Capítulo 21: Hipócritas.


Sira Windsor — Noriko está llamando a los finalistas de uno en uno para hacer las entrevistas. Su casi inexistente acento oriental evidencia que se ha adaptado mejor que Shinji.

No está siguiendo ningún tipo de orden, nos escoge al azar.

Entro en el comedor de Acrap. Una de las mesas está ocupada por Armin, debe ser el entrevistador.

Cuando me siento, en la silla situada enfrente de él, no me saluda.

— ¿Edad? — pregunta directamente.

— Dieciséis — respondo.

— ¿Escolarización?

— Pues... he repetido curso alguna vez y no pretendo acabar el instituto.

— En una escala del 1 al 10, ¿cómo de urgente es para ti conseguir trabajo?

— 11 — la pura realidad.

— ¿Familia?

— Tres hermanos y madre... Y mascota.

— ¿Por qué crees que eres la persona ideal para este puesto?

— No soy la persona ideal.

— Entonces, ¿qué haces aquí? – creo que intenta hacerlo realista.

— Cosas que pasan... — no me apetece pensar.

— La entrevista ha finalizado, espera en el salón contiguo hasta que se anuncie el ganador — las preguntas han sido tan cutres como imaginaba —. Gracias y suerte.

Me levanto y me marcho. Aguardo donde Armin me ha indicado y me quedo ensimismada viendo cómo los otros aspirantes salen nerviosos del cuestionario. Muchos, cómo no, me reconocen y cuchichean maleducadamente entre ellos.

Albin es de los últimos. Se sienta a mi lado.

— ¿Qué tal ha ido? — me da un codazo.

— Genial — se lo devuelvo —. Creo que voy a ganar.

— En cuanto a eso... Sira, si perdemos los dos...

— Albin, no vamos a perder. Esta vez no — es todo un lujo poder asegurar lo que ya sabes.

Me va a replicar cuando la chica gótica, Selena, nos llama para que vayamos fuera y escuchemos la decisión final.

Casi al mismo tiempo que salimos, César comienza a hablar. Pronuncia el típico discurso falso de "Todos somos ganadores" y "Gracias por participar", cosa que paso de oír. Me permito embobarme mirando una maceta con flores rosas.

Cuando era pequeña tenía un arbusto igual en mi jardín, solo que era más grande y crecía salvajemente en el césped. Rosas rosas... me hacía gracia que fuese la misma palabra...

Me acuerdo de que mi padre cortaba los pinchos de los tallos para que Albin y yo no nos hiciésemos daño... Es curioso cómo una simple imagen puede traer recuerdos tan fácilmente.

— ¡Sira Windsor! — afortunadamente, me he perdido el discurso entero.

Vuelvo al mundo mirando a todas las direcciones. Mi madre y Ada están abrazándose, y la primera llora de emoción. Antes de que me dé cuenta, Albin hace lo mismo conmigo.

— ¡Tenías razón! — exclama feliz — ¡Tenías razón! ¡Tenías razón! ¡La tenías! ¡Te quiero! ¡Eres genial! — hacía tiempo que no lo veía tan contento.

Sonrío para mis adentros y enrollo mis brazos por su espalda.

— Ejem... ¡Sira, querida! — César me llama desde el escenario — ¡Sube!

Me abro paso entre la multitud mientras me doy cuenta de la desagradable mueca que me dedican algunas personas. Supongo que no pueden asimilar que les haya derrotado una Windsor...

— ¡Era mi sueño! — una joven rubia con el rímel corrido y la cara más roja que una fresa madura se abalanza sobre mí. Con lo que he aprendido últimamente podría haberla esquivado y derribado, pero no hubiese sido para nada sensato...— ¡Iba a conocer a mis ídolos y ser famosa! ¡Lo has estropeado todo!

Me limito a quitármela de encima y proseguir mi camino. No tengo tiempo para peleas.

— ¿Por qué a ella sí y a mí no? — escucho los sollozos de la chica incluso alejada — ¡Dijiste que los Windsor no iban a ganar! — me giro y veo que está gritando a un hombre mayor.

Finalmente asciendo por las escaleras. El caníbal me espera con los brazos abiertos y nos damos dos besos en forma de saludo. Siempre he odiado ese ritual tan forzado...

— ¡Enhorabuena, querida! — exclama mi jefe.

Noriko me pasa un micrófono para que responda. No me gusta hablar en público porque no me gusta la gente, pero tampoco soy vergonzosa así que haré el esfuerzo.

— ¡Gracias! — sonrío.

