9| ¿Cómo se deja de extrañar a alguien?
—Oh mierda, James...
—Christine...—la escuche al abrir débilmente mis parpados, la luz molesto mis ojos, pero ese malestar fue interrumpido por el siguiente acto de Chris, quién me abrazo con fuerza en el suelo. Mis alas no estaban y eso me alivio bastante.
Pero no era tiempo de eso, lo único que podía notar era su abrazo. Era sentir su piel en la mía, unida para dar a entender un cariñoso abrazo. Ella estaba muy preocupada, pero aliviada ahora por saber que estaba vivo, podía decir hasta que estaba feliz por eso. Se sentía bien...
—No vuelvas a hacer eso.
—Lo siento...—me disculpe apenado.
—Está bien, está bien.
—¿Dónde estamos?—pregunté sentándome después de que Chris me soltará de su suave agarre. El lugar estaba raro...se veía irreal, algo muy alejado de lo que tendría que haber dentro de una casa.
Era lo que parecía una pequeña colina llena de flores y césped alto. Junto a esta colina un bosque con un lago.
—No estoy muy segura...
Me encontraba algo aturdido por todo. La caída, el lugar, la situación y sobre todo por aquel sueño, más que un sueño era un recuerdo. Una realidad por la que luchaba aceptar, todos estos años...aún a mitad de mi aturdimiento, gire mi vista al lago cercano, fijándome en lo que parecía ser una persona.
—Christine.
—¿Mhm?
—Allá hay alguien—le señale—Vamos.
Ella me tocó, detuvo mi cuerpo que estaba apunto de levantarse y correr hacía la figura misteriosa, pude sentirla. Estaba muriendo de miedo, tal cómo en mi pesadilla...aunque podía sentir su miedo, su corazón daba más respuesta que su sensibilidad.
—No, no vayas.
—¿Qué? ¿Por qué?—le pregunté tomando su mano con calma.
—No vayas...—susurro con miedo.
—Chris, me estás asustando, ¿Qué puede hacer esa niña de allá?—le cuestioné susurrando de la misma forma en que ella lo hizo, buscando de alguna forma calmar ese temor que estaba consumiéndola.
—James, yo...—un temblor detuvo su explicación, partiendo la tierra en dos y dividiendo nuestros lugares—¡James, sostén mi mano!
No alcancé su mano, ese temblor fue tan fuerte que derribo ambos lugares. Haciéndome caer a mi en un lugar contrario al de ella. Dividiendo el lugar en dos. Caí del otro lado. Me golpeé la cabeza un poco ante la caída, pero nada grave. Claro que ese golpe me hizo notar lo rota que estaba mi camisa por el despliegue de mis alas. Tenía que arreglarlo pronto...
Me levanté del suelo cuando el mareo se acabo. Aún seguía pensando en los acontecimientos pasados, en cómo de solo recordar la forma en que dañe a quién quería...jamás iba a perdonarme por hacer eso. Celeste no solo era mi doctora, era mi única amiga en todo el tiempo en que mi padre me mantenía encerrado en casa. Ella se encargaba de hacerme las pruebas, no sin antes sacarme una sonrisa. Se podría decir que de ella venía mi gusto por satisfacer a las personas. Celeste era una gran mujer, a pesar de que apenas tenía trece, ella entendía mis motivos de vida y de hecho, comprendía mi dolor. No era cómo el resto de doctores e incluso mi padre, ella sí se detenía cuándo me dolía mucho. Por tales razones ella termino gustándome, sé que era muy mayor para mi y eso solo lo vuelve aún más vergonzoso, pero en serio me gustaba. Esos ojos oscuros que me veían con felicidad día y noche y esas enseñanzas con su voz suave.
¿Cómo podía no extrañarla? Día y noche pensaba en cómo podía regresar a esos momentos en que ella volvía de mi infancia menos miserable, en cómo me cantaba o me enseñaba a ser una mejor persona y no el monstruo en que me he convertido. Es una pregunta seria...¿algún día dejaría de extrañarla? ¿Eso era posible? Por más que intentará todos estos años quitar su corazón del mío, no podía. Nada más me acostumbre a ya no presenciar su voz, a ya no escuchar esa risa cuándo contaba un mal chiste. Simplemente era acostumbrarse a que ella ya no se iba a encontrar ahí. Era incómodo no sentirla cerca. El proceso se hacía largo y duradero, pero un día solo...dejarás que pase. Dejarás de esperar el toque en la puerta de tu habitación para verla una vez más, dejarás de querer robar chocolates con ella solo para hacerla sonreír. Dejarás todo eso pasar...
No entendía porque no podía olvidarla.
Tal vez era la falta de una figura materna...
Esperaba que no. Eso sería aún más vergonzoso de admitir.
Un llanto detuvo mis propios recuerdos, uno que provenía del lugar al que antes quería ir. Me puse a caminar, siguiendo esa voz tan familiar, ¿por qué me era familiar? ¿Se trataba de Chris? Se escuchaba cómo Chris. Tal vez estaba allí y ya la había encontrado, pero entonces...¿por qué estaba llorando? ¿Le había pasado algo? Eso hizo apresurar más mi paso para seguir esa voz. Llegue a ese lago, mojando mi pantalón cuándo me metí a este, pero en este un rastro rojo empezó a moverse. Mi reflejo ahora se veía enrojecido, ¿Qué había pasado? Me moví más por el lago, llegando hasta aquella voz. Para mi sorpresa, la persona de donde venía la voz era muy distinta a lo que sería Chris, tenía cabellos marrones y rizados tapando su rostro, tapando a alguien más en sus brazos...
