Capítulo 18

“La verdad lastima”

–Me alegra que estés de vuelta–. El señor Hodges abrazó fuertemente a Zuleyka entre sus brazos, no tenía intención de soltarla. –¿Estás bien, verdad?

–Sí, papá–. Sonrió abrazándolo.

–Eso fue muy valiente, pero perdimos mucha evidencia–. Dijo el oficial Horler tras haber recibido la llamada de los bomberos cuando apagaron el fuego. –Lamentablemente también se escapó.

–Tomé fotos del altar que ella hizo. Está muy enferma–. Dijo mostrando su celular y cada foto.

–Eres muy tenaz–. Dijo Sean sonriéndole a Zuleyka mientras abrazaba a Sara.

–Tenía que hacerlo, se lo merecía. ¿Qué ah sucedido con Tayla?

–Íbamos a ir a verla.

–¿Puedo ir, papá?–.

–Sí.

–Gracias. ¿Qué fue lo que le pasó a Tay?

–El auto si apenas la toco, el problema fue en la roca contra la que cayó–.

Zuleyka se quedó pensando un momento.

–¿Qué tienes?

–Quemé la casa de Kristen… y desapareció con su automóvil…

–¿Y eso qué?–. Dice Sean tratando de comprender.

El oficial Horler le presta atención.
–…Qué Kristen no se detiene ante nada… Dios santo…

–¡Zuleyka, dinos por favor!

–… Tayla… está sola con su familia–. Zuleyka mira al oficial Horler. –¿No dijo que todas las unidades estaban alrededor de la casa Selmour buscando el paradero de Kristen?

–Sí… ¡Demonios!–. El oficial Horler corrió al darse cuenta, Tal era el objetivo ahora, conociendo a Kristen iría tras ella, de nuevo.

–“Unidades al hospital de Spring Heights. Repito: Todas la unidades al hospital de Spring Heights!”–. El oficial Horler subió apresuradamente a su auto y encendió la sirena en menos de los he cantaba un gallo.

Sara y Zuleyka sintieron un golpe en el pecho, algo estaba pasando.

–Suban rápido, ni tenemos tiempo–. Dijo en oficial Horler casi gritando. Todos subieron, la sirena retumbaba entre las calles, y la gente que paseaba miraba la velocidad del auto.

**

El pasillo estaba frío y desierto de toda ayuda, Tayla estaba en la habitación siete del tercer piso, y sus familiares se encontraban en la sala de espera, desde luego en la primer planta. Tayla había despertado, escuchaba acercarse a alguien, tal vez era su padre, o su madre trayendo agua. Incluso el oficial que siempre hace su rutina, pero había algo diferente, la tranquilidad la ponía nerviosa.

–…¿Hola?–. Dijo sin dejar de mirar la puerta que estaba abierta. Su esperar de ver a alguien cruzar tardó. Una figura vestida de blanco apareció en la puerta con un cuchillo limpio y recién afilado.

Tayla comenzó a pedir ayuda con el botón de seguridad que tenía su cama en el costado, nadie contestaba. Aquella persona se abalanzó sobre ella y trataba de encajar su cuchillo, esa persona tenía un sentimiento enorme de querer sentir como la hoja atravesaba la piel y rascaba el hueso. Tayla, con adrenalina al máximo, logró voltearse provocando que los dos cayeron al suelo.

–AYUDA–. Gritaba Tayla desesperada, todo se estaba repitiendo como en el supermercado. Finalmente usó la misma táctica, tomó el florero que estaba a su alcance y lo rompió del fondo. Los dos luchaban por lograr sus objetivo.

Tayla jadeaba y la respiración de la persona se agitaba también. Tayla dio el golpe final y logró liberarse. Había perforado la piel de la otra persona con el florero, justo cerca del estómago. Tayla se levantó y corrió cómo si no hubiera mañana, quedaba algo más, activar la alarma de incendios para llamar la atención. El hospital sonaba fuertemente en todo el lugar, los señores Mitchell corrieron a ver a su hija.

–¿Qué pasa?–. Dijo el señor Mitchell tratando de calmarla.

–Me quería volver a matar. Logré defenderme, está dentro de la habitación–.

El señor Mitchell puso detrás de él a su hija.

Miró dentro de la habitación, debajo de la camilla y atrás de la puerta, pero no había nadie, se había vuelto a escapar.

–Se ha ido.

La señora Mitchell y Crystal llegaron a consolar a Tayla.

–Eres fuerte, hermana–. Dijo Crystal ssonriéndole.El oficial Horler entró por las escaleras de emergencia a la escena, tras él venía Zuleyka, Sara, Sean y el señor Hodges. Policías empezaron a registrar todo el piso, y los médico venían.

–…¡Tay!...

Las chicas corrieron a abrazar a su amiga. Las tres son fuertes, lo estaban demostrando.

–¿Trató de herirte de nuevo?–.

–¿Qué pasó?

