25.

No sé cuantas personas despreciarían vivir eternamente por elegir amar, pero yo lo hice en cuanto supe que el ser que más amaba podría dejar de existir por mi causa.

Aunque aquella noche no le dije nada. No porque no quisiera decir, sino porque no podía hablar por el nudo de mi garganta y al final, el cansancio me ganó la batalla después de haber tenido placenteros momentos y tantas emociones encontradas. Incluyendo la sensación de pérdida que sentía tan solo de pensar en las palabras de mi vampiro.

Traté de no pensar en algo como eso desde que me levanté de la cama el siguiente día, pero me era imposible no pensar en ello al menos una vez cada ciertas horas desde ese momento. Tanto así que cuando aquel pensamiento se metía en mi cabeza, me distraía al punto de olvidarme de lo que estaba haciendo.

— ¿No te gusta la comida de hoy? —preguntó la melodiosa voz del vampiro susurrando a mi lado y casi obligándome a voltear para ver su mirada que parecía acariciarme sin siquiera estar demasiado cerca.

Negué con una sonrisa en forma de broma y luego llevé mi mano a su blanca mejilla sintiendo la necesidad de tener un mínimo contacto con él. Quería sentirlo ahí. A mi lado siempre.

— Está buena. —le informé llevando otro bocado a mi boca sin cortar las caricias en su mejilla que le propinaba con mi otra mano.

Él asintió viéndome. Estaba más que seguro de que me analizaba a cada momento y sabía que algo me pasaba, sin embargo no me lo preguntó. Quizá quería que se lo dijera yo mismo o tal vez ya sabía lo que yo pensaba y no quería incomodarme removiendo el tema.

— No tienes que comer si no quieres... —volvió a susurrar rompiendo el cómodo silencio en el que ambos nos sumíamos a menudo.

¿Cómo podría despreciar algo que lo había hecho exclusivamente para mí con tanto amor? Me era imposible. Lo había visto seleccionar lo mejor de la alacena y poner toda su concentración en preparar aquel platillo el cual solo yo degustaría. No era justo de mi parte despreciarlo. Eso sin contar que estaba verdaderamente delicioso. Así que me comí todo lo que había en el plato, supongo que todo era comestible y si no lo era, no me había dado cuenta.

— Terminé. —le comenté aún cuando mi boca seguía llena de comida.

Él me sonrió en respuesta y esperó a que terminara realmente, bebiera mi jugo y lo mirara para robarme un estruendoso beso que se escuchó por todo el lugar, causandome una risa instantánea.

Sé rió conmigo mientras jugaba con mis manos, sin embargo sentía que necesitaba un poco más de aquello y por segunda vez la distancia se redujo aunque esa ocasión fui yo quien irrumpió en su espacio personal, disimuladamente hasta llegar a escasos centímetros de él. Quería seguir siendo mimado como un gatito y afortunadamente él lo supo así que volvió a besarme mientras acariciaba mi cabello.

— Está nevando... —susurró cuando nos separamos, entonces volteé hacia atrás para ver a través de la ventana al igual que él estaba viendo y noté que efectivamente tenía razón. Mis ojos brillaron ante lo bonito que se veía la escena y seguramente él se dio cuenta de mi expresión— ¿quieres salir a jugar? —me preguntó sin dejar de acariciar mi cabello.

— ¿Puedo? —pregunté en un susurro sintiéndome bajo su mando por alguna razón— es decir...

Él me sonrió con ternura. Sabía a lo que me refería cuando le hacía una pregunta de ese estilo. Me habían cuidado por demasiado tiempo que sentía que les debía explicaciones por todas mis acciones.

— Claro, solo debemos abrigarte bien. —en ese momento se levantó y fue rápidamente hacia algún lado, dejándome solo en el lujoso comedor de aquella casa.

Al poco tiempo regresó con un par de abrigos y antes de que me diera cuenta, ya me había cubierto con varias prendas que ni siquiera reconocía como mías.

— ¿Es tuyo? —pregunté mirando todo lo que me había puesto encima.

