18.- Infierno ★⳻
⚠️ Mención de contenido fuerte, tal como: pedofilia, abuso sexual, reacciones al trauma, momento vomitivo –que puede considerarse sensible para algunos lectores con miedos o reacciones fuertes a menciones de vómito y gérmenes–, y sangre, gore. Así como mención en contra de la iglesia. Se es pedida discreción.
Ante todo con el tema de la iglesia –en lo personal, soy alguien a quien no le importan religiones, pues soy más un ser que crea–, pero eso sí, no soy parte de ninguna de ellas siendo que por ciertos temas mi perspectiva sobre ellas cambió mucho. Así que no busco ofender a nadie.
De ser intolerante a temas como la homosexualidad, ateísmo y creencia extremista, o sensible a cualquiera de los temas avisados, POR FAVOR NO LEAS. ❗️
Abstente de comentarios desagradables y discusiones, la historia trata temas como el crecimiento personal, así que habrán demasiados cambios y temas de este estilo.
Era complicado, bastante, entender lo que a mi corazón rodeaba, no había ido a hablar con los chicos, al final, me ausencié sin decir nada, y ahora estaba en el mismo lugar. Frente a aquella fuente, observando sin ver realmente a la construcción diseñada. Situaciones que ya había vivido, en otro espacio, en otro lugar, pero eran lo mismo. Transmitían lo mismo.
¿Quería quedarme? Sin duda, pero no sentía la misma motivación férrea de ser alguien que antes sí, no sentía alegría de parte de la pulsera creada por Kwang-sun, sólo... era nada.
—Dan. —Me congelé ahí mismo, recordando mi actuar torpe con el chico en los baños el día anterior, aferrándome a la libreta entre mis brazos fundada dentro de una bolsa, recordando a lo que había venido, pero, claro, el miedo ganó primero—. ¡Dan!
Corrí apresurado buscando rodear la estructura, no queriendo entrar, y Seong-su me siguió tan pronto me encontró huyendo. Agaché la mirada, intentando no perderme en emociones baratas, en lágrimas que golpeaban por salir, en mi corazón latiendo como si fuese a colapsar. Sólo- hablaría con alguien más y no lo molestaría, eso haría.
Porque era una molestia lidiar conmigo. Sólo era problemas.
"—No finjas que no lo ocasionaste —gruñó mamá, limpiando su mano mojada por las verduras que lavaba, y yo gimotee sintiendo el mismo elemento cubrir mi mejilla adolorida—, sólo problemas. Es lo único que causas, lo único que haces. Das mala suerte, pero aquí estamos Papa y yo buscando arreglar tus desastres, así que deja de chantajear y da las gracias, que las lágrimas no solucionarán nada."
Jadeé, negándome a llorar, mirando el pasto natural que bordeaba por detrás a la empresa, siendo un lugar lindo, cual bosque, pequeño, pero lleno de vida, jamás me había animado a pisarlo, y eso era porque tenía miedo. Todo en mí era eso, miedo a querer un lugar al que no pertenecería, miedo en confiar en la gente que ahora llamaba compañeros, miedo a verlo a los ojos después de ese beso.
Yo era de mala suerte, yo causaba lo que me ocurría, entonces, ¿para qué me serviría hablar? ¿En verdad yo había provocado a In-su? Tal vez eso era, y Seong-su tendría razón en no quererme, por supuesto, él era un hombre, uno criado con muchos valores, con gracia y clase. Él no sería gay, ni mucho menos querría a alguien sucio, yo sólo era problemas, y sería mejor si renunciaba a todo de una vez, a mi contrato, a ser feliz, a la vida misma...
—¡Dan! —jaló de mi brazo, impulsándome hacia atrás, choque contra la pared de la empresa sin ser de forma brusca debido a su brazo que distanció el impacto de mi espalda contra el concreto. Estaba cansado, eso decían sus ojos, y aún así, sólo tensaba la mandíbula, respirando con fuerza como lo haría todo animal salvaje ante su presa. Yo me encogí, tan sólo un poquito ante sus ojos de fuego—. Deja de huir, ¿quieres? Tenemos que hablar, y que te la pases escapando y escondiéndote no ayuda mucho... aunque estoy dispuesto a seguirte de igual forma.
