Chapter One. First Part: Linda Brown's Case

-Maggie, te dije que no necesito salir. Déjalo.-Repetí por enésima vez en el día, bufando mientras veía mal a quien era mi beta.

La rubia de ojos grises rodó los ojos, sabía lo que se venía, y también sabía que seguramente estaba pensando una forma de sacarme de aquella casa.

-Tienes más de 3 semanas aquí encerrada, _______.-

Aquí va...

-No porque seas la maldita Alfa, significa que no puedes hacer nada de lo que solíamos hacer antes.-Acusa. Con su seriedad resentida y dolida que solía acompañarla cada vez que hablábamos de ese tema.

Despegué la mirada unos segundos de los papeles que sostenía en mi mano, sacándome las gafas para leer que utilizaba, sólo para observarla con la ceja en alto. Mirada que Margaret me supo devolver, cargada con todo el reproche del mundo.

Me levante de la silla en la que me encontraba, para dirigirme a ella, cortando la distancia de escasos 3 metros a una de 2.

-La manada me necesita aquí, Maggie.-Replique con voz cansina.-Mira, desde que me tocó retar a Marcus hace un mes por defender a ese trío de estúpidos Shadowhunters, y ganarle además, he tenido que voltear mi mundo y ponerlo en pausa junto a mi vida social. Tú mejor que nadie debes saber que, a pesar de tener sangre de líderes grandiosos corriendo en mis venas, nunca quise este estúpido puesto.-Añadí, pasando una de mis manos por mi cara, tratando de espantar el sueño de esa manera.

Dos noches sin pegar el ojo, y todo por revisar los papeles que el nuevo director del Instituto de Shadowhunters había enviado, según entendía porque tenía la intención de hacer una alianza entre su especie y los subterráneos. Además, no entendía que pito tocaba yo en ese asunto, ya tenían suficiente con invitar al alfa de la manada del Jade's Wolf.

¿Cuántas personas de su índole no habían intentado hacer eso en el pasado? Todos tenían cara de políticos bienhechores y dolientes por una época de paz entre todos. Todos tenían algo en común: habían fracasado.

Ya sea por una revolución de un hombre que se hacía de benévolo y demócrata, pero que terminó desatando el caos. Asesinando a más de la mitad de los cazadores consigo hace no más de 18 o 19 años. Y que recientemente había fulminado a parte sustanciosa de los subterráneos tras jugar con uno de los tantos juguetes mortíferos del padre de los mitad Ángeles mitad Humanos.

O porque, como la mayoría, sus intereses personales dejaron entrever detrás de sus actos de aparente bondad y ganas de unidad.

Entonces, ¿este qué tenía de distinto? ¿Será que va tratar de montarse una película distinta con nuevas ilusiones? ¿O será que de verdad es un pobre ingenuo?

-Eso lo entiendo. Pero necesitan una líder fuerte y de cinco cinco sentidos.-Intenta convencer.-Y tú, pequeña loba, no puedes mantenerte mucho más tiempo despierta.-Gruñi en respuesta.

-Maggie.-Advierto. Sin embargo, me interrumpe.

-Nada. Necesitas despejarte. Descansar. Tomarte unos días.-Insiste con voz dulce, acercándose a mi, para tomarme de las mejillas y hacerla ver a la cara.-Eres mi alfa por decreto, y te respeto por serlo. Pero yo soy tu mejor amiga y reclamo mi derecho como tal, e insisto en que descanses de cualquier modo.-Me veía con seriedad en esos orbes grises y de mirada profunda, pero de expresión dulce y preocupada.

Suspiré resignada. Sabiéndome sin más opción.

-Bien.-Cedí de mala gana en cuanto ella apartó sus delicadas manos de mis mejillas. Su rostro se tornó alegre y satisfecho.

-¡Siiii!-Chilló ella felizmente.

