Capítulo 4: Presentación.
— Querida, con esto es suficiente para decidir tu destino. Si tienes suerte puede que vayas ganando popularidad entre tus fans y quieran comprar tus obras — afirma César, quien se quita la máscara. Entre el traje de terciopelo marrón que lleva, su alta estatura y esos ojos tan caídos y tan intimidantes a la vez, me están entrando ganas de salir corriendo...
— ¿Fans? — puede que no debiera preguntar tanto, pero nunca había presenciado ni sabido de la existencia de una organización como esta.
— Claro. Después de cada asesinato acudirán unos voluntarios encargados de fotografiar la escena del crimen. Si a algún observador le gusta tu hazaña, puede atribuírsela por un módico precio y admirarla día a día, profundizando en su majestuosa esencia — Gerónimo me responde. No creo lo que estoy oyendo... ¿Cómo es posible que esto siquiera exista?
— Ahora vamos a presentarte la academia y a mostrarte nuestros métodos de enseñanza. Vas a ser una parca, el tipo de artista que da el nombre a nuestro familiar cuartel — añade César, emocionado.
Sigo sin entender cómo pueden llamar tan fácilmente "artista" a un asesino. Me palpo disimuladamente las heridas de mi muñeca para comprobar si siguen ahí. No estoy muy segura de estar despierta...
César y Gerónimo me cogen de los brazos y me conducen alegremente por las instalaciones. Es increíble que haya semejante monumento de edificio bajo tierra. Me pregunto si todas las estatuas de oro serán robadas...
Los cuadros me hacen estremecer: son fotos de cadáveres descuartizados, ahorcados y asesinados de diversas maneras. ¿Serán estas las escenas del crimen que venden a los fans?
Después de un recorrido comparable a un retorcijado laberinto, me meten en una sala llena de máquinas algo extrañas que recuerdan a torturas medievales. También hay unas mesas apartadas llenas de probetas con líquidos de colores dentro. En las paredes hay paneles con todo tipo de herramientas manuales: alicates, destornilladores, pistolas de pegamento, llaves inglesas... sin olvidarme de las estatuas de oro y columnas de marfil que decoran la sala.
En algunas máquinas de tortura hay maniquís colocados. ¿Prueban sus juguetes antes de usarlos?
Hay una chica gordita, castaña y con gafas; un chico alto, pelirrojo y también con gafas y otra chica con los ojos muy oscuros que tiene cara de amargada. Van vestidos con una bata de científico pero en negro.
La chica castaña es la primera en darse cuenta de nuestra presencia y se gira para mirarnos. El pelirrojo y la morena de ojos negros se giran con ella.
— Te presento a mis ilustrados alumnos. La del pelo rizado marrón y con pecas es Jade, el que parece una zanahoria es Dylan y la gótica se llama Selena: mi más exitosa creación — dice Gerónimo con su incansable euforia.
La tal Selena suelta un bufido.
— Soy Sira... — digo dudosa.
— Lamentablemente si se une a nuestra familia no estudiará con nosotros, es una parca. ¿No es magnífico? Hacía tanto tiempo que no encontrábamos una... ¡estamos ante un acontecimiento excepcional! ¿No es así? — Gerónimo sigue hablando ante la indiferencia de sus pupilos.
— Qué guay — contesta el pelirrojo con un tono que carece de ningún tipo de emoción.
Los tres alumnos están como... vacíos. Su mirada no aporta nada: es como si les hubieran absorbido toda la energía y no pudieran ni quisieran expresar ninguna emoción. A saber lo que les habrá hecho esta gente... A saber lo que me harán a mí...
— Como ya habrás imaginado, aquí enseñamos a los puzles. ¡Tenemos hasta muñecos para hacer prácticas con las nuevas trampas! Inventar... ¡todo un arte! La inteligencia es lo que nos hace destacar, los acertijos son nuestro combustible, ¿no te parecemos fascinantes? — definitivamente, Gerónimo es un enfermo mental.
¿Es consciente de que está hablando de matar?
— Sí — ¿Que si me parecen fascinantes? ¿Cómo no me va a parecer fascinante un atajo de psicópatas que se entrenan para vender sus crímenes a fans que son aún más depravados que ellos?
— Entonces pasemos a la siguiente sala — César me coge del codo y no me deja ni siquiera despedirme de esos pobres chicos...
Después de desviarnos por otro pasillo cubierto de jarrones, me llevan a una sala que es... ¿una cocina?
Está llena de hornos, fuegos, neveras gigantes, congeladores y utensilios de última generación. Hay una pareja, un chico y una chica con rasgos orientales, que están removiendo algo en una olla. Hablan alegremente y cuando entramos se giran y nos saludan con la mano.
— Y ellos — dice César —, son mis alumnos: Shinji y Noriko, cocineros de primera — los chicos responden a César con un gesto de aprobación y una sonrisa —. Los caníbales tenemos gustos culinarios muy exquisitos, así como verdadero amor por la cocina. Y como la cocina también es un arte, se podría decir que manejamos dos disciplinas artísticas, ¿no es maravilloso?