Miré a su pecho, grande y bombeante de aire, de vida, y me sentí sonrojar, intentando no pensar de más sus palabras como un indicio a gustarle. No lo hacía.
—Lo siento —susurré, mirando a mis pies y apretando la bolsa aferrada a mi pecho que, en comparación al suyo, era pequeño y flácido, absurdo—. Por lo de ayer, me refiero. Yo... no te gusto, soy consciente de eso, y aún así te bese... y- y sé que no es excusa, pe-pero me alejaré. No te molestaré más si es lo que quieres, no sé lo que ocurrió con exactitud ayer —maldije al sentir mi voz temblar, al por fin derramar el agua salada y cerré los ojos con fuerza, temeroso—. Sólo me iré y no volveré a-
Exhalé, intentando asimilarlo. Seong-su había tomado mi barbilla, forzándome a encararlo, cerré las piernas en contra de mi propia voluntad y no supe cómo reaccionar con exactitud.
Porque no todos los días estás dispuesto a alejarte de alguien que amas, y este te calla con sus propios labios sobre los tuyos...
Al menos yo era consciente de la absurdes de aquello, y aquí estaba. Con las mejillas rojas y el corazón como máquina de pulso a poco de descomponerse, intentando convencer a todo rastro de cordura que aquello no ocurría y aún así, no evitar embriagarme con los ojos cerrados de Seong-su, con su tacto suave sobre mis labios, y sentí todo mi cuerpo derretir intentando que, de ser un sueño, ser feliz con las pocas migajas que restarán.
Mi calma pareció ser indicador de algo, cerrando los ojos y sintiendo pronto la aspereza de Seong-su lamiendo mi boca, apresando y volviendo a descomponer cada sentido con mordidas suaves y extrañas, lentas, y sin intenciones de brusquedad o fuerza. Gemí bajito, avergonzado, sintiendo a sus manos abrazar mi cintura y tomar mi cabello jalando con levedad hasta dejarme a merced, sin entender, sintiéndome desfallecer.
El beso fue incluso peor cuando paró, el silencio siendo interrumpido por respiraciones aceleradas y fuertes, mejillas rojas, y confusiones en alto.
No quise mirarlo, cerrando los ojos de nuevo y sintiendo su frente reposar contra la mía, su mano demandante en mi cabello, ahora dando un ligero masaje en círculos que no hizo más que provocarme ronronear a gusto. Me junto más a su cuerpo, y respiré fuertemente al sentirlo tan cerca. Seong-su besó mi frente, escuchándose seguro y sincero al hablar, calmando todo torrente de ideas en mi mente.
—No me molestarías jamás... Me será difícil a veces saber cómo hablarte, porque me siento demasiado extraño a tu lado —volvió a acariciar mi rostro, con su nariz, siendo cariñoso, y yo desee no despertar en mi cuarto de repente—, pero no quiere decir que por eso quiera dejar de verte. Lo de ayer... me gustó, eres bonito y cariñoso, te quiero.
Lo miré fijo, tan sorprendido como quizá imagino, pues rio como un niño tras ser ganador, hasta que aquella mueca de triunfo se diluyó, desviando la mirada y haciéndome espectador del rojo carmín que cubrió a sus mejillas y el carraspeo de su garganta.
—No lo entiendo aún, pero cada que me miras siento que soy capaz de todo porque estés bien... M-me avergüenza decir que me quede despierto anoche sólo pensando en estar cerca de ti otra vez.
Yo lo había oído, perfectamente, pero también había notado el incremento de su enrojecimiento, incluso en el cuello, llevándome a sentir ansioso, e incluso orgulloso, pues... Seong-su estaba nervioso, por mi causa.
