XI
—Según me han contado, llevas varios días enclaustrado aquí —añadió al momento de tomarse un respiro.
—Casi seis años, al parecer —aproveché también y robé una bocanada de aire.
Natasha suspiró con la frustración de tener que buscar mejores palabras para centrarme en algo que no fuera mi reproche. Ella no debía de soportar mis humos de adolescente inconforme con el mundo; había otros conflictos en los que ocuparse, sin embargo, ahí estaba, haciéndome compañía.
—Peter, sabes a lo que me refiero.
Yo cabeceé en afirmación, puede que con desinterés hacia la conversación, pero me importaba más continuar con la pelea. Ella me bloqueó con su antebrazo, y en un raudal de golpes y defensas, nuestro ataque se vio tensado en la predominancia de nuestras fuerzas. Nos quedamos cara a cara, no desistiendo ninguno de los dos.
—Comprendo cómo te sientes. En algún momento todos deseamos patearle el trasero a Stark. Ya no es algo que sorprenda.
—No se trata de eso —negué—. Debo probar que estoy listo.
—¿Para una guerra? Porque de otro modo no parece.
Lancé el siguiente movimiento que nos destrabó, aunque no por mucho. Descubrí que ella lo hacía a propósito para hablar conmigo.
—Ya me enteré de lo que pasó. Tarde o temprano se sabría, y en mi caso, más temprano de lo que se espera.
—Y Steve sería el último.
—Puedo apostarlo —corroboró justo antes de asestarme un duro golpe con su frente—. No hay nada más estimulante que una charla en la batalla, pero eres propenso a distraerte.
Yo enseguida volví al ruedo, tomando su consejo. No hice emanar de mi boca ningún otro comentario, a como me había propuesto desde el principio. Lamentablemente, hoy no era el día en el que ganaría una batalla cuerpo a cuerpo con Black Widow. Nuestro entrenamiento fulminó después de rato con mi mejilla aplastada contra el suelo. Ella me soltó pronto y extendió su mano para ayudarme a levantar.
—En primer lugar, no debiste estar solo.
—Él me pidió que le demostrara. En serio creí que podría convencerlo de que ya no era un niño.
—Y no lo eres, Peter, pero si peleas para demostrar, es obvio que nunca ganarás. Eso déjaselo a los que les gusta alardear —me guiñó el ojo, llevándome a la encrucijada de si podría estar refiriéndose a Stark, a ella, o incluso a ambos.
Mi piel ya se encontraba perlada por el sudor y mis músculos parcialmente agotados. La sensación que llevaba encima de la insuficiencia de mi esfuerzo, de no querer parar hasta dejar de sentir mi cuerpo por ese día, desembocó un estado hiperactivo en el que nadie podría convencerme de ocupar mi tiempo en otro objeto que no fuera el arduo entrenamiento. Y a pesar de eso, no le pedí un segundo round; ya había robado bastante tiempo de su parte.
—¿Crees que alguna vez todo esto termine? —me atreví a preguntar cuando ella se acercó a las gradas.
—Un dilema trasciende a otro. No es fácil contestar a esa pregunta, menos tratándose de Tony.
—Perdió mucho, ¿no? Supongo que no quiere perderme a mí —concluí.
Mi tiempo de práctica excesiva me ayudó a concatenar algunos cabos de los que antes me sentía inseguro. Acababa de admitirlo en voz alta, pero no por ello concedía que el actuar de Stark fuera justificado. Yo también me estaba desgastando.
Ella se tomó un instante, dubitativa a hondar en el tema conmigo. Se dio cuenta de que ya no era un niño al que le debían hablar con censuras, por eso no me evadió.
—Su nombre era Pepper. Él se convence de que no la pudo proteger cuando en realidad fue cosa de una casualidad —sus facciones, tersas, se presionaron en el fuerte de la seriedad, obligándome a no despistar lo profundo de su mirada—. Mientras se desataba una invasión alienígena, el avión en el que ella viajaba dejó de funcionar. Nadie tenía poder sobre lo sucedido, cosa que no aceptó Stark. Él le asignó un culpable a la fuente de su desgracia.
—Loki —murmuré, y en seguida supe que lo arruiné.
Quería confiar en que mi sentido de discreción era el mejor, mas aún tenía algunos fallos.
Sin embargo, ella no se impresionó demasiado y con una ceja arqueada inquirió:
—¿Con quién has hablado de esto? Me queda claro que no con Tony.
—El doctor Banner me comentó algo al respecto cuando yo le pregunté.
Natasha sonrió de manera momentánea.
