02 - REAL LIFE

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Tom Hiddleston estaba profundamente dormido cuando el tono de llamada de su teléfono móvil lo sacó de un apacible sueño.

Todavía más aletargado que despierto, extendió el brazo hasta su mesilla de noche, y tomó el smartphone, preguntándose por qué y quién lo llamaría a esas horas de la madrugada.

―¿Pero qué...? ―Casi se mordió la lengua al leer en la pantalla el nombre de la hermana menor de su mejor amiga, sin embargo, no se demoró un segundo más antes de responder―. ¿Michaela, estás bien?, ¿qué ha pasado?

Tom... ―La escuchó respirar al otro lado de la línea, como si estuviese dudando qué decir a continuación―. Sé que no son horas de llamar a nadie, pero he salido, y estoy sola, y he bebido demasiado, y me han robado la cartera, y...

―¿Dónde estás? ―la interrumpió él. No necesitaba más explicaciones, conocía bien a Mick, sabía que era una chica muy lista e independiente, pero no era la primera vez que lo llamaba en una situación similar...

En Brixton, en el Ministry of Sound...

―¿En Brixton de noche? ―Tom se llevó los dedos al puente de la nariz, entre preocupado y resignado; Brixton distaba mucho de ser una de las zonas más seguras de Londres. Se puso en pie, sin perder más tiempo, y tomó el jersey que había dejado sobre la cómoda, vistiéndose a toda prisa―. En quince minutos estoy ahí, ten el móvil a mano, y avísame si pasa cualquier cosa.

Tras poner fin a la llamada, no tardó más de un par de minutos en estar listo, tomó las llaves de su coche, que casi nunca utilizaba, y bajó al aparcamiento del edificio donde vivía.

Por suerte, a esas horas de la noche, las calles de Londres estaban casi desiertas, y no le llevó mucho tiempo conducir hasta el barrio que Michaela le había indicado. Conocía la ubicación del club, pues a pesar de la mala fama de la zona, el local tenía prestigio y gancho suficientes para atraer abundante clientela de todo tipo; en alguna ocasión, él mismo había ido con Briony, e incluso con Chris Hemsworth durante una de sus habituales visitas.

Aparcó a menos de una manzana de la entrada y, antes de bajarse del coche, le mandó un mensaje a Michaela, diciéndole que lo esperase en la puerta.

La última vez que había tenido que ir a buscarla a altas horas de la madrugada, ella apenas era una adolescente; se había escapado de su internado para salir de fiesta con unos amigos, y no quería que su familia se enterase de su pequeño desliz.

Con el cuello del abrigo bien enfundado para resguardarse del frío nocturno, cruzó las pocas calles que lo separaban de la entrada del club. Unos segundos más tarde, dobló la última esquina, y lo que vio no le gustó lo más mínimo.

Michaela estaba medio arrinconada contra el muro, a un lado de la entrada, por un chico con aspecto de haber bebido muchas copas de más.

La situación no le habría resultado tan desagradable de no ser por la expresión de asco en el rostro de la menor de las Lovelace, y la forma en la que el extraño se inclinaba sobre ella, invadiendo descaradamente su espacio personal.

―Venga, preciosa, no te hagas de rogar, mi coche está aquí cerca, vamos a continuar lo de antes en los baños ―oyó que decía él, con un acusado acento texano.

―He dicho que no, ¿vale?, déjame en paz ―respondió Michaela, sacudiéndose de encima las manos del tipo.

―¿Me estás vacilando?, ¿o eres una jodida calientapollas? Fuiste tú la que se me echó encima ahí dentro, lo mínimo que me debes es terminar lo que empezaste...

Al escuchar esas palabras, Tom no se lo pensó dos veces, recortó la distancia que lo separaba de Michaela, y puso una mano sobre el hombro de ese sujeto.

―Disculpa, pero te ha dicho que no está interesada. Yo que tú la dejaría en paz ahora mismo.

El americano se volvió con un gesto de cabreo pintado en el rostro.

―No te metas, tío, no es asunto tuyo.

―Es asunto mío. No voy a consentir que le falten al respeto a una mujer en mi presencia ―respondió Tom, en un tono tan frío y calmado que resultó tremendamente chocante con la dura expresión de sus facciones.

