─━II. Así de fácil

DOS
ASÍ DE FÁCIL
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trigger warnings; escena explícita que relata canibalismo, mención de asesinato, mención de sangre.

Gina no es una mujer de muchas palabras.

Ella es alguien de expresiones, que se desliga de las cosas que salen de su boca y enseña su verdadero ser con lo que cruza a través de su rostro. Es de esas que habla y habla y habla pero nada realmente cobra sentido hasta que tomas un vistazo a su cara y bueno. La magia empieza allí.

Gina no puede expresarse correctamente con Ash, y eso lo saben ambos y al principio fue un verdadero obstáculo en su relación. Porque Ash nunca había tenido compañeros, nunca había conseguido amigos. Siempre había sido él y él y sus demonios a un lado.

Gina nunca había tenido que abrir la boca para expresar su disgusto con una situación, su amor por las fresas o lo cansado que resultaba tener que si quiera pretender que las visiones al rabillo de su ojo eran nada más que meras imaginaciones y no una realidad.

Y así como Ash era más de sentir que ver, Gina era más de expresar que hablar.

—Categoria especial, ¿uh?

Ash asiente, el sol reflejándose en sus anteojos y su visión se esclarece por un segundo demasiado corto.

Frente a ellos no hay un monstruo, no hay una maldición. No está la pesadilla encarnada de toda la humanidad junta.

Frente a ellos hay un chico, o una chica. Tiene el cabello corto, mal hecho, oscuro y sucio. Los ojos rojos, el labio partido. La piel es gris y grasosa y claramente descuidada, y su oreja está extraviada. La otra, la tiene en la mano y la está masticando.

Ash se hace una idea de a dónde se extravió la faltante.

—¿En una chica?

—¿Oh? ¿Es una chica, entonces?

Gina le mira de soslayo pero no responde a su pregunta, en lugar de ello avanza al frente, hombros hacia atrás, y se inclina frente a la pequeña. La chica no puede tener más de doce años, eso o el mal cuidado de las calles la hace ver menor de lo que es.

Ash lo sabe, y lo entiende. Él lo ha vivido, después de todo.

—Hey, niña, ¿qué edad tienes?

—Tengo catorce —responde ella entre bocados, con la boca ensangrentada.

Es una pena, ambos piensan.

Se desdibuja en sus rostros a pesar de que ninguno está enteramente conectado con la realidad y la humanidad dentro suyo. Es un gaje del oficio, piensan.

El perder un poquito de su humanidad a cambio de inmunidad a ella, porque en su línea de trabajo es necesario volverse un monstruo para combatir contra otros.

Gina suspira, el sonido fuerte y claro en la soledad de la habitación. La mujer se endereza, pausa, y vuelve a echar otro vistazo sobre su hombro hacia donde Ash se encuentra de pie.

Él inclina la cabeza.

—Lo haré yo.

Es verdaderamente una pena, y algo pequeño en su pecho se encoge, algo que había perdido la habilidad de sentir hace ya mucho tiempo. La expresión en el rostro de Gina se queda quieta, pero le agradece con un suspiro.

Gina es una mujer, y ella es dura y fuerte y hostil. Sí. Pero de entre los dos es ella la que es más humana, la que aún conserva un lado sensible que aparece de vez en cuando. Ash no.

Ash era Maldito, Maldecido, el Oscuro y el No Querido.

Ash era A, y no hay mucho más que explicar tras eso.

Avanza, se inclina frente a la pequeña y se asienta suave en sus talones. Tilda su cabeza para observar bien a la niña, para trazar bien las líneas que puede ver a través de la oscuridad.

Es menuda, muy pequeña. Delgada, desgastada, acabada.

No hay mucho que puedan hacer por ella excepto tener compasión y acabar su sufrimiento. La gran sombra a espaldas de la pequeña crece un poquito más, pero Ash no le presta atención.

En cambio sus ojos caen en la merienda entre manos delgadas.

—¿Te gusta?

La chica asiente, contenta.

—Es deliciosa.

Le corre sangre seca por el costado del rostro, en dónde se supone que debían ir las orejas, y Ash alza una mano y acaricia el cabello sucio. La sombra tras la pequeña se revuelve en un frenesí, pero no avanza, no se mueve.

Espera. Aguarda. Quieta como buen perro guardián hasta que se le comande.

—¿Tenías mucha hambre, cierto?

—Muchísima, señor.

—No es fácil vivir en las calles, ¿cierto?

—Para nada, señor —entonces se detiene, traga lo que tiene en la boca y tilda su cabeza de la misma manera que él lo hace para mirarlo. Alza la oreja entre sus manos en su dirección—. ¿Quieres?