—Desde un principio insistí en que tu curiosidad nos iba a matar, por eso no concordé con la idea de dejarte entre las sombras. Si ibas a ser parte de esta familia, debías saber la verdad. Tony fue el primero en romper las reglas, como en muchos otros casos, claro, y no solo contigo.
Mi pecho punzó ante la posibilidad de sacar algo más de nuestra conversación. ¿Natasha sabría algo sobre el chico fantasma? Si estábamos siendo sinceros, quería obtener más respuestas de las miles de preguntas que hacían peso sobre mi cabeza. Lo bueno fue que controlé mis ansias; tenía una promesa por cumplir y el deseo de volver a ver al chico.
Como ya no hubo nada que agregar por las dos partes, ella se concentró en terminar de asearse. Yo proseguí con unos cuantos estiramientos para antes de volver a mi ejercicio.
—Un consejo de araña a araña —dijo con tinte burlón antes de irse—: Nunca admitas que perdiste contra una hormiga, te daría una muy mala reputación.
Y yo sonreí por primera vez en ese día.
Fui a buscar mis audífonos a la banca. Si quería rendir el resto de la tarde, necesitaba sumergirme en una dosis de música que últimamente me parecía indispensable. El ruido en mi cabeza ya no era solamente ruido, sino sentimientos, temporal armonía.
She says, we've got to hold on to what we've got
It doesn't make a difference if we make it or not
We've got each other and that's a lot for love
We'll give it a shot
Ooh, we're half way there
Ooh...
— ¡Ooh!
No, no estaba siguiendo el coro, yo no desafino tanto. En realidad fue la exclamación de mi sorpresa al encontrar un espectador infiltrado en las gradas.
¿Cuánto tiempo había estado ahí? No lo sabía, llevaba bastante rato enfocado en dar puños y patadas al son del vigoroso ritmo. De todas formas, aunque no hubiera hecho presencia, sabía que aquel individuo igual se habría divertido con mi patético espectáculo de superación.
Me retiré los audífonos.
—Lo sé, lo sé —Loki habló primero—. Dijiste que avisara antes de aparecer, pero no sé cómo hacerlo.
—Te habías tardado, ¿no? —me quejé, dejando de lado su disculpa, si es que acaso fungía como una.
El entrenamiento de los tres últimos días no era meramente el gusto de aislarme —puesto que la única persona que por el momento quería evadir era Stark—, sino el tiempo solitario en el que tenía más posibilidades de que Loki me acompañara. Al parecer captó mi insinuación muy tarde, desde un inicio pude haberme desahogado en palabras y no en golpes.
—El hombre detesta la soledad, y lo irónico es, que no se puede prescindir en su totalidad de ella.
Su atuendo de hoy era distinto, más que nada en el diseño porque su caracterización no salía del negro. Playera ajustada, manga corta y un cuello en V. Su indumentaria se complementaba con una especie de protectores que cubrían desde la mitad de su antebrazo hasta algunos centímetros antes de encontrar las mangas; se podía apreciar una franja de su piel nívea, una impresión más deportiva y menos fúnebre.
—¿A qué te refieres?
—Si esperas verme cuando tú lo desees, vaya desilusión te aguarda. Te han consentido gran parte de tu vida y yo no he salido de las sombras para hacer lo mismo
No estaba muy de acuerdo con lo de ser un consentido, pero no era un tema que quisiera poner en discusión.
—¿Entonces a qué has salido? Me queda claro que lo tienes prohibido y no creo del todo que el motivo por el que hayas aparecido por primera vez sea para darme un consejo.
Loki descruzó las piernas, cambiando su postura con sus manos apoyadas en la madera. Sus esmeraldas estaban en mí, aunque dudaba de que me estuviese viendo; él estaba más allá, en sus cavilaciones. Debió recordar las condiciones bajo las que había estado de acuerdo, ya que sonrió, como si hubiese sido atrapado.
—Porque antes era yo contra Stark. Y ahora no soy el único. Vi en ti un potencial aliado.
—Espera, todos están hablando como si esto fuera una guerra. No estoy a favor, tampoco en contra, y si crees que tú puedes beneficiarte de esto para salir...
—Peter —me interrumpió—, el hecho de que alguien comprendiera, por más mínimo, el horror de ser privado de la libertad por el mismo sujeto, me hizo sentir menos desprovisto. Por eso dejé de esconderme, por ti, para que también entendieras que no estabas solo.
—Yo no estoy solo.
—Esperaste por mí, cuando cualquier integrante de tu "familia" pudo convertirse en tu confidente. Las personas te rodean y tú no puedes confiar en ellas ¿No es eso estar solo?
