33.

Cuando abrí los ojos a un nuevo día, mis molestias parecían haber desaparecido tal como lo supuse. El único dolor que no había desaparecido del todo, fue el de mi corazón, cuando desperté en una enorme cama fría, solo.

Resignado, decidí levantarme y hacer mi rutina diaria para finalmente vestirme un poco decente y salir a la sala, pues aunque merodear por la casa en pijamas me parecía excelente, el pensamiento de que podría encontrarme a mi suegro en cualquier momento, me dejaba intranquilo, por eso decidí evitar cualquier situación que condujera a una discusión innecesaria.

Y así, después de ponerme ropa cálida y mis pantuflas, salí de la habitación, no sin antes llevarme mi celular, que estaba cuidadosamente colocado sobre la mesa de noche, con su batería llena y el cargador al lado, claramente a mi disposición.

Tenía muchas dudas respecto a Wonho y todavía me sentía triste porque no estuvo en la habitación cuando desperté, pero aún así, mi necesidad de verlo era fuerte y comencé a ir de lado a lado de la casa, disimulando lo mejor que podía, la búsqueda de uno de los vampiros.

Mi favorito.

— Es inútil, no están aquí. —me dijo una voz desde atrás. Cuando giré asustado, me di cuenta que se trataba de la rubia que estaba cocinando algo de forma bastante silenciosa, tanto que no la había notado en ninguna de las veces que fui ahí. —Si sigues dando vueltas, romperás el piso. Ven, toma asiento. —me llamó señalando una silla.

Sin más opción que aceptar, caminé hacia dónde me señaló y tomé asiento.

— ¿Dónde están? —cuestioné sin molestarme en seguir ocultando mi ansiedad.

Ella soltó una sonrisa ladina y finalmente suspiró, volteándose para mirarme.

— Te ves realmente tierno preocupado por Hoseok. Él y su padre fueron invitados ayer por un reconocido señor a su casa. —explicó moviendo la comida de la olla— Se lo encontraron en la fiesta, Hoseok se negó pero él fue tan insistente que al final tuvo que acceder y visitarlo. —la rubia rodó los ojos con molestia— Aunque tenía planeado llevarte con él, viéndote dormir tan pacíficamente, no quiso despertarte.

En ese momento mis ojos se ensancharon por la reciente confesión, y la miré con total aturdimiento.

— ¿A mi? —cuestioné incrédulo— ¿Yo? ¿Qué podría hacer yo si fuera? ¿Quién diría que soy? ¿Qué derecho tengo?

La mujer que hasta el momento había estado serena, me lanzó una mirada fría tan fuerte, que cualquiera que la viera podría pensar que insulté a su madre.

— Como su pareja, por supuesto que tienes todo el derecho de ir. —me afirmó con un tono de voz bastante autoritario— Y si planea llevarte es porque quiere tenerte cerca, llevarte a conocer, o quien sabe, quizá solo quiere presumirte ante el mundo... —sonrió con coquetería dejando de lado su fría expresión para volver a su labor— Y sé que estarás pensando cualquier tontería como “Lo invitaron a él, no a mí” pero bueno... —se dio la vuelta para mirarme de nuevo y me señaló con el cucharón que tenía en su mano— ¿Crees que Hoseok iría si se te negara la entrada? —arqueó una ceja esperando brevemente por mi respuesta, pero apenas pude hacer un corto balbuceo antes de que ella volviera a hablar— Exacto, es imposible que eso pase. Eduqué a un gran caballero... —sonrió orgullosa.

Ante la declaración tan directa, no supe como reaccionar, entonces asentí antes de quedarme en silencio un buen rato y finalmente cambiar de tema.

— ¿Qué estabas cocinando? —eché un curioso vistazo a la cocina en busca de algún indicio, y motivado por el olor que desde varios momentos atrás estaba provocándome antojos, lamí mis labios.

Ella notó mi acción y se rió mientras servía un plato lleno de humeante comida deliciosa.

— Tranquilo, es para ti. —susurró poniendo el plato justo en la encimera delante de mí— pruébalo. Es una de mis especialidades.

Acerqué el plato hacia mí y por fin comencé a degustar aquel platillo que ni siquiera sabía como se llamaba, pero que estaba engullendo como si no hubiese un mañana. Ni siquiera le presté atención a la atenta mirada de la rubia que tenía delante.

— ¿Está buena? —cuestionó atentamente. Así que sin ánimos de interrumpir mi acto, asentí— Uff, menos mal. No había cocinado algo en unos 50 años... —soltó tranquilamente— Ni siquiera sé si los ingredientes estaban caducados, ya había olvidado que eres un mortal.

Tras escuchar sus palabras quise escupir el bocado que tenía en la boca, tan solo de pensar que estaba llenándome el estómago de sabra Dios qué porquería, pero su ruidosa risa me hizo saber que realmente solo estaba burlándose de mi, y en efecto así era.

