Capítulo 3: La Parca.
— ¿Y qué tipo de milagro va a cambiar mi vida? — pregunto al hombre misterioso con la mirada fija en sus dientes. Intento parecer lo más estable que puedo, aunque ahora tenga ganas de arrancarle la cabeza a este señor por gastarme esta broma pesada.
— ¿Estarías dispuesta a matar? — sigue sonriendo. Es realmente intimidante.
— ¿A... a matar? — sé que estoy arqueando las cejas. Está bien, un poco de ironía en mi triste vida nunca viene mal.
— Más bien — el hombre ha empezado a caminar de lado a lado. Lleva puesto un traje de etiqueta muy elegante, con rayas blancas verticales. Me recuerda a un personaje de cine —. A hacer realidad una leyenda.
— ¿Qué quieres decir? — ni me molesto en tratarlo de usted.
— A recrear a una mente brillante, una máquina, a un espíritu insaciable sediento de venganza.
— ¿A qué? — sigo incrédula.
— Ven conmigo y te lo explicaré. Pero primero reflexiona sobre mi pregunta criatura: ¿estarías dispuesta a matar? O, corrigiéndome, ¿estarías dispuesta a matar para salvar a tu familia? — ha parado de caminar y me vuelve a mirar.
Y yo vuelvo a sentir como mis lágrimas se deslizan por mis mejillas. Cualquier día de estos me deshidrataré.
¿Que si estaría dispuesta a matar por mi familia? No lo sé... Tengo la sensación de poder hacer cualquier cosa por los seres que más quiero. Pero... ¿matar? Matar para salvarme a mí misma sería lo más egoísta del mundo. No sé si podría volver a tener un mínimo aprecio por mi persona después de quitar la vida a otra.
No, no sería capaz...
¿O sí?
Después de tres años en las alcantarillas me he convertido en un ser apático y egocéntrico que sólo piensa en él. ¿Me están diciendo que si me cargo a alguien desaparecerá toda la miseria? De acuerdo. Puedo hacerlo. Es la ley del más fuerte.
Miro al siniestro individuo fijamente y no lo dudo más.
— Sí — ha sonado como una especie de susurro. Me ha dado miedo responder. Me doy miedo a mí misma por lo que acabo de decir.
— Bien dicho. Matando liberarás esa furia que llevas dentro — lo dice con demasiado ímpetu —. Pégame.
— ¿Qué? — no entiendo a ese hombre.
— Rómpeme la nariz y siente tu liberación — se acerca a mí y mira hacia arriba como esperando que le pegue de verdad. Pero... ¿qué narices...? Lleva espirales rojas pintadas en las mejillas... y hay un triciclo rojo apoyado en una farola... —. Adelante.
Me miro el puño, el que tengo lleno de cortes. Las heridas aún están frescas, no he parado de sangrar.
Sin pensármelo dos veces le arreo un puñetazo a este gremlin enano que me está sacando de quicio.
Mi mano atesta en su mejilla derecha provocando que su cabeza rebote hacia atrás. Mis nudillos han crujido y la ligera costra que estaba empezando a formarse se ha abierto. Siento como si mi alma hubiera salido de mi cuerpo para irse al paraíso. Como si mi furia se hubiera escapado en un suspiro y ahora sólo me quedara tranquilidad. Exactamente la misma sensación que... cuando he roto el espejo.
Creo que hasta estoy sonriendo. Cierro los ojos para saborear el momento.
Entonces la pesadilla vuelve. La taladradora que atraviesa mi corazón y hace que tenga constantes ganas de vomitar regresa. Necesito darle una vez más, necesito volver a sentirme libre.
No me da tiempo a reaccionar. Le pego otro bofetón que causa el mismo efecto. Paraíso. Luego vuelta al infierno.
— ¿Y bien? — sus blancos dientes ahora están rojos. Creo que le he roto el labio.
Me encojo de hombros. Me incomoda contarle a este hombre que me ha gustado pegarle.
Sonríe aún más ante mi gesto.
— Acompáñame. Te gustará.
El tipo se acerca a la farola donde está apoyado el triciclo, se sube en él y yo le sigo.
No estoy nada segura de qué estoy haciendo.
Me lleva por un laberinto de calles interminables por el que raras veces he pasado. No hay absolutamente nadie.
Pienso en Freddy... Está en el hospital mientras yo sigo a un maníaco que me ha preguntado si soy capaz de matar.
El cielo está lleno de nubes, no hay ni una sola estrella. Ni siquiera podría decir dónde está la Luna.
Finalmente llegamos a la fábrica de juguetes abandonada en las afueras de Vilnuk. Desde que el dueño murió misteriosamente, nadie se encarga de ella...
El paso está prohibido, aunque a mi acompañante no parece importarle. Nos metemos dentro, hay un montón de juguetes polvorientos y cajas rotas por el suelo. Es espeluznante. Cruzamos toda la fábrica. Las salas están llenas de telarañas y piezas sueltas de muñecos. Finalmente, el hombrecillo me pide ayuda para desplazar a un lado una máquina expendedora que aún está llena. Al moverla, se ve una trampilla en el suelo. Se abre y nos adentramos en ella.
No puedo creer lo que veo. Hay construida toda una estancia de lujo. Me encuentro ante un pasillo con baldosas y columnas de marfil con estatuas de oro. Las paredes están llenas de cuadros de personajes de película, algunos detectives y escenas que incitan al vómito.
A ambos lados hay puertas inmensamente altas hechas de madera con figuras talladas. El hombre siniestro me lleva por los pasillos hasta llegar a la puerta más grande y decorada de todas. Como por arte de magia, se abre sola ante nosotros.
