1. Transformación

Seguramente penséis que esta historia de Walt Disney jamás iba a volverse a ver. La historia donde una hermosa pueblerina logra enamorarse no por su físico, sino como en verdad es por dentro el hombre que en bestia se convirtió.

Pero os equivocáis, ha vuelto esta historia y con temática diferente: esta vez la hermosa pueblerina será un chico rudo y explosivo, que dará más de un dolor de cabeza a la pobre Bestia. Pero dejemos a ese muchacho a parte y centrémonos en los inicios. En cómo un príncipe fue la causa de todo el desastre que le vendría más adelante.

***************************************************************************************

Era una noche como cual otra para el príncipe Kirishima, vestido con un traje negro y un chal rojo a juego con el antifaz que le ocultaba la mitad del rostro. El sonido de la música ambientaba el lugar junto con las risas y gritos de los invitados, ya animados por las tantas copas de alcohol que ingirieron. La fiesta cada vez iba más descontrolada con los primeros desmayos y gente dormida en las sillas donde antes se había celebrado una exquisita cena, que ya no se podía encontrar un plato lleno por toda la comida desperdigada en la mesa. Dando más trabajo para después a los sirvientes.

El joven príncipe disfrutaba de ver esta escena, animado por el ambiente se levantó de la silla para invitar a bailar a la primera muchacha que encontrara.

-Señor Eijirou, como príncipe y dueño de este palacio. Su obligación es mantenerse en su trono- La elevada voz de un chico peliazul, con gafas y vestido como un mayordomo captaba la atención de joven; que respondía con un leve chasqueo de lengua.

-¿Quién es tu amo Tenya?- Pregunta mosqueado Kirishima, impidiendo que responda.- Eso es: ¡Yo! y si quiero ir a bailar, bailaré a no ser que tu quieras bailar fuera bajo la tormenta de nieve-Iida Tenya tuvo que abstenerse a responder, tan solo bajó la cabeza y dejó al muchacho ir a la pista de baile junto a una muchacha que agarró al instante.
El mayordomo no podía creer en la persona que se estaba convirtiendo el hijo de la familia más poderosa y admirada de la región, tan solo se quedó contemplándolo con pesar.
Pesar a no poder hacer nada para enderezarlo, que habiendo recurrido a grandes maestros no le habían podido cambiar su forma de ser tras el oscuro incidente de su niñez.

-Ha vuelto a las andadas ¿verdad?- Una mujer con voz preocupada se acercó al joven Iida, llevaba un vestido corto, donde podían admirarse unas bien proporcionadas piernas escondidas tras la fina tela de sus medias negras, con un delantal blanco y unos zapatos de tacón negros; sin olvidarnos de la diadema que adornaba su cabello.

-Si tan solo pudiera dejar de comportarse como un crío- Respondió tras un leve suspiro para luego mirarla a los ojos.- ¿Cómo esta Tsuyu-chan? Estará dormida por tu expresión cansada, Yaoyorozu-.

-Es una buena chica- Dice con una sonrisa. -Fue una suerte poder salvarla de la nieve...  El problema es cuando se entere el amo-.

El silencio entre ellos hizo acto de presencia y se limitaron a observar como los encargados recogían y evitaban ser empujados por los ebrios invitados. Tenya no tardó mucho en usar su quirk e ir a corregir la forma de colocar los platos sucios en el carrito de sirvienta; Yaoyorozu suspiró y volvió a su tarea de vigilar que los invitados llegaran a sus respectivas habitaciones sin caerse o vomitar antes de llegar a los baños.

Mientras tanto, el joven Kirishima se encontraba cambiando de pareja cada cinco minutos. El olor nublaba sus sentidos y de vez en cuando se paraba para tomar una copa de licor, en bandeja de un sirviente,  que les obligó servir antes de la fiesta. El sabor se mezclaba con los besos de sus invitadas misteriosas, ya que debían llevar como accesorio obligatorio el antifaz en esa velada.
Todas eran sumamente hermosas; algunas parecían infantiles, de altura baja y cuerpo aún por desarrollar. Otras en cambio, mostraban todas sus armas de mujer para cautivarlo, no era de extrañar que algunas le besaran con lujuria. La mezcla del alcohol con la pasión daba paso a una aventura en la cual las damas recordarían toda su vida e iniciarían un nuevo rumor sobre su "Don Juan real".

La fiesta iba bien, según él, pero nadie sabía que esta sería la última que recordaría el joven Eijirou Kirishima.

