él brota aplasta mi lábil autocontrol.

Me lanzo sobre la pequeña herida goteante y clavo mis colmillos en ella, rasgando el tejido hasta perforar la arteria.

El líquido frío impregna mi boca con un sabor dulzón y exquisito, un manjar inefable que comienzo a succionar con gusto. Jamás había probado algo de tal calibre.

Mi cuerpo se vitaliza llenándose de lozanía y mi sed, domada por la divina sangre, ya no me perturba. Bebo con mayor calma, saciado, pero aún sin poder —ni querer— desprenderme de él.

Sus dedos acarician mi espalda por debajo de mi camiseta, imprimiendo una sensación candente a pesar de ser helados.

Me separo de mala gana, flotando en una nebulosa de éxtasis similar a la que sigue a un orgasmo; sedado, relajado, absorto en la maravillosa sensación que hace hormiguear mis extremidades.

Nuestras pupilas se abisman en las ajenas, son mares de ideas sugestivas. Shoto me acerca a él sujetándome del cuello y se ocupa de limpiar con su lengua una gotita de sangre que se escurre de mi comisura. La atrapa por mi mentón, luego sigue el trazo rojizo hasta llegar a mi boca. Su lengua habilidosa se cuela por mis labios entreabiertos y lame mis colmillos; va despacio y con cuidado, subiendo la excitación con su trabajo maestro, prometiendo universos de placer mediante la degustación de tan solo una pequeña estrella.

Sus manos viajan al sur y rodean mis nalgas, presionándome contra la dureza en su entrepierna. Doy una bocanada de aire y Shoto aprovecha la abertura de mi boca para introducir su lengua y explorar sus interiores.

Me está besando.

Me pierdo en el ósculo, me abandono a sus belfos y le correspondo a pesar de mi ignorancia e inexperiencia.

En minutos, el calor humano de mi cuerpo se equipara al de un demonio, creando una peculiar y deliciosa antítesis con el cuerpo helado del vampiro.

¿Podrá ser que... Ochaco tiene razón?

A Shoto... ¿le gusto?


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