12.
Para algunos despertar significaba una victoria más en este juego al que llamamos vida; para mí, despertar solo significaba una cosa: me había encontrado al jodido vampiro más piadoso del planeta.
Miré a mi alrededor con un poco de molestia notando que de nuevo estaba en aquella habitación que no era la mía, las cortinas que parecían ser eléctricas estaban cerradas casi en su totalidad y no podía quejarme de lo bien climatizado que estaba el lugar. Pero aún así me sentía molesto.
Sin ánimos de nada lancé una molesta mirada hacia el vampiro que estaba sentado a mi lado en silencio, quizá esperando una explosiva reacción molesta de mi parte o quien sabe, quizá hasta un golpe.
— ¿Por qué? —cuestioné sin molestarme en especificar mi pregunta.
Él suspiró, quizá aliviado de una reacción tan tranquila.
— Necesitabas una explicación. —afirmó— y era la única manera.
Negué con enojo.
— La única explicación que quiero es la de por qué me trajiste a este lugar de esa manera. —bufé— técnicamente me has secuestrado y lo sabes.
Él soltó una risita ante mí afirmación que aunque no era errónea, era graciosa.
— También tengo una explicación para eso. —se acomodó en el sofá y solo entonces fue cuando me fijé que llevaba puesta una ropa de casa que parecía muy cómoda, todo lo contrario a como lo había visto en otras ocasiones— supongo que notaste que en ese momento tu sangre fluía sin parar. Pues bueno, era mi culpa. —me miró seriamente y asentí dándole toda la razón, no iba a culparme a mí mismo de algo así— cuando hago una herida sobre tu piel y mi saliva entra en contacto con tu sangre se diluye a tal punto de hacerla fluir en estado muy líquido para que sea más fácil extraerla. —lo miré con curiosidad pero aún fingiendo enojo— y sé que dirás que no tiene sentido porque tu sangre es demasiado espesa. Pues no, yo la modifico a mi antojo y eso también significa que detengo el flujo cuando yo quiero.
— Y es justo lo que no habías hecho... —completé captando su punto— me estaba desangrando por tu culpa.
Él asintió con tristeza.
— No tuvimos la oportunidad y lo sabes, además cuando intenté hacerlo me lo negaste. —suspiró con un poco de enojo— no iba a dejarte morir.
Me reí con sarcasmo.
— Morir o no morir es mi problema, no el tuyo. —gruñí— ahora llévame a casa, ya no confío en ti. Es más, ahora ni siquiera sé si lo que me has dicho es verdad. —susurré resentido— no te conozco, Wonho. ¿Te llamas así?
Él suspiró.
— Entonces conóceme, pregunta lo que quieras, por eso estoy aquí. —me miró a los ojos intentando transmitirme toda la confianza necesaria.
No pude evitar quedarme en silencio un buen rato. Estaba enfado y molesto, pero a fin de cuentas él siempre me había salvado de mis malos ratos y moría de curiosidad por saber la vida de un vampiro.
— Bien. —me incorporé en la cama con un poco de dificultad— entonces dime todo lo necesario. Cuéntame como ha sido tu vida, necesito saber tu nombre, edad, familia, a qué te dedicas, de qué te graduaste. Todo.
Él sonrió levemente y asintió.
— Creo que es mucha información para tan poco tiempo, pero haré mi mejor esfuerzo. —se acomodó en el sofá— mi nombre es Shin Hoseok, aunque siempre me escondo bajo el pseudonimo de Wonho debido a... —hizo una larga pausa y suspiró— a lo complicada que es mi vida. —lo miré extrañado— por cierto, soy un chef.
No sabía cuál de los dos datos me dejaba más anonadado, pero tan poca información ya estaba volandome la cabeza.
— ¿Chef? —pregunté sin poder evitarlo— ¿Comes comida humana? ¿Qué hay de los ajos? ¿No los odias?
Él se rió.
— ¿Acaso tú no? Saben y huelen horrible... —hizo cara de asco— y sí, soy un chef... Por eso sé tanto acerca de tu comida y por esa misma razón estaba en la fiesta de tu jefe. —hice una expresión que ni siquiera pude describir, era otro dato que estaba volandome la cabeza— y para responder a la otra pregunta... No, no como comida humana.
Me llevé las manos a la cabeza intentando procesar todo. A mi lado tenía un vampiro que además de ser vampiro era chef, pero ni siquiera comía comida humana y no sólo eso, me alimentaba bien para después chuparme la sangre. No sabía como sentirme al respecto pero al pensar en ello, a mi mente solo venía la imagen de alguna granja donde un animalito espera que llegue el granjero a alimentarlo, totalmente ignorante de que a cierto tiempo los papeles se invertirán.
— Es... —hice una larga pausa sin saber como continuar— es casi enfermo.
Él suspiró con tristeza.
— No es lo que piensas, Hyungwon. —afirmó con decepción— Te he dicho que todo tiene una explicación, pero necesito que estés dispuesto a escuchar y que dejes de reaccionar como si fuera un maldito desgraciado, porque he tenido una vida difícil a pesar de lo que ves.
Lo miré fijamente al sentir sus palabras atravesarme el pecho, quizá sentía empatia pero mi molestia también era enorme.
— ¿Acaso pasaste la mitad de tu vida en un sarcófago? —solté con sarcasmo a lo que él negó.
