Capítulo 24: El plan.


Jack me está acompañando a mi destino, al parecer tiene que asesorarme en mi primera "obra de arte".

Está nevando. La nieve se derrite por dentro de mi capucha, empapándola. Miro cómo los nuevos copos van borrando nuestras huellas conforme andamos.

— Hemos llegado — me detiene.

Estamos en frente de las típicas casas adosadas de las afueras de Vilnuk. Cada una es de un color diferente y siguen el patrón del arco-iris, cortesía del original arquitecto. Según tengo entendido, están habitadas por la clase media de la ciudad.

— No sé si puedo hacerlo... — me detengo. El miedo me tiene prácticamente paralizada.

— Claro que podrás, no tienes otra salida — me responde con razón.

A continuación, avanza un poco más hacia una casa roja con las luces encendidas y le sigo. Sus pasos son firmes y silenciosos, y no estoy muy segura de estar siendo tan discreta como él. Para cuando hemos atravesado el jardín, ya he partido cuatro palitos y he estado a punto de tropezarme dos veces. Jack es como una sombra y yo como la sirena de una ambulancia: se me podría detectar a distancia.

Mi tutor se esconde detrás de lo que parecen unos rosales y me hace un gesto para indicarme que le imite. No paro de intentar divisar alguna figura entre las ventanas del edificio...

— Ella es tu objetivo — Jack me ha cogido suavemente la cara para impedir que mire hacia las luces —. Pase lo que pase piensa que es una criminal aún más cruel que nosotros, si cabe.

— Jack, no puedo hacerlo — le repito, esta vez con los ojos llorosos. Estoy a punto de derrumbarme.

— Lo sé... — suspira, mirándome a los ojos.

— Ayúdame... — sollozo.

— No puedo — susurra.

— Pues mátame... Mátame ahora, por favor... — estoy completamente desesperada.

— Sira, escúchame — ahora me coge de los hombros y me mira fijamente a los ojos —. Sé que crees lo contrario, pero eres una buena persona. Ser una buena persona no sólo significa dedicarte a hacer lo éticamente correcto. No es bueno el que vive en la inocencia, sino el que es capaz de ser malo para salvar a los inocentes. Has llegado muy lejos como para dejarlo todo ahora, estás a punto de conseguirlo. Vas a liberar a tu familia, vas a sacarles del infierno. Por eso en ningún momento se te ocurra pensar que no puedes hacerlo o que no mereces estar en este mundo, porque te equivocas.

Veo brillo en la mirada de Jack. ¿Por qué me ha dicho todo esto? ¿Es posible que me aprecie? ¿Me considera su amiga o sólo está actuando porque si no me ha entrenado como es debido le matarán? Aun así ahora mismo estoy demasiado débil como para pensar mal de él. Instintivamente le abrazo. Él me corresponde.

— Lo haré — sollozo por última vez —. Gracias.

Noto que asiente en signo de aprobación.

— ¿Estás lista para empezar? — pregunta.

Esta vez soy yo la que asiento con firmeza. Nos separamos y comienza a hablar.

— Bien, yo estoy aquí para informarte de tu objetivo y trazarte el plan. Una vez enterada me marcharé y el resto será asunto tuyo. Tiene que ser una tarea limpia: si dejas huellas o no consigues acabar estás muerta... y condenarás a tu familia, ¿entendido?

— Entendido.

— Normalmente el trabajo de las parcas es lento y perfeccionista: conocemos a fondo a la víctima antes de actuar, la observamos durante varias semanas para saber sus puntos débiles y vamos insertándole el miedo poco a poco. Esta vez he sido yo mismo el que se ha ocupado de ello: está en la cumbre de su terror y tú tienes que acabar lo que he empezado. Aunque parece una ventaja, lo hace aún más difícil pues vas a tener que actuar exactamente como yo lo haría para no desestabilizar la situación.

— ¿Qué tengo que hacer? — hablo seria y firme. Los lloriqueos han acabado por hoy: tengo que centrarme.

— Sally Parker. 34. Enfermera del hospital donde trabajo. Siendo breve, mata niños.

— ¿Qué? ¿Por qué?

Matar un asesino. Buena tarea para empezar.