Michaela se adelantó antes de que ese idiota pudiese responder. Por muy ebria, mareada y agotada que estuviese, todavía le quedaba un mínimo de lucidez; lo último que deseaba era que Tom se metiese en líos por su causa.

―Déjalo, no merece la pena.

Durante un par de segundos, el actor no apartó la vista del americano, permaneció impasible, dejando clara su postura, sin embargo, terminó asintiendo con la cabeza, y extendió una mano en dirección a la chica.

―Vámonos.

Ella no dudó en aceptar el ofrecimiento, sintiéndose más segura al instante. Lo cierto era que siempre se le había dado bastante bien deshacerse de cualquier machito que se creyese con derecho a reclamarle nada que ella no quisiera dar, pero, definitivamente, esa no era su noche... Apenas se sentía capaz de hilar dos pasos seguidos sin tropezar o tambalearse, cosa que a Tom no le pasó desapercibida.

―¿Noche intensa, eh? ―Él levantó las cejas, a la par que le pasaba un brazo por la cintura, para ayudarla a caminar hasta su auto.

―Estaba siendo muy divertida hasta que me robaron la cartera y ese idiota apareció ―bufó ella, con la voz algo pastosa y pesada―. ¿Te lo puedes creer? No entiendo a la juventud de hoy en día, no respetan nada...

¿La juventud de hoy en día? Tom tuvo que morderse el labio inferior para contener una carcajada; sin duda la Michaela ebria era un personaje digno de estudio.

―Claro que sí, abuelita ―respondió en tono divertido, mientras, ya junto a su coche, le abría la puerta del copiloto.

―Puede que esté borracha, pero sé que te estás burlando de mí ―protestó ella, dejándose caer en el asiento,

El actor meneó la cabeza, sin dejar de sonreír, le puso el cinturón, y rodeó el auto para sentarse frente al volante.

―Tom... ―Michaela habló antes de que él pudiese girar la llave de contacto―. No me lleves a casa de Briony, por favor... ―murmuró, haciendo un puchero.

Él se detuvo a mirarla, y una expresión de ternura acudió irremediablemente a sus labios. Se inclinó un poco hacia delante, para apartarle el pelo del rostro... Sabía que Michaela había bebido mucho más de lo aconsejable esa noche y, aunque no le hacía gracia, no podía culparla, él también había tenido sus momentos de desfase cuando era más joven... En cualquier caso, comprendía perfectamente que ella no quisiese presentarse en casa de Briony hasta que se le hubiese bajado la borrachera.

―¿Quieres venir a la mía? ―le preguntó, todavía colocándole el pelo tras las orejas, en un gesto fraternal.

Mick tragó saliva y asintió. ¿¡Cómo podía ser tan perfecto!?

―¿No te importa?

En respuesta, Tom le sonrió con dulzura.

―¿Qué clase de hermano postizo sería si no cuidase de ti cuando me necesitas? ―Encendió el motor del coche y arrancó.

Mick resopló, pero no dijo nada. Ahí estaba otra vez, la temida y odiada sisterzone, donde Tom la tenía bien atada desde... siempre.

Cuando se conocieron, ella solo era una cría de trece años, y él el perfecto y maravilloso novio de su hermana mayor. Briony y Tom parecían hechos el uno para el otro, ambos elegantes, refinados, tremendamente inteligentes... Y tal vez justo porque eran tan iguales, lo que empezó como una relación romántica evolucionó a una bonita y profunda amistad. Como pareja no llegaron a durar mucho más de un año, pero se volvieron inseparables, familia.

Tom era el mejor confidente de Briony, el padrino de su hija, su mejor amigo... Y, por supuesto, en ese paquete Lovelace entraba Michaela.

Desde la primera vez que cruzaron miradas, Tom se convirtió en el príncipe azul de las fantasías de Mick. No obstante, incluso siendo una cría, la menor de las Lovelace siempre fue muy consciente de que su enamoramiento por el actor nunca pasaría de algo platónico.

Estaba acostumbrada a que Tom la tratase como a una hermana menor; él nunca la observaría con otros ojos... Se apostaría cualquier cosa a que podía desnudarse enfrente de él, y dedicarle su baile más sexy, que él lo vería solo como otra travesura infantil...

