Capítulo 28: Hielo y gritos.
Capítulo 28: Hielo y gritos.
Lo primero que hago es preguntarme por qué todos usan armas blancas en lugar de armas de fuego, pero no tardo mucho en cavilar porque una pared de hielo se atraviesa justo delante de mí cuando alguien grita mi nombre. Pego un brinco al ver que una flecha se entierra en el muro, interceptándola.
Trago saliva y empiezo a temblar cuando noto que todos los enemigos están empezando a atacar y mis guardianes las están viendo peludas para evadir cada ataque. Por ahora se las están apañando bien, pero los miembros del clan les superan claramente en número y no tardarán en agotarse.
Pego mi espalda al muro de hielo, sintiéndome desprotegida en los demás lados. Mi corazón va a toda velocidad y empiezo a sentir la respiración superficial del miedo. Y mi temor aumenta al doble al darme cuenta que varios de los miembros del clan son personas conocidas. ¿Ese de ahí es mi vecino? Le acusaré con mi madre para no volver a prestarle la podadora.
Otro par de flechas impactan contra el muro, que empieza a resquebrajarse. Me agacho, escondiéndome detrás del círculo de guardianes que me rodea.
—Snow, ven conmigo. —Stuarth aparece a mi lado y yo me sobresalto—. Tenemos que sacarte de aquí.
Asiento, aún temblando de miedo. Stuarth me ayuda a levantarme y me toma fuertemente de la mano, reconfortándome un poco. Levanta la mano del suelo al techo, creando una muralla a nuestros lados, un camino seguro hasta la puerta.
—Vamos, ¡corre! —me dice, echando a correr y tirándome del brazo. Torpemente, le sigo, sintiendo el frío helado de las paredes a nuestro alrededor. Pero al igual que la primera pared que me protegió, esta no es invencible y al instante un montón de enemigos empiezan a aporrear la muralla con hachas y flechas.
—¿Qué no se supone que el hielo mágico es indestructible? —mi voz sale temblorosa y aguda. En mi mente solo hay temor, pero puedo recordar eso con claridad. Si el hechicero lo quiere, el hielo mágico puede permanecer intacto para siempre.
—Eso requiere demasiada energía, y no tengo la fuerza justo ahora para crear murallas impenetrables. Solo los hechiceros más fuer... ¡Cuidado!
Stuarth me aparta de un trozo de hielo que casi me cae encima. Empiezo a sentirme nerviosa cuando veo que el plan del clan de destruir la muralla está dando resultados, arrancando pedazos de hielo cada vez más rápido.
Stuarth corre más deprisa y yo aprieto el paso, sabiendo que si no me apresuro, las cosas van a terminar muy mal.
Lazo un grito y freno de un patinazo cuando justo delante de nosotros una parte de la pared se cae. Stuarth se coloca delante de mí y congela al hombre que ha cruzado el hueco. Le damos un rodeo y seguimos corriendo, pero la pared ya es muy débil y termina por caerse.
—¡No te separes de mí! —advierte Stuarth mientras combate con agujas de hielo a los enemigos que se nos abalanzan encima.
Me mantengo muy cerca de él, rezando por salir con vida de esta situación. Miro a todos lados, buscando una forma de salir, pero a dónde vea solo hay hielo y caos. Mis guardianes parecen hacer todo lo posible por alejar a los otros, pero se nota que se les está complicando pelear con varias personas a la vez que no dejan de arrojar flechas desde todos los ángulos.
Veo a Mariana con el rostro fiero, gritando como una guerrera. No parece ella misma al arrojar agujas de hielo. Janelle pelea con elegancia, no solo con magia, también con su cuerpo. Nathan y George hacen un buen equipo distrayendo a algunos malos para luego vencerlos. Y finalmente Elise, quien se defiende con su magia creando muros de hielo para apartarlos de mí y de Stuarth, pero ellos derriban sus murallas con facilidad.
Y entonces ocurre.
El mismo chico de la cicatriz que me clavó la daga logra abrirse paso por un resquicio entre las murallas de Elise... y ella no se ha dado cuenta. Mi amiga está tan ocupada alzando muros y congelando el suelo que no se percata de que el chico está alzando una ballesta y apuntándola... a ella.
—¡ELISE! —chillo para prevenirla, pero es demasiado tarde. Ella se voltea al oírme gritar su nombre, pero apenas lo hace el dardo se clava en su estómago y abre la boca con sorpresa—. ¡Noooo! —Quiero correr hacia ella, pero Stuarth me toma de los brazos y me obliga a caminar hacia la salida. Ha logrado vencer a la mayoría de los enemigos y tenemos un resquicio libre.
—¡No tenemos tiempo, Snow, vámonos! —me grita Stuarth, tirando de mí, pero yo lucho para ir hacia mi mejor amiga.
Elise alza los ojos de los hilos de sangre que brotan de su herida y me mira. Sus ojos azules se ven enormes, llenos de sorpresa, pero ni un ápice de miedo.
—¡No, Elise! —grito—. ¡Tengo que ayudarla!
—¡No hay tiempo, debemos irnos! —Stuarth me alza del suelo y me carga como un saco de papas sobre su hombro, corriendo hacia la salida
Golpeo la espalda de él, queriendo que me suelte para socorrer a Elise Ford, esa rubia fiestera que es mi mejor amiga desde la infancia, es mi única hermana y la amo, la amo como si fuera de mi propia sangre.
Me siento rebotar a todos lados sobre el hombro de Stuarth, pero no puedo apartar los ojos de Elise mientras cae de rodillas al suelo. Ella tampoco aparta la mirada de mis ojos. Antes de que Stuarth cruce la puerta conmigo encima y la cierre, puedo ver que Elise me dirige una última sonrisa.
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