Capítulo 38: Batalla.
Capítulo 38: Batalla.
June no grita, lo cual me parece sorprendentemente valiente. De haber estado en su lugar, fuera hecho todo el camino abajo gritando y pataleando. No me atrevo a mirar por el borde del risco, pero sé que la caída de June no debió de ser fácil... y seguramente mortal.
Empiezo a temblar.
¿Qué he hecho?
¿Acabo de matar a la líder el Consejo de Hechiceros de Molaff?
Llevo mis manos a mi boca, asustada. ¿Qué acabo de hacer?
Las lejanas voces de la pelea me hacen reaccionar. Estoy asustada y un poco arrepentida de lo que hice, a pesar de que fue para mantener mi supervivencia, pero eso no me da derecho a quedarme paralizada de temor. Allí abajo se está librando una batalla entre dos clanes contra los hechiceros, y aún deben estar buscándome. Tengo que buscar una forma de salvarme por mi propia cuenta.
Recojo la linterna del suelo, donde se me ha caído, y la enciendo mientras corro de regreso a los túneles. No conozco el camino que lleva de vuelta a la sala del Consejo, pero estoy segura de que en alguna parte debe haber una salida.
Después de vagar por un largo rato, encuentro la pared de hielo que June alzó para que nadie nos siguiera. ¡Hasta que al fin logro tener algo de suerte!
Recuerdo que una vez me dijeron que el hielo mágico no se derrite si su creador no tiene la voluntad de que se derrita, esté vivo o no su creador. Es por eso que mi collar de cisne ha permanecido intacto durante años. Si es así, nunca voy a poder traspasar la pared de June... a menos que use mi fuego. El fuego mágico derrite el hielo mágico. O al menos eso espero.
Alzo mi mano y me concentro para crear calor y una llamarada pequeña sale de mi palma. Empiezo a esparcirla por todo el hielo hasta que éste se ha derretido por completo.
Abro la puerta del otro lado, cruzo el pasillo acristalado y finalmente abro la puerta que lleva a la sala del Consejo. Está desierta, tal como esperaba, pero totalmente intacta, lo que significa que los clanes aún no han llegado aquí.
Atravieso la sala hasta llegar el pasillo siguiente. Escucho con más claridad los sonidos de la batalla y me aterro. No quiero ir directamente a la pelea: mis órdenes eran irme para que los clanes retrocedieran al saber que yo no estaba aquí. Pero, ¿por dónde puedo huir? No me familiaricé lo suficiente con el falso Glaciar para conocer todos sus rincones secretos.
—¡Snow!
—¡Ahh! —grito, sobresaltándome al escuchar la voz de Rigel. Llevo una mano a mi pecho, sorprendida de lo acelerado que está—. ¡Me asustaste! ¿Nadie te ha dicho que es mala idea asustar a alguien que ya está de por sí aterrorizado?
Cualquier otro día, Rigel habría sonreído ante mis palabras, pero ahora me mira con el ceño fruncido, totalmente serio.
—No deberías estar aquí. ¿Dónde está June? —pregunta, acercándose.
—Ella... Ella... —Trago saliva. No me atrevo a decir qué pasó. Supongo que Rigel imagina lo peor, porque se limita a asentir, bajando la vista.
—No puedes quedarte aquí. El Clan del Hielo ha traído consigo al Clan del Fuego, y están destruyendo todo. Estamos resistiendo bien, pero... —Sacude la cabeza y alza la mirada. Sus ojos grises brillan de determinación—. Me enviaron a reforzar las entradas y salidas. Si no podemos vencerlos, los encerraremos aquí dentro.
—Parece un buen plan.
—Pero antes, debes salir de aquí.
Rigel me indica la sala del Consejo. Asiento, comprendiendo que quiere entrar. Una vez dentro, cierra la puerta y la recubre de una gruesa capa de hielo. A partir de aquí, cada puerta y túnel que dejamos atrás, él lo bloquea de resistente hielo, lo cual nos retrasa, pero es un retraso necesario.
—¿Mis guardianes están bien? —me animo a preguntar, hablando en voz baja por temor a que hayan enemigos cerca.
—No te preocupes, ahora yo soy tu guardián. —Se voltea hacia mí—. Estamos cada vez más cerca de la salida. Apaga tu linterna y no uses tu fuego para alumbrar el camino.