Un rastro de sangre salía de ella y de la niña que cargaba sobre el agua, que se mantenía pálida y quieta, había muerto.
—¡Hey!—grité, pero no podía escucharme, me acerqué más para poder ayudar, para poder intentarlo, pero al tocarla a ella un dolor poderoso me hizo lanzarme al lago, mojándome más en el proceso. Claro que el agua no me llegaba más alto que mis rodillas.
Ella no podía verme, no podía sentirme. Pero yo a ella sí.
Su sentir...era odio, era tristeza. Pero no era igual a nada de lo que había sentido antes. Ese odio era tan grande y no era para nadie más que para ella misma. Esa tristeza la consumía poco a poco hasta inundar sus ojos de grandes lágrimas saladas, sentí todo eso en un solo roce.
Pude ver mejor el rostro de aquella niña, tratándose de quién menos esperaba. Christine.
¿Esta era ella? ¿Este era un recuerdo de ella? ¿Qué fue lo que le pasó...?
Con miedo me levante del agua, haciendo un ruido fuerte al levantar mi ropa mojada.
—Ophelia...—escuché—por favor, por favor, despierta. No me dejes hermanita, tú no...
Ophelia. Era su hermana, ella...ella murió. Era un recuerdo de ella, el recuerdo de su muerte. Chris suplicaba por un aliento más de su hermanita, pero ella solo estaba con la vista perdida, ya no respiraba. Su rostro era tan triste, era más que una tristeza, se sentía cómo depresión, cómo un dolor punzante directo a su corazón. Cómo si hubieran clavado una estaca en su corazón y la herida persistiera hasta este día. Algo particular pude notar y es que la vestimenta de las niñas era muy...anticuadas.
Me acerqué un poco a las niñas, la primera a la que toque fue a Ophelia.
Mi poder no solo se limitaba a emociones, podía llegar a sentir el último momento e interpretarlo en mi propia memoria. Cuándo toque a Ophelia, pude sentir una pequeña parte de sus últimos alientos. La lanzaron al lago al resistirse, ¿resistirse de qué? A varias personas no les basto el golpe que Ophelia recibió al caer, tomaron su cabeza y la ahogaron en la parte del lago, hicieron que empujara, que forzará, pero ella no resistió. Su nariz se quemo por tantos intentos de respirar el agua y sus pulmones se llenaron de agua hasta que ella ya no pudo respirar más.
Tras sentir todo esto y sentirme agobiado por el agua yo también, no pude resistir mucho tiempo. Soltando ese toque de ella y logrando respirar bien. Esa manera de morir era la más agobiante de todas. Tras retomar mi respiración, intenté calmar mi cuerpo. Solo era un sentimiento, no era verdad.
Observe a Chris después, quién seguía rogando por la vida de su hermanita en brazos. Esa imagen me rompía el corazón en pedazos tan diminutos que en mi cuerpo sería difícil de buscar. Con tristeza en mi alma, toque la frente de Christine. De inmediato sentí un pinchazo en mi estómago, un dolor que fue acompañado por nauseas y un dolor que no podría describir con palabras.
Un dolor tan profundo...un dolor que partía almas.
Le habían hecho a Chris la peor cosa que podrían haberle hecho a un niño.
Se metieron con su inocencia.
Podía sentir sus últimos momentos, cómo rogaba porque se detuvieran ante el miedo de ser tocada en partes que no quería. Los bastardos no solo la tocaron, hicieron de ella el peor castigo. Le hicieron sangrar y llorar, corrompieron su poca inocencia. Corrompieron toda parte de cordura que quedaba en la cabeza de esa pobre niña. Abusaron de ella, la golpearon y la violaron. ¿Qué monstruos podían hacer tal acto? A una niña...¿Qué culpa tiene una niña de nacer en un mundo cómo este? ¿Con gente cómo ellos?
¿Qué le hicieron a mi Chris?
Abrí mis ojos después de sentir todo su dolor interno. Las lágrimas salieron solas, el dolor y la tristeza invadían mi cuerpo y mi mente. Podía sentir lo que ella y ahora sentía furia por no haber podido hacer algo aunque quisiera. Pero Chris, te prometo algo.
Si encuentro de nuevo a esos bastardos. Si encuentro tan siquiera a alguien que busque hacerte daño otra vez. No voy a tener piedad.
En mi existe un monstruo desde hace tiempo y si no hay forma de revertir lo que soy entonces lo usaré para protegerla. Para proteger a todos aquellos que pasaron incluso lo mismo que Chris. Nadie merece pasar por eso y ahora ellos pagarían. Me aleje de los cuerpos, lleno de furia y tristeza. ¿Cómo podía desquitarme sin hacer daño? Sentía tanta ira. Tanta impotencia...
Me senté a la orilla del algo, cerca de unos árboles. Limpie mis lágrimas con frustración. Intentaría calmarme ante todo. Tras varias respiraciones y pequeños golpes al suelo, logre calmar ese intensidad, esa ira en mi. El recuerdo de Chris seguía intacto, ella seguía pidiendo ayuda, rogando. La imagen era lo que terminaba por destrozarme, era dolorosa verla así y más siendo tan pequeña. Pronto me di cuenta de unos pasos que se acercaban a mi, era Chris. No Chris la del pasado, mi Chris.
Ahora era confuso de explicar...
Ella detuvo su paso en un árbol, con la respiración agitada veía la escena. No quería que lo viera...
—¿Qué fue lo qué pasó?—le pregunté girando a verla. Intentaría ser bastante suave con el tema.
