Capítulo 12
Una brisa cálida mezclada con alcohol me acoge tras poner un pie al otro lado de la puerta. No puedo ver absolutamente nada en un principio, dada la oscuridad abrumadora que se apodera de la sala, pero a poco voy distinguiendo puntos de color entre tanta ceguedad. Las pulseras reflectantes de las muñecas, barritas de neón que se mueven al ritmo del baile de la multitud, las bebidas con color fluorescente y la enorme bola de discoteca del techo de la que escapan unos leves destellos añil, componen la única fuente de luz existente. No puedo distinguir las caras de las personas que yacen allí aglomeradas. La escasa luz no me lo permite. Aunque esta es suficiente para poder leer el apodo elegido para esta noche.
Alguien con el nombre de Sky me toma de la mano al pasar por mi lado y me hace dar una vuelta sobre mí misma antes de continuar hacia el frente. Lo único que puedo distinguir de ella es su cabello ondulado y sus labios rojos, gracias a la barrita de neón que lleva en su mano y que ha alzado para despedirse.
Voy abriéndome paso entre la multitud como puedo. Aprovecho la proximidad para fijarme en los apodos en letras doradas que nacen en sus placas gracias a la luz de mi pulsera: Blue, Moon, Shadow, Gentleman, Heart. Entre otros. Todo el mundo baila al son de la música e intenta interactuar con el desconocido de su lado.
La barra es probablemente el sitio más iluminado de toda la discoteca— no quiero ni imaginar qué puedo esperar encontrar en el baño— y tampoco cuenta con gran cosa. Luces de araña y en tonos morados adornando la cima del enorme mueble de cristal, con baldas repletas de licores con tonalidades vivas. Tomo asiento en uno de los taburetes y el camarero, cuyo apodo es Darkness, se acerca a mí. Le señalo unos chupitos gelatinosos de color verde que no tarda en servirme con gran profesionalidad, a pesar de la oscuridad con la que trabaja.
En la pared que nace justo encima del estante de licores puedo ver unas letras blancas con el contorno en rojizo que dice así: explora tus sentidos. Sella los labios y deja que tu cuerpo hable por ti. Si puedes sentirlo, es real.
Termino mis chupitos y le pido al camarero que me sirva una copa de Vodka morado con bebida energética antes de marcharme a la pista. Me gustaría dar con una cara conocida, pero es tan complicado como encontrar una aguja en un pajar, distinguir una cosa dulce en el mar. Además, desconozco cómo se han apodado mis amigos, lo que dificulta aún más la tarea de búsqueda. Puede que mi única opción sea esperar encontrar a Cyne en la barra dentro de veinte minutos. Pero, por ahora, voy a pasármelo en grande.
Una chica pasa por mi lado con mi mismo apodo y se detiene para darme un abrazo y gritarme algo así como que somos socias. La música está demasiado alta. Ella se toma la libertad de tomar mi mano y guiarme hacia un grupo de personas que ha conocido. En total somos cuatro. Scorpion, Lonely Wolf y nosotras dos.
Ella se pone a agitar la cabeza, moviendo su cabello de un lado a otro, y a dar pequeños saltitos de alegría que hace que su cubata se derrame un poco. Scorpion enfrenta su cuerpo al de ella, toma sus manos y se ponen a cantar la letra de la canción, enfrentados, riendo a carcajadas a veces. Yo también me empiezo a dejar llevar. Lonely Wolf se aproxima a mí marcándose un divertido baile con los pies y las manos. Sonrío ampliamente. Brindamos con nuestras copas. Y bailamos, jugando a pasar uno bajo el brazo del otro. El resto se une y acabamos todos en círculo, cantando enfrentados, haciendo la rueda e incluso lanzándonos por turnos al aire.
No sé cuánto tiempo pasa. Pierdo la cuenta de ello. Solo sé que se han sucedido varias copas a aquel sencillo Vodka morado y el alcohol me ha subido a la cabeza y está haciendo con ella lo que quiere. Cinderella me tiene cogida de las manos mientras saltamos y gritamos. Pero me suelta para columpiarse entre los dos chicos con ayuda de sus manos. Doy un traspiés y mi tacón se rompe. Caigo al suelo de una forma absurda, mi copa se rompe— menos mal que está a oscuras— y toco con mis manos la punta de unos zapatos relucientes. Esa persona se agacha, y me mira sin posibilidad de descubrir mi verdadero rostro, y busca con sus manos las mías para ayudarme a ponerme en pie.
