26.
Dejé que me guiara, no porque realmente necesitaba ayuda sino porque estaba tan desorientado y asustado que no quería que se alejara de mi ni por un par de segundos.
Si algún cambio llegaba a ocurrir en mí, ¿qué sería de nosotros?
— ¡Mamá! —le llamó para finalmente mirarme como si quisiera explicarme el motivo por el cual llamaba a su madre— sólo quiero que cure esa pequeña herida, el olor de tu sangre es muy fuerte y...
No terminó su frase pero yo asentí sin procesar muy bien lo que ocurría.
Había sangre fluyendo de mi, así que eso me aliviaba un poco, aún era humano o era lo que suponía en ese momento.
— Hyungwon... —susurró la mujer en tono lastimero al ver el motivo por el cual Wonho la había llamado— ¿como te sientes?
Tocó mi mejilla herida y yo suspiré.
— Como un idiota. —me sinceré— pero no te preocupes, eso es de nacimiento.
Su contagiosa risa invadió el lugar haciendo juego con la risa de Wonho, que tenía tonalidades muy parecidas. Contagiosas y lindas, tanto que en medio de mi preocupación me hicieron sentir en medio de una verdadera y extraña familia. La calidez era notoria.
— Ven acá. —llamó tomándome por el brazo para acercarse a mí y ver mejor la pequeña herida de mi rostro.
Su cercanía me hizo sentir extraño, pues en situaciones anteriores jamás había tenido la oportunidad de ver su belleza con tanta claridad. Era extraño ver como ellos realmente parecían perfectos.
Su piel era demasiado tersa, sus rubios mechones de cabello casi brillaban bajo la luz diurna y aquellos bonitos ojos marrones se mezclaban con tonalidades carmesí a medida que me observaba a corta distancia.
— No es para tanto. —comenté bajando la vista al no soportar ver su rostro por más tiempo— Wonho está siendo dramático, seguramente sanará rápido si pongo un poco de sal o algo. —la mujer no pareció inmutarse ante mi comentario y en cuanto volví a ver su rostro, sus ojos ya se habían tornado del fuerte color rojo que me estremecía— estas asustandome. —solté apartandola por los hombros.
Ella se sorprendió de que yo tomara tal confianza, pero comprendió mi punto y continuó tan tranquila como siempre.
— Hyungwon, tu enfermedad en la sangre tiene que ser vigilada muy de cerca, esperemos que no quede un moretón en tu bonito rostro... —comentó tomando mi barbilla para colocarla en una mejor posición— Además, tu sangre se huele a kilómetros, por favor hagamos que se mantenga dentro de tu cuerpo como debe ser, no queremos visitantes inesperados.
En ese momento extendió su mano y tomó algo para limpiar mi sangre, y al ver de reojo pude notar que Wonho era quien le estaba dando lo necesario para curar bien aquella pequeña herida. Yo seguía pensando en que estaban siendo muy dramáticos con el tema, pero después de todo me sentía bastante mimado y eso era lindo, teniendo en cuenta que era alguien que había estado solo casi toda mi vida.
— ¿Ya? —comenté mirando el techo al sentir que sus suaves manos se apartaban de mi.
Bajé mi mirada y ella asintió con una sonrisa.
— Como nuevo. —comentó casi nostálgica de poder desempeñar la profesión que amaba.
Agradecí con una pequeña reverencia porque su ayuda siempre era muy bien recibida por mi. Sabía que sin ella, yo probablemente hubiera muerto hace mucho.
— Entonces vamos. —comentó Wonho tomándome de las manos. Me sentí confundido y traté de recordar todo lo que había pasado para ver si me había saltado alguna parte, pero no fue necesario porque su risita me aseguró que seguramente tenía una cara de bobo que no era normal— vamos a por las lentillas... —comentó en medio de la risita— ¿acaso piensas ir por el mundo tropezando con todo lo que hay frente a ti? —bromeó.
Sonreí por su broma, pero aquello simplemente trajo a mi cabeza los pensamientos de que algo no andaba bien conmigo. Podía verlo perfectamente sin los lentes, tanto que incluso había olvidado que no los llevaba puestos, pero no sentí que pudiera decirle aquello sin alarmarlo, así que simplemente fingí ser el miope de siempre tropezando de vez en cuando mientras caminábamos.
Me sorprendí al ver que llegamos a un auto, el cual abrió y me ayudó a ingresar seguramente para poder ir al oftalmologo que no tenía idea dónde estaba. Ni siquiera entendía el idioma de ese lugar.
— Vaya, si tienen auto. —ironicé al recordar que ellos se teletransportaban a donde querían en segundos.