—Tenía trece años—comentó acercándose a mi lado, sentándose en esa orilla. El recuerdo no tardo en desaparecer, era cómo si nunca hubieran estado ahí. Incluso el lago ya no estaba teñido de rojo.
—¿Qué te pasó?—pregunté sobándole el hombro con calma.
—Había muerto—ladeé mi cabeza ahora lleno de confusión, ella había dicho que era humana. ¿Esto era lo que le pasó? ¿Me mintió?
—Dijiste que eras humana...
—Lo soy—giró su rostro a mi, uno triste—, sangro cómo humana, siento el dolor cómo humana. Lo soy, pero tengo una maldición...
—¿Qué maldición es esa?—murmure.
Ella soltó un suave suspiro, encogiéndose de hombros y preparándose para explicar el mínimo detalle de su destino. ¿Quería realmente escucharla decir todo lo que le trajo dolor?
—Cuándo tenía trece años, mi madre murió. Me quede sola con mis hermanas, pero yo tenía que casarme y no podía llevármelas. Él me dejo escapar y llegamos a este lugar—empezó a explicar observando el entorno—. Lo teníamos todo, un lago, comida, pero...nos estaban buscando. Una noche quería preparar algo para Ophelia. Era su cumpleaños, iba a cumplir once...
Ella abrazo sus piernas con fuerza. Gracias al tacto sentí cómo es que resistía las ganas de llorar, estaba haciéndose fuerte cuándo en realidad lo era todo el tiempo sin necesidad de forzarlo. Llorar era la mejor forma de ser fuerte.
—Hey, hey, no tienes que hacerlo si no quieres...
—Te juro que solo fui a buscar un regalo, ellos me atraparon y...—se rompió en ese momento, dejando caer lágrimas de sus ojos y tapándose la boca para no hacer mucho ruido, ¿Cuánto tiempo se trago todo su sentir pensando que sería débil?—Cuándo desperté estaba llena de sangre. Corrí a casa y ellas ya no estaban...busque a Ophelia en el lago y ella sí estaba allí, estaba aquí, pero era demasiado tarde...
—Chris...
—Si nunca hubiera salido no las hubieran atrapado, no me hubieran maldecido.
Ahí estaba el desenlace de su historia, ahí estaba la razón y sus motivos. La razón de su odio hacía sí misma, el dolor consecutivo en su alma y mente. La frialdad con la que miraba a la gente. ¿Quién podría tener más fe en la humanidad después de eso?
—No fue tu culpa, Chris—aclaré acercándome más a ella, abrazándola con suavidad—eras una niña apenas, una obligada a crecer tan temprano.
—Duele—escuche en un susurro de su parte. Yo seguía acariciando su espalda en ese abrazo, podía sentir y compartir su dolor, está vez ella no estaría sola, ya no más. Yo me encargaría de llevar su dolor conmigo.
—Me gustan los abrazos, ¿sabías?—le sonreí un poco en el abrazo. Queriendo animarla.
—No...¿por qué te gustan?
—Porque nunca sabes cuándo puede ser el último—le respondí. Si bien era algo triste saber que el contacto con una persona podía ser el último, la sensación que te daba el reconocer ese cómo el último, compensaba el dolor de una perdida.
—¿Eso tiene algo de bueno?—me cuestionó quitándose del abrazo, sorbiendo su nariz con cierta pena en sus ojos.
—El hecho de que un abrazo puede ser el último lo hace más especial, cada abrazo tiene que ser especial—le deje ver mi sonrisa más honesta. Sonrisa que se borro cuando ella comentó lo siguiente...
—Yo vi uno de tus recuerdos, James—temía cuál hubiera visto—. Lamento que tuvieras que pasar por todo eso, eras solo un niño y tu padre era cruel...
—Mi padre era mi padre—me aliviaba saber que no era algún otro recuerdo—, a pesar de todo, él era un buen hombre...
No podía no reconocer los pequeños buenos momentos que me daba. Cómo cuándo me enseño a cazar—algo de lo que estaba en contra—o cuándo me enseño a hacer aviones de papel. Lastimosamente, el remordimiento que sentía hacía él, volvía de esos recuerdos algo lejano.
—Supongo...
—Y wow, eso...lo que te pasó, ahora explica mucho—murmuré. Quería darle a entender que no la juzgaría por lo que pasó.
—Sí.
—Entonces...¿no puedes morir?
—No.
—¿Cómo fue exactamente tu maldición?—pregunté con una curiosidad difícil de ahuyentar.
—Cuándo morí mi alma no fue al cielo, fue al infierno. Alguna fuerza me llevo allá, pero un ángel, Azrael. Él me salvó de quedarme ahí por la eternidad, noto que era un error el que yo estuviera allí y decidió enviarme de regreso a la Tierra. Sin embargo...
—Hubo condiciones—termine la oración.
—Algo así...siempre que intento recordar sus palabras me es costoso, he estado buscando una forma de poder morir, pero no la he encontrado en todo este tiempo—¿morir? Sonaba muy triste...
Esperen, en el recuerdo de Chris la ropa era bastante...anticuada. ¿Cuánto tiempo exactamente ha estado en esta Tierra?
—Espera—la detuve—¿Entonces cuántos años tienes?
Ella quedó en silencio unos segundos, parpadeo un par de veces reaccionando a mi pregunta.
—Más de quinientos.
Mierda, me gustan mayores.
—¡¿Qué?!—ella soltó una risa después de que reaccione a su respuesta. Se inclino un poco, a lo que pude observar otra vez ese collar en su cuello, ladeé mi cabeza para verlo mejor, algo que no logre—tengo otra pregunta...
—Dime.