— Les suministra sustancias tóxicas pero indetectables a través de las vías. Su hija murió de leucemia a los 3 años y desde entonces se ha prometido que, si ella no sobrevivió, los demás tampoco tienen derecho a hacerlo — se estremece y mira hacia el suelo. Incluso a los profesionales como Jack se les hace difícil asumir estos horribles casos.

— Vaya... — hago un gran comentario.

— Para facilitarte la tarea, te diré que alguien cercano a ti estuvo a punto de ser una de sus víctimas.

Una llama se enciende dentro de mí. No puede ser... lo que acabo de oír no es cierto...

— ¿Freddy? — quiero asegurarme.

Jack asiente mientras saca un papel doblado del bolsillo. Es el mapa de la casa, con la tenue iluminación apenas se distingue nada.

— Este es el plano, hay dos baños, cuatro dormitorios...

Dejo de escuchar a Jack. A mi mente vienen imágenes de mi pequeño Freddy... desde correteando feliz por el jardín de nuestra antigua casa hasta sus intentos de animarme en la alcantarilla. Y esa enfermera amargada quería destruirlo... sólo porque a ella le arrebataron a su hija desea lo mismo a los demás.

Alguien así no debería estar en este mundo.

Y yo me voy a ocupar de ello.

— ¿Entendido? — oigo decir a Jack.

Asiento aunque no he escuchado nada. Soy consciente de que estoy demasiado cegada por mi enfado y sé que eso es peligroso, pero ahora mismo no puedo controlarlo. Hay animales que por mucho que se intente nunca consiguen ser domados: la ira es uno de ellos.

Voy a acabar con esa perra. Por Freddy. Por mi familia. Por mí.

— Buena suerte — dice Jack.

Le respondo con una siniestra sonrisa. Se levanta y se va.

Seguidamente me acerco a la ventana. El calor de la cólera ha avivado mis habilidades, lo hago rápido y sin hacer ni un ruido. Ya no tengo miedo. Sólo hay una habitación encendida, y está en la segunda planta. Afortunadamente hay un árbol justo al lado y puedo trepar por él.

Es un dormitorio con una cama de matrimonio. Solamente hay una mujer recostada en ella viendo la televisión. En cuanto le miro la cara mi fuego se aviva. La he visto antes. En el hospital. La conozco. Un flashback pasa por mi mente...

— ¿Sira Windsor? — una enfermera con la lista de pacientes en la mano me llama.

Me limito a levantarme e ir.

— ¿Hija de Alfred Windsor? — me pregunta.

Asiento sin mirarla. Tengo los ojos llenos de lágrimas y no quiero que me vea. Noto que hace una mueca, al parecer mi padre es irremediablemente famoso.

— Oye... mira, no podemos atenderte — dice de repente la enfermera.

— ¿Por qué? — pregunto.

— Tenemos... otros pacientes más importantes que tú — escupe con desprecio.

Las lágrimas se me han cortado. Ahora siento odio, ¿cómo es posible que exista gente aún más detestable que yo? La miro a los ojos y los desgarro. Me imagino cómo explota su cabeza y siento la tentación de hacer realidad mis deseos.

Es ella... la encargada que no me quiso atender aquel día. Me acuerdo perfectamente de lo que pensé aquella vez.

Lo siento, no tengo la culpa de que existan personas tan superficiales que te juzguen por el mero hecho de ser la hija de un gilipollas. ¿No se le ha ocurrido pensar que a lo mejor yo no soy como mi padre? Aunque claro, hablar conmigo ya indica desprestigio social. ¿Por qué arriesgarse a tener compasión de una niñata herida que ni siquiera tiene casa?

Comprendo su posición.

Pero esa jodida enfermera entenderá la mía algún día le guste o no...

Espera Sira, para. ¿Estás pensando en matarla? No ha sido para tanto...

Intento disipar ese pensamiento de mi mente lo más rápido que puedo, agito la cabeza y entro en la consulta.

Pero ahora se ha pasado. Ha jugado con la vida de niños inocentes, incluyendo la de mi propio hermano. No me voy a contener.

La tal Sally Parker está a punto de irse y no podrá regresar.

— ¿Qué haces ahí arriba? — oigo una voz. Una figura me está mirando desde el suelo. Me desequilibro y me caigo del susto, estrellándome contra el césped.

Me quedo inmóvil mientras noto los pasos de alguien acercándose.

Me han descubierto.

Mierda.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top