No me suelta. Mantiene mis manos envueltas y les proporciona un ligero movimiento hacia adelante y atrás, siguiendo el ritmo de la música que suena de fondo. Se me hace divertido. Así que echo raíces en el sitio y continúo con el suave balanceo de nuestros brazos. Bajo la mirada a nuestras manos y encuentro su pulsera azul haciendo juego con la mía.
El sutil balanceo pasa a ser un baile acelerado, en el que coloco mi mano izquierda en su hombro derecho, mientras él rodea con uno de sus brazos mi cintura, y unimos nuestros dedos de la mano disponible en el aire. El punto de apoyo recae en un pie concreto. El resto consiste en balancearse hacia adelante y atrás. Mi cara próxima a la suya. Carcajadas compartidas. Pies que juegan a encontrarse en la oscuridad. Saltos cargados de adrenalina y giros con palmada. Incluso hacemos el baile del caballo. Nunca me había divertido tanto. Estoy exhausta. Y mis pies algo adoloridos, especialmente porque me he despojado de mis zapatos.
La canción que suena por los altavoces pasa a ser más lenta. Dejo de dar saltitos y paso la mano por mi pelo empapado en sudor para echarlo hacia atrás y así despejar mi cara. Estoy algo separada de mi acompañante y eso me permite poner ver el nombre de su placa: Devil. Supongo que de alguna forma estoy bailando con mis demonios.
Él se acerca lentamente hacia mí, extendiendo una de sus manos. Yo soy atraída por una fuerza invisible hacia él. Deslizo lentamente mis dedos por su palma, recorriendo las líneas trazadas en ellas, descubriendo la aspereza de su piel y el tamaño de su mano. Es enorme en comparación con la mía. Continúo conociendo a mi acompañante de esta noche. En cuanto mi dedo índice alcanza su muñeca siento como él busca acoger mi otra mano. Se la cedo. Y recibo dulces caricias circulares en el hueco comprendido entre mis dedos índice y pulgar.
Bordeo la manga de la camisa que lleva puesta, pretendiendo anunciarle que mi intención es seguir conociéndole a partir del sentido del tacto. Quiero hacerme una idea de cómo es. Él no pone resistencia, así que dejo que mis dedos continúen viajando por su antebrazo. Devil lleva mi mano izquierda a la altura de su cara, la hace girar suavemente y aprecia el perfume con el que rocié mi muñeca.
He podido descubrir algunas cosas sobre él: lleva camisa y bajo ella hay unos músculos desarrollados. Hace deporte. Sus manos son más grandes que las mías y son rudas al tacto. Es considerado, cuidadoso, divertido y es agradable pasar tiempo a su lado. Me hace sentir bien. Y sabe defenderse bailando.
Propicia sendas caricias a lo largo de mi brazo que hace que mi piel se erice ante el cálido contacto de sus manos. Intenta descifrar donde comienza y acaba mi ser. Yo también me embarco en la aventura de descubrir los centímetros que abarca su piel. Me encantaría poder tocarla directamente, traspasar la camisa que cubre su pecho tonificado. Sentir su corazón. Tengo la cabeza agachada, con los ojos fijos en mis manos iluminadas que tiñen de rosa la parte de su camisa que iluminan, y la razón por la que salgo de mi ensimismamiento es algo tan sencillo y tierno como una caricia en la mejilla.
Pego las manos a su cuello y trazo con mi dedo índice su mentón. Tiene barba. Y no hace demasiado que se la ha recortado, pues pincha al tacto. Su mejilla está bañada en sudor y presenta alguna que otra arruga que se acentúa un poco más cuando más cerca me encuentro de su boca. Está sonriendo. A ciegas, recorro con mis manos el puente de su nariz, sus cejas, sus párpados cerrados y su frente despejada. Me animo a acariciar su cabello. Me da la sensación de que es corto, aunque cuando más avanzo hacia la coronilla, descubro que tiene el pelo recogido en un pequeño moño.
Yo recibo de su parte sendas caricias en ambas mejillas. Mi cara está entre sus manos. Él quizás no lo sepa, pero tengo los ojos cerrados, disfrutando de los suaves círculos que traza en mi piel. Es como si sus dedos incendiaran mi epidermis, dejando fuego tras su rastro. Mis mejillas están ahora al rojo vivo. La oscuridad, esta vez, se ha vuelto mi aliada.
