XIV
Loki había entrado en mi mundo, en la ingenua esperanza y en la rutina comprometedora que, ciertamente, desde su aparición, me dejaba un mejor sabor. Presencia paliativa, así lo definiría yo. Su divertido disgusto no habría de faltar cuando de vez en vez me señala en qué debo reflexionar, contrario a Stark, quien siempre me ha puesto a mejorar hacia un objetivo que hoy parece no existir más. He estado pensando, preguntando quién soy yo si es que el Hombre Araña no existe más que en un sueño que me es difícil lograr. Estos muros han sido seguridad ante lo que no puedo controlar, también la jaula que no me ha permitido volar; Loki usó esa analogía. Cuando yo le exigí que se explicara, argumentó soy un ave que no se alza al vuelo, porque le han escondido las alas, porque lo han cubierto de hollín, para que no descubriera quién es en realidad. Dijo que estoy manchado, como en algún momento de nuestra vida todos lo estamos, pero por lo mismo, me alentó diciendo que hasta lo negro puede brillar. La verdad yo me quedé muy confundido, no podría corroborar que me sentía exactamente así, por lo que le eché en cara su afición a hablar en sentido figurado, a lo que él contestó:
—¿De qué otra forma te puedo hacer pensar?
Y estoy en las nubes, por su culpa, porque además de inmiscuirme a temas igual de profundos que la sombra de Stark, no puedo dejar de sentir que un día de estos me puedo perder en su mirar. Acogedor, sin importar lo frío que llega a ser cuando me muestro infantil y solo quiero hablar de mi sentir, pero es que últimamente reminiscencias de un felino atacan mis sueños, y al compararlos, creo que regreso a la base que de niño mantenía mi motivación encendida.
Ambos nos conocemos a través del dolor, del propósito de salir de aquí, y si acaso es mi inexperiencia a la vida lo que me hace sentir así: que a su lado la libertad se siente. Pero, ¿cómo es posible cautivarse de un espectro? Es su pasado una imitación del enigma de sus ojos verdes, la diferencia entre los dos y, al mismo tiempo, la esencia con la que nos reconocemos como iguales.
En otras palabras, creo que me estoy enamorando de él cuando no se supone que deba ser así, y no sé si sea un secreto a mantener o un hecho que hace un tiempo le dejó de impresionar.
Soy un niño tonto, qué se puede esperar.
—Peter.
Por poco y me caigo de mi apoyo. No importa si estoy acompañado o solo, no dejo de ensimismarme con tanto que atiborra mi mente.
—Lo siento, ¿decías algo, Cap?
Sonrió, terminando de servir su taza de café.
Lo más hogareño de mi instancia aquí es tener a mi familia sin ningún compromiso que le impida convivir conmigo. A veces es necesario verlos como seres humanos, no como héroes de veinticuatro horas.
—Olvídalo. ¿Te sientes bien? —se acercó a la barra y tocó mi frente—. Has mirado al infinito por un largo rato cuando creí te emocionaba más mi historia.
—Tratas con un adolescente, no con un niño; ellos se fastidian fácilmente —agregó Sam.
—No, solo estaba pensando, eso es todo —me excusé.
—¿Aún no te reconcilias con Stark?
—Mira quien lo dice —murmuró con sorna el moreno, queriendo continuar la broma con Banner, sin embargo, el doctor se encogió de hombros, incómodo. Él demostraba que no tenía voz ni voto en ese tema.
—¿Cómo sabes...?
—Llevó un par de días aquí, lo suficiente para darme cuenta de que las cosas están tensas entre tú y él. Corrígeme si me equivoco.
Suspiré, enderezándome sobre mi asiento.
—No, tienes razón. Hemos estado algo distantes desde que... —recordé nuestra última pelea, también al amigable Scott.
—¿Desde qué, Peter?
—No creo que el Cap esté informando al respecto —señaló Bruce, cauteloso.
—En efecto —habló Sam, que reavivó sus facciones al querer compartir lo que seguro Rhodey le había comentado—. Un hombre nos robó, según me informaron era del tamaño de una hormiga. Peter salió a hacerse cargo, aunque no salió muy bien que digamos. Chico, ¿en serio una hormiga te dio una paliza?
—¿E identificamos a este hombre? —exigió saber Steve, muy serio de repente.
Banner negó.
—Hombre Hormiga, así se hizo llamar. Encontramos ciertos avistamientos, mas dudamos de sus intenciones con la tecnología que "tomó prestada".
—Este es el edificio de los Vengadores, ¿y alguien pasó y salió ileso? —volteó a verme el Capitán Rogers—. ¿En serio Stark te mandó solo a lidiar con él?
—Le dije que necesitaba probarme. Además, las únicas pérdidas fueron materiales y el Hombre Hormiga parecía amigable.
—Incluso así pudo haber sido peligroso.
—Cálmate, ya suenas como él.
—Ese no es el punto, Peter, Stark está perdiendo la razón. Esta locura se tiene que acabar.
—Ya no hay hielo que descongelar, Cap —pero para el momento, el chiste de Sam no adquirió la gracia que merecía—, no puedes enojarte por cada decisión de Tony, pensé que eso ya había quedado en el pasado.
—Tiene a Peter en una prisión y no lo ve. Ni siquiera he visto a su tía o un documento de lo legalice como su tutor. Esto es un secuestro y...
Dejé de escuchar. Mis oídos se llenaron de agua, distorsionando lo que Sam y Steve discutían.
Volteé al pasillo, Loki, recargado en la pared, me miró como si no hubiese más que hacer, invitándome a escaparme con él.