Unos quince minutos más tarde, después de detener el coche en el parking de su edificio, Tom tuvo que darle unos golpecitos a Mick en el hombro para despertarla. Al parecer, el alcohol ingerido había empezado a hacer efecto en su sistema, provocándole un importante sopor.

―Vamos, Michaela, el asiento de un coche no es buen sitio para dormir la mona ―dijo él, ayudándola a bajar del auto.

―A mí me vale ―murmuró ella, sin molestarse en abrir los ojos―. Las he pasado en sitios peores.

―Pues eso no sucederá mientras yo esté aquí. ―Él deslizó un brazo por la cintura de la chica y se encaminó con ella al ascensor. Prácticamente tuvo que cargarla en brazos, pero no le importó; en sus tiempos de actor primerizo había cargado atrezo mucho más pesado que el pequeño cuerpo de Michaela.

Al llegar a su apartamento, con toda la delicadeza posible, la dejó sobre el sofá del salón. Antes de que pudiese dar otro paso, ella levantó la cabeza, con cierta pesadez, pero claramente despierta.

―¿Puedo darme una ducha? ―le preguntó.

Tom arqueó las cejas.

―Creía que te habías quedado dormida.

―Me gusta que me lleves en brazos ―respondió ella, encogiéndose de hombros.

El actor sacudió la cabeza y esbozó una mueca divertida.

―Ya sabes dónde está el baño ―señaló la puerta al final del pasillo.

Mientras ella desaparecía por el camino indicado, él se encaminó a la cocina y puso la tetera a hervir. En el fondo sí había algunos estereotipos ingleses que cumplía a rajatabla, como su obsesión por el té a cualquier hora del día o la noche.

Se habría quedado observando cómo la cocina de gas calentaba el agua, de no ser porque, de súbito, reparó en que no le había dejado una toalla a su improvisada invitada.

Fue al dormitorio, abrió el armario y sacó un juego de toallas perfectamente doblado y planchado. Antes de cerrarlo tomó también una de sus camisas y unos bóxers, para que ella pudiese cambiarse al salir de la ducha.

Contaba con ser lo suficientemente rápido, pero, al llamar a la puerta del baño, no obtuvo respuesta.

―¿Mick? Tengo toallas, y una muda ―avisó, todavía sin abrir.

Espero unos segundos y, al oír el sonido del agua corriendo, supuso que ella ya estaría dentro. No era lo más correcto, pero dado su ducha tenía una buena mampara, se atrevió a entreabrir la puerta, con intención de dejar las prendas dentro y salir.

Sin embargo, en cuanto pasó al interior, ella se asomó fuera de la mampara, ofreciéndole una perfecta vista de sus pechos desnudos.

―¡Tom! ―Mick sonrió―. No te tenía por esta clase de hombre ―bromeó, sin molestarse en cubrirse.

―¡Lo siento!, lo siento ―se apresuró a disculparse él, llevándose una mano a los ojos, al tiempo que con la otra señalaba las toallas y la ropa que acababa de dejar sobre una repisa―. Solo te traía esto, ya me voy. ―Caminó hacia atrás, y salió del baño a toda prisa, para luego cerrar la puerta―. ¿Qué rayos...?

Respiró hondo un par de veces para tranquilizarse. Vale, solo había sido un accidente, se disculparía en cuanto Michaela saliese del baño, y todo arreglado...

Regresó a la cocina, donde se sirvió una buena taza de té, bastante más llena de lo que había planeado al prepararlo, y se limitó a esperar recargado sobre la encimera.

La menor de las Lovelace salió del baño unos minutos más tarde, con el pelo mojado y vestida con la camisa y los boxers que él le había prestado.

Lo cierto era que su ropa le sentaba bien, muy bien.

―Siento lo de antes ―volvió a disculparse él, mientras ella tomaba asiento en uno de los taburetes altos pegados a la isla de la cocina.

―¿Por qué lo sientes? ―Mick lo miró con suspicacia―. ¿No te gustaron mis pechos?, ¿no son bonitos?

Tom tragó saliva. No esperaba esa respuesta. Se tomó unos segundos para intentar rehacerse con la situación... ¿Desde cuándo Mick era capaz de descolocarlo así?

Ladeó la cabeza, y se fijó en ella, de modo que no tardó en captar la mueca burlona que amenazaba con ocupar los labios de la chica. Tal vez la ducha le hubiese ayudado a bajar la borrachera, pero estaba convencido de que todavía era el alcohol el que hablaba por ella.

