Capítulo 32: El Glaciar.
Capítulo 32: El Glaciar.
El lunes...
Tardamos dos días y medio en llegar a nuestro destino. Todo el camino lo hicimos variando de autos para despistar el clan en caso de que nos estuviera siguiendo, nos quedamos en casa de algunos hechiceros de hielo discretos, y viajamos mayormente de noche para no ser vistos con tanta facilidad, además de que usábamos gorra o capuchas para no ser reconocibles a simple vista.
Y mientras nosotros huíamos del Clan del Hielo, yo me mantuve alejándome de una persona en particular.
Stuarth había intentado hablar conmigo un montón de veces, pero no lo permití, ya sabiendo lo que iba a decirme.
La madrugada del lunes, Ava nos indica que debemos ir a un bosque cuyo nombre no nos dijo. Sacando mis cálculos, no debemos estar muy lejos de Ohiel, puesto que aunque tardamos mucho en llegar, no viajamos demasiado por pasar tanto tiempo escondiéndonos. Quizá debamos estar a dos estados de distancia, pero nunca he sido lo suficientemente buena en geografía para saberlo con exactitud.
Caminamos entre las ramas y la maleza por lo que parecen horas. Ava no nos deja usar las linternas para no llamar la atención de la gente indeseada, así que tengo que ir aferrada al brazo de Mariana y de Nathan para no caerme con las raíces y piedras, y para no llevarme por delante troncos y ramas bajas. Sin embargo, no me salvo de las picaduras de mosquitos.
Pequeños bichejos feos, ojalá me hubiese traído un spray para acabar con todos ellos. ¡Ya les he declarado la guerra!
Al cabo de un rato que parece interminable, Ava al fin se detiene en lo que parece ser la entrada de una cueva. Ésta está llena de enredaderas y arbustos que disimulan la entrada; no la habría notado de no ser porque Ava se detuvo justo delante. ¿Será esa la entrada al Glaciar? ¿O será un refugio diferente?
Quizá el plan desde el principio era encuevarnos como cavernícolas.
—Snow. —Ava me indica que me acerque a ella—. Quiero darte oficialmente la bienvenida al Glaciar, el hogar del pueblo de hielo durante siglos. Esperemos que en este lugar estés finalmente a salvo.
Asiento, feliz de saber que ya no tendremos que seguir huyendo.
Ava se encamina hacia la cueva y yo la sigo. Detrás de mí, vienen mis guardianes.
La cueva está totalmente oscura y mis pasos son vacilantes. Estoy presintiendo que tarde o temprano me voy a estrellar con una pared cuando uno de mis guardianes enciende una linterna, y luego otras dos más. Entonces puedo ver mejor que la cueva tiene un techo bajo y la piedra es de un color grisáceo. El pasillo se extiende infinitamente hasta donde la luz de las linternas no alcanza a alumbrar.
Luego de una muy extensa caminata, el túnel empieza a ser iluminado por otra luz, allá en el final. Sonrío de alegría, ¡estamos tan cerca de llegar al Glaciar!
Las linternas se apagan y cruzamos el arco de luz. Al otro lado, está la civilización y el hogar de los hechiceros de hielo.
Me quedo paralizada de la sorpresa, totalmente boquiabierta ante la visión más preciosa que se me haya podido imaginar. El sitio parece haber sido tallado dentro de una montaña, pero una montaña de cristal.
Los techos son altísimos, recubiertos de cristales que desprenden suficiente luz para proporcionar iluminación a cada rincón de la ciudad, como una especie de sol. Hay casas de madera mezcladas con cristal que las hace parecer sacadas de un cuento infantil, con jardines bien cuidados, cercas de madera y muchas, muchas personas en todos lados.
Las calles son de piedra beige, las aceras de un color más oscuro. En la distancia empiezan edificios altos, pero no demasiados. Calculo que máximo de unos tres pisos para no rozar el techo de la cueva (si es que esto califica como cueva). Es toda una ciudad dentro de una montaña.
Mariana me toma del brazo, sacándome de mi asombro.
—Tenemos que seguir avanzando, Snow, aún no hemos llegado a nuestro destino. Debemos encontrarnos con el Consejo.
