Cap. 5- Acuerdo
Natasha esbozó una sonrisa burlona al ver cómo Alex juntaba los párpados y apretaba los labios en una expresión aprensiva.
―No te creía tan escrupulosa ―se mofó la ex espía rusa―, y no es a ti a quien estoy cosiendo.
―Justo por eso ―respondió Alex, en pie tras Steve, rodeándole los hombros con los brazos en un intento por distraerlo... A pesar de que él no parecía ni mínimamente molesto con la aguja que le atravesaba la piel―. Me dan grima las heridas de los demás...
―¿Quieres coser tú? ―Natasha ladeó los labios en una mueca ufana.
Estaba agachada frente al asiento de Steve, en la parte trasera del quinjet. Él solo seguía la conversación entre las dos chicas con un gesto entretenido en el rostro.
―¿Te atreves? ―Steve giró la cabeza para mirar a su novia, que no se había despegado de su lado desde que habían subido a la nave.
―Sí, claro ―ironizó ella―. Tienes unos abdominales muy bonitos, no quiero estropearlos con mis nulas dotes médicas. Soy científica, no doctora.
―Hablando de científicos. ―Natasha regresó a su labor con la aguja, y Alex volvió a cerrar los ojos para no mirar―. ¿Alguna explicación lógica para lo que pasó con vosotros dos antes?, ¿por qué no pudisteis usar vuestras habilidades?
―Solo una ―respondió Alex y, sin separar los párpados, señaló a la mujer que yacía sedada en una de las camillas del quinjet―. Ella.
―Esto ya está. ―Natasha posó el material quirúrgico a un lado, y tapó el corte recién cosido―. Ya puedes abrir los ojos, debilucha. Y tú ya puedes vestirte ―añadió, mirando a Steve.
―¿Qué? No, ¿por qué? No hay prisa. Está bien así ―repuso Alex, encogiéndose de hombros.
Steve le sonrió divertido, pero cogió la parte de arriba de su uniforme y se la puso por la cabeza, para luego disculparse con su novia mediante un fugaz pico en los labios que auguraba la promesa de una recompensa mucho más elaborada en cuanto tuviesen tiempo a solas.
―¿Todo bien por ahí atrás? ―preguntó Sam, en el momento que sus tres compañeros se reunieron con él y Wanda en la parte delantera de la nave.
―Bien. ―Steve asintió, y se inclinó sobre los mandos, para echar un vistazo al plan de vuelo. No tardarían mucho en llegar.
―¿Habéis decidido qué vamos a hacer con ella? ―preguntó Wanda, adelantándose a Sam, consciente de que su amigo no tardaría en preguntar. Apenas le había quitado ojo a la misteriosa mujer desde que habían despegado.
―Alex dice que pudo ser la causante del problema con nuestras habilidades ―respondió Steve, pensativo―. Necesito hablar con ella, saber qué quiere de Rumlow... No me gusta hacer esto, pero si la teoría de Alex es cierta, es importante que sepamos un poco más antes de liberarla.
―¿No te gusta hacer esto? ―la tecnópata enarcó una ceja, burlona―. Yo pensaba que vuestro pasatiempo favorito era secuestrar chicas y llevarlas sedadas hasta el Complejo. ―Se encogió de hombros.
Una mueca divertida acudió a los labios de Wanda.
―Muy graciosa.
―Es cierto, como siga tu ejemplo, ya podemos ir acostumbrándonos a su presencia. ―Sam se unió a la guasa, aunque en el fondo, deseó que no fuese una broma.
―No creo, no parecía muy dispuesta a colaborar. ―Steve sacudió la cabeza, ligeramente a la defensiva.
―Tampoco Alex al principio ―completó Natasha―. Y mírala ahora ―añadió, con un gesto de orgullo fraternal.
―Oye, que sigo aquí. ―La aludida sonrió―. Pero Steve tiene razón. Tenemos que saber qué quiere, y cómo hizo lo que hizo... Aunque aún no estoy segura de que haya sido ella, solo es una teoría. Tendría que hacerle un par de pruebas...
Steve le pasó un brazo por los hombros, a la par que le ofrecía una sonrisa de confianza.
―Lo resolveremos. Siempre lo hacemos.
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Despertar en una camilla médica, en una estancia desconocida, y con un terrible dolor de cabeza, nunca resultaba agradable... Pero Lennon había sobrevivido a situaciones mucho peores.