— No, pero algo así. —afirmó dejándome un poco sorprendido— mira a tu pasado y dime si no tengo razón cuando digo que somos lo que somos por las cosas que hemos pasado.
Su mirada se mantuvo fija en la mía y de alguna manera iba derrumbando uno a uno los ladrillos de aquella fortaleza que mantenía en su contra. No podía ponerme cruel con él si seguía viéndome de esa forma.
— Estábamos hablando de ti, no de mi. —le recordé intentando evitar hablar de mi vida— apenas me has dicho algo.
Él soltó un fuerte suspiro, un poco exasperado.
— Sería fácil para mí si dejaras tu enojo de lado y no siguieras bombardeandome. —susurró— ¿Qué es lo que te molesta tanto? Debes ser sincero, porque yo lo estoy siendo contigo.
Me reí con un poco de sarcasmo. Ni siquiera yo sabía el motivo específico de mi molestia, pero lo que sí sabía era que necesitaba saber desesperadamente quién era aquella mujer y por qué estaba allí.
— No te preocupes... —susurré con una sonrisa y me quité las sábanas de encima con la intención de salir de la cama— olvida esta conversación, me iré ahora. —él miró extrañado como buscaba mi ropa porque encima tenía un pijama que no era mío— Dame mi ropa, no quiero que tengas problemas con quien sea que te vigile.
Él me miró fijamente y su rostro pareció iluminarse al darse cuenta de la causa de mi enojo.
— Así que es eso... —soltó una risita que acabó con las últimas migajas de mi paciencia— no te pongas celoso, ella solo... Es mi madre.
No pude evitar soltar una carcajada muy ruidosa ante su tontería.
— Ya, claro... Y yo soy tu padre ¿no? —volví a reírme mientras retomaba la búsqueda— además no estoy celoso, no me importa tu vida.
Él frunció el ceño.
— No estoy mintiendo. Ella es mi madre. —afirmó de nuevo.
Yo asentí sin darle importancia.
— Seguro, te creo... —susurré mientras buscaba lentamente por la habitación— ¿te dio a luz cuando tenía dos años? Uff, tu padre es un pedofilo de primera, eh... Que excelente familia.
Ignoré su silencio y seguía buscando mi ropa mientras sentía el enojo inundarme el pecho. ¿Cómo esperaba que me creyera semejante tontería cuando claramente eran dos personas de la misma edad y me había confirmado con sus propias palabras que era "alguien como yo"?
— Hyungwon. —llamó mi atención tomandome por las muñecas para impedirme que me distrajera en algo más que no fuera él— no estoy mintiendo.
Lo miré con todo el enojo que tenía acumulado.
— Mira, Wonho... Hoseok o quien demonios seas. No te creo, ¿Vale? —comenté con mucha molestia intentando safarme del agarre— soy un estúpido y te ha quedado más que demostrado, pero no tanto para creerme algo así... Además, tú lo dijiste con tu boca. Ella es alguien como yo. —él frunció el ceño ante mis palabras como si no entendiera a qué me refiriera— ¿acaso tú te follas a tu madre? —escupí mis palabras con rabia.
Fue entonces cuando recibí un largo silencio de su parte y noté como el bonito color de sus ojos marrones comenzaba a tornarse de un fuerte carmesí sin apartar su mirada de la mía. Verdaderamente intimidante.
— Así que es eso... —susurró con una voz grave que escuchaba por primera vez— vas a transgiversar como te venga en gana todo lo que yo diga. —su agarre se intensificó provocandome que soltara un quejido y que retrocediera hasta caer sentado en la cama de nuevo— mi madre y tú son las únicas dos personas en este planeta de mierda que no me han dejado morir y tú crees que cuando me refiero a ambos hablo de sexo. —soltó una risa con sarcasmo— ¿yo soy el enfermo?
Aún sintiendo el dolor en mis muñecas no doblegué mi actitud, pues mi enojo aún seguía latente y no podía creer en lo primero que me dijera.
— Necesito que me lo demuestres. —susurré intentando parecer firme debido a lo cansado que estaba de la situación— te he confiado mi vida, necesito un poco de esa confianza a cambio y créeme que no me la estas dando cuando me dices que una mujer hermosa casi de tu misma edad es tu madre y es como yo.
De nuevo hubo un largo silencio sin apartar su mirada de mi. Sabía que cierta parte de él quería hacerme añicos ahí mismo, pero otra parte me apreciaba demasiado aún con todo y mi soberbia. Pero afortunadamente la segunda ganó de nuevo y noté como el tono carmesí de sus ojos se iba desvaneciendo al igual que su molestia.
— Pruebas... —susurró pensativo y por primera vez en mucho rato, sus ojos marrones se apartaron de mí y se posaron en un cajón específico de su habitación. Me quedé en silencio esperando su reacción, pero él simplemente soltó mis manos con suavidad y se dirigió hacia el lugar que había ubicado con sus ojos previamente, luego volvió y extendió un papel hacia mi.
— ¿Qué es? —cuestioné un poco temeroso mientras tomaba el papel muy lentamente sin atreverme a mirar nada.
Él me sonrió con tranquilidad. Con una tranquilidad que literalmente daba miedo.
— Pruebas... —susurró cruzándose de brazos y observándome fijamente mientras yo leía el papel. Era una identificación, pero no una cualquiera, esa era una identificación suya con más de un siglo de antigüedad— sorpresa humano, tengo 132 años... —comentó en un susurró que me heló los huesos.
Carajo.
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