Asiento, empezando a caminar y siguiendo al resto de mis guardianes por las hermosas calles del Glaciar. Este lugar parece sacado de un cuento de fantasía. Muchas personas pasan cerca de nosotros, algunos saludan a Ava con cortesía y nos echan miradas curiosas al resto.
Me doy cuenta que las personas no usan automóviles modernos, sino bicicletas y carretas tiradas por éstas cuando deben llevar algo, lo cual me parece bastante curioso, pero supongo que es lo que queda por hacer. No pueden meter autos por esa pequeña cueva de la entrada.
Al poco rato, dejamos atrás las casas comunes y llegamos a los edificios más elegantes y bonitos, esos que vi en la distancia cuando llegué.
El último edificio es el más impresionante y hermoso: uno hecho de mármol, de tres pisos de alto y con columnas de cristal, ventanales en forma de arcos, puertas de madera tallada y una escalinata blanca que lleva a la entrada.
—¿Qué es ese edificio? —pregunto sin aliento.
—Es la cede del Consejo, ahí es donde se alojan los guardianes y a dónde debemos ir. El Consejo nos espera —me contesta Mariana.
Antes de subir los peldaños, la puerta tallada es abierta y dos personas salen a recibirnos.
—Ellos son Elara y Proteo, miembros del Consejo de Molaff —me informa Mariana, señalándome con la barbilla a las dos figuras de azul que se han quedado en el marco de la puerta, observándonos. Uno de ellos es un hombre moreno, alto y con el cabello rapado y con semblante serio, pero lo que más sobresalta son sus increíbles músculos, totalmente visibles gracias a la especie de túnica sin mangas azul con franjas de diferentes azules. Me fijo que sus pantalones son del mismo color, y que lleva un fajín de un azul más claro.
La chica también resalta mucho, pero por su juventud. Debe de tener aproximadamente mi edad. Su cabello son hermosos rizos dorados, sus ojos son como dos zafiros deslumbrantes y avispados. Luce una túnica larga de color azul y el mismo fajín que Proteo del mismo color.
—Bienvenidos al Glaciar —dice Elara con una sonrisa deslumbrante—. El Consejo de Hechiceros de Hielo de Molaff les da la bienvenida de manera oficial y queremos decir que nos complace enormemente tenerlos con nosotros. Hemos estado esperando su llegada desde hace mucho tiempo. Suponemos que deben estar exhaustos después de un viaje tan largo. Vengan con nosotros, Proteo les mostrará sus aposentos. —Me mira a mí—. Todos pueden retirarse, excepto tú, Snow White. El Consejo quiere hablar contigo.
Trago saliva, preguntándome qué podrían querer charlar conmigo.
Mariana, George, Nathan y Stuarth siguen a Proteo al interior del edificio. Ava permanece a mi lado y continúa conmigo cuando empiezo a seguir a Elara hacia la cede del Consejo.
Mientras más camino detrás de la rubia, más confundida me siento. Elara. ¿Dónde he escuchado antes ese nombre? No es un nombre muy común, así que debería recordar de dónde lo conozco. ¿Habré visto a Elara en alguno de mis sueños y no lo recuerdo?
No, no. No es así. No he soñado con ella. La conozco de otro lugar.
Hace un par de días atrás, cuando Martin me visitó, me habló de una criada del mismo nombre. ¿Qué fue lo que dijo exactamente de ella? Tardo un rato en recordar sus palabras precisas.
«Hay una criada que trabaja aquí desde que era niño, y no ha envejecido ni un día... Se llama Elara —dijo él en un susurro—. Es un poco pálida, podría ser un espectro de verdad».
Miro de nuevo a nuestra guía, notando que es asombrosamente pálida, pero de una manera muy bonita. No parece un espectro.
¿Qué más ocurrió en esa conversación? Ah, claro. Cuando le pregunté si alguna vez la había visto, él me dijo: «No lo creo. Ella casi nunca está por aquí»
Las dudas me invaden repentinamente.
¿Será ésta Elara la misma criada de Martin y por eso no suele verla? Quizá Elara esté infiltrada en su mansión para vigilarme... Aunque eso no tendría demasiado sentido. Martin dijo que ella no había envejecido un día desde que él era un niño, y Elara luce muy joven. ¿Será entonces su madre?