No lo negué, pues concluía en que para circunstancias así prefería a alguien que me escuchara como amigo, no como a un menor que tendría que bastarse con el juicio de un mayor.
—Todo lo que digo —miré a mi alrededor, como si su mirada limitara las fronteras de lo que en verdad tenía por decir— lo contrapones, no de la manera en la que lo niegues, sino mostrándome el panorama completo. Eres más analítico sobre mi vida de lo que lo seré yo —admití.
Era más sabio y maduro, y eso que podríamos tener la misma edad. Quería dejar atrás mis ideas preconcebidas y asegurar que en alguna circunstancia podría confiar en él y él en mí.
—En mi confinamiento he llegado a concluir que soy más perceptivo con los demás que conmigo. Es algo que está en mi naturaleza.
—Quizá haya algo en ti que no quieras descubrir —indagué.
Loki no contestó. Se levantó de su lugar y empezó a caminar por el largo de la grada, dándome la espalda. Terminé delineando su figura por aquellos pants ajustados, preguntándome cómo una persona tan peligrosa podía ser tan esbelta y de grácil movimiento.
—¿Es verdad que te parezco atractivo? —inquirió de repente, girando sobre sus talones y atrapándome la mirada.
Yo enmudecí con las vagas defensas y excusas que se trabaron con el razonamiento de que debía relajarme, de que no me estaba acusando de nada. Yo solo lo había mirado y él me preguntaba de aquella ocasión en la que se me salió decirle que era atractivo. No tenía de qué preocuparme.
—Eres... —no encontraba las palabras correctas sin que pareciera que sentía una atracción por su físico. Además, como él también era hombre, no sabía cómo se tomaría la forma en la que yo lo veía— Diferente. Y lo digo en un buen sentido. Eres elegante, de buen perfil. Tu piel no tiene imperfecciones, tus ojos son muy intensos y tu cabello es... bonito —bien, lo había dicho, ahora la vergüenza tomaba espacio en mi rostro.
—¿Lo dices porque es lo que las chicas consideran atractivo en un hombre?
—En cierta forma, sí.
—Sin embargo, no has convivido con muchas chicas de tu edad para llegar a esa afirmación.
¿Cómo objetar contra eso?
De acuerdo, sí, me parecía atractivo. Es difícil de confesar cuando nunca en la vida he tenido con quién aclarar las dudas sobre mi sexualidad. Estaba seguro de que me gustaban las mujeres, Wanda, mi primer pequeño enamoramiento, era la prueba de ello, no obstante, los hombres no me desagradaban. Los dos sexos me atraían, pero comentarlo a alguien me llenaba de pudor, porque igual, presentía que ese tema rebozaba de fundamentos: ¿cómo podría estar seguro si no había experimentado con ninguno? Incluso la idea de hablarlo con Wanda me dirigía a la sospecha de que ella intentaría adivinar cuál de los hombres del equipo había despertado ese interés en mí. Yo ya había practicado mi respuesta, le diría que Thor, ya que éste nunca estaba presente. Aunque al final de cuentas nunca traté mis inquietudes con nadie.
—¿Qué quieres que te diga? —dije vencido.
Loki llevaba observándome durante varios años, daba por hecho que lo que a mí se me dificultaba confesar él lo tenía en cuenta.
—Nada. Ya contestaste a mi primera pregunta —empezó a bajar.
Y era verdad, yo era el que me quería exceder en explicaciones, prueba de lo mucho que tenía reprimido.
—Debiste haber visto mi encuentro con el Hombre Hormiga —desvié la conversación hacia el punto en el que la quería llevar inicialmente.
—Aun sin saber con quién pelearías, yo apostaría en tu contra —afirmó cuando se plantó delante de mí, ajustando sus manos por detrás de su espalda.
—Pensé que yo era tu aliado.
—Lo que pasa, Peter, es que nunca te han enseñado a pelar con el enemigo. Podrás tener de mentores a los guerreros más fuertes de este mundo, pero mientras que no conozcas el coraje, allá fuera no siempre tendrás la posibilidad de ganar.
—En ese caso, ¿cómo puedo prepararme para eso?
—Trae tus telarañas —me ordenó.
Y acaté sin poner en duda su petición.
—Exactamente, ¿cuáles son tus poderes? —quise saber al encontrarme devuelta.
—Soy poseedor de magia —no se excedió en explicarme y fue al punto—. Quiero que pelees conmigo, así no pueda tocarte.
—No sé cómo esto me va a ayudar. No creo que exista contrincante alguno que no emita ningún daño.
—Todo reside en la técnica. No conoces al enemigo, no me conoces a mí. Esto se trata de escapar al mundo real, donde lo imprevisible predomina.
