Capítulo 29: Un lugar seguro.

Capítulo 29: Un lugar seguro.

Stuarth de alguna manera logró sacarme del colegio y llevarme al estacionamiento. También logró convencerme de subir a su auto y sacarme de ahí a toda velocidad.

Mientras vamos por la carretera, empiezo a sentirme cansada y derrotada. Se me han ocurrido varias formas para volver al gimnasio y ayudar a Elise, pero mientras más pasan los minutos solo puedo esperar a que los demás la hayan salvado, de alguna manera o de otra. Ella aún tenía tiempo de ir a un hospital y ser sanada, a menos que...

A menos que el dardo estuviera envenenado.

Ese pensamiento me deprime y paso todo el camino llorando por Elise. Si el dardo estaba envenenado o si el chico de la cicatriz arrojó otro proyectil, Elise no pudo haber tenido oportunidades de sobrevivir y esa posibilidad me parte el corazón en mil pedazos.

No puedo imaginarme pasar la vida sin mi mejor amiga. Ella no es perfecta, pero yo tampoco, y eso nos hacía entendernos de alguna manera especial, a pesar de nuestras notables diferencias.

¿Quién soy yo sin mi mejor amiga?

En algún momento del camino escuché a Stuarth susurrar algo al teléfono, pero no le presté atención ni me molesté en curiosear.

Al cabo de un rato que parece interminable, Stuarth estaciona el auto y yo finalmente he parado de llorar. Siento los ojos hinchados, la cara roja y seguro he estado moqueando de manera nada atractiva. Que mal momento para estar en compañía de mi crush.

—Snow —dice él con voz suave y adorable—. Ya hemos llegado.

Asiento ligeramente y miro por la ventanilla. Mi ceño se arruga al reconocer la casa, o mejor dicho, la mansión.

—¿Por qué hemos venido a la casa de Martin? —inquiero, mirando a Stuarth. La voz me suena rara debido a las lágrimas.

—Es el sitio más seguro al que puedo traerte —me explica él—. El Clan del Hielo no sospechará que te ocultas en una opulenta casa de humanos.

Eso parece tener sentido. ¿Qué mejor escondite que uno lujoso y llamativo?

Bajo del auto junto a Stuarth, sintiéndome bastante alicaída. Recorremos todo el camino en silencio y mantengo la cabeza gacha, preguntándome cómo y dónde estarán mis otros guardianes. ¿Alguno habrá resultado herido? Pensarlo me hace sentir peor.

Nada de esto habría pasado de no ser por mí.

Yo no pedí tener guardianes, yo no pedí tener magia. Miro mis manos, recordando que pude hervir el agua y derretir el hielo con calor. No puedo dejar que el Clan del Fuego sepa de mi poder, también. Ya hay demasiadas personas en peligro por causa mía.

No quiero arriesgar más vidas a cambio de mi protección

Cuando nos acercamos a la puerta, esta es abierta por un mayordomo al cual Stuarth saluda. El recibidor está solitario y luce diferente sin la muchedumbre de bailarines y fiesteros que había el primer día que vine. Todo se ve mucho más bonito y espacioso.

Más adelante, Stuarth me guía a una puerta en forma de arco que da a una especie de sala de estar llena de muebles color crema, alfombras lujosas y hermosos tapices de lo que parecen ser criaturas fantásticas.

No me entretengo mirando los tapices porque me percato de que Stuarth y yo no estamos solos. Martin se levanta de un sofá y se nos acerca con una sonrisa, pero esta se borra al ver mis ojos hinchados y la expresión preocupada de Stuarth.

—¿Qué va mal? —pregunta. Stuarth niega con la cabeza y yo bajo la vista, sin ánimos de hablar.

A mi mente llega el recuerdo del dardo clavándose en Elise y su rostro sorprendido más que dolorido... y de la última sonrisa que me dio antes de perderla de vista.

Cierro los ojos, preguntándome cómo estarán los demás.

—¿Quieres sentarte? —me pregunta Stuarth, sacándome de mis pensamientos. Asiento con la cabeza y me dejo caer en un sofá, apoyando los codos en mis rodillas y mis manos en mi cara—. ¿Quieres hablar de lo que pasó? —dice él al cabo de un rato en silencio. Aparto mis manos de mi cara, sacudiendo la cabeza.

—Yo solo quiero saber si mis guardianes están bien —susurro.

—Estoy seguro de que están bien —dice él—. Ellos saben que hemos venido. Ya teníamos planeado que si había otro atentado contra ti, te esconderíamos aquí hasta poder llevarte a un lugar seguro.

Frunzo el ceño.

—¿Eso significa...?