Rodé los ojos en respuesta, al tiempo en que me levantaba de mi escritorio, con el folio lleno de papeles correspondientes a la comisión del shadowhuntersito que quería jugar a ser diplomático.

-Pero primero, antes de que me obligues a hacer lo que sea que tengas en mente, debo ir a entregar esto.-Señalé el folio en mis manos, con seriedad.

Margarette no se negó, y accedió a mis condiciones.

Yo tomé mi cartera del respaldo de la silla y me la guindé al hombro, junto a mis gafas, sin ellas no vería absolutamente nada más que borrones a la distancia. Sí, lo sé, soy una desgracia para eso de las habilidades superdesarrolladas de los licántropos.

Salí de mi oscura, y algo vintage, oficina con la rubia siguiéndome el paso. Encontrándome a medio pasillo con Ethan Gegrory, uno de los guardias, quien traía cara de espanto y una molestia que se reflejaba en sus dorados ojos.

-Mi señora, la líder del clan de vampiros.-Alerta el hombre de cabellos negros y altura considerable.-Desea hablar con usted.-Gruñe.

Apreté los dientes con fuerza, rechinándolos en el proceso. Tensando mi anatomía y apretando con fuerza el folio que tenía entre manos.

-Querrás decir la ex-líder vampira, Gregory.-Repliqué con la voz ligeramente denotando mi molestia.-Camille dejó de tener un séquito desde hace un rato.-Explique. Recordando que alguien la había destronado después de sus intentos de romper los acuerdos.

El hombre de metro ochenta asintió.

-Dime que no la dejaron entrar.-Añadí casi en una súplica mientras caminaba a paso decidido junto a él, ambos atravesando los pasillos de aquella vieja mansión a las afueras de Manhattan.

La respuesta nunca llegó. Cuando llegamos a uno de los grandes salones de la enorme propiedad y ahí, sentada con las piernas cruzadas y un trenza espiga de medio lado, estaba la criatura que más repudiaba en el mundo subterráneo.

Hice una mueca al verla, sin poder disimular mi molestia.

-Camille Belcourt, que espantoso y desagradable honor tenerte aquí.-Llamé su atención.

La mujer de aspecto frágil, cabellos negros y piel pálida se giró hacia mí. Dedicándome la sonrisa más falsa que alguien jamás me dedico.

-______ Black, tú siempre tan educada...-Saludó.

Su mirada era indicativo del asco que me tenía. Sentimiento mutuo, además.

-¿Qué mierda quieres?

-Oh, querida... Esa no es manera de tratar a tus invitados.-Dice ella con fingido tono de decepción, poniéndose de pie y acercándose a mi.

Sus tacones negros y su falda vinotintesca resaltaban por entre los muebles de color café claro y la alfombra beige con pequeños y delicados trazos en rojo y plateado. Por otra parte, su camisa de corte francés, cuello perfectamente arreglado y mangas hasta el inicio del codo, de un tono blanquecino que hacía relucir su tono de piel pálido. Por muy extraño que parezca, al color tan claro de su piel le caía de maravilla aquel conjunto. Haciéndola resaltar entre nosotros.

La figura de Camille no encajaba en el cuadro. Eso de seguro. Pues mientras que ella parecía una muñeca de porcelana y fino vestir, nosotros traíamos colores un tanto más acordes a nuestra guarida: una gama de color que se expandía por los tonos crema, pasando por un granate profundo hasta terminar con detalles ligeros en oro o falsa plata como accesorios. Todo de una manera mucho más casual que el vestir de la chupasangre que tenía enfrente.

Gruñí Sonora mente en respuesta. Intentando de corazón no arrancarle la cabeza con mis dientes.

-Camille, no te molestes en ser correcta. Dime de una maldita vez qué te trae por aquí. Aprovecha que estoy de buenas, y que no te he arrancado una pierna. No prometo mantenerme así de compasiva por mucho.-Advertí con los ojos fijos en la vampira.