Jugar a rozar su labio inferior con mi dedo pulgar me lleva a fascinar con la idea de cómo será recibir unos besos de su boca. Su labio es más bien fino. Y ahora mismo está mordiéndolo. Él decide apuntarse a este divertido juego. Dibuja mis labios con su dedo. Instintivamente abro la boca, fascinada por la explosión de sensaciones que estoy experimentando. Pero quiero más. Así que doy un paso más allá y entierro mi cabeza en su pecho. Envuelvo su espalda con mis brazos. Él permanece quieto por unos segundos, sorprendido por mi atrevimiento, y más tarde me estrecha suavemente contra su cuerpo. Comienza siendo un abrazo tierno, suelto y acaba siendo uno más apretado, en el que nos atraemos el uno al otro con fuerza, como si quisiéramos fundirnos, que este momento durara para siempre.
No le conozco, pero entre sus brazos me siento segura, protegida. Es como ese lugar especial al que a uno le gusta volver cuando hace sol, llueve y truena o arrasa un huracán. Porque a fin de cuentas sigue siendo casa. No me importaría quedarme así para siempre, entre sus brazos, con la mejilla pegada a su pecho, escuchando su corazón acelerado, bailando lentamente, con el aroma de su colonia embriagador.
Besa mi coronilla y a continuación me huele el pelo. Se me hace tan tierno que por un momento pienso en que me voy a derretir. Debo admitir que ha ablandado mi corazón a pesar de haber luchado con uñas y dientes porque esto no pasara. Pero hay veces en las que no puedes ir contra lo que sientes. Es tan maravilloso que no puedes simplemente ignorarlo. Poco a poco, voy alzando la cabeza. Me pongo de puntillas y él se inclina ligeramente hacia adelante. Nuestras caras se aproximan y la respiración agitada de ambos se vuelven más palpables que nunca. Mantengo los ojos cerrados y sigo acercándome hasta que mi frente se encuentra con la suya, y nuestras bocas se rozan suavemente, con tentación, antes de fundirse en un dulce beso.
En cuanto nuestras bocas se unen siento como si todo a mi alrededor se parada de golpe y careciera de importancia. En mi realidad solo estamos los dos, protagonizando un beso de ensueño, donde las luces color añil se reflejan sobre nuestros cuerpos, testigos de este íntimo momento. Y la música pusiera sonido a nuestra historia. A pesar de estar rodeada de oscuridad, siento una explosión de color en mi interior. Nunca había imaginado que, sin poder ver a alguien, pudiera sentir tantas emociones. Deseo que este instante nunca acabe.
Pero todo principio tiene su final. Y nuestro beso finaliza entre respiraciones entrecortadas, corazones acelerados y caricias que van desde los hombros hasta los pómulos. Continuamos con las cabezas unidas y las bocas a centímetros. Paso la lengua por mi labio y percibo el sabor fuerte propio del Jack Daniel's. Su boca libera un embriagador olor a Whisky.
Tomo una de sus manos y escribo con mi dedo en la palma de su mano, letra por letra: ¿quieres mi número? Y su respuesta no tarda en llegar poco después, usando el mismo mecanismo: por favor.
Estoy a punto de cogerle la mano cuando una pandilla de personas ebrias pasa entre nosotros, caminando desequilibradamente, chocándose con quienes se encuentran más cercanos. Alguien impacta contra mi acompañante, quien le devuelve a su grupo poco después. Para cuando él vuelve conmigo ya no tiene la placa en su ropa. Él también se percata de ello. Puedo ver sus manos iluminadas con la pulsera palpando su ropa. Por más que miramos por el suelo, no la encontramos entre tanta oscuridad, así que la damos por perdida y retomamos nuestro objetivo.
Voy hacia el guardarropa, donde hay un mueble y busco algo donde apuntar mi número. Hay varias personas en la misma zona, quizás con el mismo propósito. Algunas simplemente charlan, otras toman sus copas tranquilamente. Me fijo en que hay una mesa iluminada con luces azules donde hay una pila de pequeñas hojas de papel y bolígrafos. Voy a ir hacia allí cuando una chica se me adelanta. Escribe en un trocito de papel que deja a medias porque va a por su copa, que ha dejado en compañía de su cita de esta noche.
Camino hacia el mueble, tomo un papel de uno de los cajones abiertos que sobresalen del tablero de madera que yace justo encima del mueble. Tomo un bolígrafo con tinta roja y anoto mi teléfono. Dejo la nota sobre la mesa un momento y me entretengo mirando a mis espaldas, intentando dar con el chico con el que he bailado, cuando la chica de antes vuelve a aparecer a mi lado. Recoge el número de la mesa y al girarse, puedo leer su nombre. Es Cinderella. La chica con la que bailé antes.