Hmm, es hora de ponerme mi gorra de Sherlock Holmes. Hay un misterio que debo resolver.
—¿Cuál es el poder especial de Elara? —le susurro a Ava, recordando que los miembros del Consejo tienen magia superior.
—Soy una Emtaet, que en idioma de hadas significa Inmortal —responde Elara. Me sorprendo de saber que me ha escuchado y que no he sido tan discreta como pensaba—. Básicamente, mi poder se basa en que puedo autocurarme de cualquier enfermedad, malestar e incluso de la vejez. Es por eso que me mantengo tan joven, y por eso se me llama inmortal.
—¿Eres como una sanadora, pero en ti misma? —pregunto con curiosidad.
Elara me da una corta sonrisa.
—Algo así, pero en mi caso puedo curar la vejez, algo que una mert no puede hacer.
Eso es muy interesante. Si Elara no envejece, eso explica porqué Martin dice que su criada nunca ha envejecido desde que la conoció... ¿Pero por qué Elara vigilaba a Martin? ¿O estaba vigilando otra cosa? ¿Estuvo ahí durante nuestra estadía en casa de Martin? ¿Qué quiere ella?
Hay algo raro en este asunto, y tengo miles de preguntas en mi cabeza. Aunque... Aunque bien podría estar equivocada y tratarse de otra Elara.
Después de todo, ¿qué podría querer Elara de un simple humano?
Elara nos guía por pasillos alfombrados y paredes de mármol, con hermosas columnas en espiral de hielo. Algunos pasillos tienen jarrones, algunos tienen cuadros de diversas figuras, inhumanas y mágicas.
Es un sitio bastante hermoso y agradable para estar todo el día sin aburrirse.
Elara se detiene frente a una puerta alta con un tallado en relieve de copos de nieve y una corona.
—Hemos llegado —anuncia. Entramos en una habitación también de mármol, pero con tapices de diferentes escenas bordadas tan delicadamente que parecen fotografías. Hay una pared llena de ventanales con las cortinas azules abiertas y alfombras color zafiro adornan el suelo. En medio de la estancia hay una enorme mesa cuadrada. Hay siete lugares, tres a cada lado y una silla más alta en la cabecera. Solo hay dos sitios ocupados. Uno de ellos, es Proteo a la derecha de la cabecera. Y en el puesto de honor se encuentra la mujer más vieja del mundo. Todo en ella es arrugas, y tiene un largo cabello blanco trenzado. Y sus ojos... son algo espeluznantes: de un color azul hielo que parecen congelar con la mirada. Proteo y la mujer se ponen de pie, y noto que ella tiene una túnica azul claro con un fajín azul oscuro.
—Snow White —dice—, conocí a tu madre cuando vivía aquí. Yo fui la principal causa de que ella se marchara.
—¿A qué te refieres? —inquiero, mirando a los otros presentes pero ninguno me da respuestas.
—Lamentamos mucho que no estén todos los miembros del Consejo aquí para recibirte —dice Proteo, con voz gruesa pero bastante cálida y gentil, lo que contrasta mucho con su apariencia ruda y feroz—. Pero ya tendrás tiempo de conocer al resto. Ya conoces a Elara y me conoces a mí, permíteme presentarte a June, la líder del Consejo.
La anciana me sonríe.
—Acércate más, Snow White —me pide. Obedezco con pasos indecisos. Empiezo a sentir un frío calarme los huesos. A medio camino, la anciana se levanta con ayuda de un bastón de cristal y viene a mí—. Estás tiritando. —Toma una de mis manos con una de las suyas, arrugadas como pasas—. Y estás helada. Es algo muy impropio de una hechicera de hielo. —Mira a los demás presentes—. Elara, Proteo, lleven a Ava a sus aposentos. Quiero hablar a solas con Snow.
Todos dan respetuosos asentimientos a June antes de salir de la estancia. Una vez a solas, decido hacer una pregunta.
—¿Es impropio de un hechicero estar frío? —Recuerdo haber sentido a Mariana y a Stuarth helados, y ambos han probado ser auténticos hechiceros de hielo.