— No, los compré para ti. —me respondió con una sonrisa mientras se ponía sobre sus rodillas para colocarme unos zapatos de invierno que está por demás decir que los amé. Todo parecía demasiado para mí. Desde la calidad de las cosas que había comprado, hasta su atención en colocar cuidadosamente cada una a pesar de que sólo saldríamos al patio un momento— ¿Te gusta? —me preguntó cuando se puso de pie— ¿te queda bien? ¿Hay algo que no se ajuste a tu talla?

Lo miré fijamente y solté un fuerte suspiro que no escondí de él.

— Todo está perfecto. —respondí sintiéndome casi indigno de todo lo que hacía por mí, sin embargo él pareció alegrarse con mi respuesta y en cuestión de segundos empezó a colocarse un par de prendas encima también, provocando que despertara mi bendita curiosidad hacia él— ¿las necesitas? —solté sin pensarlo, a lo que él respondió con un ceño fruncido en señal de confusión— La ropa digo. Ya sabes, las prendas para el frío y eso. ¿Las necesitas?

Él me miró con diversión y se acercó a mí con un aura de suspenso que definitivamente llamó mi atención.

— ¿Te cuento la verdad? —susurró mirando a su alrededor como si aquello fuera un secreto importante, entonces asentí— No las necesito. —admitió— Pero eso no lo sabe nadie aparte de ti. Ni siquiera mis padres.

Se apartó de mí dejando un corto beso en mis labios y prosiguió con su labor mientras yo por fin me ponía de pie después de estar tanto tiempo en la silla de comedor.

— ¿Y por qué tanto misterio para decir algo tan sencillo? —cuestioné aún con curiosidad, aunque él simplemente respondió con un encogimiento de hombros.

— No lo sé, solo quería molestar. —admitió soltando una risita— Nadie me lo había preguntado antes, creo que todos a mi alrededor simplemente habían asumido que lo necesitaba, ya sabes, los humanos por creerme humano y los vampiros por casi la misma razón. —asentí ante sus palabras mientras nos dirigíamos a la salida— Debo usar estas cosas frente a los humanos para no levantar sospechas de que algo ocurre conmigo y... Supongo que mis padres creen que por ser mitad humano seré igual que los humanos en cosas como estas también, pero no es así. Soy tan frío como ellos. ¿Verdad?

En ese momento abrió la puerta, tomó mi mano y la llevó hacia su mejilla en busca de un contacto que reafirmara sus palabras. Sin embargo, en cuanto mi mano tocó su rostro, su tacto ardió bajo mi palma, tanto que parecía quemar y un conocido dolor se apoderó de mi ser tan extraño como lo recordaba.

— Así es... —respondí apartando mi mano levemente sin ánimos de contradecir.

No había nada mal con él. Era yo el problema. Era yo quien volvía a sentir agitamiento, dolor en el pecho y mi sangre arder literalmente.

— ¿Uh? —preguntó confundido sin soltar mi mano— tan pronto como he abierto la puerta, la temperatura de tus manos cambió drasticamente y se volvió fría. Perdóname, olvidé los guantes. Vuelvo en unos segundos.

En aquel momento lo vi casi desaparecer ante mis ojos y me quedé estático, intentando mantenerme lo más tranquilo posible a pesar de la sensación que me agobiaba. No quería dañar el momento, solo quería estar junto a él y compartir. Él volvió tan rápido como lo había prometido y con mucha delicadeza colocó un par de guantes en mis manos, para finalmente salir tomados de la mano, de aquella casa, por primera vez.

Me quedé impactado con la infraestructura, no porque fuera una lujosa mansión —que si lo era— sino porque aquel lugar realmente lucía como la típica casa de vampiros narradas en los cuentos y  películas del tema.

— Vaya... —susurré más sorprendido por lo que tenía detrás que por el verdadero espectáculo de la nieve— es... Wow...

Wonho miró mi expresión y luego tuvo que voltear para convencerse de que yo estaba realmente sorprendido por la casa, aunque estaba claro que para él era algo normal.

