Inside

Todo empezó cuando tomé la decisión de rendirme y Stark no lo quiso así.

No dudó de mí, más bien diría yo que el hombre dudó de sí mismo. Batallas internas, esas son las más difíciles. Sé mi nombre me ha dado fama para que nadie me crea; se vale desconfiar, pero él no solo escamó de mis palabras, sino también de las propias.

Stark fue un hombre de verdad al decirme que protegería la tierra de mi ejército. Después se convirtió en un hombre de traición al sepultarme —antes y ahora— bajo un edificio.

Cuando estuve al tanto de sus intenciones, ya no existía forma de salir. Mi condena fue el pertenecer aprisionado en Midgard. Cada segundo recobrando mi consciencia se convirtió en odio puro. Odiaba a Stark y su maldita tecnología impenetrable. Odiaba a Thor por haber concedido mi estadía en tan ufano lugar. Odiaba el silencio absoluto, el enemigo que confabulaba con mis pensamientos para hacerme sentir solo. La locura ya era parte de mí, sin embargo, era la primera vez que sentía perderme ante una fuerza interna.

Anthony Stark estaba desatando todos mis demonios, los mismos que laceraban mi razón, sin saber que, en algún momento, esos demonios se volverían en contra de él.

—¿Tanto miedo me tienes, Stark? Sería un honor saber que soy parte de las pesadillas de tus noches —siseé al verlo entrar desde mi cápsula.

Estaba en una prisión dentro de otra prisión y, seguramente, localizado bajo mucha distancia de la superficie terrestre.

—Al contrario. Dormiré como un bebé sabiendo que tú nunca saldrás —habló con firmeza—. No vengo a charlar contigo; es un placer recordarte que tu cuerpo se pudrirá aquí.

Lo vi saborear mi disgusto, pero algo más traslucía en su mirada.

—Entonces, ¿a qué le tienes tanto miedo? —insistí, convencido de su temor.

Como esperaba, no obtuve respuesta. Lo vi desaparecer tras fuertes puertas de acero que se cerraban a sus espaldas. Golpeé la transparente barrera que me retenía. Mi cuerpo tembló, furibundo, y mis ojos se clavaron en un punto sin importancia en el suelo.

—¿Qué es lo que te aterra?

No iba a esperar a que el karma llegara. Yo era el karma.

Sonreí.

—Confía en mi ira.

No estaba desamparado. Pudiera no escapar con mi magia, aunque sí utilizarla para poner mis ojos afuera. Stark se regodeaba poniendo las nuevas instalaciones de los Vengadores justo sobre mí. No me molestó lo suficiente; tenía el panorama perfecto para planear mi resurgimiento. Nada de lo que sucedía allá arriba se perdía de mi vigilancia.

Algún día el suelo temblará: yo seré la causa y ellos los enterrados.

La oportunidad que estuve esperando llegó meses más tarde.

Peter Parker, un niño de diez años, se convirtió en el tesoro más preciado del egocéntrico hombre de hierro. Era ingenuo, lleno de candor; una presa fácil. Fui el gato de su desconcierto, la ilusión por la cual lo até a seguir mi mandamiento, entretejiendo su destino. Tenía tiempo de sobra para hallar el momento perfecto. Esperaría todo lo que tuviese que esperar, pues más tarde que nunca Stark descuidaría a ese niño y, cuando lo hiciera, le demostraría que nunca debió haberse metido conmigo.

Yo, Loki de Asgard, he sobrevivido con el propósito de hacer reales las pesadillas de Stark. Llegará el día en el que será traicionado por aquel que ha jurado proteger, porque yo haré que Peter Parker me libere y, cuando esto ocurra, morirá bajo el filo de mi venganza.

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