—Tener la piel helada es natural —explica June—, absorbemos el frío del aire para usarlo a nuestro favor y por eso nuestra piel es fría. Lo que es anormal es sentir el frío dentro de ti.
—¿Entonces...?
—Significa que debes aprender a controlar tu poder. Aún eres una Novicia, te queda un largo camino por recorrer. Tardaste muchos años con tu magia oculta, eres como una niña en cuanto a la magia se refiere. Con el tiempo, cuando aprendas a usar tu poder y el frío se vuelva parte de ti, ya no volverás a sentirlo nunca más.
—Eso suena maravilloso. —Sería bueno dejar de usar veinte capas de ropa en invierno.
—Pero hay una dificultad, Snow, y es que a ti te va a costar más que al resto dominar tu magia de hielo, sobretodo cuando también posees magia de fuego.
Abro los ojos y miro boquiabierta a la mujer.
—¿Cómo...?
—Las hadas bendicen con dones a los hechiceros, Snow —me recuerda con una sonrisa—, y a mí me fue otorgado el poder de la Visión. Cuando tu madre te tenía en su vientre, ella me pidió que viera tu futuro, e hice una predicción que a ella no le gustó mucho. —Cierra los ojos—. Aún lo recuerdo. —Abre los ojos y regresa a su asiento alto en la mesa—. Cabello negro como el ébano, labios rojos como la sangre, piel blanca como la nieve, ojos grises como la tormenta... Sí, lo recuerdo a la perfección. Tuve una imagen muy clara de ti en mi mente.
»Pero eso no fue lo único que vi, Snow. Vi fuego, fuego dentro de ti. Tu madre lo sabía. No eres como la Blancanieves con la que te comparan, eres diferente y especial. No hemos tenido un hechicero con dos magias desde hace mucho tiempo y fue eso lo que te puso en principal peligro. Le advertí a Lisa que tendría que irse lejos, muy lejos y cuidarte en un lugar donde no se hablara de magia. Usé mi otro poder para borrar tus recuerdos a tus siete años, así pudieras vivir una vida tranquila lejos de aquí. —Su rostro luce apesadumbrado.
»Pero a pesar de todos nuestros esfuerzos, el Clan del Hielo te encontró, y solo era cuestión de tiempo antes de que el Clan de Fuego fuera detrás de ti. Enviamos guardianes a protegerte, incluso pedimos a Ava que te mantuviera alejada de problemas, pero fue inevitable. Ellos te encontraron, y fue imposible evitar traerte aquí. —June me mira con pesar—. Habríamos preferido evitar todo esto para darte la vida tranquila y libre de problemas que te mereces.
—Descubrir esta magia ha sido un golpe fuerte, sobre todo por todos los problemas que trajo. —Bajo la vista—. Pero aunque todo ha resultado muy duro y a veces quisiera volver a olvidar, una parte de mí aún se alegra por descubrir la verdad de mí misma.
—Me alegra saberlo, Snow. —Dice June con una sonrisa—. Porque la otra razón, aparte de tu protección, para traerte fue para hacer que recuerdes de nuevo tu pasado.
—¿Mi pasado? —Se me acelera el corazón de solo pensarlo. Aún hay retazos olvidados en un rincón de mi memoria, retazos que me gustaría volver a tener.
—Tuve que borrar tu memoria cuando eras una niña, Snow White. Pero ya es tiempo de recordar. Y uno de nuestros mejores hechiceros y miembro del Consejo, será el encargado de restaurar tus recuerdos. —Escucho la puerta abrirse a nuestras espaldas. Curiosa, me giro para ver quién ha llegado y me encuentro con otro chico de ropajes azules, con el mismo fajín azul que el de Elara y Proteo, pero su rostro está oculto por las sombras de la capucha de su capa—. Te presento a Rigel Dilthey, él fue tu amigo en la infancia... Pero seguro que en la actualidad lo conoces con otro nombre.
Estoy a punto de negar conocerlo cuando veo que él se retira la capucha del rostro y unos impresionantes ojos grises me devuelven la mirada.
Jadeo, retrocediendo un paso.
Rigel Dilthey es Martin.
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