Incluso desee hablar sin recordar el hecho de que mi cuerpo aún no lo permitía, y por mi jadeo sin palabras parecí darle a Seong-su un mensaje equivocado, soltándome alejándose un centímetro y rascando su nuca. Yo puchereé, maldiciendo al centímetro de distancia en silencio.
Entonces recordé la libreta en mis brazos, mirándola, y tan pronto haciendo aquello, sintiendo el mismo malestar rodear mi cuerpo. Yo había visto como el objeto era dejado enfrente de mi casa por el hombre, luego de que el mismo In-su sonriera de forma perversa hacia mi ventana.
Recordé las náuseas y el pánico que me invadieron, cerrando las cortinas e intentando recordar cada ejercicio de respiración conocido, erizándome ante el toque de la puerta, saliendo antes que mis padres y encontrando el cuaderno sobre la acerca, y a In-su a unos pasos, subiendo a su auto y despidiéndose con un beso totalmente mezquino en mi dirección...
Alejé el objeto como si quemara, haciéndolo chocar contra el pecho de Seong-su, que miró a mis manos y después a mis ojos, aceptando el objeto envuelto antes de mirarlo de nuevo.
Yo reaccioné antes de que lo abriera, deteniéndolo con un gesto, y tomando de mi bolsita oscura, –que ahora imaginaba, sería mi acompañante diario—, y otorgué en sus manos un par de guantes estilizados. Una copia de los que yo había usado para recoger el objeto antes.
Sería enfermizo, pero mi cabeza lo consideraba prueba suficiente, mucho más con lo escrito en las hojas.
Seong-su, ya con toda medida asegurada, seguida por mis ojos, abrió la bolsa, haciendo una mueca por el olor putrefacto que me llegó incluso a mí. No quería siquiera pensar en cuántos gérmenes estaría lleno, pero Seong-su lo tomó como se haría con todo objeto contaminado y lo incité a abrirlo después de que me miró.
Fui detrás suyo para colocarle el cubrebocas, y él no preguntó cuando decidí quedarme ahí, tocando ligeramente sus brazos como si fuese un refugio.
Noté el momento exacto en que su cuerpo se tensó, y su piel se erizó, y sólo fui capaz de apoyar mi barbilla en su hombro izquierdo tras ponerme de puntitas. Porque el miedo que había sentido Seong-su al leerlo, había sido el mismo que yo horas atrás en casa cuando inspeccione por información entre cubrebocas, pinzas y guantes, junto a utensilios para limpiarme y la puerta de mi baño abierta, así como el vater.
"No puedo esperar a destruir tu vida tan linda otra vez, Dan-ah. Como ejemplo: esta primera vez"
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Desde los tres años, hasta mis cinco, mi familia era realmente devota a Dios.
Aquello en México, por supuesto, antes de mudarnos por cuestiones de mucha presión para mis padres y oportunidades de trabajo que no desaprovecharon.
Y claro, antes de abrir nuevos caminos, viví distintas cosas en el mágico mundo que yo amaba por sus colores vibrantes y hermosos, que parecían apagarse por las risas de niños ajenos por mi forma de vestir, por mi cabello o incluso por llevar un peluche color morado. Demasiado infantil, según ellos.
—¡Devuélvanmelo! —grité, corriendo y por poco mareándome al estar dando vueltas alrededor de los tres niños, buscando obtener mi peluche y quitárselos de una vez—. ¡Marco, no es justo, ya dámelo!
—Miren, ya va a llorar la nenita —se rió a carcajadas aquel que decía ser hijo de amigos muy unidos a mis abuelos maternos—. Ow, ¿qué vas a hacer, ponerte a llorar hasta que tu nani, venga? —Yo enfurecí, pisando su pie cuando pasó a otro de los niños mi peluche—. Niña idiota.
Entonces mi cabello fue jalado, haciéndome gritar de forma inaudible para el coro de iglesia sobre nuestras cabezas. A unos escalones de donde estábamos parados, dos secciones de escaleras donde siempre parecía ser el lugar perfecto para ellos de jugar con mis cosas.
