Capítulo 37: Contrarreloj.
Llamo tímidamente a la puerta. En dos horas cogeré un tren hacia Delia para ejecutar una misión que aún no sé si seré capaz de cumplir. Que sea el asesino de mi padre me hace pensar que me voy a rebajar a su nivel. Sin embargo ya no hay marcha atrás, soy una parca y lo seré durante el resto de mi vida.
— Oh, eres tú — dice Armin con tono dulce mientras me abre.
— Sí, soy yo — me encojo de hombros.
— Pasa — me coge de la cintura y me empuja suavemente hacia dentro.
Vamos a la cocina y comienza a cortar fruta y vigilar la tostadora. Está haciéndose el desayuno.
— ¿Qué te trae por aquí, novia cadáver? — se ha copiado de Jack.
— Sólo quería estar contigo un rato — respondo tímidamente.
— ¿Tú siendo cursi? ¿Quién lo diría?
— No ha sido cursi...
— Sí lo ha sido — se burla.
— ¡No lo ha sido! — me enfurruño.
— No te enfades — susurra en un tono provocador mientras me coge de la barbilla.
Me mira fijamente, sonriendo.
— Eres preciosa — me mira a los ojos.
— Ya lo sé — respondo seca — Tú también eres precioso.
— Gracias... creo — dice irónico.
Ambos nos reímos. Hace amago de besarme pero, no sé por qué, lo esquivo.
— Me tengo que ir por un tiempo... — susurro acompañando el movimiento.
— ¿Cómo? ¿Por qué? — se sorprende.
— No preguntes... Cosas de Dago.
Por un momento reflexiono. ¿Por qué no se lo quiero contar a Armin? Ya sé que Dago lo ha prohibido, pero tampoco pretendía hacerle mucho caso. Confío en el ninja, ¿no? Sé que no diría nada... Supongo que ahora no es el momento... Sólo me apetece despedirme tranquila.
— Qué misteriosa... — continúa mientras coge de nuevo mi cintura y me aprieta suavemente contra él — ¿Y si no te dejo?
— Supongo que te matarán — me encojo de hombros de nuevo y río —. A Dago no le gusta que le fastidien los planes.
— Lo sé — me atraviesa con una especie de mirada sensual —. Te voy a echar de menos...
— Y yo a tí... — suspiro.
— Te quiero — susurra mientras me acaricia el pelo.
Me estremezco y le respondo con una sonrisa. Algo me impide hablar. Miro el reloj de la pared, ya es la hora.
— Tengo que irme — afirmo mientras lo abrazo, apoyándome en su hombro.
— ¿Tan pronto? — se queja — ¿Cuándo volverás?
— No lo sé...
Observo de nuevo el reloj y veo cómo se mueve la manecilla de los segundos. No lo sé, no sé cuándo volveré...
Si es que vuelvo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top