Él volvió a reír y su risa me daba vida, ni siquiera sabía que necesitaba escucharlo hasta que lo hice. Me ponía de buen humor, me hacía sentir tan bien que ni siquiera me importaría ser un payaso con tal de escucharlo todos los días reír de aquella manera.
— Claro que tenemos auto. —comentó poniéndolo en marcha— somos gente normal, se supone. Debemos actuar como tal.
Asentí ante ello, entonces miré a través de la ventana y la nieve cayendo me hizo sentir nostálgico, como si pudiera subir a las nubes si quisiera, pero al mismo tiempo mis pensamientos me martirizaban.
— Wonho... —susurré llamando su atención pero me retracté casi automáticamente— no, no... Olvídalo.
Pensé en que el tema quedaría ahí, que no habría preguntas después de eso, pero supe que me equivoqué cuando sentí su mano sobre la mía.
— ¿Qué ocurre? —preguntó con preocupación en su voz— ¿te sientes mal por algo? ¿Es por la broma que hice en casa? Si es así, lo lamento.
Lo miré y suspiré al escucharlo.
Nadie podía ser tan puro como él.
— No es eso... Yo sólo... —lo pensé de nuevo— tengo dudas. Es todo.
Él asintió sin dejar de mirar al frente, teniendo precaución de la carretera nevada.
— Puedes preguntarme lo que quieras, ya sabes lo que dicen... —fruncí el ceño ante lo último, entonces él continuó con una sonrisa— eso de que más sabe el diablo por viejo que por diablo... He vivido unas cinco veces más que tú, seguramente sé la respuesta a lo que quieras saber.
Me reí como un tonto ante su comentario, era tan real que era ridículo. Y yo que pensé que no me gustaban mayores...
— Es una tontería... Creo. —guardé silencio esperando formular bien una pregunta en mi cabeza— respecto a los ojos... Cuando... Cuando cambian de color. ¿Qué significa?
— No hay una respuesta concreta a eso... Solo diré que en ese momento nuestro vampiro domina en nosotros. —afirmó con seriedad— No significa que eso sea malo y seamos salvajes, bueno a veces sí, pero en otras significa que estamos haciendo uso de nuestros dones o que simplemente tenemos sed. —se encogió de hombros— cosas de vampiros. —me quedé pensativo ante su explicación y él me miró— no estarás pensando en usar lentillas de color rojo ¿o sí? —bromeó.
Sonreí para él y no me contuve de dejar un rápido beso en sus labios.
— ¿No te parecería sexy que observara tu cuerpo con una penetrante mirada color rojiza? —susurré cerca de su oído cuando él volvió a mirar a la calle.
Lo vi morder su labio ante su propia imaginación y luego suspiró.
— ¿Sabes qué? Podríamos comprar lentillas de varios colores. —afirmó haciéndome reír— ¿Qué? Es tu culpa hacerme fantasear con una tontería de esas, además ya lo decidí.
Su mano que aún se mantenía unida a la mía se levantó y llevó mi mano a sus labios para poder dejar ahí un suave beso en medio de una sonrisa.
En aquel momento me di cuenta de que ya estábamos llegando al centro de aquella ciudad porque podía ver las calles más concurridas de personas yendo y viniendo, además de muchas casas y edificios de estilo antiguo que hacían ver aquel lugar bastante idílico. Alguna gente que caminaba por las aceras daba un vistazo al auto y por alguna razón sentía que todos ellos nos conocían, como si supieran que Wonho era un vampiro y yo alguien que acabaría muerto si no me alejaba de él.
— Es ahí. —anunció Wonho señalando a un lugar bastante bonito que tenía un rótulo en noruego que no lograba entender— déjame estacionarme y te ayudaré a bajar para que no tropieces con la acera, no quiero que vuelvas a caer en la nieve o te resfriarás
Esperé pacientemente sintiéndome extraño de repente. Mientras Wonho estacionaba el auto miré alrededor, pero todos parecían seguir su camino, como si nosotros fuéramos igual que el resto, así que me regañé mentalmente por martirizarme demasiado y cuando Wonho me ayudó a salir del auto, acepté su ayuda.
— Wonho... —le llamé al sentir algo extraño— ¿acaso hay otros por aquí? —susurré esperando que me entendiera, pero él no pareció captarlo.
— ¿Otro oftalmólogo? —preguntó inocentemente, entonces no quise insistir.
Sonreí y negué.
— No, creo que este está bien. —comenté aferrandome a su brazo y fingiendo que aún no podía ver correctamente— creo que quizá solo estoy nervioso.
Él acarició mi cabello a manera de consuelo y apartó mi mano de su brazo para poder pasarlo por la espalda y dejarlo en mi cintura mientras caminábamos.
Sin embargo, yo seguía sintiendo que alguien nos observaba.
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