―Puedes responder, Tom, los dos somos adultos, podemos hablar de estas cosas ―insistió ella―. Y no te martirices, seguro que no soy la primera veinteañera a la que ves medio desnuda. Saliste con Taylor Swift que tiene, ¿4 o 5 años más que yo?

―No es lo mismo ―respondió él, ya más centrado, dejando su taza de té sobre la encimera, el único medio de separación entre ambos.

―¿Por qué no es lo mismo?

―Porque a ti te conozco desde que eras una niña, Michaela, eres como mi...

―Como tu hermana. ―Ella chasqueó la lengua―. Sí, ya lo sé, me lo has dicho mil veces. ―Un resoplido escapó de sus labios, sin que ella pudiese contenerlo―. Ponme una taza de té, por favor ―añadió, más por aliviar algo de la tensión que su respuesta había dejado en el ambiente, que porque de verdad le apeteciese.

Tom le sirvió la bebida humeante haciendo gala de sus perfectos modales británicos. Pero no fue capaz de ignorar el gesto de disgusto en el rostro de la chica, así que, tras tenderle su taza, rodeó la isla y se sentó en el taburete justo al lado del de ella.

―¿Qué pasa, Mick? Sea lo que sea, puedes contármelo ―preguntó, posando una mano en la rodilla de la chica. Podía captar esa sombra de enojo y pena en los bonitos ojos de la chica, y detestaba verla así―. ¿Estás disgustada por lo de tus padres? ―aventuró.

Ella arqueó las cejas, no obstante, no se sorprendió. Si Tom ya sabía que se había mudado con Briony, seguro que también estaba enterado de su pequeño drama familiar al completo....

―¿Mi hermana te lo ha contado todo? ―quiso saber.

―Se preocupa por ti ―Tom asintió.

―Ya... ―Michaela torció el gesto. Sabía que era cierto, pero aun así no le agradaba esa sobreprotección, ni por parte de Briony, ni de Tom, ni de nadie―. La cuestión es que yo ya no necesito que se preocupen por mí, ¿sabes? Seré joven, pero hace mucho que dejé de ser una cría ―volvió a chasquear la lengua―. Déjalo, no lo entenderías...

―Cuéntamelo ―insistió él, con verdadero interés. Por muy bien que conociese a Michaela, había una parte de ella que siempre había sido un misterio para él―. Quiero saber qué piensas.

¿Que qué pensaba? Mick se mordió el interior de la mejilla y negó con la cabeza. La cuestión era que ella siempre había sido de las que actuaban primero y pensaban después...

Una imagen pasó entonces por su mente, tan nítida y tentadora, que se sintió incapaz de ignorarla.

Y la verdad, tampoco quería, total, ¿qué podía perder?

Todavía sentada sobre el taburete, se inclinó hacia delante, hacia Tom, hacia el rostro de Tom, hacia los labios de Tom... Se detuvo un fugaz segundo, a escasos milímetros, paladeando el repentino desconcierto en los ojos del actor, la expectación en los suyos propios y, entonces, lo besó.

No esperaba ninguna reacción en concreto, y tal vez fuese una ilusa, pero juraría que, cuando sus labios acariciaron los de Tom, este no se apartó.

Fue como una descarga eléctrica. El pistoletazo de salida que le daba vía libre para dejar de contener un impulso demasiado tiempo reprimido. Sus manos ascendieron al cuello masculino, y todo sesgo de delicadeza inicial quedó velado por una profunda necesidad de sentirlo, de saborearlo, de probarlo y degustarlo.

Notó la humedad de la lengua de Tom en el interior de su boca, sus manos grandes rodeándole la cintura, sus piernas entrelazadas, todavía en precario equilibrio sobre esos taburetes altos...

Era una fantasía, una verdadera fantasía que, como no, llegó a su fin tan repentinamente como había comenzado.

―Espera, Michaela, espera ―susurró él, separándose de ella, pero aún sin soltarle la cintura―. No podemos...

―¿Qué? ¿Por qué? ―Ella frunció el ceño, desconcertada, y todavía con la cabeza por las nubes, probablemente por culpa del alcohol ingerido, pero, sobre todo, a causa de ese increíble beso recién compartido.