Se acerca a mí y grita en mi oído:
—Me ha pedido aquel chico que te dé su número— señala con su dedo hacia el horizonte. Se lo arrebato de las manos, emocionada por tenerlo. Hago una bola con el papel en el que estaba anotando mi teléfono y lo arrojo en la papelera más cercana.
Vuelvo con mi acompañante, quien aprovecha que alguien ha dejado una hoja sobre el mostrador para escribir con un bolígrafo con tinta invisible, únicamente visible con luz ultravioleta.
"¿Vas a salir corriendo a las doce, Cinderella?"
"El zapato ya lo he perdido. Por suerte, tienes mi número. No tendrás que ir probando el zapato de cristal a cada chica de la ciudad" "¿Volveré a verte?"
"El Diablo te espera con los brazos abiertos. Podrías descender al infierno conmigo algún día. Mis demonios estarán deseando conocerte"
Él toma una de mis manos, la gira levemente y dibuja con el bolígrafo un corazón y el centro de él la letra D en mayúscula. Se despide de mí con un casto beso en los labios. Le pierdo la pista en cuanto pone distancia entre ambos. La oscuridad lo termina de engullir. Permanezco anonadada unos segundos, rememorando los momentos tan bonitos vividos esta noche. Un pensamiento atraviesa mi mente como una flecha. He olvidado ir a la barra. Echo a correr hacia allí. Y admito que me pierdo un par de veces y me llevo varios empujones hasta llegar a mi destino.
Tomo asiento en un taburete con la esperanza de que Cyne aparezca en algún momento. Mientras me pido una cerveza. Alguien cercano, que escucha mi voz, se acerca a mi posición.
—¿Maize?
—¡Cyne! — bajo de mi taburete tan rápido que este se tambalea y está a punto de caer. Salto a los brazos del chico, quien no duda en atraparme entre ellos con fuerza. Poco después me deja en el suelo. Me fijo en su prenda superior, concretamente en la placa que lleva puesta—. Con que Captain Hook. ¿Has conseguido dar con Peter Pan?
—Aún no. Pero sí he encontrado a Cinderella. Puedes ser la nueva Wendy— a tientas, va hacia el taburete y toma asiento en él—. ¿Qué vas a pedir?
—Absenta.
—Que sean dos— da una palmadita en la superficie de la barra para que el camarero se reúna con nosotros. Una vez consigue su objetivo, le da a conocer lo que desea—. Póngale un trago de absenta a la señorita y otro para mí.
Darkness se marcha hacia el mueble de cristal para poder coger la bebida acertada para comenzar a preparar nuestras copas. Ladeo mi cuerpo en dirección al chico de mi izquierda y me entretengo llevándome a los labios una pajita rosada.
—Así que semáforo verde. Abierto al paso.
—¿Quién iba a decirlo? Creo que ha sido buena idea venir aquí esta noche. He conocido a alguien que me ha llamado la atención, con quien he congeniado bastante bien.
—Brindo por eso— dice, alzando su vaso una vez lo tiene en su poder, en mi dirección. Hago lo propio y las hacemos tintinear a mitad de camino entre ambos—. La noche no hace otra cosa que mejorar por momentos. Estoy desbordado.
—No puedo verte, pero se te escucha feliz.
—Lo estoy.
Busca a tientas mi mano en la oscuridad y la arropa con la suya, ejerciendo una leve presión que me hace recordar a mi encuentro con el tal Devil. Tanto Cyne como yo tenemos la oportunidad ahora de comenzar la apasionante aventura de conocer a alguien con quien hemos conectado. No todos los días alguien te mueve el piso. Como diría alguna canción. Por eso no hay que dejar pasar estas oportunidades. Hay miedos y muchos nervios, sí. Pero la vida puede acabar de un momento a otro y la intensidad debería ser un gran aliado en nuestro día a día.
—¡Uoh! ¡Póngame lo más fuerte que tenga! Esta noche estoy desenfrenada.
—¿Molly, eres tú? — la chica se gira en mi dirección y la palabra Cupido aparece en la placa que le entregaron a la entrada, reluciendo en color dorado. Esta se abalanza sobre mí, apretándome con fuerza contra su cuerpo bañado en sudor—. ¿Dónde te has metido?