Al menos, en esta ocasión, no estaba encadenada.
Tras recuperar la consciencia, y sin necesidad de abrir los ojos, se tomó algunos segundos para organizar su mente, ubicarse, y valorar sus opciones.
Recordaba a la perfección todo lo sucedido en aquel complejo turístico en la Habana. Cómo había estado a punto de atrapar a Rumlow y cómo este se le había escapado por culpa del inoportuno Capitán América y de la princesilla Stark...
Recordaba la inmensa frustración, y la rabia hirviendo en sus venas al perder a su objetivo y, después, nada.
Alguno de los otros vengadores la habría noqueado con un ataque por la espalda. Probablemente el pajarillo buenorro o la Viuda Negra, los únicos que no se habrían visto afectados por su don... Y, sin duda, se la habían llevado con ellos, a su nada secreto cuartel general, con intención de interrogarla antes de decidir si era, o no, demasiado peligrosa para dejarla en libertad.
Pues bien; lo era.
Pero no le interesaba que ellos lo supiesen. No de momento.
Tras agudizar el oído, se percató de que alguien más la acompañaba en la estancia. Solo una persona. Perfecto. Podía escuchar también una suave melodía de jazz, una de sus favoritas en realidad, Trouble Man, de Marvin Gaye... Fuera quién fuese, al menos tenía buen gusto musical.
―¿Estás despierta?
Una voz masculina llegó a sus oídos. Lennon la reconoció, se trataba del vengador con traje de pájaro, ese que últimamente no dejaba de cruzarse en su camino... No tenía sentido seguir disimulando. Abrió los ojos, confirmando así lo que ya sospechaba; el hombre, vestido ahora de civil, en vaqueros y camiseta deportiva, estaba sentado en una butaca junto a su cama, con un libro entre las manos que posó a un lado en cuanto sus ojos se cruzaron.
―Estás despierta ―confirmó él.
―Qué gran observador. ―Lennon enarcó una ceja, para luego dejar que un suspiro asomase de sus labios―. Déjame adivinar, estoy en vuestras instalaciones super secretas.
―Soy Sam Wilson. ―Él le extendió una mano a modo de saludo, pero la retiró al reparar en la expresión recelosa que ella le devolvió...
«¿Qué te pasa, Sam?», se reprendió a sí mismo. La chica acababa de despertar junto al desconocido que le había lanzado un dardo sedante unas horas atrás... ¿Qué esperaba?, ¿una respuesta amistosa?
―¿Puedo saber tu nombre? ―aventuró, de nuevo.
―No.
―¿No? ―Sam frunció el ceño. Sí, se temía una respuesta seca, pero guardaba cierta esperanza de que, si se mostraba amable, la chica se relajase en su presencia. No quería que ella lo viese como una amenaza, sino todo lo contrario.
―Dime, Sam Wilson ―repuso ella, con aparente calma―, ¿por qué me preguntas mi nombre, cuando ambos sabemos que tus amigos me han estado investigando mientras yo estaba inconsciente?
Por inercia, el exsoldado quiso poder negarlo, pero lo cierto era que ella tenía razón. Y tampoco podía culparlos, estaban haciendo su trabajo; identificar e investigar posibles amenazas.
―Atacaste a mis amigos ―respondió, a modo de justificación.
―¿El trasero de América y la princesita Stark? ―La chica rodó los ojos―. Se entrometieron en mi camino ―bufó, como si eso lo explicase todo.
Sam se sintió tentado de reír ante la respuesta, pero hizo un esfuerzo para mantenerse serio. No sabría explicar por qué, pero esa mujer no solo le resultaba intrigante y jodidamente preciosa, en el fondo tampoco se tragaba esa fachada de pura hostilidad...
―¿Siempre eres así? ―comentó, con un deje de curiosidad―. A lo Miércoles de la familia Adams, en plan, detesto a la humanidad. ¿Sabes qué?, te pega, ya que no me dices tu nombre, te llamaré Miércoles.
Esta vez fue ella la que enarcó una ceja, primero, en un gesto que Sam interpretó como desconcierto, después, molestia y, tras unos segundos, tal vez hasta diversión. Fue un amago de sonrisa fugaz, pero real.
―¿Y a ti es al que envían a tantear el terreno con posibles criminales? ―cuestionó ella.