— ¿Estás contenta? — levanta las cejas prediciendo la respuesta.

— ¿Cómo no voy a estarlo? — me apetece mostrarme feliz para silenciar a todos aquellos presentes que han insultado el apellido de mi familia.

— Claro, claro — se ríe —. ¡Bienvenida a Acrap! ¡Un aplauso para esta joven!

El público empieza a aplaudir y, para mi sorpresa, vitorean mi nombre...

¿Qué?

Yo me esperaba abucheos, burlas, insultos... ¡pero me están felicitando!

Estoy seria como una estaca. Mi madre está hablando con alguien. Al principio me cuesta un poco reconocerla, pero luego me percato de que es nuestra antigua vecina. Era amiga de nuestra familia hasta que... bueno, nos mudamos a las alcantarillas.

Dirijo la vista a Albin. No puedo creer lo que veo. Está rodeado de sus antiguos amigos, que parlotean con él como si nunca hubiera pasado nada...

No quiero confirmar lo que estoy pensando. Los flashes de las cámaras me deslumbran, y la penumbra de la noche junto con la sensibilidad de mis pupilas duplican el efecto... Y mientras me pregunto... ¿cómo se puede ser tan hipócrita?

Con que tengas un pequeño desliz te humillan, te hunden, te abuchean y te maltratan hasta que consiguen tu miseria. En cuanto consigues recuperarte y subes un escalón, colocándote por encima de ellos, te conviertes en su ídolo hasta que te confías y caes de nuevo. ¿Lo hacemos por diversión?

Disipo el trasfondo filosófico y observo a César, que saluda emocionado. Yo debería hacer lo mismo, pero estoy demasiado ocupada enfriando la ira que hierve en mi interior. Como puedo, consigo transformarla en simple decepción.

— ¡Windsor! ¿Qué se siente al volver a la cima de nuevo?

Una manada de reporteros están rodeándonos. Me controlo e intento ser lo más amable que puedo para no mosquear a mi jefe.

— Alivio — suspiro con una sonrisa más falsa que todos los que me ovacionan juntos — Llevaba siglos esperando este momento.

— ¿Cómo es la vida en una alcantarilla? — pregunta indiscriminadamente otro mientras los flashes me marean más por momentos.

— Pues... una mierda — acompaño mi respuesta con cara de pena y luego me río para quedar bien. Creo que nunca he dicho nada tan cierto...

De repente todos entrevistadores comienzan a fusilarme con mil cuestiones que no logro escuchar.

— ¡Basta de preguntas! — exclama César — La novata tiene que prepararse para la exclusiva fiesta de bienvenida. Para los que estén interesados, aún quedan entradas a 300€.

Sin cuidar sus modales, César me arrastra entre las masas hasta entrar al local y cerrar la puerta. Todos los miembros de La Parca ya están dentro.

— Tranquila — Débora comienza a hablar —, estarán una semana acosándote y luego se olvidarán de ti — hace un gesto con el brazo englobando a todos sus compañeros, recordándome que a ellos no les persiguen los medios.

César da dos palmadas y todos se ponen en formación. Yo me uno a la fila por un extremo, al lado de Armin.

— ¡Bien! Hemos contratado a las maquilladoras de siempre para que os vistan — anuncia.

Casi al mismo tiempo, Gerónimo aparece por arte de magia con cuatro chicas que portan un uniforme con el símbolo de Acrap. Van pintadas como una puerta. El puzle me las presenta.

— Sira, éstas son las "químicas" de nuestra gran familia: Lisi, Risi, Laia y Aroa — las señala una por una y ellas contestan con una reverencia —. Vienen de Delia y su arte consiste en asesinar cuidadosamente a base de veneno y gases que ellas mismas crean en su laboratorio — le brillan los ojos de emoción —. Los demás ya las conocéis...

— Encantada — digo dudosa.

— Igualmente — contestan las cuatro a la vez.

— ¡Todos al vestuario! ¡No hay tiempo que perder! ¿Están ya todos reunidos? — se interesa César.

— ¡Por supuesto! — responde una química.

Avanzamos por el enorme restaurante hasta meternos en una habitación llena de bancos. No debe serlo, pero parece diminuta en comparación con toda la gente que la llena. No dejan ni un mísero centímetro libre.

— ¡Aquí tienes a los 62 miembros de nuestra gran familia! Hoy, gracias a ti, seremos 63 — exclama Gerónimo.

— Qué gran privilegio...— añado con la boca abierta.

Esta noche va a ser interesante...

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