2.- Fállame ★⳻
⚠️ Advertencias de contenido: mención de abuso sexual e infantil, sangre, desconfianza y recuerdo de traumas. Se es pedida discreción.
Quizá, con lo primero que podría iniciar es diciendo que mantengo severos problemas de confianza. Cosa que, es crucial tan pronto naces, buscar afianzarlo con alguien.
Pero, ¿cómo explicas a un niño que debe confiar en las personas que le hacen daño? ¿No es hasta ilógico? Y no, no refiero a los daños que prueban la misma confianza y valía, sino a toda prueba que deseché sangre desatada de tu cuerpo por los mismos que dicen cuidarte.
Y a los seis años, ocurrió el primer llamado de atención:
—Tengo una muñeca vestida de azul.
La perspectiva de tener un vestido de seda azul con detalles rosados y lazos brillantes era un sueño para cualquiera, y no por la ropa, sino porque eran diseños que podía tener a disposición -casi siempre- siendo que mi abuela paterna era costurera.
"Zapatitos blancos delantal de tul"
"Brinca la tablita, yo ya la brinqué..."♪
El ruido del pasto era refrescante, ligero y húmedo por la brisa mañanera, tan fácil de romper por los zapatos lustrados, por cualquier tacto. La naturaleza misma parecía ser la representación de toda infancia, fácilmente destruida.
—Hey, Dan-ah. —Frené en seco toda actividad divertida que me hiciera soñar acompañar a los pájaros y miré a mi tío Sadis tal y como lo haría un cachorrito aprendiendo cosas nuevas—. Feliz cumpleaños, pequeño.
No dije nada, después de todo, no me era fácil saber cómo quería que reaccionase, y es que, el tío Sadis siempre parecía estar perdido, salivando, o al menos, eso parecía a mi alrededor, sorbiendo y mirando en mi dirección con una intensidad que era capaz de ponerme de nervios. Seguí columpiándome, sin decir nada, y es que, mamá siempre había dicho que no me forzara a hablar con quienes me incomodaran. Él lo hacía.
—Bríncala de nuevo, yo ya me cansé.
—¿No vas a contestar? Ah —se quejó, cerrando los ojos e impulsando su cadera hacia adelante, eso me hizo frenar en seco antes de dar de lleno contra sus partes. Sin saber que eso era lo que él quería—. Y yo que creí que mi hermano te enseñaría modales. ¿Así como te daré tu regalo?
Apreté las cuerdas del columpio, sintiendo a mi cuerpo reaccionar erizándose por completo al notarle ponerse de rodillas, dejé de moverme, simplemente mirándolo, yo no diría nada, no sabía qué quería que dijera. Nunca sabía.
—Los niños buenos siempre son callados, así que por eso no te castigaré mucho —susurró, mirándome de pies a cabeza, haciéndome desear removerme, pero él lo había dicho, papá sí me enseñó modales—. ¿Cortaron tu cabello? —dijo cantarín, señalando a la misma parte y acariciando un mechón de cabello que caía por mi rostro. Apreté los labios.
Yo tenía modales.
—No me gustaba largo —dije, tal y como si me hubiera forzado a responder, y lo había hecho. Mi cuerpo chillaba entero deseando darle la espalda e irme a los brazos de papá o a observar a mamá ayudando a la abuela a cocinar galletas—. Así que pedí que lo cortaran.
—Ah, parece que te conscientemente mucho, ¿hm? Eso es porque eres un muy buen niño, ¿no? Y los niños buenos nunca son groseros, ni ruidosos, ni mentirosos...
Y entonces me congelé. No había entendido el significado de sus palabras, y seguía sin hacerlo cuando sus manos, callosas y arrugadas, tocaron mis piernas. Un recorrido lento que al avanzar me hizo tragar con fuerza porque aquel tacto no era papá abrazándome cálidamente, ni mamá bañándome con cuidado. Porque sus toques eran distintos, y en cambio, el de mi tío era como el tacto de la ropa cayendo al quitármela, pero no porque quisiera, era feo. La sensación era fea.