Maggie e Ethan estaban a escasos metros de nosotras, junto a otros tres lobos de la manada. Rodeandonos y alertas ante cualquier movimiento del hostil inquilino. Pero sobretodo, atentos y listos para evitar un posible enfrentamiento entre ambas. Lo menos que necesitaba era problemas con los shadowhunters por haber matado a una de sus colaboradoras del mundo subterráneo. Además, el brujo me mataría por ello.

-Bien. Sólo vine de paso.-Anuncia ella tomando una posición más pacífica, relajando su postura y sacando de su bolsa un sobre de manila con el sello distintivo de la Corte Seelie.-Es el expediente del caso de tu amiga Linda. Pensé que tal vez te gustaría darle un vistazo.-Explica tendiéndomelo. Lo tomé con algo de duda.

-¿Y tú qué haces con eso en manos?-Inquiere Maggie de mala gana.

-Oí por ahí que el hijo de los Lightwood está planeando crear un Consejo Subterráneo o algo así. Y me pareció buena idea entregarte esto.-Indica ella despreocupadamente. Sin responder realmente la pregunta. Más bien, ignorándola. Porque yo bien sabía que Camille no despegó sus ojos de mi anatomía.

Yo tenía mi vista fija en aquel sobre, en el cual relucia el sello rojo granate con el símbolo representativo de los Seelies y bajo el cual se leía con claridad el nombre de la mujer a quien consideraba parte de mi familia. Linda Brown.

Maggie intentó abrir la boca para alegar algo más. Pero con la hice callar con una mirada rápida. Debía recordar quién y cómo era Camille.

-Tómalo como un regalo, por los viejos tiempos.-Señala con voz aterciopelada, haciéndome verla. Sus ojos brillaban con una pequeña pisca de picardía. Su sonrisa burlona me sacaba de quicio.

-Bien. Ya me lo diste. Ahora, largo.-Ordené con sequedad. No aguantaba más su presencia. Ya después solucionaría el tema del sobre.

Ella asintió, sus labios se curvaron hacia un lado mostrando una pequeña hilera blanca, pero antes de irse me miró con aquellos ojos afilados y soltó:

-Favor con favor se paga. Y yo pronto vendré a cobrar.

Antes, cuando era humana y frágil, aquel ronroneo coqueto que utilizó para largar ese comentario hubiera hecho que me rindiera nuevamente a sus pies en una noche tórrida y medianamente romántica. Y ella lo sabía.

Pero ahora... ahora sólo me habían dado ganas de arrojarme a ella y encajarle mis dientes hasta desgarrarle el cuello. Acabar de una vez con su existencia. Así eso significase que el brujo me matara a mi.

No alcancé siquiera a decir o hacer algo para contraatacar, cuando su anatomía ya había desaparecido por completo de la sala. Dejando su dulce y perfumado aroma en el aire, y miles de recuerdos atentando con reflorecer de un rincón muy lejano y oscuro de mi conciencia.

Me obligue a recuperar la cordura y aparentar tener todo bajo control, sin dejar entrever que la visita de aquella vampira me había afectado en más de una forma.

-Gregory, ve con los demás. Cerciórense de que se fue realmente.-Ordene con voz queda, largando un suspiro profundo.-Conozco a Camille y algo no me cuadra en esto. Háganse cargo de que todo esté en su lugar.

-Sí, _____.

Antes de que pudiera realmente irse. Lo volví a llamar.

-¿Necesitas algo más?- Preguntó con el tono amable y cariñoso que solía caracterizarle cuando solo estábamos él y yo, mientras se daba la vuelta.

-Sí... Yo... Emm.-Balbucee, teniendo que aclarar mi garganta antes de proseguir.- Voy a retirarme por un rato, necesito descansar un poco. Ya sabes qué hacer en mi ausencia.- Él asintió e hizo el amague de volver a retirarse.