—Peter —acudí de inmediato al llamado del doctor Banner. Regresé la vista al pasillo, aliviado de que Loki hubiera desaparecido—, no has tenido alucinaciones otra vez, ¿verdad?
—No —contesté confundido.
—Solo me aseguro, ya sabes, con eso de tu historial con el gato negro.
—Nunca fue una alucinación.
Y habiéndolo dictado, marché tras Loki.
—La libertad no siempre es brisa ni rayos de sol en el rostro. Es subjetiva, somos esclavos hasta de las cosas más sencillas. Y a pesar de, la idea de ser libres es el aliento vital de toda existencia.
Abandoné el cielo para mirarlo a él.
—¿Es eso una indirecta?
Lo que acababa de pasar seguía rondando por mí cabeza. La determinación de Steve casi me convence de que quizá pronto deje de cargar con cadenas, pero para eso, yo también necesitaba poner de mi parte; Stark no cedería así como así. Puedo apostar a que él prefiere verme muerto que lejos de su ala de hierro.
—Lo siento, trato de divagar contigo.
Entorné mis ojos, no convencido con su respuesta.
—Mentiroso.
Él me sonrió como si ese fuera su segundo nombre.
Volví a recostarme, sirviendo mis brazos como almohada. Regresé a la imaginación para que el paisaje adquiriera vida que no fuera simplemente visual. Loki había creado un mágico escenario para mí, un panorama asemejado a la realidad de un día de campo, donde el límite lo marcaba la frondosidad de los árboles y el cielo me recordaba la pureza del celeste infinito.
Abstraerme en un nuevo lugar, alimentando el anhelo de salir a explorar el mundo, eso era lo que hacía él. Me ayudó a distraerme, tanto que ahora pensaba que estábamos en una cita.
Sonreí por el pasajero pensamiento, y por la intención que mi palpitar exigía. Lo veo día con día, sé que hoy debo dar el paso. Steve me demostró que no hay que esperar por el límite de lo que se es capaz de aguantar; actuar se hace, sino nunca sucede, y estoy cansado de que nada marque mi destino.
—Te encanta estar así —comentó, cambiando de tema.
—Supongo que a ti también.
Asintió y se recostó a mi lado, queriendo hallar lo que yo no encontraba arriba.
—¿Y las nubes? —pregunté.
—No tengo imaginación para crearlas —guardó silencio antes de implementar—. Me gusta más así.
Me concentré en lo que veía, tratando que fuera desde su perspectiva. La diáfana belleza causaba contradicción. Yo lo sentía vacío, vida vacía, tabula rasa, y me hacía sentir bien de la misma manera en que incompleto; el cielo es uno cuando está acompañado, de otra forma solo es tonalidad sobre nuestras cabezas.
—Solo mira —continuó Loki, ayudándome—, somos algo tan insignificante comparado con el universo. Las nubes no nos dejan ver la realidad.
—Hablas como un dios que posee bajo su enigmática personalidad toda la verdad.
—No toda, la tuya nada más —aseguró, y yo me obligué a encararlo.
Cuando antes no lo entendía, ahora descifraba su esencia en palabras. Yo dejaba de inquirir ante la duda para hacerlo en necesidad de encontrarlo a él entre líneas, además, de descubrirme a mí mismo por lo que era ante de sus perceptivos ojos. Hubiera sido más fácil encontrarlo cuando necesitaba de un amigo. Hace seis años, mientras yo marcaba una transición con lágrimas y frustraciones, él pudo haber intervenido, salvarme de la opresión, sin embargo, prefirió ser testigo. Sus motivos siguen difusos, menos él; es abrumador incluso cuando su cuerpo es inasible.
Sé que un día voy a alcanzarlo y, cuando lo haga, seré libre por sostener su mano.
Lo admití en voz alta. No lo último, no quiero sonar enamorado —aún—. Le dije cuan agradecido estaría si hubiera formando parte de mi incomprendida vida.
—No estaba listo para interactuar contigo.
—¿Por qué?
—Eras un niño.
—Tú también.
Supe que me equivoqué cuando su expresión me dictó de ingenuo. Una mirada tan sabia en un rostro tan joven. Engañado por lo que no veía, pero al menos algo sabía: su apariencia mentía.
—¿Qué eres? —me senté.
—Me has rebajado a un qué.
—No has respondido al quién.
—¿Otra vez vamos a tener esta conversación?
—Hasta que sepa por qué la vida ha sido tan injusta contigo.
—Porque es eterna para mí y la tuya es un suspiro.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que tú quieres saber.
Así no íbamos a llegar a ningún fin. Decidí que su pasado requería más tiempo, de todas formas él me atrae sin historial y por la persona que ha salido de entre las sombras para enseñarme el mundo como en realidad es.
—Me has hecho reflexionar desde que te conozco —comenté, mirando el horizonte que él recreaba para mí.
—¿Sí? —se relajó—. ¿Y a qué has llegado con eso?
A la certeza de no encontrarme solo. Manteniendo presente la voluntad que requería y el inminente cambio que con él atraía, acompañado de horas en las que actuar igualaba la sencillez del pensar, supuse era momento de que el intersticio dejara de tener tanto espacio entre nosotros. Le hablaría con honestidad, lo que él dice no soy capaz de dar a los que diario me brindan su apoyo. Pues ahora yo le daría eso, mi confianza, y esperaba, al arriesgarme, poder obtener la suya. Creo que ambos estamos a una línea de llegar al clímax, y si me era posible, solo bastaba una señal suya para desobedecer toda norma e irlo a buscar sin importar el precio que con ello gane.
La idea de nuestra libertad me empujó.
Le dije que dentro de mis reflexiones me enamoré de él.
Caí al abismo.
Antes debí haber aprendido a volar.
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