30.
En medio de mi agobiante y repentina ansiedad quise aparentar estar tranquilo frente a la madre de Wonho, ni siquiera sabía por qué quería ocultar como me sentía, sólo pensé que eso sería lo mejor.
Me acomodé la ropa por reacción del nerviosismo y bajé la mirada al suelo, como si quisiera restar importancia a mis propias palabras.
— ¿Sabes dónde está el mío? —susurré aún con la mirada en cualquier lado.
Ella no notó mi extraño comportamiento poque seguía ocupada ordenando su espacio, así que se encogió de hombros naturalmente.
— No lo sé, tal vez Wonho lo tenga consigo. —explicó dando la respuesta más lógica— Espera a que vuelva... —en ese momento dejó de lado todo y me miró con una sonrisa, tocando la punta de mi nariz con un suave toque juguetón que parecía querer transmitirme la tranquilidad que necesitaba— ve a terminar de ver la película mientras él llega, seguro tiene un interesante final.
A pesar de que me sorprendió su amorosa caricia maternal, no pude corresponderla con una reacción más que una sonrisa.
— Esta bien... —respondí antes de verla desaparecer yendo hacia otro lugar de la casa, aparentemente ocupada.
Solté el aire que mis pulmones habían estado reteniendo ese tiempo y al mirar al reloj solo pude pensar que Wonho estaba tardando demasiado en volver a casa. Quería verlo, conversar con él acerca de Kihyun y de mis preocupaciones, pero todavía tenía que esperar.
Me senté por un momento en el sofá que antes me había parecido tan cómodo y que ahora sentía como un cactus, pero por mucho que intenté acabar la película para distraerme, mi mente andaba volando lejos, en otro país para ser más específicos.
Nunca había sido una persona apegada a la tecnología, no es como que tuviera cien personas para hablar o seguir, por lo tanto no era extraño que me olvidara de mi celular en cualquier parte. Sin embargo sí había una persona que había estado desde siempre conmigo. Con él jamás tuve extensas charlas por teléfono, de hecho, a veces ni siquiera cruzabamos más de 20 mensajes al dia, pero la razón era simple; él estaba conmigo siempre, literalmente.
Sin ánimos de ver la película que se reproducía en la pantalla, eché la cabeza hacia atras, apoyándola en el respaldar del sofá solo para soltar un suspiro profundo que sentí que salió desde mi alma.
Había sido cruel con Kihyun. Demasiado. De hecho, si pudiera clasificar mis palabras, sin duda las lanzaría al pozo de lo imperdonable. ¿Kihyun querría saber de mí después de todo lo que dije?
Abatido y con la cabeza hecha un lío, recogí la manta que estaba en el sofá, esa misma que compró pensando en que como um simple mortal podría morir de hipotermia y él no se daría cuenta, entonces me envolví en ella con toda la intención de salir al balcón para que me diera el aire frío de ese nevado día en Bergen. Sabía que no estaba vestido correctamente para salir, pero daba igual, realmente necesitaba aire fresco.
Un poco mas familiarizado con la casa, me fui al balcón más cercano y deslizando las puertas de vidrio una corriente de aire frio me recibió. El lugar no estaba totalmente al aire libre, en realidad estaba techado y tenía paredes móviles de cristal, pero al ser la casa de vampiros, daba igual que estuvieran plegadas o no, lo unico que podía afectarles era la bonita vista que tenían desde ahí. En cambio yo casi me congelé en mi sitio por la ráfaga de viento que me caló los huesos. Supe al instante que en ese momento no había pared de cristal que me protegiera un poco de la feroz temperatura.
Arrepentido de mi decisión y con la punta de mis dedos temblando, decidí que volvería adentro, pero antes de poder dar la vuelta para volver por donde vine, noté que había una persona sentada tranquilamente en uno de los sillones de exterior. Llevaba ropa semiformal pero no abrigada en lo absoluto, estaba sentado de espaldas a mí, tenía una copa de vino en la mano y había una música de jazz sonando de fondo.
Podría parecer una imagen relajante en otro contexto, pero para mí, ver esa imagen era como estar en un juicio esperando mi condena que sería dictada por aquel hombre que parecía odiarme sin motivo alguno.
Con otro motivo más para irme de ahí, traté de darme la vuelta silenciosamente y dejar al señor Shin en sus asuntos, pero desafortunadamente nunca tenía tanta suerte.
— Hyungwon. —llamó sin siquiera voltear.
Me congelé aún más por escuchar mi nombre saliendo de sus labios. Ni siquiera recordaba si ya había ocurrido antes, pero seguía sintiéndose espeluznante.
— L-lo lo siento, yo no quise... —me excusé tratando de irme.
Él no dijo nada, solo bajó la copa y la depositó en la mesa donde descansaba la botella de vino.
— Tranquilo. —contestó, como si escuchar a un vampiro feroz diciéndome que me calme haría un efecto positivo en mí— ya que estás aquí, toma asiento.
Me sentía como oveja en degolladero mientras caminaba torpemente hacia el sofá contiguo al suyo. Pero lo que más me sorprendió es que sus facciones estaban realmente relajadas y sus ojos estaban cerrados, como si hasta hace un momento hubiera estado disfrutando plenamente del silencio y su antigua música.
— Toma una copa de vino. —ordenó cuando tomé asiento— Eso ayuda a recuperar un poco la temperatura corporal.
Mis manos torpes y temblorosas tomaron una fría copa vacía de encima de la mesa y vertí el líquido en ella, sin confiar plenamente en el consejo pero sin valor para contradecir.
— ¿Cómo... —suspiré lleno de curiosidad mientras devolvía la botella a la mesa y daba un ligero trago a la dulce pero fuerte bebida, y al final lo solté— ¿Cómo supiste que era yo?
Él guardó silencio un largo rato antes de abrir los ojos y mirarme con incredulidad, haciéndome sentir minúsculo a su lado, como si mi pregunta fuera algo malo.
— ¿Es una pregunta seria? —cuestionó alzando una ceja. Acorralado asentí sin saber cuales eran las consecuencias, pero él solo suspiró— ¿Cómo no podría saberlo? Tengo un oído agudo y no hay nadie más en esta casa que suene como calaverita de Halloween chocando los dientes por una simple ráfaga de viento.
De tal palo, tal astilla. Ahora sabía de donde Wonho había sacado su conocimiento de cosas triviales y su tonta manía de comparar y metaforizar tonterías.
No lo había notado pero era verdad, mi mandíbula temblaba involuntariamente pero después de unos cuantos tragos de vino, la sensación se aligeró un poco.
— Así que es verdad... —susurré sorprendido mirando la copa casi vacía. Él me miró fijamente y de nuevo caí en cuenta de que quizá no debería estar ahí— Lo siento, no debí interrumpirte.
Traté de devolver la copa a la mesa para levantarme e irme, pero él me detuvo.
— No, esta bien, siéntate. —me ordenó— De todas formas tenía que hablar contigo...
Al esccuhar sus palabras me estremecí en mi asiento y no era por el frío exterior, era por el frío que me transmitían aquellos brillantes ojos claros que parecían poder ver mi alma.
— ¿C-co-conmigo? —pregunté conmocionado— Yo... Pero, ¿De qué?
Odiaba parecer vulnerable frente a él, pero su aura era tan abrumadura que me hacía encogerme involuntariamente.
— Tengo que ser bastante sincero contigo. —comentó con una excepcional franqueza en su firme voz— quiero que te vayas.
Y de repente me encontré sudando frío.
¿Irme?
¿Adonde?
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