—Digamos que he conocido a un vikingo y me ha llevado hacia estribor, concretamente en dirección a los servicios para enseñarme cómo invade territorio. Y vaya sí que lo hace bien.
—¿Habéis puesto a prueba la fuerza de los cabos?
—No. Pero suena bastante bien— le responde la morena al chico de mi izquierda—. ¿Y vosotros qué? ¿Habéis ligado?
—No nos hemos enrollado.
—Claro que no. Ella es inmune a mis encantos. Pero tarde o temprano, esta sonrisa acaba conquistando a los corazones más difíciles.
—Bueno saberlo. Pero me refería a si habéis ligado por separado.
Me quedo boquiabierta, sin saber qué decir. Por suerte, el chico de mi izquierda siempre tiene la respuesta perfecta para salir del paso.
—Digamos que ella ha encontrado a su príncipe azul o posible dragón.
—Y él a su princesa azucarada o posible bruja.
—Caray. Sí que tenéis un problema gordo con los cuentos de hadas. Pues me alegro mucho por los dos. Ya era hora de que tuvierais un poco de contacto físico— Molly se bebe una copa con un fluido ambarino y la vuelve a dejar sobre la barra, vacía. Alguien más llega a la barra a las apuradas—. Por cierto, ¿alguien sabe algo de Miles?
—Adivinad quién se ha estrenado esta noche como seductor estrella— saluda Miles, quien se abre paso entre nosotros con un botellín en la mano. Nadie sabe que responder, así que un silencio sepulcral se forma en el grupo—. Pues yo. ¿Tan difícil es de creer? En fin, ignoraré las caras de sorpresas que debéis estar poniendo ahora e iré al grano. He coqueteado sutilmente y una chica se ha interesado en mí.
—¿Estás quedándote con nosotros? ¿Han cambiado el día de los santos inocentes?
—Esta vez no voy a darte el gusto de reírte, Molly. Va muy en serio. Su apodo era Candy. Es una chica un poco más alta que yo, de pelo ondulado y color rubio. Atrevida y decidida. Lo que comenzó con un agradable baile acabó con su mano agarrando mi trasero.
—Es una chica de armas tomar— añade Cyne—. ¿Le has dado tu número?
—Más bien se lo he regalado. No podía despedirme de ella sin dárselo. Y no es por alardear, pero me ha dicho que va a escribirme. Así que acabo de sumar unos puntos a mi marcador. ¿Habéis tenido vosotros tanta suerte? ¿O he sido el único que ha tenido una cita esta noche?
—Algo ha habido. Pero sin duda, nos ganas a todos por partida doble. Miles, esto hay que celebrarlo. Es una gran victoria. Un gran paso en tu vida.
—Percibo tu sarcasmo y no me gusta. Pero estoy ahora mismo flotando en una nube y nada me lo va a arruinar. Así que te lo dejo pasar, Maize. ¿Por qué mejor no nos vamos a celebrarlo a otros bares de la ciudad?
—Quieres poner a prueba tu infalible técnica para ligar esta noche. Quiero estar en primera fila para ver cómo lo haces— concluye Molly.
Abandonamos el local nuevo que han abierto en la ciudad y echamos a andar por la acera. Había olvidado que me desprendí de los zapatos dentro de la discoteca, pero el frío de la calle me lo recuerda. Molly echa a correr hacia adelante, intentando evitar que Miles, quien va muy borracho, cruce la carretera para intentar llegar a la fuente de un cruce. Yo voy un poco más atrás, tambaleándome, con todo dándome vueltas.
—¿Necesitas un hombro en el que apoyarte?
—¿Por qué? ¿Eres el genio de la lámpara? Porque si tienes la capacidad de cumplir deseos, podría pedirte unos zapatos nuevos.
—¿Unos de cristal?
—Sí. Y una carroza.
—Siento decepcionarte, pero no me quedan zapatos de cristal ni carrozas tiradas por caballos. Pero puedo ofrecerte mi humilde compañía y unos brazos que te sujeten— viene hacia mí y aprovecha que estoy en horas bajas para cogerme en peso como si de una pareja de recién casados fuésemos. Instintivamente acomodo mis brazos alrededor de su cuello y pego mi cara a la suya, deslizando mi mejilla contra la suya a la par que me entretengo acariciando su barba—. ¿Las doce no es tu hora, Cinderella?
—Lo mío es romper las reglas. Ser una chica mala.
—No lo digas demasiado alto o el diablo se interesará por ti. Y créeme, tienes carita de tener un sitio reservado en el cielo.