—¡Me duele, suéltame! —chillé, pataleando, sintiendo como era alzado por los pies por otro de los niños que lo acompañaban.
—¡Mira, si tiene algo abajo, y no es un bulto como nosotros! —señaló el niño, y quise golpearlo porque me sentí rojo de la vergüenza.
—¿No era un niño? —rio otro, alzando mi vestido rosa—. Mira, es verdad, ¿podemos tocarlo?
—Claro que no es un niño, ¿que clase de hombre usaría vestido? —bramó Marco, risueño, tomando mis manos, y me sentí inútil por ser tan ligero y pequeño.
—Bueno... papá dice que sólo aquellos que son del diablo hacen esas cosas —mencionó otro.
Yo respiraba con fuerza, buscando zafarme, detestando cuando alzaron mi vestido hasta arriba, golpeando el tul con mi cara—. ¿Qué hacen?, déjenme. Están locos.
Marco río después de que uno de ellos dijese algo de jugar conmigo. Y luego de eso, los tres me dejaron cuando sentí a mi cabeza dispuesta a cerrarse. Sólo sentí el golpe contra el mármol de las escaleras, sentándome y cubriendo mis piernas tan pronto tuve oportunidad y miraba hacia arriba.
Era uno de los hermanos de la alabanza... Alonso.
—¿Estás bien, Seo-Yeon, qué haces aquí? Tu abuela te está buscando.
Yo apreté los labios, avergonzado y limpiando mi nariz que aún moqueaba, tomando a mi peluche cuando me fue entregado por el hombre.
—Apenas había acabado la clase con los otros niños... —susurré, recordando que había estado muy contento con una de las niñas tras colorear a Jesús con sus ovejas—. Y- y me quitaron mi peluche.
—Ya veo... ¿está todo bien con eso?
—Yo... —miré al suelo, escuchando como tomaba asiento a mi lado y apreté al peluche de Barney entre mis manos—, no... La verdad es que parece que notaron que "no soy un niño" y... —apreté los labios, recordando las ideas que se tenían hacia esas cosas en la iglesia—. Lo siento, hermano. No es nada.
—Oh, no, claro que lo es... —él sonrió, amigable, y lo miré, sonriendo, sintiéndome tímido y más cómodo ante el hombre que siempre se la pasaba mirándome en los coros de la iglesia y siempre se me acercaba.
Yo lo consideraba mi amigo.
—Sí, aún no sé mi nombre, pero me gusta ser un niño —asentí. Y el hermano pareció mirarme distinto, yo temblé un poco, desvaneciendo toda confianza—. Eh... ¿dónde está mi abuelita, hermano?
La verdad es que no hablábamos más allá de tres segundos, y ahora, ese tiempo había pasado. Y yo estaba incómodo.
—Por favor, pequeño, no me digas hermano, soy tu amigo. Llámame Alonso.
Su mano acarició mi espalda, y su otra mano fue directo a mi pierna. Yo me asusté, temblé y me levanté al escuchar la voz de mi abuelita gritando mi nombre.
—Yo... yo me tengo que ir... —tropecé, corriendo escaleras arriba, y sin mediar palabra, abrazando con fuerza a mi abuelita.
¿Puedo decir que ese fue el día en que comenzó mi maldición? O es que siempre lo fui...
Seong-su había entrado tras de mí a la sala de prácticas con los demás, pidiéndole a Doori que lo acompañara, pues quería hablar con Bang Si-hyuk, y de ser posible, con el CEO Jang. Yo sólo me quedé en silencio cuando él preguntó por mi permiso para hablar, explicando con pocas palabras la situación con In-su.
Yo no quise mirar a ninguno de mis compañeros luego de que Seong-su habló...
—Volveré, no te muevas de aquí, ¿está bien? —Seongsu tomaba de mis manos, mirándome a los ojos y hablando tan suavemente como se haría con niños que tenían pesadillas—. Doori entrará conmigo, pero después de un rato, vendrá por ti, ¿si? Sólo... espérame.