—Significa que ya no puedes regresar a Ohiel ni al colegio —finaliza él en mi lugar—. Al principio Ava y los miembros del Consejo creían que podrías mantener tu vida normal siempre y cuando nosotros te protegiéramos. Ellos no sospechaban que el clan tenía tantas ganas de atraparte y eso nos ha salido caro. Ya no puedes seguir yendo al colegio como una adolescente común, Snow, porque no eres común. Eres una Hechicera de Hielo, y una muy valiosa, al parecer. —Me sonríe—. Y nuestro deber de guardianes es proteger ese tesoro tan valioso que el clan tanto intenta obtener, aunque para cumplir nuestro deber debamos esconderte en un sitio muy, muy lejano.

Cualquier otro día me habría imaginado en un palacio de oro en una colina abraza a Stuarth, pero hoy no. Solo puedo pensar en todo lo que tengo que dejar atrás por culpa del clan.

Ahora debo huir y abandonar mi hogar, todo lo que conozco.

—¿Y mamá? —pregunto—. ¿Se quedará aquí?

Stuarth me da una mirada comprensiva.

—Debes dejarlo todo atrás, Snow. Tu madre estará más a salvo si se queda aquí, y no estará desprotegida. El Consejo de Molaff la mantendrá vigilada para evitar que se meta en problemas.

Asiento, pensativa y sintiendo un nudo en la garganta al pensar en que me estoy viendo forzada a huir pasa salvar mi pellejo.

Luego de pasar unos minutos en silencio, me doy cuenta de algo.

—¿Dónde está Martin? —pregunto, mirando a mi alrededor. Antes de cubrirme el rostro estaba aquí, y luego ya no lo vi más.

—Se marchó para darnos espacio para hablar a solas —me explica Stuarth. Vuelvo a asentir, comprendiendo que es mejor que Martin se vaya y no escuche esta conversación. No me gustaría involucrarlo en este mundo mágico tan retorcido y que él también termine resultando herido.

—¿Tú... tú crees que Elise esté bien? —me animo a preguntar. En mi fuero interno deseo que Elise haya sobrevivido, pero es posible que el clan no la haya dejado sobrevivir.

Stuarth aparta su mirada y me da un vuelco el corazón.

—Es... existen posibilidades —dice con lentitud— de que el clan la haya dejado con vida y los demás la hayan podido salvar. Con ayuda de un mert.

Claro, ¡un sanador! Si una pudo curarme a mí, seguro podrán ayudar a Elise.

Siento las esperanzas renacer en mí y me vuelvo a sentir contenta después de tanto rato, incluso logro esbozar una pequeña sonrisa.

El timbre de la casa suena y veo a Martin pasar frente a la puerta de la habitación donde estamos.

—¡Abriré yo! —anuncia.

Stuarth y yo intercambiamos miradas y yo me pregunto por qué no abrió el mayordomo. Escucho voces provenientes del pasillo y se me acelera el corazón al ver entrar a mis guardianes por la puerta. Me pongo de pie de un salto y abrazo a Mariana, la primera en entrar.

—¡Me alegra saber que están a salvo! —exclamo, pero al correr a abrazar a Nathan y George, me doy cuenta que faltan dos personas y siento que se me encoge el estómago.

Mariana, Nathan y George me miran apenados y entonces reparo en los rasguños que tienen, pero no parece ser nada grave. Sin embargo, lucen muy agotados.

—¿Qué ha pasado en el gimnasio? —pregunta Stuarth. Mariana carraspea y mira a Martin, quien observa con curiosidad a los recién llegados.

—¿Podría hablar con mis amigos en privado? —le pide la castaña. Martin nos da una mirada a todos y se encoge de hombros.

—Claro, ¿por qué no? Tiene mucho sentido que me corran de mi propia casa. —Pone los ojos en blanco, pero hay una sonrisa en sus labios.

Mariana espera a que los pasos de Martin se pierdan en la lejanía para hablar.

—Vas a necesitar estar sentada para saber esto —dice Mariana, por lo que todos tomamos asiento en los sofás claros. Siento el corazón martillearme a toda velocidad, lleno de pavor. ¿Qué pudo haber pasado para que todos estén tan serios?—. Tenemos un problema, uno realmente grave.

Me recorre un escalofrío.

—¿Qué problema? —pregunto—. ¿Dónde está Elise? ¿Qué pasó con ella? ¿Acaso...? —Se me atoran las palabras en la garganta y no puedo seguir.

Mariana baja la vista.

—Después de que tú y Stuarth escaparon, el clan empezó a retirarse. Pensamos que ellos irían detrás de ustedes, así que los intentamos detener, pero escaparon de igual modo. Pero no se fueron ellos solos... —Mariana hace una pausa—. Se llevaron a Elise con ellos.

—¿Qué? —exclamo, pegando un brinco—. ¿Por qué? ¡Ella estaba herida, no iba a servirles de nada!

—Y eso no es todo —continúa Mariana. Finalmente vuelve a alzar la vista—. También se llevaron a Janelle.


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