–La idiota trató de matarme con su estúpido cuchillo, logré apuñalarla con el florero que rompí, pero se fue.
–Sí la señorita Mitchell logró hacerle un gran daño–. Continúa en oficial Horler. –Kristen no irá muy lejos.

**

–Quiero, de cierta manera, celebrarlas, chicas–. Crystal había ido de compras al super por un helado de litro y medio.

Todos se hallaban con Tayla en la habitación del hospital. Debía estar bajo observación aún.

–¿Qué dices?–. Bromea Tayla.
Cada familia estaba ahí, Sean también.

–Son las perras más valientes que eh visto–.

Todos soltaron a carcajadas
–Por eso vamos a celebrar con helado, la maldita de Kristen no sabe con quién se metió al pensar en ustedes.

–Tienes razón–. Zuleyka sonrió.

–Por eso y porque la perra psicópata de Kristen va a caer, brindemos con helado–.

Todos festejaron cómo si fuera una fiesta, estaban felices, después de tanto estaban sonriendo.

–¡Vamos, Zuleyka, dí de nuevo tu frase que le dijiste a Kristen!–. Dijo Sean refiriéndose a la frase que Zuleyka les había dicho caundo estaba a salvo.
–Jajajaja. De acuerdo. “Despídete de tus recuerdos y trofeos, perra”.

Todos volvieron a reír, eran una familia, no de sangre, pero el amor que se tenían entre sí era hermoso, una familia aunque se nace, también se hace. Y ese era un hermoso reconocimiento que sabía cada uno, desde los SMS bajos problemas, hasta los grandes momentos como éste eran recordados para siempre.

**

El oficial Horler estaba revisando el caso, de cabeza, del derecho al revés, pero había problemas.

–Señor, acaba de llegar esto–. Dijo un novato de oficial, delgado y castaño con una caja negra entre las manos.

–¿Qué es?–.

–No lo sé, estaba en la entrada.

–Pues vamos a abrirlo.

El jóven oficial colocó en la mesa la caja extraña, estaba amarrada con listones blancos y una firma de” K. S”
Con un perfecto esas pequeñas navajas, abrieron cortaron los listones y retiraron la tapa. Había un pequeño ramo de rosas negras quemadas y una carta que era lo primero que estaba.

–“Mañana será horrible para ustedes, lo prometo, destruyeron lo único que me quedaba. El festival jamás había sido tan oscuro cómo lo será mañana. Son unos bastardos asquerosos, ¿Quieren culpar a alguien de todo esto? Apuntense a sí mismo, el pasado le pateara el trasero, lo prometo”.
Atte: K.S.”–. El oficial Horler dejó de leer.

–¿Aviso a los demás? ¿Cancelaremos en festival?–. Dijo el novato.

–No… pero mañana quiero a toda la seguridad posible en el festival… mañana mismo le pondremos final a esto.

**

–¿Mañana asistirán al festival?–. Preguntó Sean pateando una roca pequeña. Sara y sus padres venían juntos.

–Sí, a esta familia le falta más distracción–. Aseguró el señor Wright.
Los cuatro habían dejado el automóvil y prefirieron caminar a casa. Sara venía tomada de la mano de Sean. Paso tras paso, daba a cada uno, una sensación de seguridad.

–Espero que vengan los pretsell's de Joe's, adoro el sabor de esos deliciosos manjares hecho por lo dioses–. Añadió la señora Wright.

–Son deliciosos con ese aderezo dulce de maní–. Dijo Sara casi saboreando uno de ellos en la boca.

Ahí estaba la casa, tranquila y con ese pequeño jardín delantero, el buzón estaba vacío, los arbustos del señor Wright siempre a la altura perfecta y siempre cuidados.

–¿Qué es eso?–. Dijo la señor Wright observando atentamente sobre la alfombra de bienvenidos al pie de la puerta.

–El señor Wright se apresuró a eso, la rosa y una carta.

–¿Qué dice, papá?–. Sara se le acercó rápidamente.

–“Mañana se acaba todo, bastardos, tendré mi venganza”. Señores Wright, ustedes lo saben…

–¿A qué se refiere?–. Sara miraba a su padre quien miraba a la señora Wright. La mirada entre ellos de vergüenza y una especie de asunto entre ellos.

–Es hora de decirles…–. La señora Wright se acercó.

–¡No, Rebecca!–. Dijo el señor Wright a su esposa.

–¡Nuestros hijos están pagando por nuestros pecados y tú lo sabes!–. Rebecca se acercó retante.

–¿Qué está pasando? ¿Decirnos qué, mamá?–. Sara no daba crédito, ¿Qué ocultaban sus padres? Sean también estaba atónito y confundido.

–Yo, cómo tu padre, cómo el señor Hodges, tanto los padres de Tayla, de Melissa y de Jessica y Julie…–. Suspiró antes de decirlo.

–¿Qué cosa?–.

–...Nosotros fuimos quiénes molestaban a Kristen…

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top