—Puede que intente llamar su atención.
Sacudo mis pies helados y me abrazo un poco más a mi acompañante. Cyne continúa caminando hacia la fuente donde se encuentran nuestros amigos— Miles de pie el borde, amenazando con tirarse dentro de ella mientras Molly está detrás de él, envolviéndole con sus brazos, con tal de impedirlo— pero su atención está fija en mí. Yo no hago más que mirarle y sonreírle como si no hubiera un mañana, con esa sonrisa tonta que sale cuando vas pedo. Sus ojos intentan decir más de lo que aparentan, pero como siempre me pierdo en la misión imposible de descubrirlo.
—¡Soy James Bond y una chica quiere ver mi pistola!
—¡Aún no puedo creer que te hayas puesto ese apodo! ¿Cómo es posible que hayas ligado esta noche?
—¿Eso es envidia?
—¿Envidia? ¡Yo me he dado un revolcón con un vikingo esta noche!
—Pero conmigo podría haberte tocado la lotería— Molly le suelta y el chico se cae a la fuente. Él asoma la cabeza por encima de la superficie poco después y tose varias veces. Intenta ponerse de pie, pero resbala y vuelve a sumergirse. La chica morena observa, impasible, de rodillas en el borde, cómo el chico parece ahogarse en una fuente cuya agua le llega a la altura de las rodillas—. ¿Es que vas a quedarte ahí sentada viendo cómo me ahogo?
—Mete la cabeza en el agua unos cinco minutos, a ver si se te despeja la mente. No te preocupes, no creo que te ahogues. Sería tener demasiada suerte.
—Ayúdame a salir de aquí— ella hace por cogerle la mano que le está teniendo Miles, a regañadientes, cuando él tira con fuerza del cuerpo de la chica y la sumerge en la fuente. El cuerpo de él amortigua la caída de Molly, quien asoma la cabeza poco después, más peinada que antes—. ¿Ahora quién se ahoga?
—¡Te vas a enterar!
Nadan de un lado a otro de la fuente, poniéndose en pie y salpicándose con olas de agua. Tomo asiento en el borde una vez Cyne me deja nuevamente en tierra firme y me entretengo tirando pétalos de flores cercanas en el agua de mis espaldas mientras Myers se sienta a mi vera y coloca sus manos detrás suyas, inclinándose ligeramente hacia atrás.
—¿Me quiere, no me quiere? ¿Por qué no tomas la iniciativa, vas con todo? Puede que salga bien— dice con optimismo. Lanzo el tallo a mis espaldas y le miro—. Sé que tu cuerpo está anestesiado contra mis encantos, pero han sucumbido a los del príncipe encantador por razones que solo Dios debe entender.
Sonrío.
—Así que me sugieres que me declare porque va a salir increíble.
—Increíble son palabras mayores. Eso solo podría suceder conmigo— bromea. Suelto una risita y apoyo mi cabeza en su hombro. Él suspira y deposita su pómulo sobre mi coronilla. Mis pies desnudos acarician el césped—. Si es lo que quieres, no te quedes sin intentarlo. Si resulta ser dragón y te quema, aunque sea un solo pelo, me enfrentaré a él y enmarcaré su cabeza en la pared de mi habitación después de entregártela en bandeja de plata.
—Me parece un buen trato. Aunque solo lo aceptaré si tú hablas con esa princesa de azúcar que has conocido esta noche. Y si en vez de enamorarte termina echándote un maleficio, iré y le tiraré de los pelos a esa bruja.
—Hecho— tiende su mano en mi dirección y se la estrecho con firmeza. Una sonrisa pícara asoma en sus labios resguardados por su bigote y perilla—. Pero en tu vida conocerás a un partidazo como lo soy yo.
Coloco mi mano en su pecho y ejerzo una fuerte presión, lo que hace que caiga a la fuente. Poco después él me atrapa por detrás, rodeando mi cintura, y me arrastra hacia el agua. Todos acabamos correteando, chapoteando y tirando agua por encima de nuestras cabezas, mojándonos los unos a los otros en una guerra de agua. Reímos a carcajadas y caemos a partes iguales. Hasta que un vecino de un piso cercano amenaza con llamar a la policía y entonces salimos despavoridos.
La noche continúa y la pasamos entre pubs, con un cubo de cervezas bien frías, bromas, risotadas y alguna que otra caída graciosa. Creamos un puñado de recuerdos divertidos de los que quedan grabados en la memoria para siempre.
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