Capítulo 26: Destino final.


Cuando en las películas que veía de pequeña alguien se tiraba por la chimenea y se llenaba de ceniza, no era una simple actuación para hacer la escena más emocionante... Nadie se puede hacer a la idea de la cantidad de pura ñorda incrustada que hay en esos tubos del demonio. Creo que el maquillaje de parca se ha convertido en una mezcla de sustancia negruzca con harina y pintalabios. La guadaña que he llevado todo este rato, también se ha llenado de hollín.

Cada centímetro de mi cuerpo está recorrido por un ciclo de escalofríos incesantes. Tengo la respiración agitada y tiemblo más que Bichín después de bañarse.

Estoy tan nerviosa que ni siquiera me fijo en el mobiliario. Cuido de no tropezar con la alfombra y atravieso la estancia imaginando que soy un ninja. Tengo la ceniza acumulada en las pestañas, lo que me dificulta la visión, pero sé que si intento quitármelo con la mano sólo lo extenderé más.

Consigo salir al pasillo sin perder demasiado tiempo. Todo está en silencio, pero me incomoda, pues es como un silencio acusador que sabe lo que voy a hacer y me observa con mil ojos desde todas las esquinas. Es demasiado lúgubre, demasiado desesperanzador, demasiado tenso... Hace que quiera terminar pronto.

Pero una parca no puede permitirse ese lujo.

Una parca tiene que hacer desear morir a sus víctimas, y debo asegurarme de que Sally Parker quiere hacerlo antes de cumplir mi tarea.

Un portazo rompe el silencio. El corazón me da un vuelco y retrocedo. Está bajando por las escaleras, pero soy incapaz de moverme. Cuando entreveo un tobillo apoyándose en el primer centímetro de suelo visible, consigo reaccionar y doy silenciosas zancadas hasta detrás del sofá. Oigo cómo los pasos se alejan y me asomo para comprobar que la víctima se dirige hacia otra estancia. Cuando pulsa el interruptor veo que es la cocina.

Me limito a observar. Debajo de las gafas se le intuyen unas enormes ojeras, signo de no haber dormido durante días. Maldito Jack... ojalá le hubiese escuchado...

Avanzo a rastras hasta obtener un ángulo de visión mínimo y veo cómo se pone a rebuscar en un armario y saca un bote de lo que parecen pastillas. Los sudores fríos empiezan a emerger de mi frente y a extenderme aún más el hollín. Son somníferos. Si la mato dormida habré fallado.

Moriré y mi familia vendrá conmigo.

Los siguientes segundos transcurren a cámara lenta. Sally abre el bote mientras yo, a la velocidad del rayo y con ayuda de mi hoz, arremeto contra la lámpara de cristal que cuelga del techo reventándola en mil pedazos. Oigo cómo mi víctima grita y corre hacia el estropicio.

Está a punto de verme pero consigo subir de nuevo por un tramo de ese infierno de chimenea y engancharme.

Sally jadea de miedo. Noto cómo estamos mano a mano y apenas unos metros nos separan. Al poco rato se va, sin darme tiempo a intuir su próxima posición.

Aunque puede que sea demasiado arriesgado, salgo de mi escondite y me traslado a la cocina de nuevo. Ni rastro de la enfermera. Tropiezo con algo y en seguida me percato de que es el bote de somníferos. Inesperadamente, no son pastillas como había deducido, sino una especie de polvos para infusión. Sin embargo, compruebo que mi hipótesis del somnífero era cierta cuando diviso esta inscripción en una etiqueta pegada a un lateral del recipiente.

— ¡Psst! — viene de detrás de una ventana.

No me da tiempo a asustarme, es Armin. Me limito a abrirle, pero hace un gesto de negación. Tras el cristal señala el armario donde estaba el somnífero. Instintivamente lo abro y veo un repertorio de pastillas y botes sin nombre llenos de sustancias desconocidas para mí. Supongo que los habrá sacado del hospital... Vuelvo a mirar a Armin, dudosa. Ahora parece que señala la encimera. Me volteo y me percato de que hay una tetera llena de agua aún no puesta a hervir.

El ninja da de nuevo golpes al cristal para llamar mi atención. Señala su ojo y a continuación el armario de las medicinas. No entiendo lo que me quiere decir y oigo cómo Sally se mueve por el piso de arriba. Si pretende prepararse su infusión, no tardará en bajar. Me centro en Armin. Sigo sin entender sus indicaciones, así que me encojo de hombros. Vuelve a realizar el mismo gesto, algo más alterado.

Con un golpe de suerte, cuando examino el repertorio farmacéutico me doy cuenta de que hay un tarro con una etiqueta en la que está estampado el dibujo de lo que parece un ojo. Lo agarro y se lo enseño, interrogante. Armin asiente y justo en ese momento averiguo lo que tengo que hacer,

Sea lo que sea esa sustancia, el ninja pretende que la cambie por el somnífero. En ese momento retumba el crujido de las escaleras bajo los pies de Sally. Lo más rápido que puedo, abro el recipiente y mezclo su contenido con el del otro bote.