―Qué puedo decir, soy el más simpático del equipo. ―Sam se encogió de hombros y le guiñó un ojo.
Ella separó los labios para devolverle otra respuesta sarcástica, sin embargo, en el último momento, pareció cambiar de opinión, pues en lugar de un comentario ácido, solo dijo un nombre.
―Lennon.
Sam contuvo un gesto triunfal.
―¿Lennon...? ―entonó, dejando lugar a que ella añadiese su apellido.
―No tientes a la suerte, Sam Wilson.
Él chasqueó la lengua, antes de dedicarle una sonrisa sincera.
―Lennon, vale, bien. Suena guay, no tanto como Miércoles ―ladeó la cabeza, burlón―, pero me gusta.
―¿Interrumpo? ―Natasha asomó desde el pasillo, recargándose en el umbral de la puerta. Miró a la pareja en el interior de la sala médica, y una mueca divertida asomó a sus labios―. Están todos en el salón. Alex ya tiene los resultados del análisis...
De haberla cogido por sorpresa, Lennon habría respondido con indignación. Pero no era idiota, sabía muy bien con qué clase de gente estaba tratando en ese momento.
―Si vais a decidir si soy una amenaza o no, quiero estar presente ―intervino, secamente, pero con calma―. Podemos ahorrarnos mucho tiempo, todos.
Sam y Natasha intercambiaron una mirada cómplice, antes de que el primero asintiese.
―Íbamos a pedírtelo ―respondió―. No somos los malos, Lennon.
«No», pensó ella. «Lo soy yo».
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Steve Rogers recordaba muy bien la primera vez que se habían reunido para discutir sobre la posibilidad de colaborar con alguien nuevo en el equipo.
En aquella ocasión, algo más de un año atrás, la persona en cuestión había sido una ex agente de SHIELD conocida como Trojan; su Alex. A día de hoy, miembro imprescindible de los Vengadores, no solo por sus excelentes habilidades en campo abierto, sino también porque, desde que Bruce y Tony no estaban disponibles, ella se había convertido en su mejor científica e ingeniera.
Meses después había llegado Selene, bautizada como Supergirl por la prensa internacional, la poderosa eterna que, después de ayudarlos a derrotar al ente extraterrestre Argo, había decidido acompañar a Thor en su quimera espacial, con el fin de reunir información sobre las gemas del infinito.
Ahora, el archivo que tenían entre manos era el de...
―Blackrose ―Alex leyó los datos recogidos en la pantalla de su tablet―. Así la conocen en los bajos fondos. Mercenaria, asesina a sueldo, cazarrecompensas... Es como una sombra, no hay mucho sobre ella. He tenido que meterme en la dark web para encontrar algo, pero, al mismo tiempo, todos han oído su alias.
―Entonces es una criminal ―cuestionó Vision, sentado al lado de Wanda en uno de los sofás.
Frente a ellos, Steve y Alex ocupaban otro sillón. Sin embargo, los lugares que habitualmente se apropiaban Tony, Bruce y Clint estaban vacíos.
―Los criminales pueden reformarse, Vis ―murmuró Alex, queriendo endulzar los datos que había encontrado sobre la mujer. Pero lo cierto era que, por lo poco que había descubierto, no pintaba demasiado bien...
En cualquier caso, Alex no era partidaria de juzgar a nadie sin antes darle una oportunidad para explicarse y conocerlo bien. Y mucho menos, sabiendo lo que sabía ahora, tras analizar la muestra de sangre que le habían extraído a su invitada mientras dormía.
No les convenía tenerla en su contra.
―Veo que ya habéis empezado. ―Natasha hizo acto de presencia, seguida de Sam y la nueva.
Mientas la rusa se dejaba caer en un sofá frente a Alex, Sam invitó a Lennon a tomar asiento en una de las butacas, pero ella negó secamente con la cabeza.
―Si vais a hablar de mí, prefiero estar en pie. A estas alturas supongo que sabéis lo suficiente como para no considerarme una aliada ―apostilló, en un tono tan neutro como irónico.
Sam suspiró, y se encogió de hombros.
―Vengadores, Lennon; Lennon, Vengadores ―señaló a los mencionados, haciendo la oportuna presentación―. Es más simpática de lo que aparenta.
