Capítulo 1:

Jugué con el boli que tenía en la mano y golpeé varias veces el folio en blanco. Era un examen de matemáticas realmente sencillo y por tanto muy aburrido de hacer. Aunque casi igual de aburrido era mirar por la ventana. Como siempre, acabé haciendo un par de ejercicios hasta que pasó el tiempo mínimo de examen. Entregué el papel al profesor bajo su mirada de desaprovación y salí de clase con la mochila al hombro. Era la última clase del día por lo que salí al patio frente al instituto y me senté en uno de los bancos de madera oscura. Abrí los ojos cuando el timbre sonó y observé como los estudiantes salían entre risas y conversaciones.
- No puedes seguir así - me regañó Alice.
Era mi mejor amiga desde que tenía memoria. Tenía grandes ojos marrones, piel bronceada y pelo oscuro.
- ¿Quién lo dice? - pregunté encogiéndome de hombros.
- El profesor ha ido al despacho de la directora nada más terminar el examen.
- ¿Has espiado a un profesor? Eso seguramente viole varias normas - bromeé.
- Tómatelo en serio, Lena.
- Está bieeen - contesté poniendo los ojos en blanco.
Me puse en pie pero no tardé en caer de nuevo al banco. Un temblor agitó la tierra y nadie consiguió mantenerse en pie. Un ruido ensordecedor, como si algo se derrumbara, acompañó la ya de por si confusa situación. Alice sacó el móvil y sacó varias fotos a la columna de humo que se levantaba en el cielo.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó.
- Alice, eso parece la fábrica - murmuré.
- Allí trabajan muchísimas personas.
- Hay que avisar a emergencias - dije sacando el móvil.
- No hace falta, mira - me dijo señalando un punto negro que parecía acercarse.
Un helicóptero voló hacia la zona del incidente y dejó caer varios litros de agua sobre lo que desgraciadamente sería la fábrica. La marca de ropa Apolo, cuyo fundador era originario de Blue Lake, había abierto varias sucursales a las afueras de la ciudad para producir parte de la ropa que se vendería en el país. Miré a mi amiga y la vi tecleando a gran velocidad. Hacía un par de años había abierto un blog y gracias a twitter no tardó en volverse popular. Escribía las últimas noticias y tenía un apartado especial para el instituto.
- ¿Qué crees que lo ha provocado? - le pregunté.
- Ni idea. ¿Terremoto por causas naturales?
- No estamos en una zona de actividad sísmica.
- Me mantendré informada pero dudo que pueda acercarme al incidente. De todas formas voy a intentarlo - dijo sacando las llaves del coche.
- Ten cuidado - me despedí.
- Lo tendré - contestó ya desde la salida.
Con algo más de calma salí del recinto del instituto esquivando a aquellas personas que sacaban fotos del incidente para sus redes sociales o hablaban por teléfono con algún conocido.
Esa tarde las noticias y blog de Alice hablaron del incidente. Como yo había supuesto, la afectada había sido una de las fábricas de Apolo. Al parecer, uno de los trabajadores trató de suicidarse y provocó una explosión con suficiente fuerza como para desencadenar un terremoto ligero en las proximidades. Había destrozado la estructura del edificio dejando 4 vívtimas mortales (a parte del suicida), 11 heridos graves y varios leves. También había varias entrevistas a Richard Williams, el dueño de Apolo, en las que le preguntaban las medidas a tomar. Como no, el señor Williams tenía una idea en mente: una gala benefica en la que se mostraría una sesión de fotos en primicia de su mejor modelo, Jackson Williams. No solo era su hijo sino que además era el estudiante de oro de la Universidad de Blue Lake, presidente del consejo estudiantil, ganador a nivel internacional de esgrima, pianista reconocido e hijo de la directora del instituto. No había nadie en Blue Lake que no le conociera, especilmente las mujeres. No era modelo solo por ser el hijo del jefe, era un chico alto con ojazos verdes y pelo rubio. Tenía un encanto indiscutible y las sesiones de fotos solo lo corroboraban. En mi opinión, un niñato con talento y demasiada suerte. Nunca había hablado con él pero tampoco tenía la necesidad.
Apagué la tele en la que solo daban malas noticias y me metí en la cama tras poner la alarma para el día siguiente. No desperté cuando sonó la alarma sino cuando una fría ráfaga de viento me obligó a taparme. Extendí el brazo pero no encontré el hedredón. Entonces me di cuenta de que estaba en el suelo, pero no en el de mi cuarto sino en uno en mitad de a saber donde. ¿Acaso esto era una fábrica? ¿Sería la fábrica de Apolo? También caí en que la ropa que llevaba era extraña. Un traje de cuero negro ajustado, unas botas altas con varias evillas metálicas a los lados y una máscara de tela que me cubría la nariz y la boca. Al hombro llevaba un carcaj lleno de flechas negras y un arco del mismo color decorado con unas plumas seguramente de cuervo. El pelo negro me caía a los lados y se agitaba ante el más mínimo cambio en el viento. ¿Estaba soñando? Saqué una flecha y la observé al milímetro. Había tenido sueños extraños pero nunca tan nítidos y detallados. Pasé un dedo por el filo de la punta y varias gotas de sangre repiquetearon en el suelo. Cuando miré el dedo tras limpiar la sangre, el corte había desaparecido.
- ¿Quién eres? - dijo una voz a mi espalda.
Al igual que yo, iba vestido de manera extraña. Él también iba de negro, con unos pantalones anchos de estilo militar y unas botas también militares. Llevaba una camiseta ajustada de manga corta y unos guantes que dejaban al aire los dedos. Otra similitud era la mascara, aunque la suya parecía la parte superior de algún cráneo animal con largos colmillos y cubría solo sus ojos. Sus armas eran dos espadas largas a los lados. Su pelo rubio estaba peinado hacia atrás con insistencia y los labios estaban apretados en una mueca de desagrado.