-¿Ethan?-Llamé de nuevo, antes de que se pudiera marchar. Con notorio titubeo.

El pelinegro rió por lo bajo, antes de girarse a mi una vez más.

-¿Sí?

Sus grandes orbes me miraban entre preocupados y divertidos, y en sus labios se denotaba que estaba conteniendo una sonrisa.

-Nadie entra, nadie sale.-Decreté con seriedad sosteniéndole la mirada, intentando buscar consuelo en sus ojos del color del oro mezclándose con el topacio. Estos ardían en una calidez tranquila, como un atardecer tranquilo en la playa.-Mantenme al tanto de lo que pase, por favor.-

El mayor liberó entonces esa sonrisa que tenía rato conteniendo. Mostrando una ligera curvatura en sus finos y rosados labios. Haciéndose un poco difícil para mí, no corresponderla.

-Tranquila, estás hablando conmigo ______. Sabes que no pasará nada, ¿cuando te he fallado?-Murmuró. Su tono había dejado de ser el serio y casi monótono de siempre, adoptando ligeros toques de dulzura y el más empalagoso de los cariños. Mi corazón latió con fuerza ante eso y en mi interior se instaló un calor muy placentero.

Tal vez nos quedamos en ese estado un rato más del debido, cuando la tos falsa de Maggie hizo que volviera a la realidad.

Ambos nos sonrojamos con fuerza, apartando la mirada. Yo la plante en el alfombrado del suelo. Intentando aparentar normalidad, pestañeando varias veces antes de poder decir otra cosa, y haber al fin calmado el calor que azotaba mi rostro.

Ethan se aclaró la garganta un par de veces, para finalmente recuperar su semblante serio. Pero sin poder disimular el ligero rosa que teñía aún sus mejillas.

Se plantó derecho nuevamente, adoptando su postura ya acostumbrada.

-¿Algo más?- Inquirió, con su acostumbrada sequedad. Aunque en sus ojos aún se podía distinguir esa dulzura anterior, lo que hacía que su rostro pareciera en conflicto.

Negué con la cabeza.

-Puedes retirarte.

Él asintió, y con un breve movimiento de mano se despidió de mí y mi amiga.

La risita pervertida de mi rubia acompañante hizo eco en mis oídos, mientras nos dirigíamos a la salida de la casa.

-Ni una sola palabra de esto.-Gruñi al tiempo en que ambas nos introducíamos en la gran camioneta Ford de la que Margarette era la orgullosa dueña.

El aire frío del bosque me chocó de lleno en la cara por la ventanilla del vehículo. Los árboles que rodeaban la gran casa se erguían imponentes ante nosotras, con el viento arrastrando el olor a pino y el sonido del riachuelo que corría a escasos metros de distancia.

Mi rubia amiga puso a andar la imponente carrocería y con una mirada me preguntó nuestro destino.

-Al instituto de los cazadores, debo entregar esto- Señalé el folio a reventar de escritos sobre el nuevo Consejo Subterráneo.-Y de paso intentar que no me encierren en su calabozo por tener este sobre en mi poder.-Añadí esta vez alzando el pedazo de pergamino que envolvía lo que parecían ser papeles importantes de la Corte Seelie.

Maggie asintió, y sin nada más que decir, pisó a fondo el acelerador. Pues a pesar de estar en las afueras de Nueva York (casi Washington en realidad, ya que estábamos justo en el bosque que dividía ambos Estados) era un tramo algo largo el que debíamos de recorrer para llegar hasta donde residen los Nefilims.

El camino de ida se me hizo eterno. Sobretodo porque conforme pasaban los minutos, el sobre de pergamino parecía pesar cada vez más sobre mí regazo. Era como si latiera insistente, gritándome porque lo abriera.

Pero, por más curiosidad y ansiedad que me generarse decifrar cuál era el contenido exacto de aquel sobre que traía inscrito el nombre de mi amiga, sabía que me podía meter en graves problemas si lo hacía. Y yo seré estúpida y terca. Pero siendo sincera, La Clave daba cierto miedo con sus castigos.