Las miradas intercambiadas entre unos y otros tras las palabras de Sam parecieron recorrer todo el espectro emocional; desde la desconfianza, suspicacia, e intentos de amabilidad, a la más absoluta indiferencia por parte de la nueva.
―Vamos a ser francos, Lennon ―habló Steve, tomando el mando de la situación―. No estás prisionera aquí, nosotros no hacemos eso, pero hemos investigado tu historial, y tampoco podemos permitirnos dejarte ir sin más... Son muchos los delitos en tu expediente, y apenas hemos empezado a bucear en él...
―¿Vais a llamar a la policía?, ¿o a SHIELD? ―Ella arqueó una ceja―. ¿Me llevaréis con las autoridades y me daréis un juicio justo? ―agregó, sarcástica.
―La policía no puede contener a una inhumana entrenada por un clan ninja ―intervino Alex, incapaz de aguantarse más―. Lo siento ―añadió, alzando las palmas de las manos en un gesto de disculpa―. Se me ha escapado.
Se hizo el silencio en la sala. Fue breve, y tan tenso que podría cortarse con un cuchillo... Pero Lennon no pensaba dejarse amilanar. Los Vengadores eran poderosos, no lo negaba, y no le cabía duda de que, entre todos, podían pararla si intentaba escapar, pero antes se llevaría a alguno por delante...
La cuestión, era que no le interesaba enzarzarse en una pelea con ellos. Por muy irritantes que pudiesen resultar, no eran sus enemigos. Y tampoco ella tenía intención de darles motivos para que la viesen como tal.
―¿Qué queréis de mí? ―preguntó, sin andarse con rodeos.
Steve se puso en pie, con los brazos cruzados, y la miró a los ojos.
―Lo que ha dicho Alex..., ¿es cierto?, ¿eres inhumana?
Lennon asintió, y por el rabillo del ojo vio la expresión rebosante de curiosidad en el rostro de Sam Wilson, quien no había apartado la mirada de ella desde que habían entrado en el salón. Tomó nota; al parecer había despertado el interés de ese vengador en particular... Perfecto.
―¿Fuiste tú quién anuló nuestras habilidades? ―insistió Steve. Ella volvió a asentir, pero sin añadir más explicaciones, de modo que él se vio obligado a volver a preguntar―. ¿Cómo lo hiciste?
―Vamos a dejar una cosa clara. ―Lennon se apoyó contra la repisa de la isla, que comunicaba la cocina con el salón―. No tengo ninguna intención de perjudicarme a mí misma, no os voy a regalar mis puntos fuertes si no me dais garantías. ―Miró al Capitán América, el líder de ese dispar grupo, pero fue la Viuda Negra quien le respondió.
―¿Qué quieres?
Lennon casi sonrió. Conocía el historial de la ex espía rusa, y por eso no le sorprendía que hubiese sido ella la primera en empatizar con su situación.
―Un salvoconducto. Yo os doy la información que necesitáis, y vosotros me dejáis tranquila cuando termine este agradable coloquio. ―Paseó la vista por todos los reunidos―. Sé que no os supondrá tanto esfuerzo, a fin de cuentas, mis objetivos no son precisamente adorables ancianitas. ―Se encogió de hombros.
Sí, era una mercenaria, pero desde que había abandonado la Mano, varios años atrás, las personas contra las que atentaba solían ser criminales de alto standing, mafiosos, contrabandistas, asesinos... la competencia de otros criminales.
Un círculo vicioso en el cual ella era la única beneficiada.
―Podemos considerarlo ―asintió Steve, tras un prolongado silencio―. De momento no puedo prometerte más.
―Hey, te lo he dicho, Lennon ―intervino Sam, dando un paso adelante y tocándole el hombro en un gesto amistoso―. No somos los malos.
Ella le devolvió una mirada suspicaz, pero curiosa. Le resultaba entretenida la actitud tan conciliadora que Wilson había tomado hacia ella. Quería caerle bien, quería gustarle. Y ella estaba más que dispuesta a aprovecharse de ello si servía en su favor.