—¿Qué significa ese collar?—ella me sonrió con calma, llevando su vista a su pecho, algo que tampoco pude evitar...
Su mano se dirigió a debajo de su blusa, algo que me puso más nervioso de la cuenta. Ella saco el collar que estaba oculto abajo de la blusa, notando que solo era una cadena con un anillo. El mismo que vi la otra vez.
—El anillo de Evangeline, después de que regrese a la tierra me lleve algo del mundo de los muertos, más bien, algo que tenía se había abierto. El tercer ojo—Había escuchado alguna vez lo del tercer ojo...
—¿Qué es eso?
—El tercer ojo te deja ver todo lo que para los simples humanos es imperceptible, puedo ver fantasmas y más cosas que no me agradan. Este anillo, me protege de ver esas cosas y bloquea a las criaturas para que no me hagan daño.
—¿Ellos hacen daño?—no sabía eso, a lo que ella movió su cabeza para dar a entender un "sí"—ya veo...
—Por cierto, James...cambiando de tema—me llamó, haciendo que mi vista fuera hacía ella otra vez, notando cómo ocultaba su collar otra vez—¿Sabes quién es Haziel?
Carajo.
No podía, ¿o si? Joder, si estaba más tiempo así no tardaría en confesarle todo. No actuó bien bajo presión y no miento bien bajo presión. ¡No puedo ni hablar bien bajo presión!
—No, no lo sé—me puse de pie, me sentía muy mal mintiéndole, pero no dejaría que ella fuera dañada por Haziel, extendí mi mano a ella para ayudarle a levantarse—. Vamos, hay que buscar alguna salida.
—Supongo—ella tomo mi mano, apoyándose de esta para ponerse de pie. No era muy bueno fingiendo y ella lo notó...que idiota soy.
—¿Qué haremos con Dorotti?
—La verdad, no tengo idea—admitió.
—¿La viste?—ver fantasmas era su poder, pero Dorotti en vez de aparecer nos hizo ver recuerdos malos...¿por qué?
—La vi y hable con ella—¿Conversaron?
—¿Qué fue lo que te dijo?
—Solo...creo que ya no es necesario ir detrás de ella—su tono de voz se había tornado en uno triste.
—¿Por qué?
—Ella no puede salir de aquí hasta que se obtenga justicia.
—¿Caso no resuelto?—sería mi primer caso no resuelto. Y el segundo caso que tenía...
—Por ahora—me sonrió. Ella...me sonrió a mi. Esta vez era una sonrisa distinta, era una llena de determinación, de fuerza.
Me perdí nuevamente en su mirada azulina, algo que cambió cuándo otra puerta apareció delante de nosotros. Tal vez era la salida.
—Creo que Dorotti no ha resuelto sus problemas...—comenté también teniendo una referencia para mí mismo—pero se enfrenta a ellos cara a cara cada día con esperanza de salir de aquí algún día.
—¿Tú crees que es mejor intentarlo?—me cuestionó.
—Lo es—siempre lo es.
—¿Pero y si pierde en vez de salir de aquí?
—Habrá valido la pena saberlo—le sonreí—¿Nos vamos?
—Nos vamos—ambos sonreímos ante la mirada del contrario. Saliendo del lugar por esa puerta que recién aparecía.
Ambos caímos con fuerza sobre el patio de esa casa, me fije en los alrededores, ya era de noche.
—Tardamos de más...—comenté, sintiendo cómo mi teléfono vibraba en el bolsillo de mi pantalón, de inmediato pensé un: "Amén" porque siguiera vivo y a salvo en mi bolsillo.
Dennis y Cindy me habían escrito y llamado. Aunque Chris se me adelanto, marcándole a Cindy cuándo tuvo la mínima oportunidad.
—¡Hola Christine! ¿Cómo va todo allá? ¿Está bueno el hotel?—me hubiera gustado no escuchar la broma pervertida de Dennis.
—Christine, queremos enseñarte algo—ahora era una videollamada, a lo que me acerqué a Chris para poder ver y los salude con mi mano—Christine, James. Descubrimos algo valioso en el caso.
—¡Algo muy especial!
Intenté prestar atención, de verdad que lo intenté. Pero estaba cerca de Chris y observándola no podía pensar otra cosa que no fuera lo que me acababa de enterar. Su pasado era triste, me dolía a mi de tan solo recordarlo, ¿Cómo se sentiría ella recordándolo casa día y noche de su vida? Estos quinientos años tuvieron que ser muy difícil.
¿Por qué Haziel quiere a Chris? Es...muy mayor en un cuerpo de una joven, claro que también se comportaba como niña a veces. ¿A qué se debía esto? ¿Podría ser la falta de infancia que tuvo presente? ¿O el humor cínico que la hacía querer morir cada vez un poco más?
Azrael...el ángel de la muerte. ¿Por qué me sonaba tan conocido?
—¿Qué se supone que es eso?—pregunté cuando mis pensamientos se vieron interrumpidos por la imagen del teléfono, demostrando muchos papeles en la mesa.
—Verán, todos tienen un nombre clave, pero el conde Drácula nos dio las fechas claves, si descubrimos el nombre clave del cliente que compro la mayor cantidad de droga...
—¡Halláremos dónde fue la compra!—soltó Chris.
—Wow, eso sí es trabajo en equipo—giré a ver a Christine, quién se encontraba bastante emocionada por llegar al final de una respuesta.
¿Cuánto tiempo pasaría sin saber la verdad...?
—¿Qué harás para que te devuelvan el caso?—escuché a Dennis.
—Ya lo tengo, no te preocupes. Ya llegaremos—afirmó colgando la videollamada.