Quería abofetearme a mí mismo al recordar que literalmente casi todos los días desde que había vivido en esa casa, Wonho había cocinado cosas deliciosas para mí, cada vez que tenía hambre o algún antojo, por lo tanto era obvio que la alacena estaría lo suficientemente surtida para mi necesidad. Era solo que, cuando se trataba de él, todo parecía ser muy cotidiano y familiar, pero cuando alguien más lo hacía, se sentía extraño.

— Muy gracioso. —dije, inflamado de sarcasmo y sacando el celular de mi bolsillo— ¿puedo obtener la clave del WiFi? por favor...

Ella me miró con un rastro de confusión.

— ¿WiFi? —repitió.

No pude evitarlo y la miré con sorpresa.

— ¿No sabes que es el WiFi? —pregunté casi asustado— La conexión a internet...

No pude seguir hablando al dudar de ella. No era posible que no conociera el WiFi, sabía que eran personas de otra época pero me rehusaba a creer que conocían la tecnología.

— Oh, conexión a Internet... —comentó como si recién hubiera entendido a qué me refería— Hyungwon, estas en un lugar tan lejano de la ciudad, en una casa de hace varios siglos, viviendo con seres de una época pasada que literalmente pueden ir a donde quieran, cuando quieran... ¿Por qué crees que tendríamos eso?

Al escuchar su explicación sonaba bastante razonable, por lo que no cuestioné.

— Lo siento. —susurré— Es la costumbre de...

Y de nuevo su ruidosa risa.

— ¿Por qué eres tan tonto? —preguntó en medio de sus risas— eres la ternura personificada... —apretó una de mis mejillas con un poco de fuerza desmedida y luego suspiró— Esto de sacar provecho de haber vivido varias epocas, no es tan malo después de todo...

No sabía si era la persona mas afortunada del mundo por haberme encontrado por lo menos a cuatro vampiros y seguir vivo, o la persona más desafortunada por convivir con tres vampiros con un pésimo sentido del humor.

— ¿Sabés qué? —solté el tenedor con desdén sobre el plato casi vacío— Odio las bromas vampirescas.

Ella sonrió como si la hubiese halagado.

— Entonces acostúmbrate. —tocó la punta de mi nariz con su dedo en ese gesto maternal que se le estaba haciendo costumbre hasta que finalmente respondió a mi pregunta— es la fecha de cumpleaños de mi bebé.

"¿Bebé? ¿En serio le llamas bebé a un tipo super musculoso que ha vivido por más de un siglo?" No lo dije en voz alta, pero en mi cabeza lo grité.

— Yo... No recuerdo haberme dado cuenta de esa información. —confesé.

Ella no pudo esconder lo notoriamente sorprendida que estaba, pero yo no mentía. Si bien una vez Hoseok me mostró su identificación y todo eso como una prueba de su supuesta inmortalidad, estaba tan molesto, confuso y sorprendido como para ver más allá y solo me concentré en ver el año de su nacimiento no su fecha en sí.

— ¿No te lo dijo? —cuestionó en un tono que no sabía como descifrar. Entonces, siguiendo el hilo de mi sinceridad, negué.
Sin más que decir, ella tomó mi celular y configuró lo necesario para finalmente devolvérmelo— Tengo algunos asuntos pendientes, debo irme ahora. —me comentó mientras se quitaba el delantal de encima— si tienes más hambre puedes comer un poco más de lo que hice, cuídate.

Asentí sin ganas de cuestionar nada y no aparté mi mirada de ella hasta que desapareció de mi campo de visión en dirección a la oficina de la casa.

A decir verdad me sentía muy extraño por la reciente conversación. Era como si en cada día que pasaba, me daba cuenta de lo poco que realmente conocía a Wonho y en lo mucho que me cuestionaba a mí mismo el porqué había adoptado esa nueva "normalidad" tan extraña en mi vida.

Yo simplemente envejecía, y un día moriría. ¿Y luego qué?

Mi mente se había convertido nuevamente en un cóctel de pensamientos al punto de arrancarme de la realidad y llevarme escuchar solamente a mi ruidosa mente. O al menos así fue hasta que sentí la imparable vibración en mi mano, emitida por el aparato que no había sido usado en un tiempo.

Cayendo directamente a la realidad, me asusté. No sólo por lo repentino que había sido todo, sino porque habían muchos mensajes que seguramente serían en su mayoría, de Kihyun y no me sentía preparado para verlos.

Soltando un suspiro, abrí su chat, casi deseando que la farsa en la que vivía no acabara todavía y que mi vida real no me abofeteara la cara, pero ya era tarde.

El que sube, cae por inercia
¿No es así?

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