Tom se levantó, poniendo así más distancia entre él y ella. La miró, sacudió la cabeza, y se llevó los dedos al puente de la nariz. ¿Qué rayos acababa de hacer? ¿Por qué no la había detenido antes? Era la hermanita de Briony, se suponía que había ido a recogerla a ese club para echarle una mano, no para aprovecharse de su estado de ebriedad...

―Perdóname, yo no...

―No quiero que me pidas perdón ―repuso ella, sin dejarle terminar, al tiempo que se ponía en pie―. ¿Qué pasa? ¿Tan horrible ha sido? Porque yo creo que no, yo creo que estabas muy a gusto metiéndome la lengua hasta la garganta.

Él levantó las cejas. No sabía cómo salir de esa situación, porque ni siquiera sabía qué extraña fuerza lo había impulsado a dejarse llevar de ese modo... Michaela era una chica preciosa, eso no podía negarlo, pero nunca, jamás, había sentido por ella nada distinto a un cariño fraternal.

Nunca la había visto como la mujer que en ese momento le exigía una explicación que él no era capaz de darle.

―Tienes razón, no debí hacerlo, tú todavía estás ebria y no es momento para...

―¡En serio! ―Ella se llevó una mano a la cara, frustrada―. ¿La excusa de que estoy borracha? ―bufó, ya incapaz de disimular su cabreo―. Vale, bien, muy bien ―murmuró, como poniendo en orden sus propios pensamientos―. Nos hemos comido la boca, y te ha gustado, engáñate a ti si quieres, pero a mí no me engañas.

―Michaela. ―Tom dio un paso adelante, para ponerle una mano en el hombro, con intención de tranquilizarla y hablar calmadamente sobre lo que acababa de suceder, pero ella se lo sacudió enseguida.

―Y que sepas que odio que me llamen Michaela ―repuso, muy convencida. No quería discutir, no en ese momento. Estaba cabreada, mucho, pero Tom no dejaba de tener razón en una cosa; todavía se sentía fuera de sí, y muy ebria. No podría negarlo aunque quisiese, si le hiciesen un control de alcoholemia en ese instante, probablemente duplicaría la tasa permitida―. Estoy cansada, y algo mareada, quiero dormir.

El actor asintió, despacio, sin dejar de observarla.

―Quédate en mi cama, yo dormiré en el sofá ―dijo. Tomó aire antes de animarse a posarle las manos sobre los hombros, esta vez sin recibir resistencia por parte de la chica―. Yo te aprecio mucho, de verdad, Mick. Hablamos cuándo te encuentres mejor, ¿te parece?

Ella movió la cabeza en un gesto afirmativo.

―Buenas noches.

No dijo nada más antes de encaminarse al dormitorio, dejando en la cocina a un confuso y preocupado Tom Hiddleston.

Tras observarla desaparecer tras la puerta de su habitación, el actor se pasó una mano por el pelo, todavía sin entender qué había sucedido esa noche, pero decidido a ponerle remedio en cuanto asomase el sol.

Porque no mentía al decir que de verdad la apreciaba, Michaela era su familia, y no quería perder ese lazo por una estupidez producto de un calentón...

Pero no pudo cumplir con sus intenciones.

Cuando se despertó, a la mañana siguiente, ella ya no estaba en su casa. De la extraña noche pasada solo quedaba una nota pegada en la puerta del frigorífico:

Me he llevado tu camisa, se la daré a Briony después de lavarla. Gracias por todo.

Una forma sencilla y directa de decirle que todo estaba olvidado. Pero no Tom no estaba dispuesto a dejarlo pasar.




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Hiiii!

Maybe está mal que lo diga, pero le he cogido mucho cariño a Mick en nada jajaja, es una bebita especial, ya lo iréis viendo.

Espero que se entienda bien la actitud de Tom, ha sido un poco parguelas jaja, pero es que él nunca ha visto a Mick como a una "mujer", y ahora se le echa todo encima, y algo ahí se enciende, pero sus principios son muy fuertes... Ya sabéis, es un gentleman.

Y well, no tengo mucho que decir, solo que amo a estos dos, y que a partir de ahora se viene lo bueno, ¿teorías? Quién de los dos creéis que va a tirar de la "relación", ¿Tom? ¿MicK? ¿ninguno? ¿ambos?

Besos y mil gracias por leer ^^

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