—¿Qué piensas hacer?—le cuestione.
—Lo necesario.
—Ah, y, Chris...—solté sobándome el cuello, haciendo que ella girará a verme—Fue agradable saber más de ti. Lamento que todo eso te ocurriera y hoy declaro y te prometo por mi vida, que no dejaré que nada más te dañe. Seré tu compañero hasta que muera.
Esperaba morir cien años más con tal de encargarme de que jamás le pasará algo.
Ella me sonrió.
—Eso es tierno, James. Gracias por eso...y yo, a partir de hoy, te prometo por todo lo que es especial para mi, que te cuidaré y te voy a proteger, hasta que mis pulmones den su último respiro—solté un bufido, ¿esta era realmente ella? ¿No me la habrán cambiado?
Acerqué mi mano a ella, volviéndolo un puño y espere a que ella hiciera lo mismo, milagrosamente, lo hizo. Y ambos chocamos puños.
Fue algo infantil de mi parte, pero pondría cualquier excusa para sentirla otra vez.
No tardamos mucho en volver a la agencia. Me daba cuenta hasta ahora que había perdido mi cámara profesional. Pero bueno, aún me quedaba la Polaroid. Cuándo llegamos a la agencia Chris se encargo de ir con su jefe, mientras yo escapaba constantemente de las preguntas de Dennis y Cindy respecto a nuestro día. No daría algún detalle, quería respetar la privacidad de Chris y si me había confiado algo tan sagrado cómo su pasado—aunque fuera por accidente—, no iba a abusar de esa confianza. Escape del grupo por un rato para ir a tomar una ducha, rompí mi camisa gracias a mis alas. Revisando mi teléfono mientras secaba mi cuello y cabello, me tope con un mensaje de Ceci. Al parecer estaba recordándome que le debía un café, junto a una foto de ella que se había tomado al parecer con un gato. Algo que le había comentado a Cecilia en una de nuestras conversaciones era que me gustaban los gatos. Algo a lo que ella respondió divertida con un: "Tú pareces un golden retriever."
¿Qué puedo decir? Ella se burlaba en mi cara y yo no podía hacer nada, aunque sí era gracioso.
Me cambie de ropa buscando apresurarme, Chris no tardaría en volver, así que corrí de nuevo hasta dónde se encontraba el grupo, no sin antes llevar mi Polaroid.
Claro que me tope con una sorpresa al entrar a la sala forense.
Cindy y Dennis estaban besándose al menos hasta que entre a la sala. Se separaron rápidamente uno del otro y me observaron con temor. Cindy tenía desarreglados sus lentes y Dennis tenía un sonrojo que jamás había visto. Pronto no supe detener mi sonrisa.
—JAJAJA—me reí a carcajadas, algo que a ambos hizo sonrojar aún más—¡Lo sabía!
—Shhh—soltó Cindy, alejándose de Dennis y acercándome más a ellos. Ahora temía, ¿iban a amenazarme?—. Tienes que guardar el secreto.
—No vi nada—le respondí sonriendo divertido. Ella suspiro y fue a sentarse cerca de la mesa.
—Si dices algo te mato, Cooper—hice un gesto con mi mano, dando a entender que estaba "sellado". Aunque la emoción de tener ahora una confirmación sobre su romance me volvía menos discreto.
—¡Christine!—escuché a Cindy levantarse, la puerta fue abierta y de ahí llego Chris, quién se quito el abrigo dejando ver su blusa negra de manga larga. Y su abrigo roto en el suelo.
—¿Y? ¿Qué pasó?—preguntó Dennis desde su lugar.
—Estoy devuelta en el caso—ella sonrió alegre de eso y siendo sincero, también podía sonreir.
—Me alegra eso, Chris—comenté.
—Aunque tenemos hasta el domingo de la siguiente semana para dar resultados—no faltaban las condiciones.
—Tendríamos una semana para resolverlo—estaba demasiado feliz para notar el gran problema que conllevaba eso.
—¿Alguna pista?—inquirió Chris, acercándose a la mesa. A lo que yo también me acerque.
—Por ahora no, son demasiadas personas las que consumen Pink Phanter.
—Por lo que veo sí—le contestó Christine a Dennis.
—Tengo algo que podría ayudar—comentó Dennis sonriendo, sacando de su bolsillo una botellita de licor—¿Quieren?
¿Por qué no?
Fui el primero en tomar la botellita, con una sonrisa liviana observa a todos alrededor de la mesa. No quería olvidar esto mañana.
—Doy un brindis con Whiskey por este grupo—alcé la botellita, luego di un buen trago y se la pase a Dennis.
En ese momento, ese instante, en lo único que podía pensar era en ella. Esa chica pelinegra que se encontraba delante de mi con una sonrisa, esperando su turno con muchas ganas. ¿Por qué siempre se veía tan linda? Esos ojos brillaban más de lo usual, hasta podría decir que ese brillo que hasta ahora era nulo, había vuelto y con más brillo del de mil estrellas. Me gustaría captar ese brillo antes de que pase de largo cómo la estrella fugaz que es...
—Brindo por ustedes, gracias por darme la oportunidad de mi vida, por primera vez estoy disfrutando de tomar con ustedes, así que gracias por eso—su tono era sarcástico, solté un bufido ante la declaración de Chris, quién ahora bajo la vista y jugueteaba con la botellita—. Brindo por ustedes, poniéndome algo cursi, brindo porque ustedes son la única razón por la que quedarme es algo que disfruto.
—Oh, Chris...—susurré en una sonrisa. Ella regreso su vista al frente, alzando la botellita.