―Puedo anular cualquier habilidad sobrenatural, temporalmente ―confesó, tras asentir, otorgándoles a los Vengadores una artificial tranquilidad momentánea―. Por eso tú perdiste parte de tu fuerza. ―Señaló al Capitán América. Y no decía toda, porque estaba segura de que esos músculos no solo eran fruto del famoso suero del supersoldado. Tal vez el Steve Rogers de los años cuarenta hubiese sido un enclenque, pero estaba muy segura de que, desde aquel entonces, el hombre que tenía frente a ella había pasado incontables horas en el gimnasio―. Y tú no pudiste hacer... lo que sea que hagas ―Arqueó las cejas, mirando a la hija de Stark, quien le devolvió una mueca a medio camino entre la indignación y el desconcierto―. Y ella no puede leerme la mente ahora mismo ―terminó, señalando a la sokoviana.
―Yo sí puedo usar mis poderes ahora ―intervino Alex, todavía con el ceño fruncido. Podía percibir todos los dispositivos electrónicos en el Complejo a través de la tecnopatía―. Y estás más cerca que cuando peleamos en los muelles de aquella playa...
―Eso es porque ahora la estoy bloqueando a ella. ―Lennon señaló a Wanda―. De todos vosotros, es la que más impone, y sinceramente, no estoy interesada en que hurguen en mi mente.
En lugar de mostrarse ofendida, Wanda esbozó una sonrisa divertida, y le guiñó un ojo a Alex, quien estaba tomando nota de todo lo que escuchaban.
―Entonces no puedes bloquearnos a todos a la vez, y tampoco puedes hacerlo de forma indefinida ―recapituló la mutante, tras añadir los últimos datos al archivo abierto en la pantalla de la tablet.
―¿Por qué ibas a por Rumlow? ―Esta vez fue Natasha la que preguntó―. ¿Es uno de tus encargos?
―No ―se limitó a responder Lennon―. Es personal.
―Personal, ¿en qué sentido? ―quiso saber Sam.
La aludida lo miró con suspicacia, pero decidió que podía dar cierta información. No le agradaba compartir sus asuntos con un grupo de desconocidos, pero, en este caso, tal vez ellos pudiesen contribuir con su objetivo.
―Venganza ―respondió―. Y estaba a punto de conseguirla cuando vosotros os entrometisteis.
―¿Con Rumlow? ―fue Sam quien volvió a preguntar―. ¿Qué tienes que ver tú con él?
―Sam ―Wanda lo reprendió, pero el aludido se encogió de hombros.
No podía evitarlo, le podía la curiosidad. Lennon había despertado su interés desde que la había visto en aquella grabación de seguridad semanas atrás. No era ciego, la mujer era preciosa, y ahora que empezaba a conocerla, ese aura de misterio y aparente desdén solo incrementaba esa instintiva atracción... ¿Estaba mal de la cabeza? Tal vez, pero ¿quién en su mundo no lo estaba?
Lennon pareció dudar un instante antes de responder. Detestaba la vulnerabilidad que había demostrado en aquella época de su vida, y todavía más detestaba reconocerlo en voz alta... Pero sabía que los Vengadores empatizarían con ella si contaba su historia.
En ese caso, la verdad la favorecía más que cualquier posible mentira.
―Hace cinco años intenté... cambiar de vida ―resopló―. Tomé otra identidad, dejé mi pasado atrás y traté de reformarme. Fue entonces cuando conocí a Rumlow ―explicó, para luego exhalar un suspiro. No pensaba entrar en detalles―. Tuvimos una relación, nos comprometimos... Pero entonces descubrí que él era un agente encubierto, y que yo solo era su objetivo, había estado vigilándome por orden de HYDRA.
―Confiaste en él, y te traicionó ―musitó Alex. Sabía cómo se sentía eso Había vivido lo mismo con Liam... Pero, a diferencia de esa mujer, ella sí había tenido otras personas en las que apoyarse, había podido superarlo y perdonar―. ¿Qué pasó?
―Después de fingir durante meses, debió de recibir la orden de capturarme. Él y varios de los suyos me tendieron una emboscada. Me deshice de ellos ―finalizó, como si hablase del tiempo―. Hice explotar la casa en la que vivíamos, y creí que él había muerto allí, hasta que vosotros desmantelasteis HYDRA ―señaló a Steve y a Natasha―. Desde entonces le he seguido el rastro para terminar lo que empecé aquel día.
―Espera. ―Sam se adelantó. Tenía una expresión de incredulidad pintada en la cara―. ¿Estás diciendo que tú y Rumlow...? ―Sacudió la cabeza―. ¿Rumlow y tú...?
