Capítulo 8.

Capítulo 8: El otro príncipe.

Al siguiente día, el jueves...

Estando en el examen de Física, empiezo a arrepentirme cada vez más y más de no haber estudiado con Stuarth.

Elise me ayudó a estudiar para el examen el día anterior y, a pesar de ser muy lista, no posee la paciencia infinita de mi tutor. Antes de pasar una hora mi amiga lucía como si me fuera a abofetear, aunque por suerte no lo hizo. Cuatro horas más tarde logré comprender algunas cosas —aunque Elise ya había perdido la paciencia y me gritaba más que hablarme a esas alturas—, pero a la hora de hacer el examen mi mente quedó en blanco.

Miro el reloj en la pared, notando que solo quedan unos minutos para que el examen finalice, ¡y me falta más de la mitad de ejercicios por hacer!

¡Oh, estoy frita!

Desesperada, garabateo algunas cosas en mi hoja, cruzando los dedos de las manos y los pies para estar en lo correcto lo suficiente para aprobar. Mantengo cierta esperanza de que si Ava me ve mejorar, me quitará a Stuarth como mi tutor y así Stacy dejará de amenazarme y como bono mi pequeña chispa —o incendio— de amor por ese chico prohibido se apagará.

Estoy inventando números y sacando algunas cuentas en la calculadora cuándo la campana suena, sobresaltándome. Alzo la vista al reloj, no creyéndome del todo que mi tiempo haya finalizado tan rápido. Lamentablemente sí, ya terminó el tiempo. Con un suspiro, me aseguro de haber anotado bien mi nombre en la hoja antes de levantarme a entregar.

Miro con envidia como mis compañeros entregan sus exámenes con enormes sonrisas de confianza.

Duffy pasa por mi lado, aún anotando algo mientras le da la hoja al profesor. Yo la entrego casi al mismo tiempo que él.

Al ver que estoy a su lado da un suspiro pesaroso.

—Dime que no soy el único que parece que va a reprobar —me dice con los ojos abiertos, esperanzado.

Me acerco a mi mesa para tomar mis cosas, con Duffy siguiéndome de cerca. Sacudo la cabeza con tristeza.

—Si apruebo es por pura suerte. Ni siquiera terminé el último ejercicio —digo con una mueca.

Él suspira aliviado, feliz de saber que a alguien más le fue mal. Aunque luego su expresión cambia a la confusión.

—Oye, eso es raro. ¿No tenías al gran Rey de Física ayudándote? —señala con la punta de su lápiz a la puerta, dónde Stuarth está saliendo acompañado de Martin—. ¿Tan mal explica?

Resoplo.

—No. El problema soy yo —y Stacy, añado para mí.

—Oh, Snow. Siempre he sabido que no servías para los números —me dice recogiendo su mochila. Yo también tomo la mía mientras pongo los ojos en blanco.

—No es por eso, Duf —replico empezando a ir hacia la puerta—. No estudié lo suficiente.

—¿Te distrajiste mirando sus bellos ojos color chocolate? —Me detengo, mirándolo sorprendida. Él suelta una carcajada—. No me mires así. Solo bromeaba.

Más le vale.

Me relajo un poco y continúo la marcha.

—Aunque yo sé de alguien que se ha distraído mirándote —me da un codazo cómplice. Lo miro confundida.

—¿Eh?

—Hablo de Martin, el amigo de Stuarth —baja un poco la voz cuándo salimos al pasillo atestado de gente—. Lo pillé mirándote un par de veces. Creo que le gustas.

—¿Qué? ¿Martin? —Lo miro como si se fuera vuelto loco—. ¡Estás de broma! No le gusto a Martin. Apenas nos conocemos, ¡si solo hemos hablado una vez!

Duffy alza las manos en señal de rendición.

—Solo digo lo que creo. ¿Y qué sabes tú? Quizá Martin es tu Príncipe Encantador.

Me muerdo la lengua para no soltarle que mi único y verdadero príncipe es Stuarth y me pienso otra respuesta.

—Duf, no digas tonterías. Martin no es mi príncipe. Es un desconocido.

—El príncipe de Blancanieves era un desconocido cuándo cabalgaron juntos a la puesta de sol —señala él. Le doy una mirada fulminante y él se encoge de hombros—. No me mires así, es la verdad.

