PROLOGUE

KANSAS, 2002.

Azalea y Hayley, dos almas inocentes marcadas por la desdicha desde su nacimiento, crecieron sin apellidos, sin un hogar al que llamar suyo, sin padres que las abrazaran con amor. Desde sus primeros días, la vida fue una constante lucha por sobrevivir. Encerradas en un orfanato de mala muerte, enfrentaban a diario el horror de los maltratos, tanto de las crueles cuidadoras como de los demás niños, que parecían disfrutar de su sufrimiento.

Cuando la familia Abrahams llegó al orfanato, Azalea y Hayley albergaron la esperanza de un futuro mejor. Por un breve instante, creyeron que finalmente conocerían la calidez de un hogar y el cariño de una familia. Pero esa esperanza se desmoronó rápidamente. Los Abrahams no eran el refugio que habían imaginado, sino un infierno aún más oscuro. Las niñas sufrieron abusos y castigos que las hacían desear la fría indiferencia del orfanato.

La situación llegó a un punto insoportable cuando una noche la tragedia llegó a Azaela, la niña de diez años.

Azaela estaba fregando los platos, sus manos estaban rojas, su cuerpo temblaba por el frío, pues era invierno. La mujer que la adoptó le dejó esa tarea a Hayley, la menor de diez años, pero Azaela no lo permitió y tomó su lugar mientras que la mujer salió con sus amigas. Hayley estaba plácidamente durmiendo. Ella estaba a salvo, era todo lo que le importaba a Azaela.

Pero entonces, pasó. Ella escuchó a Hayley gritar.

Sintió un iracundo terror subir por su garganta, y como un piloto automático, ella tomó un cuchillo y corrió al cuarto que compartía con su hermana.

Azaela no lo supo. Hayley no lo supo. Aquél hombre que la adoptó no lo supo, pero los ojos de la niña se iluminaron de un rojo escarlata. De un color tan rojo como la sangre.

Sin embargo, la naturaleza supo que el señor Abrahams había firmado un condena, una condena de muerte al tener a Hayley sobre la cama tratando de taparle la boca mientras Hayley pataleaba. Y la mirada de un demonio se implantó en los ojos grises de Azaela.

La niña no supo en que momento pasó, pero de un momento a otro, tenía al hombre debajo de ella mientras sin mucho esfuerzo le manda una puñalada en la yugular de la garganta, haciendo que suelte una oleada de sangre.

Hayley se mantenía con los ojos cerrados, haciendose bolita en la cama mientras que Azaela se separa del hombre e intenta levantarse, pero cayó al suelo sobre manos y rodillas sintiendo una sensación de ardor que se extendió por todo su cuerpo. Dejó escapar un grito y se agarra la cabeza con el dolor acumulándose ahí. Sentía que la estaban destrozando.

Hayley se acerca rápidamente a ella y la toma del hombro con sus pequeñas manos.

─ ¿Azza? ─ pregunta temblorosamente.

Azaela gime en respuesta y el pánico la recorre cuando ve su rostro en el espejo; sus ojos brillan con un vibrante color dorado. Todo desaparece rápidamente, pero el resto permanece como una horrible pesadilla de la cual nunca podrá escapar

─ ¿Azza...? ─ Hayley fué interrumpida por su hermana mayor cuando esta la tomó de la mano.

─ ¡Tenemos que irnos ahora! ─ no tuvo tiempo de pensar en el hombre que asesinó y simplemente corrió junto a Hayley.

Las niñas corrieron, sus corazones latiendo al unísono con el miedo y la adrenalina, huyendo de aquel hogar de pesadilla.

Desde ese día, Azalea y Hayley se convirtieron en sombras errantes por las calles, viviendo en el abandono, mendigando para sobrevivir. Durante meses, enfrentaron la indiferencia y el desprecio de una sociedad que parecía no tener lugar para ellas. Cada noche, se acurrucaban juntas en cualquier rincón que les ofreciera un poco de abrigo, compartiendo el escaso alimento que lograban obtener con sus pequeñas manos extendidas.

[...]

UN MES DESPUÉS

En un día sombrío y turbulento, con el cielo desgarrado por la tempestad, las hermanas buscaron refugio. Empapadas hasta los huesos y sin esperanza de encontrar un techo seguro en la ciudad, caminaron hacia el bosque cercano. La lluvia incesante hacía que cada paso fuera una lucha, y el aire frío provocaba que Hayley comenzara a toser violentamente. Azaela, sin dudarlo, se quitó su abrigo y se lo puso a su hermana, ignorando su propio frío.

La lluvia no cesaba, y las calles no ofrecían amparo alguno. Internándose más en el bosque, tropezaron con una choza abandonada, sus paredes cubiertas de musgo y su puerta colgando de un hilo. Sin otra opción y con la salud de Hayley empeorando, Azaela decidió que ese lugar sería su refugio.

En esa choza, bajo el incesante golpeteo de la lluvia contra el techo maltrecho, las hermanas encontraron un momento de respiro. En la oscuridad del bosque y la furia de la tormenta, se aferraron una a la otra, buscando consuelo y fuerza para enfrentar el incierto mañana.

