II
Lo que me diferencia del niño que hoy vuelvo a ser, es la certeza que deja de ser ciega. Pero ni es tan certera, ni tan clara. Lo que ha sido bueno es malo, y lo que ha sido malo... ¿Será bueno? Mi confianza ha estado en Stark desde que mi vida cayó en sus manos, mas ahora sé que no caí por obra del destino, sino fui arrebatado en consecuencia de su egoísmo. Y en esta paradoja, el que debe ser el adversario, ha sido el mayor impulsor de la justicia, y aunque dudo su propósito sea el que aparenta, prefiero confiar en la vaguedad, que a través de la línea discierno, que en la intención inflexible que me espera si no me atrevo a cruzar la zona que siempre me ha mantenido durmiendo.
Señor Stark, ese gato existe; la razón estuvo conmigo, aunque por años la ingenuidad me mantuvo esclavo, resentido de todo intento por llevarte la contraria. No hay ningún gato, dijiste, y desperdicié tanto en demostrarte algo que para ti sería invisible. Debí dejarte en la ignorancia, así como tu hiciste conmigo, confiar en lo que yo quería confiar, no complacer tu desgracia, como hace mucho tiempo, me aconsejó una araña.
El felino tiene voz, y la ha tenido desde entonces; hoy me dicta cada uno de los códigos que lo han mantenido privado de toda libertad. Las puertas se abren, una tras otra, y yo corro detrás de él, como quien cree en el tesoro detrás del arcoíris. Si por un momento olvido el malestar que me hizo pasar, veo todas las promesas, en especial, la que hice con toda la intención de mantenernos siempre juntos hasta el final. No importa si las alarmas suenan, si no hay posibilidad de escapar, yo juré salir de ésta, él y yo como un equipo y no como un beneficio individual.
El pasadizo me revela una vitrina de cristal. Loki es muy delicado, los barrotes no le van, son transparentes sus barreras que mantienen su belleza, la belleza de un engaño que no he sabido descifrar.
—La realidad suele ser decepcionante —dijo, y espera me eche para atrás, pero he llegado demasiado lejos como para que la apariencia sea lo que deba importar.
No voy a ponerme exigente, no cuando se trata de nuestro derecho que como seres libres merecemos. Presiono un botón. Una luz verde nos envuelve cuando la puerta que durante siete años se ha mantenido sellada se rehúsa a hacerlo más. Loki ha reservado todo su potencial para hacer instantáneo el inicio de nuestro juicio final.
Diviso oscuridad, pero también un aire frío que al inhalar anuncia libertad. Estamos afuera, Stark no lo ha podido evitar. Dos luces blancas nos deslumbran, se aproximan a gran velocidad; no soy capaz de notar que nos están a punto de atropellar.
Loki me empuja, caemos al suelo donde el césped nos recibe. Un claxon nos reprende y, después, tras su violento paso, nuevamente oscuridad, o diría yo, una noche de la vida real.
—¿Dónde estamos?
—Eso no importa siempre y cuando no sea en la instalación de Stark.
Y es verdad.
Sin planes, avanzamos al margen del asfalto y, aunque no se divise la luz de ninguna ciudad, el camino a algún lugar nos habrá de llevar.
Caminamos toda la noche, el silencio me ha permitido reflexionar. El alivio ha sido fácilmente traslado, pues salir huyendo no se llevará el pesar de los años que sido cautivo, no de un edificio, sino de la mentira.
Ahora estoy enojado con la vida. Me duelen los pies, además del corazón que ha sido traicionado, no una, sino dos veces, y temo Loki me juzgue si en este momento le digo: ya no sé qué más hacer...
Estoy en un mundo incierto: no sé dónde encontraré mi hogar.
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