IV
Villanos en las películas hay muchos, para mí, solo el tiempo. Esta impaciencia ardía, quizá porque últimamente estaba más despierto, casi como si hubiera consumido todas esas golosinas que May siempre me recordaba no me dejarían dormir por la noche. Más perceptivo, llevando mi mirada de un lado a otro siguiendo hasta el mínimo movimiento, extrañando el perfume de mi tía, tomando todo lo que tenía al alcance y descubriendo una sensibilidad que me permitía experimentar como si tocara por primera vez, oyendo todo y, al mismo tiempo, no escuchando lo que necesitaba escuchar. Más atento, pero también, más distante en la empedernida idea de que mi vida fuera devuelta.
El asombro ya había dejado de actuar como anestesia sobre mis pensamientos.
Exámenes, pruebas y a esperar, aunque no la mayoría del tiempo en soledad. Hacía poco que tuve el honor de conocer al Capitán América, ese que tanto se mencionaba y salía un par de veces en el televisor. Contemplé su escudo de cerca, me senté a su lado. Lo único en lo que podía pensar era en que me convertiría en el niño más popular del cuarto grado en cuanto les contara a mis compañeros de ese encuentro. Luego recordaba que por el momento no contaba con aquella posibilidad, y creo que me hubiera encantado restregarle la suerte que tenía a Flash Thompson, si es que se podía llamar suerte cuando no tenía a nadie con quién compartir esa felicidad.
Otras veces me tocaba esperar solo, pasando por cada uno de los llamativos juguetes hasta llegar a la ventana de mi nueva habitación, menguado ya de mi instinto de exploración por la urgencia de un entorno que me fuera familiar. Ahí descubrí que el pasaje de cómo se veía el exterior no era más que una pantalla que lo reproducía; no sabía que se podía experimentar impresión y desilusión al mismo tiempo.
Por más tecnología que descubriera, esperaba por volverme a integrar a la realidad que conocía, en donde me bastaban los pocos detalles que hacían única mi vida.
Tenía que resignarme a aguardar por May hasta el fin de semana o por...
De nuevo lo vi. El rabillo de mi ojo alertó una inusual presencia, haciéndome encontrar con un gato que recién había saltado sobre el escritorio.
Yo sabía que no pude haberlo imaginado.
Seguro de eso se trataba la esencia del señor Stark: de mentir para esconder, de esconder para maravillarme. Yo sé que los adultos son capaces de hacer cualquier cosa por sorprendernos, me he dado cuenta.
— Hola —saludé con timidez.
Esos ojos parecían sabios, intensos, como si el animal pretendiera ser superior, y que si fuera así, lo creería fervientemente.
— ¿Tienes nombre? —me levanté de mi lugar junto a la ventana, me acerqué lentamente con el temor de perderlo de vista.
Lo vi lamerse la pata. De un segundo a otro yo parecí serle indiferente, así que sin reprimirme, estiré mi brazo para intentar acariciarlo. Éste de inmediato alzó su cabeza y se dio a la fuga con otro salto. Intenté atraparlo en el suelo, cayendo de rodillas y viendo salir triunfante al felino de mi habitación.
No me rendí, corrí detrás de él. No iba a permitir que ganara el juego; debía tener evidencia para poder mostrarle al señor Stark que yo estaba en lo correcto.
Seguí al gato hasta que lo extravié al doblar en una esquina. Yo lo hubiera descrito como un "poff", porque de pronto le había perdido el rastro; un truco de magia.
—Peter, acompáñame —alguien me llamó. Cuando giré, vi al señor por el que ahora me encontraba buscando un gato. Estuve a punto de mencionar mi fugaz hallazgo, eso hasta que recordé que Stark podía ser más de hechos. No iba a decir nada hasta tenerlo entre mis manos—. Tengo algo que mostrarte.
Corrí para llegar a su lado.
Minutos más tarde descubrí que el hombre bajo el casco de Iron Man era el mismo con el que ahora pasaba gran parte del tiempo. Ese era mi héroe. ¿En que ignorancia había pasado las dos últimas semanas?
Entonces, el asombro volvió a anestesiarme.
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