Así que grité, y la sangre fue lo primero que probé. Fue un golpe severo y doloroso en la mejilla que me hizo enmudecer, marear un poco y ver borroso. Al principio creí que había sido por el mismo impacto, y tras sentir el agua viajar por mis mejillas de forma rápida, supe que eran lágrimas bajando.
—Oh, no, no —susurró él, y la palabra cercana ya no hacía ningún sentido en mi mente mientras el hierro se extendía por mis papilas—. No debes llorar, te vas a arruinar, porque debes de estar feliz. Los niños buenos siempre lo están.
¿Era así? Porque la idea no me gustaba entre más rebotaban las palabras por mi mente, como un eco aterrador mientras lo volvía a sentir recorrerme por debajo de la ropa de la misma forma que antes. Elevando el elástico, adentrándose de forma aguda. Patee, chillando, y mi boca fue cubierta por su mano, pidiéndome callar, sonriendo, y haciéndome por fin entender la sensación que me recorría cada que lo veía.
Asco. Sólo sentía asco... y dolor. Mucho, aún con las quejas, él no paraba. Y con lágrimas, parecía ser que su morbosidad aumentaba.
Cuando pasó, sólo recuerdo que papá tuvo que ir a recogerme. Yo ya no jugaba ni hablaba, había batallado en dejar de temblar y llorar, y evité decir algo, porque yo era un niño bueno. Pero entonces era horrible que los niños bien portados pasaran por ello.
Porque Sadis lo había tratado de un regalo. Pero los regalos no dolían, ni te hacían sentir manchado...
De ahí, mi perspectiva sobre el ser bueno y el confiar se desmoronó de a poco, y no lo noté, manifestándose en ruegos y disculpa a gente que no lo merecía tras tratarme mal o hablar a mis espaldas, tras una relación a la que me forcé por complacerle. Siendo la bondad que todos necesitaban a base de mi desmoronamiento.
Eso, hasta que una pequeña niña se encontró llorando a la salida de la escuela. Llovía, y ella, aún con paraguas, estaba manchada de lodo y lágrimas. Todos la miraban y se apartaban, pero yo la observé por un momento, buscando sus razones.
Y es que un peluche de felpa color rosa, un conejo, se encontraba en el suelo, sobre un charco, tan sucio como ella, y mojado. Hice una mueca, mirando a mi lado, y como era esperado, no había nadie. Yo era la burla en clase, de quien todos hablaban y se quejaban por ser de dos culturas, por parecer una figura pública de renombre, por ser un niño, y aún así, yo cuidaba de ellos, los apoyaba y escuchaba.
Así que, con un suspiro cansado, no vi mal dar mi mano a torcer nuevamente, y me acerqué a ella.
—¿Estas bien? —Sus ojos café claro me miraron, dilatándose como lo haría los de cualquier gato al ver algo que adora.
Y si pudiese volver en el tiempo, no habría cambiado nunca la decisión de ayudarla.
☾⇠ 🪐🦊 ⇢☽
—¿Quieres que vaya a ponerle una amenaza al vejete? —No evité reír, mirando de reojo a su silueta que se aproximó hacia mí a gatas.
—No es necesario, Blue —sonreí, tocando su frente en un gesto cariñoso, y ella puchereó, apartándose para volver a su sitio en mi cama y continuar leyendo uno de los mangas variados en la estantería—. El hombre no hizo nada, además, ¿quién arrestaría a otro por hablar?
La simple mención me estremeció, y es que, yo no tenía memorias de algo en específico, pero mi cabeza siempre lo decía: había algo erróneo perpetuando en mi sistema, abriendo y rellenando de temores que, a primer instancia, serían falsos. Pero yo no sabía si catalogarlos de ese modo siendo algo que mi piel parecía expresar de forma simultánea las reacciones vívidas.
—Cualquiera, si te decía algo inapropiado. Estarías en todo tu derecho —señaló, dando la vuelta a la página y frunciendo las cejas tanto por la plática que manteníamos como por la escena que seguramente leía.
Min Yue, hija de japoneses que fue adoptada por su abuela coreana a corta edad, había sido esa niña que lloraba fuertemente bajo la lluvia, y ahora, mi mejor amiga. Cinco años desde entonces.
