CAPÍTULO 29

—Jimin, sólo será una ducha, no tiene nada de malo, corazón— YoonGi hizo un puchero mientras suplicaba tener una ducha con el menor.

JiMin negó una y otra vez mientras se paseaba por su cuarto buscando ropa para ponerse. Él sabía lo que implicaba ducharse con YoonGi e implicaba de todo, menos ducharse.

—No, no, no. Contigo no es buena señal meterme a bañar — se quejó el rubio de cabellos alborotados.

Recién se despertaban, el reloj marcaba las 11:30 a.m y ellos estaban ligeramente cansados, ayer por la noche habían tenido una cena entre ambas familias, una pequeña cena de convivencia para disfrutar de la cercanía y de la bonita relación que se que estaba formando entre ambas.

Claramente fue mala idea, pues no sabían como ni porque, pero las madres de ambos chicos se habían puesto de acuerdo para llevar sus álbumes de fotos y mostrarle a todos lo lindos que eran de niños.

Ahí YoonGi y JiMin descubrieron una foto de la que jamás se habían enterado que existían, y ni siquiera recordaban haberse tomado una foto juntos. Pero en cuanto sus ojos la vieron se dieron cuenta del porque, pues la foto la habían tomado el día del nacimiento de JiMin.

En la cuna del hospital privado, estaba un lindo bebé durmiendo plácidamente entre sus suaves sabanas y un Min YoonGi de dos añitos justo a lado, llorando por haber sido obligado a posar para la foto.

Su compromiso estaba a la vuelta de la esquina y todo comenzaba a ser tan tedioso.

YoonGi se sentía más feliz y enamorado cada día, aquel chico rudo y serio había quedado en el olvido, en su lugar se había quedado un YoonGi amoroso que sonreía 24/7 y que hacía pucheros cuando no obtenía no le quería.

Como ahora, que realmente estaba esperando que su pequeño se metiera a bañar con él.

—¡Por favooor!— suplicó siguiendo los pasos del menor, de un lado a otro.

—No, Min YoonGi. Ya dije que no— gruñó el rubio mientras seguía caminando sin saber su rumbo.

—Solo será una ducha rápida, prometo no hacer nada más que bañarnos — dijo levantando una de sus manos y poniendo la otra sobre su pecho en forma de promesa.

JiMin rodó los ojos y después de unos segundos asintió haciendo que el pálido sacara a luz su perfecta sonrisa de gomita. Sin avisó a alguno tomo a JiMin entre sus brazos para cargarlo hasta el cuarto de baño.

Aquella mañana YoonGi hizo todo lo que pudo para mantener sus manos alejadas del cuerpo del rubio, pero falló en el intento y ahora JiMin trataba de cubrir su cuello y clavículas porque lo que menos quería que vieran era las marcas que había dejado YoonGi.

Ambos estaban en un restaurante con sus respectivas familias adineradas, un restaurante que sobre pasaba los límites de JiMin pues según él parecía que hasta las platas estaban esculpidas en oro puro.

—¿Qué hacemos aquí?— preguntó JiMin mientras Geunmi se aferraba a su mano.

—Yoongi y tú tienen que probar la comida, vino y demás que se dara en la boda, solo quedan dos meses— habló la señora Park mientras le guiñaba un ojo a su hijo.

Cuando menos se dio cuenta, YoonGi ya estaba sosteniendo su mano, algo desconcertado busco a su hermanita por todos lados hasta que la vio justo detrás de ellos.

—Geunmi, ¿en que momento desapareciste?

—Oh, hace solo unos segundos. Tomé tu mano para ponerla con la de Yoongi— la niña sonrió felizmente.

JiMin la fulminó con la mirada mientras veía como su hermana le lanzaba un beso. Las dos familias se dirigieron a un salón exclusivo para ellos en donde se sentaron al rededor de un bonito comedor bien arreglado.

Se sentaron justo en sus lugares mientras los dos padres y las dos madres platicaban de aspectos importantes sobre la boda, sobre su vida después de la boda y millones de cosas más de las que JiMin no quería saber.

Estaba comenzado a sentir nauseas y sus manos comenzaron a sudar. Estaba por casarse y eso lo hacía ponerse nervioso, porque el hecho de casarte a los dieciocho años no es algo tan normal y como él se consideraba un inexperto en ese tipo de cosas, comenzaba a tener miedo.

