Capítulo 31: Despedidas.

Capítulo 31: Despedidas.

La mañana siguiente, viernes...

Despierto cuando alguien me zarandea el brazo. Abro los ojos de golpe, encontrándome con el rostro de Mariana ante mí.

—¡Despierta, Snow! Hay que desayunar e irnos —dice con renovada alegría. Yo sigo adormilada y me toma un rato asimilar lo que dice.

—¿Irnos? —digo—. ¿A dónde?

—Hoy nos marchamos al Glaciar —me hace saber—. Pero no tenemos mucho tiempo, Snow. ¡Arriba!

Siento el cuerpo pesado y le doy un gruñido como respuesta, sintiéndome con demasiado sueño. Me siento en la cama, y de inmediato siento mil martillos golpeando mi cabeza.

—¡Ay, benditas oreos! —exclamo, agarrándome la cabeza—. ¡Tengo una jaqueca horrible!

—Cuando bajes te daré una pastilla. Ve a arreglarte. —Con una última sonrisa, sale del dormitorio.

¿Cómo puede ser tan feliz tan temprano en la mañana?

Suelto un quejido al sentir la cabeza latirme y me pregunto por qué me duele tanto... Entonces lo recuerdo... Pero no lo recuerdo todo.

Me acuerdo de haber hablado con Martin en el dormitorio, de haber paseado por los jardines y de haber llegado al invernadero... Pero después todo se vuelve oscuro y no recuerdo nada.

¿Qué habrá pasado después? ¿Cuánto habré bebido para tener tanta resaca y haber olvidado tanto?

Miro a mi alrededor, preguntándome si habré llegado ahí por mi propio pie o si Martin me habrá traído.

Suelto un bufido. En definitiva, no voy a volver a embriagarme jamás.

***

Al finalizar el desayuno, mis guardianes y yo nos sentamos en la espaciosa sala de estar a la espera de que Ava Zafiro llegue a recogernos, ya que ella será nuestra guía en nuestro viaje para llevarnos hasta el Glaciar.

Yo me mantengo en completo silencio, pero esta vez no es solo por la pérdida de mi mejor amiga sino también por la jaqueca y por la incertidumbre de no lograr recordar nada de lo que pasó después de que llegué al invernadero. ¿Habré dicho alguna cosa humillante? ¿Habré hecho algo vergonzoso? Lo más probable es que así sea, y me pone de los nervios no poder acordarme.

—Snow. —Stuarth se sienta a mi lado, dándome una brillante sonrisa—. Mariana me contó de tu dolor de cabeza, ¿ya te sientes mejor? Sino podemos hablar luego.

—No te preocupes, ya estoy mejor —miento, solo por la necesidad de querer hablar con él.

—Me alegra saberlo. —Verlo sonreírme de manera tan dulce hace que me derrita y me olvide de mi malestar—. Ayer te vi con Martin —dice, sorprendiéndome. No sabía que me hablaría para eso.

—¿Qué? ¿Qué viste? —pregunto aterrada. ¿Habré hecho algo tonto y Stuarth lo ha visto? Además, no he visto a Martin en toda la mañana para preguntarle yo misma qué pasó ayer.

Stuarth alza una ceja.

—La puerta de tu dormitorio estaba abierta, así que los vi charlar. —Se encoge de hombros—. Iba a ir a hablar contigo y... y saber si necesitabas hablar sobre lo que le pasó a Elise. —Suspira y baja la mirada—. Sé que la querías un montón y sé que querías salvarla, pero...

—No podías dejarme volver. Es tu deber como mi guardián asegurarte de que esté a salvo —finalizo por él, apoyando la espalda en el respaldo—. ¿Qué más viste?

—Al verlos charlar, me fui de regreso a mi habitación. —Entrecierra los ojos—. ¿Por qué? ¿Pasó algo entre Martin y tú que no debo saber?

Soy yo la que querría saber si pasó algo entre él y yo.

Suelto una risita.

—¿Por qué no deberías saberlo? Digo, si algo hubiera pasado, te lo diría, porque somos amigos. Y Martin también es tu amigo, ¡es tu mejor amigo, de hecho! No hay nada que ocultar, nada en absoluto. —Y así es cómo haces creer al amor de tu vida que ocultas algo, tomen nota.

Stuarth entrecierra los ojos y yo quisiera auto abofetearme. ¿Es que no puedo decir nada normal?

—Entonces sí pasó algo —dice lentamente.

—Te dije que no —repito, deseando que sea así. Entonces, en ese momento veo a Martin pasar frente a la puerta de arco y dirigirse hacia las escaleras. No me pasa por alto que viste la misma ropa azul de anoche—. ¡Martin! —Él se gira al escucharme y alza la mano a modo de saludo al verme. Entra en la sala de estar y se sienta en un sillón cercano.