—No. Descuida. Es tu comida, después de todo.

Agradecida, la chica rasga otro pedazo de carne de la oreja y lo traga con gusto. Detrás suyo, Gina tose.

Ash tararea una canción bajo su aliento, observando atentamente la voracidad con la que la oreja es comida. Hay huesitos a un lado de donde la pequeña está sentada, bien lamidos y vacíos.

Toma uno con cuidado y lo examina, la sombra tras la pequeña soltando un gutural grito.

—Ash.

Ash suspira, sabiondo, y asiente.

Cierra el puño alrededor del huesito y vuelve sus ojos hacia la pequeña, que alza la mirada curiosa. Aún masca, entretenida, y los huesos entre sus dientes crujen al ser masticados con ansias.

—¿Quieres ver algo fascinante?

La pregunta se dirige a ella, pero es la sombra quien se inclina, igual de curiosa, y asienten.

Ambas.

—No mires a otro lado, ¿sí?

Sus dedos rozan sus anteojos, se cierran alrededor del armazón, y lo bajan con cuidado. Lo quitan de encima, revelan el misterio tras ellos.

La chica abre la boca y grita en silencio.

━━━

En una entonación algo baja, Gina murmura una plegaria.

Ash no irrumpe, no se atreve a meterse en el medio de tan sagrado momento. Están recién abandonando el lugar cuando ella junta sus manos y comienza a hablar bajo el aliento, pequeños escalofríos apareciendo en sus brazos con cada palabra susurrada.

Las maldiciones cerca de ellos se revuelven como gusanos con sal y se escurren lejos de ambos, serpenteando en el suelo como lombrices a punto de ser comidas. Ash les mira de reojo, pero no hace amago de acercarse a exorcizarlas, no hace falta.

Su vista está fija al frente, ocasionalmente deslizándose lejos en direcciones donde no hay nada más que casas o edificios. En dónde el ojo humano, ni siquiera el bien entrenado, es incapaz de ver si quiera un hilillo de la realidad desarrollándose ahí.

—¿Lo habías hecho antes, cierto?

—Un par de veces.

Gina asiente, cautelosa. Es como un punto y aparte en su relación, en la amistad que pudieron desarrollar tras varios intentos fallidos.

Gina conoce lo suficiente de él como para mantenerlo bajo control, para tirar de la correa que él plácidamente colocó en sus manos tiempo atrás, cuando se permitió ser débil con ella y revelarle un poco de sí mismo.

Pero Ash no habla de sus encuentros pasados, de los cadáveres que puso bajo tierra. No habla mucho sobre el filo de los cuchillos sobre piel tibia, el eco que produce una pistola al ser disparada o cómo eliminar la pólvora de las manos, lavar la sangre de tu ropa.

Tampoco habla mucho sobre sus primeros días, encerrado en una habitación rodeado con papeles que desconocía, escritos en un idioma perdido o símbolos extraños. No le dice de la Habitación, del Ritual, del Acuerdo.

No le habla sobre los cuerpos más pequeños que eliminó, los que eran devorados por maldiciones y arrastrados de vuelta al mundo terrenal como carnada, de los que eran perdidos y encontrados y volvían a perderse súbitamente en un mundo lleno de tinieblas.

Ash no habla, Gina no pregunta, y la relación dentro y fuera de su trabajo es de maravilla.

—¿Siempre es así?

—¿Así?

—Mhm —responde, más callada, más contemplativa—. Así de fácil.

Por un segundo, Ash se queda callado y simplemente camina, su cuerpo muy cerca al de Gina mientras salen de las zonas desoladas y se mueven en dirección a las calles más transitadas. El bullicio de las personas se hace más notorio, gritos de alegría y felicidad y el aroma a comida lo invaden casi de inmediato.

Gina coloca una mano sobre su hombro y se mantiene cerca suyo, y ambos se aventuran al interior de la multitud.

—Sí —dice finalmente, una vez su voz vuelve y la cabeza se le aclara. Las siluetas frente a sus ojos danzan felizmente—. Para mí, sí. Siempre ha sido así.

Gina asiente, y la expresión en su rostro se revuelve. No que él pueda ver claro, pero Gina es así. Gina es expresiva.

Entonces Ash pausa y se detiene en el medio del bullicio, sus sentidos yendo en desorden cuando un repentino aumento de energía lame las orillas de sus sentidos.

Gina se detiene, también, y ambos miran por encima de sus hombros.

No hay nada ahí, por supuesto, pero ninguno comenta en ello y simplemente continúan caminando.

En el fondo de su estómago, Ash siente que la comida se le revuelve, y por un momento considera un error el haber negado el mordisco de la oreja de aquella pequeña.

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