Capítulo 41: Bajo las nubes.
Raven me lleva en autobús hasta la calle donde afirma que vive Ada. Al parecer, sus padres se han ido a un evento el fin de semana y no volverán hasta mañana. Ha dejado a sus hermanos al cuidado de los de seguridad, dice que si no tienen ninguna pelota a mano son muy formales. Tiene que ir vestida de incógnito, como yo, ya que sus padres deben ser bastante famosos en la ciudad por la cantidad de dinero que tienen y es factible que la secuestren. Me ha contado que no tiene amigos porque apenas le dejan salir de casa. Está tan desesperada por salir de su jaula que, a pesar del riesgo, está acompañando a una desconocida hasta la casa de su supuesta familia.
Se le ve un poco inquieta: no para de mirar hacia los lados. Qué triste vivir así... Suspiro mentalmente. Da igual lo pobre o lo inmensamente rico que seas. Hagas lo que hagas este mundo te condena a vivir encerrado.
Ojalá pudiera decirle que no tiene por qué preocuparse, que con lo que sé sobre peleas puedo tumbar a cualquiera que intente acercarse... Pero obviamente me tengo que callar.
Hablo un poco con ella para distraerla y en poco rato llegamos a nuestro destino. El barrio es mucho más humilde que el de Raven, no hay comparación. Aun así se ve que no es un barrio pobre. Me lleva hasta la puerta de un edificio.
— Es el 4°C. A principio de curso hice un trabajo en su casa.
Afirmo sonriente. Llamo y espero, aunque no sé si seré capaz de escuchar lo que hay detrás del micrófono.
— ¿Hola?
...
Cojo aire.
...
Los ojos se me empañan.
— Hola Freddy — contesto en medio susurro.
Me cuelga. La cabeza me da vueltas y no soy capaz de reaccionar.
La puerta del rellano se abre y veo asomarse una manita blanca a la que le sigue una pequeña y pálida figura de cabellera roja.
— ¿Sira? ¿Eres tú? — pregunta con su infantil voz.
— ¿Sira? ¿No era Kira? — oigo a Raven de fondo, la cual ignoro.
Me fundo en un abrazo con mi hermano pequeño y esta vez no puedo evitar romper a llorar.
— ¿Estás bien? — dice inocentemente.
— Demasiado bien. Demasiado — respondo llena de emoción.
Me enjugo las lágrimas y entreveo como Raven también está radiante de emoción.
— ¿Dónde están mamá, Albin y Ada?
— Arriba — contesta Freddy aún sorprendido.
— ¡Pues vamos a subir! — exclamo mientras cojo a Raven de la muñeca y la arrastro detrás de mi hermano.
No sé muy bien por qué lo hago, pero gracias a ella he vuelto a ver a mi pequeño Freddy y ahora no quiero que se quede al margen.
Cuando subo; mi madre, Albin y Ada me están esperando en la puerta. Me abalanzo sobre ellos. Ya no lloro. Sólo sonrío, tanto que noto cómo los dientes se me secan y me duelen los mofletes. Nos fundimos en un abrazo que hace que sobren las palabras...
— ¡Os habéis teñido de rojo! ¡Tú también, mamá! — digo cuando nos separamos.
— Ya ves — contesta Albin —. Estamos demasiado acostumbrados a ser raritos, así que decidimos un cambio de look que nos pegase.
— Y yo estaba harta de ser la rarita de la familia — añade mi madre, antes morena —. ¡Así que aproveché!
— ¡Pero si tú te has teñido del mismo color! — se ríe Ada, señalándome.
— Qué va... — niego mientras me quito la peluca — ¡Es de mentira!
— ¡Hola Ada! — se asoma Raven por detrás mientras se quita el incógnito, interrumpiendo la conversación sobre mochos capilares.
— ¡Raven! ¿Qué haces aquí? — curiosea mi hermana.
— ¡Gracias a ella os he encontrado! — respondo.
Sé que cuando me vaya voy a tener que dar muchas explicaciones a mi nueva amiga, pero eso ahora no importa.
Me cuentan que Ada ha vuelto a estudiar, le han subido de curso de nuevo y su calificaciones son excepcionales, Albin está estudiando ingeniería en la universidad, Freddy tiene muchos nuevos amigos en el colegio y mi madre ha encontrado trabajo como camarera; con el dinero que les envío más su sueldo extra, están ahorrando para cambiarse a un piso un poco más cercano a la escuela. Aunque no viven con tantos lujos como cuando éramos pequeños, lo hacen como una familia de clase media normal. Nada comparable a las alcantarillas.
Yo les cuento anécdotas de Acrap y les hablo de Débora, Armin, Jack y Celia. Al final decido que es mejor no nombrar a Dago.
Tras un rato, Raven dice que tiene que irse a cuidar a sus hermanos. Me fastidia tener que marcharme, pero después de todo lo que ha hecho por mí y sabiendo el riesgo que corre no voy a dejar que se vaya sola. Me despido de mi familia y les prometo volver mañana.
Al salir del edificio me dejo llevar por la emoción y me abalanzo sobre mi indefensa nueva amiga, quien retrocede tras el impacto.
— ¡Muchísimas gracias! No sé cómo pagarte esto... Te debo la vida...
Ella se regodea y deja escapar una carcajada.
Detrás de su hombro, miro hacia un cielo cubierto de nubes. Al instante el gris vuelve a mí: después de unos momentos en el mundo perfecto que tanto echaba de menos vuelvo a la Tierra; recuerdo que si descubren lo que he hecho hoy estoy muerta. Que Raven, la chica que me acaba de resucitar, es la hija del asesino de mi padre...
Y que yo voy a ser la asesina del suyo.
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