Tal vez yo no tendría mucho de estar envuelta en todo este asunto del mundo subterráneo, pero sí sabía a qué podía atenerme y a qué no. Y respetar el Tratado, me parecía la mejor de mis opciones. Considerando que yo debería de estar muerta, en lugar de ser alfa de una manada.

Me quedé tan absorta en mis pensamientos, que ni siquiera pude notar cuando Maggie estacionó su camioneta en el estacionamiento del local cerca del hogar de los cazadores.  Por lo que me sobresalté un poco cuando sentí su mano sacudir mi hombro.

-¡Ahg!-Solté en un grito semiahogado. Dando un respingo hacia atrás. Causando una ligera risa en mi acompañante.

-Aquí te bajas.-Anuncia ella, con una sonrisa.

-Ah sí, sí claro...- Balbuceo tomando mi cartera y el par de folios de distintos grosores y tamaños.-Gracias. Nos vemos al rato.- Le digo mientras me bajo del vehículo, antes de cerrar la puerta.

Ella me da una pequeña sonrisa, y me avisa que estará rondando la zona hasta que yo salga, acto que agradezco para finalmente alejarme.

Crucé lo que restaba de manzana hasta llegar a una distancia considerable de la entrada principal.

'Las salvaguardas...' Pensé con cierto nerviosismo antes de dar un paso más.

Opté por sacar de mi cartera mi teléfono celular, y sosteniendo con una mano el montón de papeles, tecleé con la otra el número de la shadowhunter pelirroja.

-¿Aló?-  Atendió ella con cierto desconcierto marcando su voz.

-Clary, es _______. Estoy afuera del Instituto.- Anuncie.

-Oooh, claro. ¿Vienes por lo del Consejo?- Inquiere ella.

-Algo así...-Murmure en respuesta.- Emmm, yo... Yo pues me preguntaba si... ¿Las salvaguardas de Magnus aún están vigentes?

Ya me había quemado una vez con esas cosas del demonio puestas por el brujo, y la marca de pie izquierdo lo comprobaba.

Escuché un pequeño bullicio de fondo. Seguido de un pequeño silencio. Pasaron unos segundos antes de que la voz de Clary hiciera acto de presencia a través de la línea.

-Puedes entrar. Magnus las acaba de retirar.

-Gracias.

Colgué seguido aquello. Acomodándome nuevamente los documentos y guardando el teléfono. Di el primer paso temerosa de salir disparada hacia atrás, como pasó la primera vez que intenté cruzar, pero no ocurrió nada. Así que, luego de liberar el aire contenido en mis pulmones, seguí mi camino hasta la imponente y hermosa entrada.

Buenas noches. Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo la primera parte del primer capítulo. Espero que les haya gustado y que la espera haya válido la pena.

Les explico cómo se va a manejar esta novela: van a ser cuatro partes por capítulo. Lo que nos deja en ocho partes en total más el epílogo. E intentaré de corazón hacer la actualización una vez por semana, sin embargo no prometo nada.

Cómo habrán notado. He intentando darles una narración mucho más elaborada y suelta de lo que era antes. Además de larga y descriptiva. Así que por ese lado espero que les esté gustando.

Por otro, Raphael hará acto de presencia la parte que viene. Así que no desesperen, ni me traten de matar porque no apareció aquí.

Para finalizar, les quería pedir una disculpa por el atraso... Estoy utilizando el servicio de datos del teléfono y hoy estuvo caído casi todo el día, por ende no pude actualizar hasta ahora.

Y bueno... Eso es todo por hoy. Nos vemos la semana que viene (espero).

Si gustas, puedes dejarme un comentario con tu opinión sobre el capítulo y qué expectativas tienes con respecto a la novela.

Me despido por ahora.

👋🏻



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