—No dijo nada inapropiado... él... —enmudecí al sentir los ojos enormes de la chica sobre mí, esperando a lo que tuviera por decir—. Él no dijo mucho en realidad —susurré, frunciendo las cejas tras notarlo—, sólo que tuvo un presentimiento.
Miré a Yue, y la chica miró a la nada, que podía describirse como la pared que daba a mi baño, color morado pastel y con hojas blancas en delineado. Parpadee tras yo perderme y la miré de nuevo, sabiendo que pensaba.
—¿Es el CEO de HYBE, no? —señaló con calma, y yo asentí, aún cuando no me viese, sabía que era una información que ella ya comprendía.
—¿Qué pasa con eso? —apuré tras verla entreabrir los labios como si hubiese unido todas las piezas de los últimos años en los espectáculos—. ¿Yu-yu?
—¿Y si quiere unirte a su empresa? —Sus brazos sorpresivamente tomando mis hombros me estremeció entero, hasta que negué con una sonrisa después de pensar en sus palabras—. ¿Qué?
—Sería absurdo —mencioné, y no por desacreditar sus ideas, sino a la misma intriga que a mí me había absorbido por segundos—. "Doble de Park Min-Hyuck", sólo piénsalo. Traería problemas, al pobre chico.
—No es así —debatió mi amiga, volviendo a tomar el tomo ya abandonado—, y si fuera, hablamos de Min-Hyuck, ¡Minnie! El chico que adoramos, nuestro ángel en tierra, ¿no?
Yo torcí los labios, sin querer demostrarla ligera ola de duda, pero era Yue. A ella no le mentiría, nunca.
—¿Y si no fuera así? —me eché sobre la cama, hacia las almohadas en lugar de la pared en la que inicialmente nos recostamos para conversar y pasar el rato como cada fin de semana—, ¿y si los idealizamos tanto que creemos que serán de lo mejor, qué ocurre si lo molesta, si la persona que admiré por años y me salvó la vida no es más que...? mierda.
Cerré los ojos, sintiendo a Yue gatear y acostarse a mi lado, siendo consciente de nuestros propios límites. Un centímetro de separación entre ambos. Ella tocó mi cabello, separando las hebras y después habló.
—¿Y si no? —La miré de vuelta, abriendo los ojos y ella se hundió de hombros—. Dannie, sabes que lo digo con todo el cariño que te tengo: tu mente siempre acostumbra jugarte muchas cosas, y a darles vueltas, te llenas de temores que, tal vez, nunca pasarán. Y de ser, no tendrían nada de malo.
Me tensé con ligereza, volviendo a suspirar—. Pero el que ocurran sólo es más daño, yo no- No quiero que ocurra, me cansan, no deberían-
—¿Y si te cansan, por qué confiaste en mí?
Enmudecí, frunciendo las cejas, y es que, si me lo preguntaba, realmente no tenía idea. Yue sonrió al notar que había dado con la espinita que comenzaría mi investigación propia y se levantó.
—De todas formas, si algo ocurre, estaré para apoyarte, así como Eunji, y hablando de ella... —declaró, dando un beso a mi mejilla para alejarse—. Iré a revisar su dieta, no vaya a ser que se le pase. Te quiero, Dannie, nos vemos mañana para nuestras pijamadas.
Me elevé sobre mis codos, sonriendo y viéndola salir del cuarto, suspirando al saber que, de algún modo, tenía razón. Y que al mismo tiempo, ella se enfrentaba a otras cosas, y aún así, ambos nos apoyábamos lo suficiente.
Miré a la estantería en mi cuarto, esa que se alzaba con álbumes y libros, con pósters colgados de forma simétrica y mostrando a cada uno de mis cantantes favoritos.
En especial, a ese chico.
Park Min-hyuck.
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"𝟎𝟐: 잘못"
(Brillantina - Bruses)
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
Creo que se va notando que sobre esto haré bastantes cambios, como por ejemplo, estas escenas "extra" que, en realidad ya eran planeadas, pero nunca puse debido a que me arrepentía a última ahora.
Así que, digamos, esta es la versión correcta de muchas cosas, y no por ello será perfecta. Espero les guste.
Sin más, ¡bye! 💜🦊
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