Besó mi frente y acepté, mirando fijo a ambos cuando decidieron entrar no sin antes verificar que siguiese en mi lugar. Jugué un rato con mis manos, respirando y comenzando a silbar intentando ignorar a mi estómago revuelto y que pedía comida.
¿Hace cuanto no comía?
Mordisquee mi dedo al sentir el deseo de ir por algo que me llenara de fuerzas, siendo que la ansiedad, aunque silenciosa, ya iba tomando de rehén mi cuerpo, mareándolo y haciendo sentir que todo pesaba más de lo acostumbrado. Cerré los ojos, pensando en relajarme y caminé para sentarme en las sillas enfrente mío.
Aunque no sirvió mucho, porque pronto fue algo de sangre la que cayó sobre mis palmas, que aún veía como si fuesen algo nuevo, y no evité erizarme ante el carmín oscuro que goteaba sin parar sobre mi palma, bajando por mis labios.
Tallé como primer reacción, deseando escupir el sabor metálico en mis papilas, y cuando me sentí a punta del desmayo, me levanté, decidido a lavar mi rostro antes de entrar con Doori al lado...
In-su tomó mi mano—. ¿Qué tal, nos divertimos antes de que todo se vaya al carajo?
Quise gritar, pero él ya había cubierto mi boca, mi cuerpo ya se había rendido y mis emociones igual. Tan sólo me deje arrastrar, presa del miedo y la angustia, el resentimiento hacia mí mismo y el colapso que fue caer contra el suelo de una de las cuantas salas de prácticas.
In-su rio, mirandomé desde abajo tras atrancar la puerta, yo tragué saliva, intentando levantarme, pidiendo a mi cuerpo que tuviese un poco de fuerza al menos. Deseando ser esos absurdos protagonistas que lograban todo cuanto quisieran, pero yo no era ellos, ¿cierto? Sólo un absurdo extra que sufría cuánto se pudiera hasta eliminarlo de la trama.
—... ¿Me extrañaste? —Miré al hombre tras escucharlo, trastabillando y temblando mientras buscaba fuerza, mis pies resbalando como si no fuese madera lo que había abajo, sino hielo, tormentoso y helado—. Ou —el hombre hizo un ligero sonido de tristeza y avanzó hacia mí, y no hice más que impulsarme, sintiéndome agradecido cuando logré resbalar hacia atrás, alejándome, siendo tan débil—. No hagas eso, yo te extrañé. Nos hemos hecho buenos amigos durante este tiempo, ¿no es así? —negué a su sonrisa, pero él ni siquiera lo notó, riendo como desquiciado y agachándose hasta tomar de mi tobillo y jalar—. Me extraña que desees hablar con el tonto de Si-hyuk... ¿no te he tratado bien?
Me quedé en silencio, detestando la sensación de suciedad recorrerme desde la parte afectada, y rogué por calmarme. In-su pareció molestarse, apretando con fuerza y forzándome a mirarlo.
—... ¿no te he tratado bien? ¿O es que debí hacer lo que Seong-su y besarte? —escupió. Yo sólo pensé en mi respuesta. No. No lo quería a él, y pareció entenderlo—. Responde, Dan-ah, no seas grosero.
Apretó más, sin aceptar mi decisión, grité aún en silencio, sintiendo mi garganta desgarrarse al dejar que un chillido no tan bien cuidado saliese.
—Supongo que es así. Lo único que he hecho hasta ahora es tratarte con respeto, cariño, comprensión. No te he preguntado la razón de tus desvelos, de tus faltas, de tu cara molesta. —Empujó mi cuerpo hacia abajo, y fue entonces que mi cabeza golpeó con el espejo de la sala—. Y me has preocupado tanto que te he seguido a tu casa, sé que me has notado, lindo. Estaré contigo a donde sea que vayas, pero no soporto la idea de que alguien más te tenga, mucho menos alguien como el hijo marica de mi mejor amigo.
Por el silencio del lugar noté con facilidad lo acelerado de mi respiración, mi boca abriéndose en busca de oxígeno y todo el terror que me llenaba de temblores el cuerpo. Me moleste aún más cuando noté que aquello le divertía, le excitaba en todo punto de depravación...