—Salud.
Dio un buen trago, casi acabándose el contenido de la botellita.
Después de eso hubo varias risas, Dennis y Christine eran unidos y eso se notaba por sus comentarios siempre sarcásticos referente a alguna cosa de la que se hablará. Su relación parecía persistir a pesar de los años a distancia y sin ningún contacto. Por otro lado estaba Cindy, que interactuaba bastante con Chris, ellas parecían ser unidas ahora. ¿De qué me había perdido?
Aproveche la oportunidad de las risas y conversaciones para tomar varias fotos con mi Polaroid, tomándole también una a Christine. Una que esperaba dársela pronto...
Pasaron las horas y no encontrábamos alguna pista entre todos los papeles, era posible de que fuera por el simple hecho de que estábamos riendo y no trabajando, me sentía algo culpable por eso. Dennis y Cindy fueron los primeros en caer, quedándose dormidos en la esquina de la sala. El suelo no era lo más cómodo para dormir. Yo vi una oportunidad para traer otro cartucho para mi Polaroid en mi habitación y regresar, encontrando aún a Chris en la mesa, revisando cada papel. Chris parecía ser bastante responsable cuándo de trabajo se trataba. Ella estaba tan concentrada, se encontraba de espaldas a mi, observando cada papel.
Con una pequeña sonrisa me fui acercando a ella.
—Deberías intentar dormir—eso la hizo sobresaltarse otra vez—, lo siento.
—No, no, está bien—me dedico una sonrisa, luego regreso su vista al papeleo en la mesa—, hay mucho trabajo.
—Eso no significa que debas quedarte hasta tarde—suspiro algo pesado, mis comentarios podían llegar a ser algo irritantes a veces.
—Lo sé, pero hay...mucho trabajo y me cuesta dormir así.
—¿Cuánto te cuesta del 1 al 10?—le pregunté, ella me dirigió una sonrisa algo divertida y yo me reí en voz baja.
—Más te vale estar jodiendo.
—Lo hago—me apoye de la mesa, era de noche y no quería excusarme, pero la noche me ponía raro, bueno, más raro—. Ellos dos ya cayeron.
Ella se giró a ver a Cindy a Dennis, ambos dormidos apoyando sus cabezas en la del otro, era hasta cierto punto, adorable.
—Sigues tú.
—Uhh, me subestimas—eso la hizo reír.
—¿Cuánto tiempo has estado sin dormir?—sonreí llevando mi vista hacía arriba, simulando estar contando, algo que me hizo recibir un pequeño empujón de su parte.
—He estado creo que tres días sin dormir, sin contar hoy
—¿Por qué no duermes?—me preguntó, cruzándose de brazos y por fin despegando la vista de los papeles. Esta vez centró su vista en mi. Algo que me hizo ponerme nervioso.
—He tenido...insomnio—No era insomnio. Era algo más molesto que un simple tormento en tu cabeza.
—¿Nada más interesante qué eso?
Guarde silencio. Ambos lo hicimos. Nuestra conversación se había vuelto en un evidente coqueteo y no me sentía muy preparado para seguir con algo así, mi corazón latía con mucha fuerza y rapidez, parecía estar cerca de salirse de mi pecho. Mi cuerpo extrañamente se portaba tan bien por las noches, pero esta vez no fue mi cuerpo quién reacciono, fue mi cabeza.
Ante el silencio de ambos, solo seguimos observándonos mutuamente. Yo lleve mi vista a ese escote de su camisa, no revelaba nada más allá que su cuello y su clavícula bien definida. Esta vez mi mente hizo su trabajo...en vez de llevar el problema a mi pantalón, lo llevo a mi extraordinaria imaginación. Mi imaginación solo funcionaba cuándo quería...
Esta vez el deseo se volvió en una fantasía que—aunque no me agradará admitirlo—me gustaba. Lo único que deseaba en ese momento era lamer su cuello hasta sentir todo su cuerpo estremeciéndose, dirigir poco a poco cada beso y mordida a su clavícula. No quería ser tan explicito por lo que fantasía en esos cinco minutos, pero solo...era problemático. Anhelaba con colocarla en la mesa y volverla parte de mi por un rato. Dirigir esos besos a una parte de ella que me avergonzaría por completo tocar.
Por Dios. ¿Qué me estaba pasando? Me estaba saliendo de control, de mi moral.
Sacudí mi cabeza después de esa imaginación, tosiendo ligeramente y desviando mi vista de ella. Ahora no sé cómo podría verla a los ojos sin pensar en esa fantasía.
—¿Ocurre algo?—me preguntó con una voz suave, una voz extrañamente suave. ¿Estaba seduciéndome a propósito? ¡Estaba jugando!
—Yo...
Ella me observo con esos ojos que me mataban. Esos ojos que parecían suplicar algo que desconocía. Chris empezó con calma a dirigir su mano hacía la mía en la mesa, rozando nuestros dedos. En ese toque pude sentirlo, ella también lo deseaba, también estaba anhelando.
Por unos segundos podía sentir cómo es que ella imaginaba las cosas, cómo es que esperaba que la besará y la colocará sobre la mesa de la misma forma en que yo imagine hacerlo. Sentía ese revoloteo de mariposas en su estómago cada vez que imaginaba lo que quería que le hiciera. Pero ella...¿ella realmente me deseaba o solo era algo que provocaba la calentura de la noche? Sin hablar de esas dos personitas que estaban en la esquina durmiendo. Sabía que no tenía que ser ahí, pero es...
¡Joder, no puedo!