《Corre, Sira. 》

Lo coloco en su posición inicial y no cierro el armario. Afortunadamente, hay una mesa en la que puedo esconderme.

Durante los próximos minutos oigo cómo mi víctima recoge el somnífero mientras grita maldiciones y pone la infusión a hervir. No se ha sorprendido al ver el armario abierto, debe pensar que ha sido ella.

Cuando ya tiene su medicina se sienta en la mesa donde estoy escondida de tal manera que sus rodillas están a punto de rozarme. Mis piernas sobresalen por el otro lado del mueble.

Espero un largo rato hasta que Sally se termina su dichoso té. No se mueve ni un centímetro. Ni siquiera cuando acaba.

De repente empieza a reírse. Me asusto, pero intento prestar atención.

— ¿Estás ahí? — dice sin parar de reír.

No contesto.

— No me engañes, sé que has estado persiguiéndome todo este tiempo — tiene la voz distorsionada, como si estuviera... ¿borracha?

Sigo sin contestar.

— Vamos, dime qué quieres — exige en una mezcla entre burla y miedo —. Sólo déjame en paz y te daré lo que sea.

Me limito a escucharla. De repente se levanta y por debajo del mantel veo cómo empieza a dar vueltas sobre sí misma, insultándome y diciendo cosas incoherentes. Su estado de embriaguez aumenta por momentos... ¿Qué era esa sustancia? ¿La he drogado?

— ¡Sal de tu escondite y lucha como un hombre! — al instante agarra el mantel y lo arroja por los aires poniendo poses torpes que pretenden imitar a un mago. Comienza a reírse de nuevo.

Se agacha para observarme mientras sigue con su permanente juerga. Me mira a los ojos. Los suyos están casi más rojos que los míos, y tiene el rostro húmedo. Definitivamente, la he drogado.

— Sabía que estabas ahí — me mira con terror y retrocede.

《 Sira, no te asustes. No puede hacerte nada. Tú eres quien va a atacarle, no ella a ti. 》

Me animo a mí misma, no puedo perder la cordura ahora. Como dejada llevar, decido que es el momento adecuado para empezar la actuación.

— Shhh — siseo mientras me acerco de cuclillas hacia ella, recuperando mi autoridad.

— ¿Qué quieres? — pone las manos encima de su cabeza para no poder verme. Tiene miedo. Ya no se ríe. Bien.

— A ti — contesto mirando hacia donde deberían estar sus ojos.

Por un momento aparta los bazos para mirarme, pero se asusta y se esconde otra vez.

— ¿Quién eres? — dice casi sollozando.

— La muerte — contesto convencida.

— ¿Has venido a llevarme? — me pregunta.

— A todo el mundo le llega su hora.

— ¿Y por qué es mi hora?

— Has hecho algo que está mal, tu deber es venir conmigo para pagarlo — añado con un involuntario toque de ira.

Ahora sí me observa. Parece no ver muy bien.

— ¿Me juntaré con él? — parece que lo acepta. La ebriedad le está jugando una mala pasada, seguramente ahora creerá que la muerte ha venido a buscarla de verdad. Sabe de lo que le hablo, si no no me habría preguntado... por su bebé.

— Te juntarás con todos.

— Entonces llévame — solloza —. Sé que me lo merezco... sé que me merezco eso. ¿Tú sabes por qué lo hacía, verdad? ¡No era justo, no lo era! ¡Sácame de esta pesadilla! ¡Soy un monstruo! — comienza a gritar. Solamente eleva la voz. Mi corazón comienza a palpitar más rápido de lo normal.

— ¿Seguro que quieres que te lleve? — me levanto y preparo la guadaña. Ella sigue en el suelo.

— ¡Quiero irme de aquí! ¡Quiero que me lleves contigo!

Es extraño lo que se siente cuando alguien te suplica que le mates...

— ¿Te arrepientes? — yo me arrepiento de haberle preguntado esto.

— No — dice con una media sonrisa malévola y mirándome a los ojos, que están llenos de lágrimas.

El lloro se me corta en seco frente a ese impulso de maldad, disipándose la piedad que me abrumaba. Instantáneamente le cruzo el cuello. El corte es tan profundo que muere casi al momento.

Lo he hecho.

Está muerta.

He sido yo.

El cadáver sigue mirándome, pero no con la mirada malévola de hace apenas unos segundos, sino con la mirada inocente de una niña perdida que no sabe qué está pasando. Terror.

Me caigo sobre mis rodillas y rompo a llorar.

《¿Qué has hecho...? 》

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