—¡Buenos días! —exclama—. ¡Hoy madrugaron!

—¿No deberías estar en el colegio? —pregunta Stuarth. Martin se encoge de hombros.

—Ustedes no son los únicos que pueden saltarse un par de clases.

—Martin —digo para reclamar su atención—, dile a Stuarth que no pasó nada entre nosotros anoche.

—Solo hablamos un rato —responde con una sonrisa.

—¡Te lo dije! —exclamo con felicidad, aliviada de saber que no pasó nada raro. Stuarth se ríe.

—Tranquilízate, Snow. No tienes que actuar así solo porque te gusto.

Mi boca se abre y se me acaba la alegría.

—¿Q-qué dijiste? —¿Qué dijo?

Stuarth clava en mí sus ojos castaños.

—Sé que te gusto, Snow, y... —No, ya sé lo que va a decir ahora. Algo parecido a «Me siento halagado, pero solo te veo como una amiga».

—No digas nada —interrumpo, asustada. No soportaría escuchar un rechazo de su parte, sobretodo después de su hermoso obsequio y de nuestro beso. Me pone de los nervios pensar que Stuarth me besó por impulso y que no siente no lo mismo que yo. Eso simplemente me destrozaría.

Además, ser friendzoneada solo aumentaría la humillación que ya siento al saber que él sabe de mi enamoramiento.

Me pongo sobre mis pies con la intención de huir al sitio más alejado posible, pero en ese momento el timbre de la casa suena, anunciando que Ava ha llegado y con ella, el tiempo de irnos para siempre de aquí.

Martin acude rápidamente a abrir la puerta y yo me pregunto por qué no se ha encargado de eso un mayordomo.

—No hay tiempo que perder, en marcha —nos dice Mariana, tomando su mochila llena de cosas básicas que necesitaremos, como comida, linternas y ropa. Todos nosotros tenemos una mochila igual de equipada.

Mariana, George y Nathan se dirigen primero hacia la puerta, donde puedo escuchar a Martin hablar con Ava.

Stuarth me da una última mirada que no sé cómo interpretar antes de seguirlos. Yo suspiro y me uno a la fila, encaminándome hacia la salida.

Todos saludan a Ava y se despiden de Martin, agradeciendo su hospitalidad y pidiéndole que no hable con nadie sobre nuestra estadía aquí ni sobre cuándo nos marchamos. Aunque a Martin esa petición le pareció extraña, accedió a guardar silencio.

Una vez más, me quedo de última y me retardo unos segundos de más en la puerta antes de girarme y mirar a Martin.

—¿Realmente no pasó nada anoche? —le pregunto. Martin sonríe.

—¿No recuerdas absolutamente nada de lo que pasó?

—Lo último que recuerdo es haber entrado al invernadero —respondo, titubeante. ¿Habrá ocurrido algo? Martin le aseguró a Stuarth que nada pasó, pero podría haber pasado algo que Martin no quiso que su amigo supiera.

Martin se encoge de hombros, como es habitual en él.

—No te preocupes, Blancanieves. No pasó nada fuera de lo común, ni nada vergonzoso, si es lo que quieres saber. Solamente hablamos un rato, me hablaste de... tu amiga —dice, bajando la voz—. Siento mucho lo sucedido, Snow.

—No fue tu culpa, no tienes que disculparte —murmuro.

—Del resto, no pasó gran cosa. Aunque... —Se queda pensativo, poniéndome nerviosa.

—¿Aunque, qué?

Él vuelve a sonreír.

—Bebiste tanto que te desmayaste y caíste encima de mí. Yo tuve que cargarte de vuelta a tu dormitorio, y no eres tan ligera como pareces. —Hace una mueca, frotando sus brazos como si le dolieran. Suspiro aliviada de saber que nada raro pasó.

—Gracias por... todo, Martin. Por habernos recibido, por haberme cuidado y por guardar silencio. Me encantaría poder devolverte el favor algún día.

—No tienes que devolverme el favor, tú no me debes nada.

—¡Snow, debemos irnos! —escucho gritar a Mariana en la distancia. Martin me da un apretón en el brazo, sonriendo.

—Feliz viaje. —Toca la punta de mi nariz con su dedo—. Nos veremos pronto, cachorrita.

Me río, bajando los escalones para irme, pero me volteo para agitar la mano.

—Adiós, Martin. —Emprendo la marcha hacia mis guardianes, quienes me esperan al otro lado de la verja, frente a un auto que no conozco.

Cuando llego al auto, antes de subirme me volteo para ver a mi amigo, pero él ya se ha ido y cerrado la puerta. Suspiro, preguntándome si alguna vez volveré a ver a Martin.

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