"—eres tan lindo, Dan-ah. Tan pequeño, y dulce. Mi niño."
Mi cabeza comenzó a doler, siendo remplazado el rostro del hombre que ahora apresaba mis muñecas con fuerza por el de un ser conocido en los retratos familiares, aquellos que ya no existían en casa de la abuela, pero seguían perdurando en mi memoria.
"—dile a papá que estás durmiendo, mi amor. Deja que tú y yo juguemos tranquilos."
Mi tío cubriendo mi boca cada que quería gritar. Colándose en mi cuarto cuando dormía, acariciándome por encima de la ropa cuando íbamos en el carro, o comíamos todos reunidos en la mesa. Sus labios, su cuerpo, todas esas cosas de él que me marcaban.
Cuando entró la primera vez que yo me bañaba, cuando se metió a la bañera y dijo que quería jugar, que sería un secreto, que no podía decirlo y terminé sintiendo uno de los dolores más grandes cubrir mi cuerpo... Tenía sólo tres años.
Jadeé, sintiendo a mi boca salivar, a mis ojos llenarse de lágrimas, y comencé a removerme, no quería.
No quería estar sucio, no otra vez.
—No seas un mal niño —el golpe de su palma sobre mi mejilla ardió, haciéndome escupir sangre sobre su rostro, cosa que él lamió, apretando mis caderas con sus piernas y desabrochando su pantalón—. Juguemos, Dan-ah.
Las palabras del hombre molestaron, calando en mi pecho, y hacerme morder su labio cuando se inclinó a tocar. Por poco desgarre la piel, sintiendo la sangre caer por mi boca y barbilla, In-su gritó, alejándose, y golpeando con fuerza mi cabeza contra el suelo. Mareándome y apagando todo instinto de pelea que tuviese.
—Veo que tienen que herirte para que te quedes quieto, ¿no, zorrita? —Tragué saliva, sintiendo humedecer bajo mi cabeza y comencé a llorar por el dolor de mi cuerpo, por todo lo que había contenido durante semanas.
Y no fue liberador, al contrario, mi piel fue dejada expuesta, sintiendo el frío golpearle, y sólo sentí que probaba el infierno. Cerrando los ojos, deseando porque todo acabase simplemente, por morir tal vez, por no sentir. Así que la idea de dejarme desfallecer, desmayándome, no sonaba tan mal.
Dormir, y no sentir.
Aunque claro no pasó, porque ¿quién me tomaría como un buen niño? ¿Dios? Reí sin gracia, entre lágrimas, y volví a entender que de haber un Dios, yo era de esa gente a la que mandaba al infierno por más que rogara.
Porque era una maldición.
Satan encarnado.
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"𝟏𝟖: 사탄"
(Dear God - Nessa Barrett)
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
Extenso capítulo, casi cuatro mis palabras, pero qué mejor para cerrar el primer arco de esta historia (está horrible el último capítulo, pero... eso). Espero os gustase, y el próximo arco tendrá mejor acomodados los recuerdos de Dan, al menos, ya no tan revueltos, y el hecho de que estuviesen así, es porque en ningún momento fueron algo que afectase a Dan en su presente, siendo sólo lagunas en su mente. Pero ahora sí que lo harán.
Aprenderemos más sobre nuestro pequeño zorro en B!, así que espero les guste la idea, y que nos veamos en su siguiente "paso".
"Paso 2: Inocencia Alada"
⭐️✨
Esto va teniendo buen ritmo, y aunque estoy muy emocionado, todo puede pasar. Y es que, mi celular está teniendo problemas, así que no sé es sabido si pueda perdurar después de que lo arreglen, o de que mi papá lo tenga en sus manos. Así que, por cualquier duda, les quiero mucho... y si desaparezco, quiero decir que haré lo posible por volver. Porque esto, y ustedes, me han ayudado a sanar poco a poco.
Bye, con ganas de ser un hasta pronto.
💜🦊
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