¿Cómo se sentiría llevar una sortija en la mano, una sortija de la que todo mundo te preguntara? Siempre tendrá que responder que esta felizmente casado con un apuesto hombre, específicamente con uno de la prestigiosa familia Min. ¿Cómo respondería cuando le preguntaran como le hizo para conseguir el corazón de tan prestigioso hombre?

¿Debía mentir y decir que fue amor a primera vista? ¿o decir la verdad sobre que fue forzado y que con el paso del tiempo se dio cuenta de que de verdad su corazón amaba a ese hombre?

JiMin no sabía como sería su vida de esposo, ¿tendría que trabajar? ¿ayudar a su padre o incluso a YoonGi? aunque claramente él sabía que ya tenían la vida ganada. Millonarios con un millón de privilegios.

Lo peor de todo, ¿tendrían hijos? Y ahí explotó, sacuido su cabeza de un lado a otro borrando ese pensamiento y llevándose la atención de todos.

—¿Pasa algo?— murmuró YoonGi. Las mejillas del contrario tomaron un leve rubor, JiMin negó suavemente.

La comida de llego poco después, probaron el platillo principal, los secundarios y el postre, el pastel que sería exclusivamente hecho por ese restaurante y después vinieron las bebidas.

Vino tinto, vino blanco y champagne. Jimin sentía que todo le daba vueltas después del tecer vaso, él no estaba acostumbrado a tomar, al meno no tanto y tampoco las tres cosas seguidas.

—Y bien... ¿a donde piensan ir en su luna de miel?— JiMin se ahogó cuando escucho la pregunta de la señora Min. ¿A caso no era suficiente lo que le había hecho su hijo en el baño?

YoonGi dibujo una sonrisa divertida en su rostro. Negó lentamente mientras dejaba de lado la copa de Champagne.

—Realmente no tenemos idea, ni siquiera hemos hablado de eso— dijo YoonGi mientras tomaba la mano del menor por sobre la mesa.

JiMin negó más rapido —En realidad, así estamos bien, gracias.

Tenía miedo, miedo de que YoonGi le hiciera más cosas de las que ya le había hecho aun con sus padres presentes, definitivamente si se iban de luna de miel YoonGi acabaría con él de mil formas y apreciaba mucho su vida y su trasero.

Los dos pares de padres rieron y se miraron complices entre ellos, después de unos segundos el señor Park habló.

—Min YoonGi, confió en ti para darle la vida que se merece a mi hijo. Te estoy confiando a mi más grande tesoro. Y se que harás un excelente trabajo — Habló el señor Park mientras les sonreía —Y bueno, como padres que somos de ustedes. Queremos darles su regalo.

Con una de sus manos sacó un sobre de su saco mientras lo dejaba caer en el centro de la mesa muy cerca de aquellos dos. JiMin abrió los ojos como platos.

—Ese es nuestro regalo, de parte de sus padres.

YoonGi sonrió confundido y tomó aquel sobre con sus manos, lo abrió lentamente para no romper el contenido de adentró, sus ojos se iluminaron en cuando vio lo que había ahí, rápidamente JiMin lo tomó entre sus manos para acabar con aquel sufrimiento de saber que era.

Sintió su corazón pararse.

Eran boletos de avión y una hoja de reservación para Bali, Indonesia. Con reserva de una semana para la luna de miel de ambos chicos.

—¿Es en serio?— preguntó el rubio sin poder creerles, por mucho que su padre fuera millonario a él nunca le importó viajar o algo así, principalmente porque era un adolescente ocupado en su escuela y clases de baile. Pero ahora, justo ahora, realmente le agradaba la idea de ir a Bali.

—Claro que sí, además, tomalo también como un regalo de cumpleaños— guiñó su ojo para su hijo. JiMin lanzó una risita.

Era cierto, su cumpleaños era mañana. Y YoonGi había dicho que le tenía una sorpresa.

—Mañana lamentablemente tendré que robarle a su hijo por casi todo el día— avisó YoonGi mientras rodeaba los hombros del menor.

JiMin enrojeció sin siquiera saber porque. Sonrió cuando sintió como el pelinegro dejaba un beso en su cabello.

—Claro, pero por favor, usen protección — pidió la madre de JiMin.

—¡MAMÁ!— regañó el rubio mientras sentía sus mejillas completamente rojas por ser expuesto en algo así públicamente. YoonGi soltó una risita mientras asentía. JiMin se cruzó de brazos mientras sentía las suaves caricias del mayor sobre su espalda y escuchaba las risas de los demás.

Bueno, tal vez su madre sabía lo que decía por una razón muy obvia. Pues no habían sido nada silenciosos en el baño en la mañana.




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