Capítulo 10: Humana por el momento.

He pasado la tarde en mi habitación con Bichín y Armin. Parece que el ninja se está recuperando. Últimamente está más agradable conmigo, hasta diría que me tiene cariño...

Aun así esta noche se lo contaré todo a Jack. Tengo tantas preguntas para él... Si César dijo que todos los miembros de La Parca trabajaban en un restaurante... ¿qué hace mi tutor trabajando como médico? Sospecho que es para compensar el peso de su conciencia por ser en realidad un asesino. Supongo que no me lo querrá explicar, ni tampoco me dirá cómo se hizo esa cicatriz tan horrible en el ojo.

Cuando llego a la fábrica me encuentro a los caníbales charlando en la puerta. Hablan un idioma distinto al mío... no puedo entender nada.

— Hola — me obligo a hablar para parecer educada.

— ¡Hola! — saludan Shinji y Noriko al unísono. Se quedan quietos mirándome fijamente.

Me muerdo el labio inferior incómoda.

— Bueno... yo voy entrando... —  añado incómoda tras un corto silencio.

Se despiden de mí con una reverencia extraña y me marcho.

Recorro el paraíso de marfil y llego a mi aula. Jack está sentado, cómo no, fumándose un cigarrillo.

— ¿Te has traído al ninja? — me pregunta sin mirarme.

— No — respondo —. Sigue sin poder andar.

Jack se levanta y se acerca a mí.

— Pues qué sensible se ha vuelto... — arquea las cejas — El mes pasado se rompió un brazo y venía igualmente.

Con ello me acuerdo de cuando me lo he encontrado en los pasillos de la alcantarilla esta misma mañana. Me ha sorprendido bastante ver cómo se ha escapado. Ha debido de moverse a rastras... es rápido hasta haciendo el gusano.

— Creo que necesita puntos y eso... — digo como quien no quiere la cosa — Ven luego, no va a quedarse en mi casa para siempre...

— ¿Quién te crees que eres para pedirme favores?

《Sira, contente...》

— No era un favor, era una orden.

《Vale, veo que no puedes.》

— Bueno, bueno... — apaga el cigarro en la pared y lo tira al suelo — Si no tengo otra opción... — añade con tono burlón.

— Me temo que es obligatorio — me encojo de hombros.

— ¿Tanto te importa el ninja? ¿Te da pena verle sufrir? — pregunta con el mismo tono de mofa.

— Piensa lo que quieras, pero sácalo de mi puta casa — soy la persona más fina y delicada del mundo.

— Está bien — cruza los brazos —. Pero baja esos humos — esto último lo ha dicho muy serio.

— Si no te gusta el humo, deja de fumar — lo digo dudosa, ha conseguido intimidarme. Lástima que mi orgullo sea más potente que el miedo...

— Deja de decirme lo que tengo que hacer o te vas de patitas a la calle — afirma realmente enfadado.

《Ahora sí deberías calmarte.》Esa maldita voz que me dice lo que tengo que hacer retumba en mi cerebro.

— Perdón — digo mirando al suelo.

Jack mira a su alrededor mientras saca la cajetilla de tabaco fuera de su bolsillo. Escoge otro cigarro y deja el resto encima de la mesa.

— Ayer ya vi que eres lista. No tienes ni idea de pelear y no eres muy ágil, pero eres un demonio — dice —. Si entrenamos eso y añadimos reflejos podrías ser hasta decente.

— Gracias — me siento obligada a responder.

— No era un halago — calada —. Aunque aprovechando tu "cualidad"... — arquea de nuevo las cejas y me mira con ironía — voy a explicarte algo de psicología.

Se sienta encima de la mesa del profesor y me indica que me ponga enfrente de él, en el suelo. En condiciones normales me quejaría, pero algo me dice que no merece la pena.

— Las parcas se dedican a perseguir a sus víctimas hasta conseguir su locura — no puedo evitar mirar el póster de la que tengo delante —. Para eso tienes que investigar la rutina de tu presa.

— ¿Tengo que espiarla? — pregunto.

— Exacto, hasta que hayas conseguido memorizar todos sus movimientos — no para de fumar —. Entonces empiezas a perseguirle — se calla bruscamente como si lo que dijera fuera obvio. Inhala de nuevo.

— ¿Qué? — lo miro dudosa mientras expulsa el humo.

— Tienes que tener cuidado de que nadie más que tus víctimas sientan tu presencia... si no estás acabada.

— Para... me he perdido... ¿Y cómo los persigo? — pongo un mal gesto.

— No pongas esa cara de idiota, novia cadáver — inmediatamente cambio de expresión —. A mí personalmente me gusta escribir mensajes con sangre en su casa cuando están solos. Hay que tener cuidado de que sea una superficie fácil de limpiar, en los baños suele haber baldosas de ese tipo.

— ¿Con sangre humana? — ahora le miro con horror... no sé si seré capaz de soportar esta conversación...

— No, yo uso la de oveja que es menos densa y se limpia mejor — otra calada —. ¿Puedo seguir?

Asiento.

— Tienes que aterrorizar a tu víctima hasta que ella misma desee su muerte. Cada persona muestra este síntoma de una manera diferente, así que no puedo explicarte con exactitud cuándo ni cómo sabrás que tienes que actuar.

Me están entrando ganas de llorar, no entiendo cómo puede decir eso con tanta frialdad...

Trago saliva y me preparo para lo peor.

— Tienes que ir por la noche — se ha apartado de la mesa y está caminando cerca de mí. Le sigo con la mirada —. Le acechas, creando en él el mayor terror que haya podido sentir jamás — se está agachando hacia mí —. Coges tu hoz y lo exterminas — me susurra.

Instantáneamente me alejo de él.

— ¡Monstruo! — digo llorando — ¿Cómo puedes hablar así de matar una persona? — le miro con más miedo que nunca.

— Porque si quieres trabajar aquí, tengo que enseñarte a tratar a las personas como animales — responde.

— ¡Los animales tampoco se merecen ese tipo de trato, gilipollas! ¡Tú eres el animal! — él se acerca y yo me alejo.

— Pues trátales como "cosas" si te suena mejor — ahora habla con menos seriedad —. Lo siento, pero te conviene adaptarte a la crueldad. Es lo que tiene haberse metido aquí. Aún tienes demasiados sentimientos, pero tranquila, se te pasarán.

Me apoyo en la pared. Me estoy mareando. Deslizo poco a poco la espalda hasta caer al suelo y abrazar mis rodillas, enterrando mi cara y mi terror en ellas.

— Pues adáptame más despacio... — consigo contestar.

No le vuelvo a oír, y cuando levanto la mirada veo que se ha sentado en la mesa y se limita a apagar el rastrojo del cigarro y fumarse otro mientras me observa sin ningún signo de compasión.

— Si te metes en este sucio negocio te terminas transformando en un monstruo quieras o no — dice cuando le miro.

— Lo sé...- sollozo.

— Es el precio del dinero fácil, novia cadáver... Incluso el dinero tiene precio en este mundo.

— Pero soy humana — el nudo que tengo en el estómago me impide hablar con claridad.

— Por ahora.

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