Apaga su linterna y yo también hago lo mismo, sumiéndonos en la más completa oscuridad.
—¿Cómo haremos para saber a dónde ir? —susurro. En la oscuridad parece que las voces se amplifican por mil.
—Yo te guío. Conozco bien estos pasajes. Dame tu mano.
Estoy a punto de preguntarle cómo voy a tomar su mano sin saber dónde está cuando siento su mano deslizarse con la mía, sintiendo de nuevo esa chispeante mezcla de hielo y fuego correr por mis venas, una sensación tan extraña pero que me hace sentir bien. Como si estuviese de vuelta a casa.
Me mantengo cerca de Rigel, caminando con mucho cuidado para no tropezar con rocas sueltas o meter el pie en un agujero.
Al cabo de un rato, veo el final de un túnel, pero esta vez no veo el cielo nocturno sino los árboles del frondoso bosque. La entrada está bien oculta por unos matorrales y la abertura es lo suficientemente grande para que una persona a la vez pase.
El cielo nocturno ya está clareando, creo que pronto amanecerá.
Rigel suelta mi mano mientras nos dirigimos al exterior. La brisa fría me golpea y de repente me siento demasiado expuesta.
—¿A dónde vamos ahora? —susurro.
—A un lugar seguro. Sígueme.
Antes de caminar, sella la entrada con hielo. Nos internamos en el bosque. Poco a poco me voy relajando, pero mi tranquilidad no dura más que un par de segundos.
—¡No vas a escapar esta vez! —dice el hombre, saliendo de detrás de un árbol—. Vas a venir con nosotros, princesita.
Se me hiela la sangre al escucharle.
¡Por mis pantuflas de dinosaurio! ¿Por qué el universo se empeña en hacerme la vida imposible?
Rigel se interpone entre el miembro del clan y yo.
—Tú, niño, vete —dice el hombre a Rigel—. Esto es entre la fenómeno y yo.
—Corre —me susurra Rigel. Quiero negarme, pero él alza una pared de hielo entre nosotros, alejándome del peligro. Veo cómo el enemigo se abalanza contra él, y yo me doy la vuelta, empezando a correr, evitando pensar en el peligro que Rigel está corriendo para protegerme.
Para mi infortuna, escojo el camino más duro para escapar. Los árboles están demasiado juntos y sus ramas me rasguñan al pasar; el camino es pedregoso y lleno de raíces de árboles que me hacen tropezar cada dos por tres; y los insectos... ¡Cómo los odio! Y aquí, en el bosque, hay millones de bichitos reptando y volando. Ya he sido picada como por cincuenta mosquitos diferentes. ¡Que horror! No sé que es peor, los clanes que me persiguen o los insectos que me atacan.
Freno de golpe cuando escucho gritos y golpes a mi derecha. Me oculto tras un árbol y observo que he acabado justo en la entrada del Glaciar, donde la batalla se está librando. Reconozco a un montón de hechiceros, todos heridos pero manteniéndose en pie, dándolo todo contra los clanes, que van armados y preparados. Puedo ver un par de personas inconcientes en el suelo y me pregunto si estarán vivos o muertos. Me da escalofríos pensar en lo peor.
Entre los combatientes reconozco a Proteo, acabando fácilmente con un par de enemigos que intentar agredirlo físicamente. Recuerdo que su don es fuerza sobrehumana. Elara también está aquí, lanzando esquirlas de hielo a todo el que se atreva a acercarse más de lo necesario. Jadeo cuando una flecha se entierra en su pecho, pero ella la arranca con facilidad y continúa luchando. Me siento confundida hasta que recuerdo que Elara es inmortal, lo que significa que puede autocurarse más rápido de lo que tarda en herirse.
Estoy intentando identificar más personas conocidas cuando de repente siento un pinchazo en el cuello. Jadeo al sentir un frío líquido correr por mis venas, debilitándome.
—Ya te tengo —masculla alguien a mis espaldas, reconozco su voz de inmediato: el mismo hombre que nos interceptó a Rigel y a mí. Intento hablar, intento moverme pero no puedo.
En apenas segundos, caigo inconsciente al suelo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top