Un golpe de viento hizo que las ventanas y la puerta hacia el jardín se abrieran de par en par; entre la niebla de la tormenta se encontraba un hombre muy delgado, con dos mechones rubios cayendo por su rostro. Sus ojos eran lo más extraño y escalofriante que habían visto en la vida: la esclerótica era de un negro azabache, parecía que solo tuviera el iris azulado volando por aquella pequeña cavidad.
El resto de su cuerpo era desconocido dado a que lo ocultaba con una capa con capucha de un azul muy oscuro. El hombre caminaba a duras penas, se tambaleaba y a veces parecía que fuera a caerse sobre la nieve. Su estado era crítico, necesitaría atención inmediata.

-Ayu... da.- Decía el desconocido con una voz débil mientras pasaba al salón de la fiesta con las rodillas casi flexionadas cuando daba un paso. Los invitados dejaron al hombre pasar, formando un camino hacia el príncipe Kirishima. El hombre al llegar a él, tan solo cayó de rodillas contra el suelo mientras le agarraba del borde de su chaqueta. -Por favor buen hombre... ¿Sería tan amable de dejar a este pobre viajero pasar la noche en su palacio? Solo necesito una habitación, no le molestaré.- La sonrisa del nuevo era inquietante al igual que su rostro, parecía mas bien un muerto viviente que una persona.

Los invitados ante aquella escena sintieron repulsión, era un hombre horrible y seguramente de clase baja; no merecía ni haber pisado este suelo que seguramente valía mucho más que él.
Por el contrario, los sirvientes observaban la escena realmente apenados; no solo por el estado del viajero, sino por la respuesta que le daría su amo. Tanto Tenya como Yaoyorozu observaban a Kirishima con la leve esperanza de que la bondad y empatía llenaran el corazón de su señor ante la escena que debería de haber visto más veces cuando salía para pasear por los pueblos cercanos y no sólo a cortejar a las damas que viera por el camino.
Todo el mundo estaba esperando ansiosa la respuesta del dueño del palacio.

Pero lo único que se escuchó fue la risa burlona del joven.

-¿Sabes qué es lo que más odio de un hombre?-Le preguntó al desconocido, observándole con arrogancia. - ¡Que no tengan la fuerza suficiente para mantenerse en pie!- Kirishima alzó la mano y golpeó al otro para que dejase de agarrarle la chaqueta, haciendo que cayera al suelo con un leve quejido de dolor.

Las risas de los invitados emergieron tras las últimas palabras de Kirishima, éste tan solo las agradeció con burla mientras le daba la espalda a ese espantoso hombre; que poco a poco se fue levantando junto a una espesa niebla invadiendo la sala.

-Estoy muy decepcionado contigo, joven Eijirou...- Una voz más elevada e imponente resurgía entre la niebla, el muchacho tan solo se giró para ver a un hombre distinto al de antes: Era de cuerpo más atlético y con una altura más destacable a la de antes. Los mechones rubios que tenía caídos ahora los yacían hacia arriba y con un aspecto que nadie podría moverlos ni con toda la fuerza del mundo. La mirada que tanto asustó al resto estaba oculta con una grandes cejas rubias que le hacían sombra. -Que digas cosas como estas ya habiéndote dado mucho tiempo para que cambiaras... Es realmente triste.-

-¿¡Quién eres!? ¡Responde!- El pánico se escuchaba en su voz, temblaba levemente mientras intentaba mantener la compostura. 

-Mi nombre es lo de menos, joven Eijirou.- El rubio se inclinó hacia adelante mientras que su brazo izquierdo se posicionó para atrás, tenía una postura extraña. Como si de un momento a otro fuera a atacarle. -El tiempo de misericordia ha terminado, lo siento mucho... Pero este cuerpo no es digno para alguien tan cruel como tú y... Hasta que no logres enamorar a alguien por como eres, tendrás este pecado corriendo por tus venas- tras eso, el rubio gritó dos palabras en inglés y de un solo puñetazo al aire hizo que se creara una gran corriente de aire.

Todos los sirvientes y ayudantes en la mansión, estando lejos o cerca del salón de fiestas, recibieron esa gran corriente de aire mágica. Cada uno de ellos se convirtió en un objeto de uso doméstico con vida. La mansión cambió también de forma drástica, convirtiendo el estilo rococó en estilo barroco.
En cambio, el amo y señor de aquel palacio no recibió tal "bendición"...

-Si la rosa, que encontrarás en tus manos al despertar, le cae su último pétalo y tú aún no lograste que alguien te ame. La maldición llegará a convertir a todos tus sirvientes en objetos sin vida y tu alma será llevada al infierno-. 