La idea me entusiasmó, aun cuando no existiera contacto físico que acalorara e hiciera más nítida la pelea. No sabía cómo iba a funcionar eso, pero quizá llegara a sorprenderme.
—Veintiún golpes, ¿entendido? Aunque no los sientas procuraré que vayan de frente, para que los veas. Lo mismo conmigo.
—Comencemos —animé.
Loki pidió que cerrara los ojos. A la cuenta de tres tenía que abrirlos y prepararme ya sea para defenderme o atacar.
1... 2... 3...
Cuando los abrí, ya no estábamos en el gimnasio. Era el exterior, cualquier lugar que no reconocería. Con que era eso a lo que se refería con estar preparado. Por esa leve distracción, recibí el primer strike.
Y a pesar de ser una simple ilusión, me obligó a usar todo lo que tuve a mi disposición, incluso la clásica huida cuando de pronto había, no uno, sino varios Lokis tratando de matarme. Fue enredoso, y entretenido, más cuando descubrí que mis reflejos eran capaces de medir la distancia a la que estaba su golpe o patada de impactarme, haciéndome recurrir a otras formas de esquivar que no necesariamente tuvieran que ver con tocarlo. Así que poco a poco, mi tablero de golpes dejó de ascender tan rápido.
Yo quería agotarme, esa era mi intención, pero necesitaba un respiro. Me oculté detrás de una roca, agitado, después de haber lidiado con cuchillos voladores.
—¿Podemos descansar? —imploré. No me atreví a asomarme, mas cuando no hubo respuesta y el silencio inundó, me vi obligado a hacerlo.
Un destelló se liberó y pasó rozando mi rostro. Su fugaz rastro me ensordeció, haciéndome creer que era real, ya que no era Loki quién había disparado contra mí: la figura de Iron Man se había puesto en mi contra. Me tuve que mover antes de me estallara la cabeza (no de forma literal, me recordé que todo era una ilusión).
—¿Loki? —corrí y rodé. Sus ataques no dejaban de perseguirme.
—Solo somos tú y yo, Peter —el rostro de Stark había sido descubierto de su casco, y no podía entender como esas facciones y esa voz no podían ser reales—. ¿No vas a atacar?
—Señor Stark... Loki, no es gracioso. Detén esto ahora.
—¿Por qué voy a detenerme? —cuestionó Stark, con su brazo cargado y listo para disparar en cualquier segundo—. ¿No es esto lo que querías, iniciar esta pelea para probar que estás listo? Vamos, enfréntame.
—No, tú no eres tú, y aun si lo fueras, no podría hacerlo.
—No, no podrías hacerlo —dejó de apuntarme—. Yo te he dado todo, no podrías romper mi corazón. Peter, no tenemos que hacer las cosas más difíciles, lo único que siempre he querido es protegerte, nada más.
Esto ya no era una amenaza, pero no me tranquilizaba en absoluto. Me sentía incapaz de actuar, de hablar; esto no era más que un juego.
—Mocoso, tú vida está aquí, conmigo. Gracias a mí eres lo que eres, ¡deberías estar más agradecido!
Me tensé por cómo sus palabras parecían más distorsionadas y bruscas. Ese no Stark, porque se trataba más de una visión de cómo creía que era él conmigo, la imitación de todos mis pensamientos.
—¡Deberías agradecerme y no tratar de alejarte de mí! ¡Sin mí no eres nada...!
—¡Ya basta!
Todo volvió a la normalidad. El escenario desapareció como lámina de papel que se consume al fuego. No había abandonado el gimnasio, no había pesadilla, ni rastro alguno de Stark o de Loki.
—El día que te enfrentes a la realidad, vas a estar listo —se me erizó la piel.
Loki no estaba cerca y, sin embargo, podría jurar que estuvo físicamente a mi lado al susurrarme eso.
Me tomó una noche de desvelo reflexionar el significado de lo que había visto y escuchado. No podía evitar pensar en la actitud que Loki tendría si yo hubiera decidido dejarme llevar y atacar su engañosa ilusión. Él no estaba molestándome, ni incitándome a patearle el trasero al señor Stark. Él me estaba enseñando a ver. Él podía ponerse en mi propia carne y extraer todo lo que ignoraba o que internamente insistía en no sacar a la luz.
—¿No vas a dormir? —no me asustó escuchar su voz ni reconocer su silueta en la oscuridad de mi habitación.
—Somos amigos, ¿verdad? —pregunté, extrañando ver su rostro.
—¿Hay otra forma en la que consiga tu confianza?
Cerré los ojos, con quietud en el pecho. Gracias a Loki, a un espectro, podía desahogarme poco a poco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top