―Sí, Sam ―Natasha lo cortó. Para luego volver a clavar la vista en Lennon―. Quieres lo mismo que nosotros. Buscas a Rumlow. Nosotros también. Tienes contactos que nosotros no. Podemos ayudarnos mutuamente. ―Intercambió una mirada con Steve, quien asintió en respuesta, dándole vía libre para continuar. Se conocían bien, y sabía perfectamente lo que la rusa estaba a punto de ofrecer―. SHIELD puede conseguirte el salvoconducto que quieres, podemos eliminar tu expediente y borrar los delitos que no hayan prescrito si colaboras...
―¿Así, sin más? ―Lennon enarcó una ceja.
―Ya se ha hecho antes ―Natasha asintió, refiriéndose a sí misma―. Todos aquí tenemos un pasado, todos hemos cometido errores. Estás a tiempo de enmendarlos.
―¿Qué dices? ―quiso saber Steve, con una expresión amigable―. Tú aportas tus recursos, y nosotros los nuestros. ¿Lo aceptas?
Ella entrecerró los ojos. Estaba siendo fácil, muy fácil. Y no estaba acostumbrada a que las cosas en la vida le resultasen fáciles.
―Hasta que cojamos a Rumlow ―quiso dejar claro.
―Hasta que cojamos a Rumlow ―concordó el Capitán América, con un breve cabeceo.
Ella exhaló un suspiro, y asintió.
―Entonces, sí. Acepto. ―Por el rabillo del ojo, se percató de la mirada jovial en el rostro de Sam Wilson, pero prefirió no darle mayor importancia. Por el momento.
―Bienvenida al equipo, Lennon. ―Steve le extendió una mano―. ¿No nos dirás tu apellido?
―Bailey ―respondió ella, recurriendo a una de las muchas identidades pasajeras que se había forjado. Esa le gustaba y, desde luego, no tenía intención de desvelar su apellido de nacimiento, Black.
Pretendía desvincularse por completo de los Vengadores en cuanto eso terminase. No pensaba darles más pistas de las necesarias para que pudiesen buscarla después.
No se demoraron en más muestras de bienvenida, tan solo algunas palabras cordiales y los protocolarios gestos. Sin embargo, cuando le llegó el turno a Alexa Stark, Lennon supo que la reunión no había finalizado.
―Hay una cosa que no entiendo ―le dijo la tecnópata, tras dejar a un lado la tablet en la que había estado recogiendo todo lo importante mencionado hasta el momento―. Encontré algo raro en tu análisis de sangre. Tienes el gen inhumano, y has desarrollado una habilidad, pero no aparecen los marcadores que indican que has pasado por la Terrigénesis.
Lennon enarcó una ceja, sorprendida. Al parecer, la chiquilla sí era tan inteligente como se comentaba.
―Mi Terrigénesis fue especial. No se usaron cristales terrígenos.
―¿Qué usaron entonces? ―Alex achinó los ojos. Solo conocía otro elemento capaz de provocar ese efecto...
―Una especie de dispositivo extraterrestre ―respondió Lennon―. Yo era muy pequeña, solo tenía seis años, no lo recuerdo bien. Como mi habilidad no es apreciable, los que lo usaron creyeron que no tuvo ningún efecto en mí, y por eso me dejaron en el sistema de acogida. No volví a saber de ellos.
―Cuál era el nombre del dispositivo ―insistió Alex, mordiéndose el labio inferior, ansiosa por la respuesta y, al mismo tiempo, incapaz de creerlo.
Si sus sospechas eran ciertas...
―Zenit, creo. Sí, lo llamaban Zenit.
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No os imagináis lo feliz que me hace continuar esta saga, de verdad es uno de mis bebés consentidos, y tengo tantísimas cosas planeadas (vamos, todo xD)
Yess Lennon va a quedarse con los Vengadores un buen rato, y ya se ha dado cuenta de que a Sam le hace tilín 😂😂 Solo digo que esto ya va encaminado, y que en pocos capis tendremos la misión de Laos, y el principio de la Civil War...
But tampoco olvidéis la deuda pendiente de Alex con Emma Frost por ayudarla a recuperar sus poderes, ni los orígenes de Lennon, ni a personajes que salieron en Trojan y Eternity (like Liam y Dominik) 😏😏 Aquí todo pasa por una reason 😉
Muchos besos, y muchas gracias por seguir aquí ❤
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