—Tenemos que ir a dormir—quité mi mano de su toque, muriendo de nervios ahí mismo. Ella sonrió un poco suspirando, esperaba no haberla decepcionado...
—Bien—quito sus manos de la mesa, con esa misma sonrisa fue hasta una estantería que estaba cerca, sentándose a un lado de esta—¿Vas a venir?
Sonreí extrañado por esa petición, rogaba porque no fuera una trampa bien elaborada. Caminé hasta ella, un tanto nervioso por lo que haría. Ella me tomó de la mano y empezó a jalarme hasta su lado, entendiendo esa acción, me dispuse a sentarme a su lado con cierta tranquilidad. Ella me observo con una sonrisa. Ese brillo...esa sonrisa...me atacaba con su felicidad.
¿Por qué de repente esta confianza en mi?
—Descansa—me dijo antes de cerrar sus ojos y colocar su cabeza en mi hombro. Esa acción fue la cereza sobre el pastel, me hizo morir de emoción, felicidad y confusión. Era...adorable.
—Buenas noches.
Recosté un poco mi cabeza sobre la suya, cerrando mis ojos con tranquilidad.
Por primera vez en muchos días...podía sentirme tranquilo, podía dormir tranquilo.
¿Esto era gracias a ella? No lo dudaba. Su felicidad era mi nueva felicidad. Su sonrisa era parte ahora de mi forma de ser feliz y moriría solo por verla sonreír tan seguido.
Esperaba lograrlo...
Esperaba ser suficiente para ella. Solo por un momento, así me sentía...
Suficiente.
. . . . .
—James.
Una voz me hizo despertar, me hizo fijarme en que contaba con el sueño pesado una vez más.
Ese susurro me hizo abrir los ojos y frotármelos de manera en que mi vista se aclarará, notando la presencia de Chris al frente mío.
—¿Christine? ¿Estás bien?
—Shh. Ven, ven.
Parecía una niña imperactiva, por alguna extraña razón me resultaba divertido.
Ella me levanto del suelo, solo haciendome notar la mala postura que tenía antes de despertar. Me puse de pie como pude, notando la oscuridad de la habitación y la parejita al fondo aún durmiendo.
Chris me jaló de la mano hasta la puerta, me arrastró prácticamente.
Se sentía...
Cálida.
—¿Adónde vamos?—me anime a preguntar cuando visualicé la forma tan cautelosa en que ella se daba paso a los pasillos aun iluminados, pero vacíos.
—Te va a gustar.
—¿A mi?—no estaba entendiendo nada—¿Qué hora es?
—Tarde.
Comprensible.
—¿Aún es de noche?
—Ujum.
Ella me subió al ascensor, un claro momento muy inoportuno para mi pobre despertar.
Solté un bostezo solo viendo como Christine apresuraba el toque de los botones para avanzar por la agencia. ¿Adónde quería llegar con tanta prisa? ¿Cuál era su necesidad?
Llegamos hasta el último piso, el que daba a la salida. Nos encaminamos por todo el estacionamiento notando la variedad de automoviles que había, así hasta llegar a la salida por una escalera.
Chris abrió con poca paciencia la puerta, dejándome pasar antes de cerrarla y seguir corriendo.
Salimos por la pequeña puerta de la casa.
Una pequeña casa abandonada en medio de la nada era la entrada a ese lugar. Christine lo sabía y me guio, ¿por qué?
Una pregunta sencilla obtuvo una respuesta más que magnifíca.
—Por aquí—señalo ella al salir de la casa y dirigirse a la parte de atrás para escalar por el remarco de la ventana hasta llegar al tejado frágil de la casa.
Era muy rápida.
Me atrevía a asegurar que era demasiado ágil.
Yo con algo de miedo de romper todo con mi peso, subi mi pie al remarco y aun con esa pesadez en mi cuerpo por la forma repentina en que desperte, saque todas mis fuerzas para llegar hasta la punta del tejado.
Hasta que escuche una risa.
—Pareces necesitar ayuda.
—Acabo de despertar.
Me excusé alzando la vista a ella, solo para toparme a Christine sonriendo.
Seguía insistiendo en que su sonrisa era lo más lindo que mis ojos me permitían ver.
Ella alzó su mano hacia mi, la imagen me dejaba embobado, pero tenía que salir de allí.
Con la vergüenza haciendose notar en mis mejillas, tome su mano y acepte su ayuda para subir, algo que afortunadamente salió bien.
—¿Qué hacemos aquí?—pregunté, a lo que ella respondió con un solo movimiento.
Ella se sentó en el techo.
Invitándome a acompañarla con un par de palmadas a su lado.
Con duda le hice caso y me senté a su lado, algo incómodo e intrigado solo la observe alzado de cejas, ella frunció los labios con una cara divertida.
Solo me daba dolores de cabeza.
—Antes de tu prueba, habías dicho que te gustaban las estrellas.
Abrí mis ojos con sorpresa.
¿Había puesto atención a eso?
Antes de mi prueba, ella se emborracho, claro que no recordaba eso, lo que ella recordaba era el día anterior a ese día.
Era un día de entrenamiento con ella, tras mucho entrenamiento y buenas patadas en el trasero, ella fue a investigar, algo que Cindy utilizo para alentarme a acompañarla. Fue un día agradable donde me di la oportunidad de confesarle mi gusto a lo cósmico y claro, a las estrellas.
Lo que no sabía era que había puesto atención a esas palabras.
Giré mi vista al cielo, se notaba como el sol estaba dandose paso hasta llegar al amanecer, pero mucho antes de eso, entre cada árbol se encontraban pequeñas estrellas poco a poco apagándose para dar paso a la estrella jefa: el sol.