La luna llena estaba llegando a su punto máximo, y la lluvia no cesaba, azotando el bosque con su furia implacable. Sin embargo, algo más que el frío y la humedad comenzó a afectar a Azaela.

Mientras la luz de la luna llena atravesaba las rendijas del techo maltrecho, Azaela sintió un dolor punzante recorrer su cuerpo. Su respiración se volvió errática, y sus músculos comenzaron a tensarse involuntariamente. Era la luna llena, acercándose, desatando el lado oscuro de su naturaleza.

Aún cuando no sabía lo que significaba, ella sospecha que no tenía mucho tiempo antes de que la transformación tomara el control. El dolor se intensificaba, cada vez más insoportable, mientras la luna ascendía en el cielo. Miró a Hayley, que yacía acurrucada y débil, y supo que debía alejarse para protegerla. Su instinto así lo ordenó.

Con un último vistazo lleno de amor y pesar, Azaela salió de la choza, tambaleándose hacia la espesura del bosque. La lluvia seguía cayendo sin piedad, mezclándose con sus lágrimas. Cada paso era una lucha contra el dolor que crecía dentro de ella. Finalmente, cayó de rodillas en un claro, su cuerpo sacudido por espasmos.

La luna llena alcanzó su punto máximo, y Azaela dejó escapar un grito ahogado mientras la transformación comenzaba. Entre el dolor y el miedo, una sola cosa era clara en su mente: debía sobrevivir, por Hayley, y encontrar una manera de protegerla, incluso de sí misma.

[...]

No supo cuánto tiempo pasó, pero cuando despertó, se encontraba en medio del bosque. Azaela frunció el ceño al darse cuenta de que estaba manchada de sangre. Con el corazón acelerado, se levantó tambaleándose y vio el cuerpo inerte de Hayley a su lado. Con el corazón en un puño, caminó hasta el cuerpo. El aire se volvió denso con el olor metálico de la sangre mientras sus ojos se posaban en el cuerpo inerte de su hermana, su piel pálida contrastando con el rojo brillante que la rodeaba. Un grito ahogado escapó de los labios de Azaela mientras corría hacia ella, sus manos temblando al tocar su piel fría.

El sonido de su propio latido retumbaba en sus oídos mientras se arrodillaba junto al cuerpo de su hermana, buscando desesperadamente algún signo de vida. Pero no había nada, solo el silencio ensordecedor y el peso abrumador de la culpa que amenazaba con aplastarla.

─ Hayley...Hayley, por favor, despierta ─ suplicó en medio del llanto ─ Hayley...

Azaela se aferró al cuerpo de Hayley, su corazón destrozado por la pérdida y la culpa que la consumía.

Hayey había muerto, y era su culpa.

[...]

DOS DÍAS DESPUÉS

Hayley abrió los ojos mientras se acostumbra a la iluminación. Frunció el ceño desconcertada. Cuando sus ojos se acoplaron a la luz, miró a su alrededor; todo era de color blanco, habían máquinas funcionando a su lado y una delgada manguera estaba pegado a su brazo, entonces llegó a la conclusión de que estaba en un hospital.

La niña cuidadosamente se reincorporó hasta quedar sentada sobre la camilla. No podía recordar nada. Todo se encontraba demasiado confuso.

Su corazón empezó a latir desesperado cuando no vió a su hermana mayor a su lado.

Ella nunca la dejaría sola.

─ ¿Azza? ─ preguntó

No hubo respuesta.

─ ¿Azza?

Solo se oían las máquinas funcionando.

─ ¿Azza?

Esta vez se puso de pie con su cuerpo tambaleándose, ella se quitó la manguera de un tirón y abrió la puerta del baño, más no había nada. Abrió la puerta para salir de la habitación y afuera de este solo se encontraban el personal médico, pacientes, familiares de los pacientes, etcétera, pero ninguna niña castaña con ojos grises.

─ ¡Azza!

Empezó a gritar desesperadamente caminando por los pasillos con las lágrimas ya corriendo por su rostro. Su corazón dolía.

─ ¡Azza, no puedes irte sin mí!

Una de las enfermeras la detuvo, pero Hayley luchaba contra su agarre.

Ella solo necesitaba a su hermana.

La misma enfermera al ver que la niña luchaba, le inyectó un sedante dejando que caiga en sus brazos mientras seguía murmurando el nombre de Azaela.

Azaela se había marchado, y era su culpa.

ESTOY CHILLANDO PEOPLE. MIS POBRES NIÑAS 😭.

En fin (hace como si no lloró escribiendo esto) hay cosas que aclarar aquí *música de suspenso* no es nada de otro mundo.

i. Como se habrán dado cuenta, o no... Azaela tiene 19 años en la temporada en la que se situará el fanfiction, el cual empieza desde la temporada dos.

ii. Hayley en ese entonces tendrá 17, al igual que Elena, Bonnie, Caroline etc etc.

Se que Hayley en el canon es uno o dos años mayor que las chicas, pero decidí cambiarlo 🕴️

En fin, eso era. Espero que disfruten leyendo este fanfiction, así como yo disfruto escribiendolo.

LAS AMO PEOPLE 🎀

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