- Lo mismo podría preguntarte - respondí apuntándole con la flecha.
- Estáis aquí porque yo os he llamado.
Di la espalda al chico y miré en dirección a la voz. Un hombre delgado de rasgos asiáticos y de avazada edad había aparecido a nuestro lado.
- Lo que ha sucedido hoy aquí no ha sido ningún suicidio. Alguien ha encontrado una de las Reliquias.
- ¿Una Reliquia? - preguntó el chico colocándose a mi lado.
- Existen unos amuletos que otorgan poderes a sus propietarios. Las Reliquias. Lo que ha ocurrido hoy aquí es culpa de quien encontrara la Reliquia de la Mente, que fue robada hace varios siglos.
Miré asombrada a aquel hombre. Sí que estaba siendo un sueño extraño.
- Buena clase de historia. Esto me daría para escribir un libro - me mofé.
- Comprendo el escepticismo. Puede que necesites más pruebas pero seguramente no tardes en obtenerlas. Mi misión es solo advertiros y prepararos.
Tendió ambas manos y mostró una pequeña joya en cada una. El chico cogió el anillo plateado que le tendía y se lo colocó en el pulgar. Ante el apareció un hombre con el pelo largo recogido en una trenza, vestido igual que él pero sin máscara.
- Mi nombre es Jerome. Soy el primer protector de la Reliquia de la Creación - saludó llevándose la mano al pecho e inclinándose levemente.
Cogí el colgante que tenía en la otra mano y me lo colgué al cuello. Tenía una piedra cristalina de un negro intenso atada a un pequeña cadena plateada. Frente a mí apareció una mujer con el pelo corto echado a la izquierda y el otro lado recogido en pequeñas trenzas.
- Soy Kithania. Primera protectora de la Reliquia de la Destrucción - se presentó con el mismo gesto que su compañero. También llevaba la misma ropa que yo.
- Hace varios siglos, robaron 2 de las reliquias del monasterio de los guardianes. La Reliquia de la Mente y del Espíritu. Creíamos que se habían perdido puesto que nadie las ha utilizado desde entonces. Hasta ahora. Como último Guardián he decidido buscar a dos nuevos Protectores y las Reliquias os han elegido a vosotros.
- Vaya que original. Relquias. Poderes. Un supervillano. ¿Y ahora somos los elegidos y debemos salvar la ciudad? - pregunté sarcásticamente mientras me sentaba en el suelo.
- ¿Podrías tomarte esto en serio? - me regañó el chico.
- Es un sueño. Tú no eres real. Ellos no son reales. ¿Qué más da? - contesté.
- Yo soy real - contraatacó.
- Sí, sí. Lo que tu digas rubiales - le contesté.
- En cierto modo, sí. Debéis proteger a la humanidad de los actos de quien ha encontrado la Reliquia de la Mente.
- Como era la frase... ¿un gran poder conlleva una gran responsabilidad? - pregunté sarcásticamente.
- Eres una pesadilla - contestó el chico rubio apuntándome con una de las espadas.
- Oh dios mío, estoy acojonada - respondí arqueando una ceja.
Giré sobre mí misma y con una patada golpeé su muñeca apartando la espada de mí. No pude evitar sentirme sorprendida. No sabía como había hecho eso y menos tan rápido.
- Tenéis el mismo objetivo, no hay razón para pelear - nos pidió el hombre mayor.
Alcé las manos en señal de rendición y sonreí al chico rubio aunque debido a la máscara él no lo pudo ver. Mejor.
- Entonces vosotros estáis muertos - aclaré dirigiéndome a los supuestos protectores.
- Sí - respondió Jerome.
- ¿Y como estáis aquí? - preguntó el rubiales.
- Debido a los poderes se crea un vínculo entre Protectores. Estaremos presentes en forma de conciencia, para guiaros y aconsejaros. En cuanto a la Reliquia, cuando brille será la señal para que os transforméis y luchéis - respondió Kithania.
- ¿Y si no aceptamos? - pregunté.
- Estamos hablando de salvar vidas - me regañó mi "compañero".
- Aún estoy pensando que esto es un sueño. No creo que nada de esto sea real mañana. Así que tu rubiales calladito.
- Nada - respondió el guardián -. No es una obligación. Las Reliquias buscan a alguien compatible y una vez lo encuentran no pueden cambiar de dueño hasta que muere. Si no usáis la Reliquia es vuestra decisión, pero esta ciudad está en peligro. Como he dicho, mi misión es advertiros.
- ¿Y el malo? - pregunté aún sin tomarme muy en serio todo el sueño.
- Desconocemos su identidad pero toda magia deja un rastro. Por eso sabemos que alguien ha encontrado la Reliquia de la Mente.
- ¿Cómo moristeis? - pregunté curiosa volviendo a los Protectores.
- Podrías tener un poco de tacto - me regañó de nuevo el chico rubio.
- Eres el tío más pesado que me he cruzado jamás - me exasperé.
- ¿A mí me lo vas a contar?
- No creo que la respuesta a esa pregunta tenga mucha importancia - contestó Kithiana.
- En breves despertaréis - añadió Jerome. Miré al rubiales y le saqué el dedo ya que yo tenía razón y solo era un sueño -. Cuando tengáis que activar vuestra equipación deberéis decir el nombre del primer protector. Nuestros nombres.
- Os deseamos suerte - dijeron al unísono.
Una cegadora luz blanca me obligó a despertar.

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