—Pensaba despertarte antes, pero te veías demasiado cómodo durmiendo. Es el amanecer y no estrellas cómo se supone que tiene que ser, pero...
—Es lindo—interrumpí ahora observándola a ella, aunque pronto ella reaccionó con un rostro algo incrédulo por mi impulsivo dicho—. Me...me refiero al paisaje. Es lindo, cualquier cosa que tenga que ver con el cielo es lindo, bueno, no estoy diciendo que el gesto no sea lindo, lo es, de verdad, debo agradecerte mucho por esto, es un detalle agradable y...
Ella ahora soltó una risa.
Tapándose la boca en medio de la carcajada.
Ella de alguna forma había logrado apenarme aún más.
—Eres demasiado gracioso, nene. No pensé que te avergonzaría.
—No lo hace...solo no había recibido algo así antes, no sé como reaccionar.
—¿Nunca habías recibido algo así antes? ¿Estás bromeando, verdad?
—¿Por qué debería estar bromeando?
—Seamos honestos, eres encantador—ella podía abrumarme muy fácilmente con sus palabras y no lo sabía, era lo más gracioso—, más de alguna vez debiste tener alguna admiradora que te hizo ver las estrellas y la luna en su mejor punto.
Agrego más diversión en su tono a la hora de decir lo último, incluso suspiro de forma sarcástica.
—No, de hecho no. Era muy tímido...désde siempre, jamás me acerque tanto a alguien—mi confesión hizo que ella borrara su sonrisa.
Ahora el sol empezaba a salir, poco a poco la luz se asomaba a nuestros cuerpos y nos formaba sombras entre el verde del suelo, y aún ante tal paisaje lo único que podía ver era a ella, la forma en que sus ojos veían los mios y se esmeraba en seguirme el ritmo. La forma tan sútil en que sus labios se curveaban lentamente hasta formar otra sonrisa más.
Una sonrisa que solo predecía su siguiente movimiento.
—Bueno, entonces espero que alguien sí te haya hecho ver la luna y las estrellas de forma indebida.
—¡Chris!—soltó otra carcajada—¡Eso no es justo! ¿Cómo se supone que voy a responder a eso?
—No te alteres, nene, estoy bromeando.
Entrecerré los ojos de forma seria. Ella parecía querer arruinar los momentos sentimentales con sus bromas. ¿Era a propósito?
Oh, no. No me dejaría.
Sonreí después de que una idea se pasara por mi mente.
—Entonces. ¿Eres mi admiradora?
—¿Qué?
—Dijiste que las admiradoras hacen ver las estrellas y la luna, no directamente, pero asumes que las admiradoras lo hacen y tú lo hiciste ahora, ¿eso te vuelve mi admiradora?
Ella guardo silencio junto a un semblante serio y nuevo. Se veía incluso...nerviosa.
—Tal vez.
Creo que no estaba funcionando mis juegos.
¿Ella estaba ebria?
No, no lo estaba, había tomado un par de tragos, no los suficientes para embriagar a una persona a tal punto en que su racionalización se perdiera, ¿verdad?
Ella bajó la vista sonriendo de forma suave, una forma en que no la vi antes.
No, no estaba ebria, habían pasado horas...
¿Entonces qué?
—Eres encantador—soltó nuevamente, dando un pequeño golpe con su hombro en mi brazo.
—Debes estar bromeando...
—No, hablo en serio. Me...resultas algo intrigante, de hecho puedo decirte que me agradas, pero tienes que guardar el secreto o terminarás sin lengua.
Su amenaza pasaba por alto.
Yo...¿yo caerle bien a Chris?
—¿Te agrado?
Ella se encogió de hombros.
—Que no se te suba a la cabeza, pero sí, me agradas. Hay algo en tu irritante alegria que resulta encantadora, puedo considerarte un buen compañero de trabajo, me has ayudado mucho al caso y pues...eso—ahora jugaba con sus dedos—. Creí que tener un gesto serviría para decirte gracias por ayudarme. Aunque fue un desastre y odio el sentimentalismo.
—Me gusta el sentimentalismo.
Ella me observo unos segundos más, soltando un bufido.
—No salió tan mal.
Hubo un momento de silencio que solo se formó más cuando el sol salió por completo, ahora nuestras sombras eran nuestras compañías.
Tan pronto como ella notó la forma en que se veía el momento, negó y tosió de forma ligera.
Esa era mi señal, suponía.
—Deberías volver—aclaró—, no has dormido bien hasta dónde sé, deberías seguir durmiendo.
—¿Qué hay de ti?
—Volveré en un rato, estirar las piernas me ayudará a tener sueño—asintió en lo último—. Sabes el camino de regreso.
Mi corazón latía tan rápido, parecía ser capaz de hacerme trizas el pecho para cumplir el anhelo de ser entregado en las manos de ella.
Pero yo solo asentí con la cabeza.
Debía ser obediente para mantener mi puesto.
Puede que en este momento solo seríamos ella y yo, Chris y James, compañeros de trabajo y me atrevo a decir que amigos.
Pero al volver, sera Christine y James, la jefa y empleado que todo el mundo debería tomar de guía.
Me despedí de Chris aún sin ganas de volver, pero tenía que hacerlo.
Me creía dueño del momento y por un instante creí que esa fue una confesión de parte suya, una...vergonzosa confesión.
¿Debí haber dicho algo más?
¿Confesar por fin lo que mi corazón quiere gritar?
Creo que debí.
Pero no lo hice.
Y el arrepentimiento pocas veces sirve de algo que no sea torturarte...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top