La niebla se disipó cuando la transformación había terminado. El rostro de todos los invitados cambiaron a otra de horror cuando el monstruo que tenían al frente, de casi dos metros de altura, soltó un rugido desgarrador. Pedazos de la ropa del joven amo caían por la grandaria de aquel ser; llegando a quedarse con solo los pantalones casi a punto de romperse. Sus colmillos grandes y afilados sobresalían su boca, su cuerpo peludo y de garras afiladas le daban un aspecto mas horrible de lo que ya tenía con su rostro, sus grandes cuernos solo darían paso a supersticiones de que el Diablo invadió el palacio. 

Al ver aquella bestia y oír el rugido, lo único que hubo en la mente de cada persona era el huir de aquel infierno.

-No... ¡Esperad! ¡No me dejéis solo!- Gritó la bestia con una voz más grave. -Soy Eijirou... Soy... ¿Qué narices ha ocurrido?- Se sentó en el suelo y con las manos se estiró de los pelos debido al estrés acumulado y, por primera vez en muchos años, llorando.

Las lágrimas impactaban sobre un pequeño espejo, el mero contacto por las lágrimas logró que se iluminara un momento para captar la atención de la joven bestia. Kirishima intentó  dejar de llorar y mientras sollozaba cogió el espejo y miró la imagen que había reflejada en el cristal.

En la imagen se mostraba la zona inferior del rostro de un desconocido, posando sus labios contra los suyos para unirlos en un cálido y tierno beso que llevaba detrás un cariño y amor incalculable.

Kirishima sonrió en forma de burla, era normal que la primera impresión era importante pero ya tenía conquistadas a todas las mujeres de la clase alta que vivían cerca de aquí. Lo único que debía de hacer era esperar, por lo que esperó varias semanas para que de nuevo viniera alguna damisela a entregarle su corazón.
Los meses siguieron pasando hasta convertirse en años, la joven bestia continuaba esperando a que alguna muchacha apareciera; ya no le importaba la clase, necesitaba una enseguida por la gran acumulación de pétalos de rosa que había sobre la mesa en dónde la tenía custodiada y protegida con una tapa de cristal.

-Es inútil...- Susurra la bestia cabreada; por ello, agarra todo lo que encuentra y lo destroza sin piedad.
El retrato de familia lo desgarra con odio, dejando que tela que cuelga oculte rostro tanto de sus padres como de él.
Destroza lo muebles y al terminar con aquel ataque de ira se vuelve a tumbar en el diván de color café que se encontraba frente el gran balcón.

Tras la puerta se encontraban dos objetos: una tetera de tapa ropa y un reloj de madera para mesa de ojos azules. Ambos se miraron apenados, pues tras todo el tiempo que su amo había esperado, nadie vino visitarle.
No querían decirlo, pero se necesitaba un milagro para que esta situación cambiara.

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

A las afueras de la mansión, el chico rubio con su aspecto demacrado y un hombre de cabello ondulado y largo, con un sombrero acabado en punta, estaban sentados sobre un árbol; observando la situación:

-¿No crees que deberíamos dejarlo? Ya ha aprendido la lección...- Menciona el rubio hacia el hombre de cabello ondulado.

El otro tan solo chasquea la lengua, como si estuviera molesto por la bondad de su compañero:

-No seas ridículo Toshinori, la maldición ya está demasiado avanzada como para anularlo. Además, si se pudiera anular; el chico solo volvería a ser como antes, o peor. Debe cambiar por sí mismo y sin ayuda por ser de la "clase alta"- Toshinori quería protestar ante eso, pero su compañero tenía razón: era peligroso devolverlo a como estaba antes.
El silencio volvió a inundar el ambiente de la pareja para observar los movimientos de esa bestia.

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Continuó pasando los días, uno peor que el otro. El carácter de Bestia, que había optado él mismo en llamarse así, empeoró más de lo que ya era. Sus ataques de ira aumentaban cada vez más y los sirvientes ya estaban aterrados para ir a visitarlo o llevarle la comida.

Toshinori permaneció unos días más para ver su evolución, le daba mucha pena ver como los humanos perdían su cordura y ganas de vivir. Tanto dolor en sus corazones, tanto miedo...
Era de las pocas cosas que no podía soportar ver el rubio.

-Joven Eijirou- pensó para sus adentros mientras observaba como la Bestia repetía constantemente la imagen, que se proyectaba en el espejo, donde era besado por alguien. -Hay esperanza; siempre la habrá. No te des por vencido.- Y tras esas palabras desapareció.

Y mientras Eijirou Kirishima estaba asumiendo su fatal final; un pueblerino rubio bastante explosivo, tanto en personalidad como su quirk, irrumpiría en su vida para no dejarlo marchar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top