Maldición en Gyeongsang

Desde el descubrimiento de la nueva especie, se dice que es un peligro el tratar de negociar o dañar a cualquier medio humano. Los habitantes creen que una maldición caerá sobre ellos, pero en la actualidad, pasados algunos años desde el descubrimiento, tan solo una zona es marcada como peligrosa, el paso entre Jinju y Dongnae.

Apenas dos años atrás, algún que otro comerciante quedó sin lengua debido a los rumores de la nueva especie, pero la noticia cogió velocidad y llegó a oídos de algún viajero lejano.

—¿Maldición? ¿medio humano? interesante.

Bajo el manto de codicia y poder, el viajero se adentró en el famoso bosque de bambú. La niebla insípida apenas lograba darle paso al interior. Cuando comenzaba a disiparse, la silueta de un hombre de tez blanquecina y cabellos puros como la noche se hacía presente. El viajero optó por encender una antorcha con la cual guiarse hasta la silueta levemente deformada.

—¿Quién anda ahí? Tal vez...¿el medio humano?

Una risa juguetona asomaba, cubriendo el ambiente de una sensación escalofriante para el contrario que apenas conocía gente del exterior.

—Valdrías oro en mi ciudad. Deberías venir conmigo, eres una preciosidad.

La gente lo desconocía, pero los medio humanos sabían el idioma a la perfección, tan sólo eran personas con atributos animales.

—No me toques.

El animal aún desconocido trató de resistirse al repentino intento de secuestro. Entre gruñidos y mordidas, lograba zafarse apenas de los violentos ataques del viajero.

—¡Serás...! Parece que no te han enseñado a portarte bien.

A regañadientes y con furia en la mirada, arremetió contra el medio humano llegando a quemar sus ojos en el proceso. Gritos de dolor inundaron el bosque de bambú, proporcionando un aroma a quemado que haría desaparecer la vividez del lugar por completo. Nadie supo a dónde fue el viajero, nadie se atrevió a entrar de nuevo en la arboleda.

Tan solo permanece el recuerdo horrible para los habitantes que anduvieron cerca cuando el terrible suceso. Se dice que se escuchan sollozos por la sangre derramada, por el dolor tanto interno como externo que tuvo y seguramente debe de seguir soportando el medio humano.


. . .


Dae Jung había estado visitando posadas de los alrededores para descubrir dicha historia siniestra de la cual muchos no querían hablar, una palabra, y tal vez terminaban también con la lengua cortada como los antiguos comerciantes de hacía dos años atrás.

—Tan doloroso.

El objetivo de dañar a seres indefensos era inexplicable para Jung, sabía perfectamente tras escuchar la historia que aquellos medio humanos tan sólo trataban de convivir con el resto del mundo, después de todo, seguían conservando un aspecto humano común a pesar de poder mostrar atributos animales.

—¡Padre, madre!

Se adentraba a toda prisa en su hogar en búsqueda de sus progenitores.

Los padres se presentaban en el salón con cierta curiosidad por la llamada de su hijo—. ¿Qué sucede, hijo?

—Llevamos más de dos años viviendo aquí, ¿por qué no sabía nada acerca de la maldición?

En las caras de ambos mayores se pudo observar una expresión de sorpresa, pero pronto esbozaron una sonrisa.

—Supongo que debías de saberlo tarde o temprano hijo —mencionaba su padre mientras se acariciaba el mentón.

—Es una historia no muy antigua, pero debes de tener cuidado mi querido niño, es peligroso. Ahí fuera siguen habiendo cazadores, si estás pensando en estudiarlo, tienes que mantenerte siempre alerta.

La madre mostraba su extrema preocupación. Hoy en día, tras los dos años de la maldición, seguían habiendo cazadores por las zonas pobladas y los alrededores, había un buen mercado debido al descubrimiento de los medio humanos. Aún se desconoce el origen, pero no hay nada mejor que poder ser rico y poderoso en una época de dinastía, ¿quién no querría ganarse el afecto del rey con tal de obtener fama y dinero?

—Madre, padre. Soy vuestro hijo.

Con esas palabras uno ya se daba a entender. Los padres no tardaron en mirarse y asentir entre leves sonrisas.

—Hijo, muchos habitantes te hablarán de los alrededores, de otras ciudades incluso si deseas investigar. Pero...jamás deberías de entrar en el bosque de bambú, ¿me oyes?

El hombre ya era conocedor de la historia, y a juzgar por las expresiones y palabras de los padres, era libre de hacer lo que quisiera, todo menos adentrarse en el territorio de la conocida maldición. Los mayores conocían a su hijo a la perfección, sabían y temían que a pesar de las advertencias, él se adentraría en la única zona prohibida en todo el territorio de Gyeongsang.

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