— Genial... Yo soy Sira — tengo los ojos abiertos como platos... ¿cocinan a sus víctimas?
El mero hecho de pensar que dentro de esa olla hay restos humanos hace que me entren ganas de vomitar. De hecho no he potado aún porque no he comido nada. Quién diría que tener el estómago vacío podría beneficiarme en algún momento...
— ¡Entonces sigamos con la visita! Si dentro de un rato te entra hambre no dudes en venir aquí, ¡degustarás unos manjares celestiales! — dice César. No voy a poder volver a comer nunca más.
— Gracias... — en serio, necesito salir de aquí. Odio que huela bien.
A continuación me llevan a una habitación que recuerda a un dojo. Apuesto lo que sea a que estoy en la habitación de los ninjas.
Las paredes están cubiertas de pósteres de una chica vestida de amarillo con una katana. En otra sale la misma chica en una boda, vestida de novia. Creo que son fotogramas de alguna película...
Extrañamente, no parece haber nadie por aquí.
— ¡Lenon! ¡Excelente técnica de camuflaje! — grita Gerónimo.
Como por arte de magia aparecen tres figuras que nos hacen un saludo japonés. Están completamente cubiertos de negro, se tienen que quitar la capucha para que les veamos el rostro.
— No era camuflaje, sólo estábamos escondidos — responde el tal Lenon. Tiene una barba rubia a lo cabra y la cabeza completamente rapada a excepción de una trenza interminable y grisácea. Es bastante alto.
— Extraordinario de todas formas — afirma César.
— ¿Qué queréis? — responde el ninja no de muy buen humor.
— Nueva recluta — dice César con su incansable sonrisa.
— Soy Armin — se presenta uno de los ninjas. Es un chico bastante alto con el pelo negro y los ojos azules... muy azules. Tiene el pelo negro y un flequillo ladeado le corta la frente.
— Yo Débora — contesta la otra ninja que es, irónicamente, la viva imagen de la chica de los carteles. Alta, rubia y con ojos y boca enormes.
— Yo Sira — estoy mirando fijamente a Armin. Tiene los ojos realmente...azules.
— Son ninjas. Ágiles, escurridizos, letales... Artistas honrados con obras muy cotizadas — afirma Gerónimo. Me llega casi por la rodilla, es increíble.
— Y pasemos a nuestra última clase — César me vuelve a agarrar del brazo y a arrastrarme. Es insoportable.
La última sala tiene que ser la de las parcas. Está justo al lado de la cocina.
Cuando entramos veo una sala con ordenadores, todos vacíos. Las paredes están pintadas de negro y hay cuadros de "La Muerte" por todas partes. Unas cuantas hoces decoran en la entrada una especie de paragüero.
La única persona presente es un joven vestido casual sentado en lo que parece una mesa de profesor. Está fumando y tiene una cicatriz en la cara, justo por encima del ojo. El iris de este tiene un tono entre grisáceo y blanquecino mientras el otro es completamente negro. Su pelo castaño y despeinado evidencia lo poco que se preocupa por su físico.
Nos ve pero no se molesta en saludar.
— Hola Jack, te traemos a una nueva alumna — César sigue entusiasmado, parece casi hiperactivo.
El hombre se levanta y se dirige hacia nosotros sin decir una palabra. Se queda en frente de mí y me mira con desprecio.
— Se llama Sira y parece una artista prometedora — añade el caníbal.
— Matar no es un arte, César — dice el hombre. Debe tener mucha confianza en sí mismo para haber dicho eso... Desde luego yo no me atrevo. Le da una calada al cigarro y suelta el humo.
— Bueno, en fin... — César hace como si no hubiera oído nada — acaba de ser admitida — se gira hacia mí —. Mañana ven a la fábrica a las doce en punto y empezarás tu primera clase — me dice.
— ¿Y la prueba de admisión? — pregunto desconcertada.
— La has superado con esta visita — asegura Gerónimo —. Queríamos probar si eras como nosotros. En toda la velada no has preguntado por la recompensa, lo que demuestra que eres una artista honrada y quieres aprender a matar por amor a la disciplina. Esa era la prueba de admisión: la honradez.
¡Mierda! ¡La recompensa! ¡Se me había olvidado preguntar! Estaba tan atolondrada por lo que estaba viendo que no podía pensar en recompensas...
— Tu sueldo será de 4000 € al mes más un 10% del dinero recaudado por tus obras.
¿¡4000€!? ¿¡De dónde saca esta gente tanta pasta!?
Asiento forzando una sonrisa. Con esa cantidad quedarían más que solucionados todos los problemas de mi familia. Podríamos entonces hasta mudarnos a otra región y cambiar de aspecto. Al fin dejaríamos de ser objeto de burla a causa de nuestros rasgos característicos.
Con 4000€... cambiarían tantas cosas...
Pero...
¿Es ese el precio de la vida de una persona?
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