Lo que hay dentro me deja amedrentada. Es una sala enormemente grande, cubierta de cristaleras de colores. Una alfombra roja con estatuas de lobos dorados colocadas en sus extremos dirige hasta un trono hecho de piedras preciosas donde un hombre con una máscara que le tapa la mandíbula inferior nos observa. Justo al lado de este, hay otro trono vacío e idéntico. Se encuentran elevados en un altar.
Mi compañero y yo cruzamos la alfombra hasta que me indica que me pare. Entonces sube las escaleras del altar y se sienta en el sitio vacío.
— Si estás aquí es porque estás dispuesta a matar — dice el de la máscara. Tiene una voz excesivamente grave. No sé por qué me repiten lo mismo todo el rato.
— Efectivamente, eso me ha dicho — contesta el enano. Ambos se ríen. Yo les miro con desconcierto.
— Me llamo César, César Sans, y soy un caníbal. Éste es mi compañero Gerónimo, Gerónimo Goudy, es un puzle — añade el de la máscara —. Bienvenida a La Parca. Somos una asociación que se dedica altruistamente a limpiar el mundo de la escoria. Para mí, matar es un arte. Y como disciplina, no importa lo rápido que se hace o lo bien que se hace, sino cómo se hace — ha remarcado esta última frase —. Por eso hay que explotar las habilidades de cada uno para lograr del mundo una sintonía perfecta donde al asesino se le llama artista. Querida, no buscamos de ti alguien valiente o hábil: buscamos a un alma despiadada que vea Vilnuk como su campo de caza. Donde vea a sus presas como el pan de cada día y donde el único amor que tenga sea ella misma — sonríe —. ¿Qué me dices? ¿Eres como nosotros?
¿Caníbal? Estoy empezando a tener miedo.
— Claro... — no sé qué responder.
— Muy bien, el matar es algo muy complejo. Hay miles de técnicas, y para cada técnica existe un artista diferente. En esta academia entrenamos cuatro tipos: puzles, caníbales, ninjas y parcas — el hombre continúa. Parece emocionado.
— ¿Y qué se supone que hace cada uno? — debería tratar bien a estos psicópatas si no quiero acabar mal.
— Mejor que te interese — el caníbal está sonriendo —. Los puzles usan su inteligencia para matar a sus víctimas. Construyen trampas y siempre te dan la opción de seguir viviendo en caso de que consigas superar sus pruebas — está frunciendo el ceño y mira a la nada mientras sonríe. Mentiría si no admitiera que estoy muerta de miedo —. Los caníbales matan a sus víctimas para comérselas. La carne humana tiene muchas propiedades, ¿sabes? — se señala a sí mismo —. Los ninjas usan su velocidad, tienen que ser hábiles y silenciosos — se está acercando a mí de la misma manera que había hecho antes su compañero —. Y las parcas infunden el miedo en sus víctimas. Les persiguen día a día torturándoles psicológicamente, esperando a que su objetivo sea débil y esté preparado para morir. Les hacen desear dejar de existir metiéndoles en un círculo de tortura del que nunca podrán salir. Y en ese momento, cuando un ser humano no puede soportar el hecho de seguir vivo, la parca hace su labor.
Ahora me está mirando fijamente. Sin dejar de sonreír, por supuesto.
Tengo que posicionarme... ¿matar es un arte? Juraría haber visto esos tipos de asesinos en alguna cartelera de cine. ¿Esta gente intenta recrear personajes ficticios?
— Son... ¿películas? — no puedo formular preguntas más complejas en este momento. Estoy paralizada.
— Efectivamente, genios que deben pasar a la realidad para deleitar al mundo con sus obras — César sigue de pie, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Aún no le he visto parpadear.
— Ahora vas a responder a un sencillo cuestionario que determinará tu destino. También pasarás por una pequeña prueba que decidirá si estás preparada o no — Gerónimo está igual de eufórico que su compañero.
—Vale... — apenas puedo hablar.
— ¿Te consideras inteligente? — me pregunta Gerónimo.
— No — respondo inmediatamente. También dibujo una sonrisa irónica en mi rostro. La verdad, en cuanto a inteligencia se podría decir que no me falta pero tampoco me sobra. Además, esta pregunta se refiere a convertirme en un puzle, lo que me da bastante pereza. No quiero pensar en construir trampas, si se escapa la víctima podría denunciarme y terminarían encarcelándome... ¿Víctima? ¿Qué estoy diciendo? ¿De verdad voy a hacerlo?
— Bien — usa un tono comprensivo —. ¿Te consideras una persona rencorosa?
— Para nada — la pregunta se refiere al canibalismo, que se comen a sus víctimas para sentir que han "absorbido" su energía vital o algo así. Y no, no me pienso comer a una persona.
— De acuerdo — está empezando a ponerse serio... —. ¿Te consideras entonces una persona ágil?
— Uf, eso lo que menos — me ha salido solo. No he podido pararme a pensar la respuesta. No soy tan torpe y lo de ser ninja sonaba bien. Debería haber dicho que sí.
— Está bien, está bien... ¿y egoísta? — al verme meditar ha vuelto a sonreír.
¿Qué si soy egoísta? Sí, no podría ser más egoísta. ¿Esta pregunta se refiere a las parcas? ¿Y qué tiene que ver el egoísmo con eso?
En fin... supongo que ya lo descubriré.
— Sí... — respondo tímidamente.
— César — el puzle tiene los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas —.Estamos ante una parca.
— ¿Y ya está? ¿Fin del cuestionario? — menudo interrogatorio de mierda... yo me esperaba algo más profundo en plan preguntar por mis antecedentes penales o algo así. ¿Con decir que soy egoísta ya me encasillan?
Dios mío, ¿dónde me he metido?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top