—Oh, ahí está Elise —exclamo al ver la melena rubia de mi amiga. Es fácil reconocerla, solo ella tiene ese largo de cabello.

—Oh, con que me cambias de tema. Está bien, entiendo las indirectas —dice Duffy fingiendo ofenderse—. ¡Nos vemos luego, Nieves!

Se va por otro pasillo y yo me río, acercándome a Elise.

—¿En dónde te metiste? —le pregunto cuándo llego a ella. Elise alza una ceja—. No estuviste durante el examen.

—Ah, eso —levanta un hombro con indiferencia—. Ava me retuvo hablando de asuntos escolares, nada interesante —le resta importancia—. Lo que quiero sabes es cómo te fue a ti.

Sus ojos adquieren un brillo de interés.

—Creo que aprobé —y de verdad deseo que sea así.

Mi amiga frunce el ceño, reflexionando mi respuesta.

—Un "creo que aprobé" me basta —sonríe.

—Tengo que buscar mi libro de Literatura, ¿me acompañas? —pregunto señalando con el pulgar sobre mi hombro. Elise asiente y juntas nos dirigimos a mi casillero.

—¿Sabes? Debería hablar con la Directora y decirle que tengo que ser yo tu tutora en lugar de Stuarth —se echa el cabello hacia atrás con superioridad—. Soy mucho mejor tutora que él.

Empiezo a reírme pero mi risa muere cuándo escucho esa voz tan familiar.

—¿Entonces aprobaste? —me pregunta Stuarth acercándose con esa sonrisita encantadora.

Me quedo mirándolo un segundo más de lo necesario y podría mirarlo eternamente si en mi cabeza no sonara el eco de la amenaza de Stacy.

—Sí —digo con firmeza, apartando la mirada hacia mi libro mientras me tomo toda la libertad del mundo para cerrar el casillero. Espero que mi seca respuesta haga a Stuarth dar media vuelta e irse, pero se queda ahí de pie, sonriéndome.

—Perfecto, ¿cuándo estás libre para la siguiente lección? He oído que el próximo examen será bastante complicado.

Termino de cerrar mi casillero.

—Es difícil saber cuándo estoy libre —finjo pensar—. Tal vez el domingo, el siguiente mes o jamás.

Me giro para dirigirme a mi salón de clases, sintiéndome un poco mal por tratar a Stuarth como si no me importara, ¡y todo por Stacy! Si su amenaza no me asustara tanto podría ir por ahí, feliz de la vida, siendo amiga de este chico tan lindo. Pero...

—Snow... —Stuarth me alcanza con facilidad y comienza a caminar a mi lado. Miro a mi alrededor y noto, con pesadez, que Elise se ha ido. ¿En dónde se mete cuándo más la necesito? Mi imagen no mejorará si me ven caminar a solas con el chico prohibido—. ¿Estás enojada conmigo? Desde ayer me estás evitando.

Su mirada dolida hace que se me encoja el corazón, así que evito mirarlo.

—¿Yo enojada contigo? —fuerzo una risa—. ¿Por qué iba a estarlo? Prácticamente nos acabamos de conocer.

—Ni siquiera me miras a la cara —él me agarra del hombro, forzándome a detenerme. Miro con nerviosismo a nuestro alrededor y me fijo en que Lenah me está mirando con ojos entrecerrados. Oh, no—. Snow, mírame —más que un pedido suena como una súplica.

Cuándo no le hago caso, me toma de la barbilla y me obliga a mirarlo. Caigo en sus ojos color chocolate que lucen tan dolidos y preocupados. Siento que me derrito. Aparto la vista y me separo de él.

—Nos vemos después —sentencio apresurando el paso.

—Snow...

Pero yo lo ignoro y sigo mi camino, empezando a apresurar tanto el paso que casi estoy corriendo hacia la seguridad de mi salón de clases.

Me detengo en el umbral de la puerta y, muy a mi pesar, miro sobre mi hombro. Para mi sorpresa, Elise ha reaparecido y está hablando con Stuarth, diciéndole algo que no parece muy amable. No me quedo a averiguar de qué han hablado porque tengo que enfrentarme a otra cosa: otro examen, y este es de la tal Odisea.

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