— ¿Te gusta? —me preguntó con diversión y yo respondí con un asentimiento— mi padre la eligió. Sé que estás pensando en que es demasiado cliché con la infraestructura al estilo gótico o victoriano pero es lo que hay. Eso pasa cuando te metes en la cueva de una familia de vampiros... —suspiró con fingido pesar y luego soltó una risita por su propia broma..

Le di un golpecito en el brazo y continué caminando, simplemente para intentar distraerme de aquello que sentía por dentro. Estaba disfrutando estar afuera en la parte emocional, pero en la parte física estaba realmente mal, aún así sabía ocultarlo bien y simplemente me dispuse a jugar con la nieve para no levantar sospechas.

Wonho me siguió el juego. Él realmente podía comportarse como un niño si quería y gracias a sus creativas manos logró crear un bonito muñeco de nieve para mí. Sin embargo yo seguía sintiendo que mi sangre me quemaba por dentro y trataba de calmarme apretando la nieve entre mis manos, pero no sentía el frío apoderarse de mí hasta que entonces algo llamó mi atención.

Wonho no tenía guantes y la nieve no parecía afectarlo en lo absoluto.

¿Estaba pasando lo mismo conmigo?
Si me quitaba los guantes, ¿seria capaz de tocar la nieve con tanta facilidad?
¿Eso significaba que... Me quité el guante izquierdo del tirón y aprovechando que Wonho no me estuviera viendo, hundí mi mano en la nieve hasta que me cubrió la muñeca y... Nada. No sentía nada. Era como tocar arena, sin temperatura de ningún tipo. Mi corazón dio un vuelco al darme cuenta de aquello y todo lo que sentía se intensificó aún más.
No debía pasar. No era posible.

Me desesperé sin poder decir nada, me dolía mucho la cabeza y sentía que incluso podría explotar en aquel momento. Entonces colapsé. Mi cuerpo cayó al suelo sin fuerzas sobre la nieve fresca que había caído y seguía cayendo, cuando escuché mi nombre provenir de la boca de Wonho y por algún motivo todo aquello que sentía a grandes escalas disminuyó considerablemente.

— ¡¿Estas bien?! —preguntó asustado sacudiendo mi ropa y revisandome de pies a cabeza mientras me ayudaba a levantarme

— Estoy bien. —respondí con los ojos cerrados a causa de la nieve que había en mi cara, apartando mis lentes que se habían roto sin que me diera cuenta, hasta que sentí un leve escozor en mi mejilla y no dudé en llevar mi mano hacia allí. — Solo fue un... —miré mi mano desnuda manchada del líquido rojo que conocía bien y sintiendo su calidez en mi mano— un calambre... —culminé estupefacto y aliviado de que mis estúpidas suposiciones fueran solo eso, suposiciones.

De alguna manera sabía que todo lo que me ocurría podía ser algún tipo de efecto secundario de todos los medicamentos que se me habían puesto, quizá era a causa de mi enfermedad avanzando o quizá solo era un nuevo padecimiento y no necesariamente la tontería que yo pensaba.

Wonho asintió preocupado y tocó mi pequeña herida causada por el cristal de mis gafas y suspiró.

— Entonces volvamos adentro... —sugirió con preocupación tomando mis manos— ¿prefieres... —fruncí el ceño al ver la duda reflejada en su rostro— es decir... No sé si prefieres que te cargue o si... Prefieres que te guíe.

Lo miré confundido.

— ¿Por qué? —pregunté desorientado, a punto de decirle que aunque me viera mal no estaba tan mal como para necesitar una ayuda de esa clase, aunque él me interrumpió justamente para dar en el clavo.

— Tus lentes se han roto. —dijo levantandolos en su mano— no quiero que te hagas daño al caminar sin ellos. —suspiró— prometo comprarte lentillas nuevas pronto.

Me quedé de pie en el mismo sitio en el que estaba. Asustado. Anonadado. Increíblemente sorprendido.

Si mis gafas se habían roto...
¿Cómo es que podía verlo con tanta claridad y detalle sin ellas?

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